domingo, 4 de mayo de 2025

Crítica: Un, dos, juguetes… ¡Bondy!


El fabricante de ocurrencias

Rondaba el año 1956 cuando Sebastián Salazar Bondy estrenó en el Club de Teatro de Lima su icónico juguete Un cierto tic-tac. 69 años después, Trama Colectivo Teatral bajo la dirección de Manuel Calderón regresan la obra al Club junto a otro clásico de Bondy, El de la valija, denotando la Lima que alguna vez Bondy envisionó, y el ritmo que este impregnaba en sus juguetes para llegar a su público.

Salazar Bondy fue una figura siempre muy crítica de la sociedad y, en especial, de la ciudad que lo vio nacer: Lima, “la horrible”. Se desprende de sus comedias y juguetes, por ejemplo, las costumbres y tradiciones desde el ojo farsesco, y estas dos obras no son la excepción. El “doctor” aprovechándose físicamente del afligir de una mujer es retratado como el patético que es, una invisible “empresa” llena de nepotismo y reglas absurdas, etc. El envejecimiento de los textos (innegable en el caso de Tic-tac) no distrae del ingenio con el que Bondy lleva las situaciones. El elenco de Trama ha sabido, en turno, aplicar esta picardía instrumentalizada a su construcción física, los cuatro entran en tonos consistentes en su exageración de las calidades de la energía. Destacan en esta área Marco Soto en Valija, quien utiliza la rigidez para paradójicamente darle mayor plasticidad a su personaje, y Sara Carbajal en Tic-Tac, quien aprovecha la intensidad para jugar entre altos y bajos y mantener el ritmo.

Mencionando justamente el ritmo, esta es el área de mejora principal para la propuesta. El proceso por el cual vemos al “doctor” de Tic-tac decidir su objetivo está claro y se siente la progresión, pero aun se encuentra segmentado y podría volverse más fluido. Por otro lado, los textos largos de Valija son, en ocasiones, muy pausados y alargados, lo que hace que las invenciones de los dos hombres respecto al origen de la valija se pierdan un poco. Siendo las dos obras, como bien se dice, “juguetes”, el ping-pong entre las dos parejas elevará la propuesta para ambas partes.

La escenografía, más allá de los escritorios y cubos moviéndose, une también a los dos juguetes. Se marca el piso con un juego de Mundo/Rayuela (el mismo Calderón lo señala como ejemplo de “juguete”). Además, los actores colocan al inicio una máquina de escribir elevada, representando al mismo Bondy con el icónico detalle de sus fotografías. La máquina de escribir es un tierno detalle de homenaje que da mayor profundidad al espacio. El Mundo en el suelo es, por otro lado, un detalle del que me fui olvidando hasta que, durante la Valija, los actores hicieron más cuenta de la misma en sus coreografías de movimiento. Detalle que mejor incorporado podría añadir a la construcción física de los cuatro intérpretes y hacer sentir más el elemento “juguetón picaresco” de estas obras del maestro Bondy.

Bondy buscaba en sus críticas, a sentir de este crítico, no solo ser directo, sino también encontrar la humanidad y el origen de nuestro fallo. Desde la pasión de la señora tic-taquera, el hartazgo del doctor, el ingenio del vagabundo y la curiosidad del guardia más allá de su rutina, exploran estas dimensiones para nuestros fallidos y acriollados limeños. En honor a esa criollada y su deconstrucción, aplaudo el interés y esfuerzo visible de Trama Colectivo por hacerle justicia y darnos sonrisas junto a nuestro buen y recordado Gallinazo. 

José Miguel Herrera

4 de mayo de 2025

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