sábado, 30 de marzo de 2013

Crítica: LA VISITANTE


Oscuros tratamientos de personalidad

Yo, Río fue una pieza que generó muchos comentarios positivos el año pasado, especialmente durante su paso por el Festival de Artes Escénicas de Lima – FAEL 2012. Sus responsables, Julia Thays y Alberick García, lograron con este unipersonal a cargo de Cesar Golac, una sincera propuesta sobre los daños y perjuicios que genera la pérdida de la identidad. Siguiendo este mismo estilo dramático, Procrea Producciones vuelve a poner en escena otro montaje de la dupla artística: La visitante, en la que asistimos a un nuevo caso de progresiva pérdida de la identidad, matizado con una propuesta estética interesante y un conjunto de actuaciones bastante bueno.

Alberick García dirige y Julia Thays escribe, respectivamente, la historia de Rafaella (Thays), una poetisa aterrada de enfrentar la realidad, refugiada en el Centro de Recuperación Mental EL CERUMEN, y sometida a los más crueles e inhumanos tratamientos. Mientras que el Doctor del Instituto (Sandro La Torre) nos presenta el caso en cuestión, llega hasta el lugar Aurora (Jackelyn Vásquez), una mujer que regresa a la vida de Rafaella, luego de varios años ausente, para plantearle un escape del aséptico infierno en el que se ha internado. Las blancas paredes, pisos y sábanas en el escenario de Teatro Racional, contrastan con las brutales y surrealistas sesiones de “sanación” a las que es sometida Rafaella; y los besos y caricias que se prodigan las dos mujeres, hacen pensar en las intolerantes razones de su forzada separación.

Vásquez, a quien vimos en De repente, un beso, logra transmitir la impotencia de Aurora al ver a su gran amiga completamente trastornada, a la vez que es creíble al explicar el porqué no la visitó desde hace años, debida a la tortuosa relación con su madre. Por su parte, La Torre, completísimo actor en montajes de interés, como La razón blindada o Lock Out, le imprime la exacta cuota de sarcasmo a su insano Doctor. Pero es Thays como Rafaella, la que resulta particularmente perturbadora, tanto estética como psicológicamente: sus palabras, tan fingidas y sobreactuadas; y sus gestos y movimientos, tan veraces y sobrecogedores; definen con precisión su errático estado mental. La visitante es un montaje muy recomendable, que nos habla sin tapujos sobre la violencia y la represión que vivimos a diario, sobre las libertades individuales y las personalidades deformadas, no carente de humor, que afianza la solidez artística, luego de Yo, Río, de la dupla Thays-García.

Sergio Velarde
30 de marzo de 2013

viernes, 29 de marzo de 2013

Crítica: LA CENA DE LOS IDIOTAS


Lograda comedia francesa

Francis Veber es un destacado dramaturgo y director francés, aclamado por público y crítica gracias a su comedia teatral (y posterior estreno en cine) Le Diner de Cons o La Cena de los Idiotas. Estrenada hace muchos años por Osvaldo Cattone, con Tulio Loza y él mismo como protagonistas en el Teatro Marsano, llamada La Cena de los Tarados; y luego por Rocío Tovar, con Carlos Carlín y Paul Vega en el Teatro Peruano-Japonés, llamada ¿Dónde está el idiota?; Nicolás Fantinato dirige acertadamente  su propia versión en la Alianza Francesa de Miraflores. Y es que Fantinato (impecable actor cómico) demuestra que también puede dirigir en el género más solvente para él: la hilarante dramaturgia de Veber es aprovechada solventemente en La Cena de los Idiotas, que la vuelve divertidísima de principio a fin.

Todos los miércoles, y a pesar de las quejas de su esposa, el editor Pierre Brochant (Gustavo Mayer) y sus amigos organizan la llamada “Cena de los Idiotas”, en la que cada uno deberá llevar a la reunión al ser más excéntrico para ganar el duelo. Pero un molesto lumbago impide que Brochant asista a la reunión de hoy, justo cuando pensaba presentar a la auténtica joya que descubrió: François Pignon (Tito Vega), un empleado público que hace maquetas con fósforos. La presencia de Pignon en el departamento de Brochant causará mil descalabros, en los que se enredan la esposa y la amante de Brochant (Adriana Quevedo y Claudia Rúa), el ex de su mujer (Homero Cristalli) y un inspector de impuestos (Leandro Mikati).

Algunas escenas especialmente logradas, como las desternillantes llamadas telefónicas de Pignon o toda la secuencia con el inspector de impuestos, resultan comiquísimas y bien ejecutadas, con el ritmo exacto. Buen trabajo del elenco en general, destacando (y sorprendiendo) un sólido Gustavo Mayer en el papel principal, así como los secundarios, con el divertido Leandro Mikati “Lelé” a la cabeza. Mención aparte para el novel y carismático Tito Vega, salido de las canteras del Conservatorio del Teatro Británico, sencillamente hilarante y convincente durante toda la duración de la obra, haciendo del “idiota” principal Pignon. Fantinato logra con La Cena de los Idiotas una divertidísima comedia, con una prolija producción, enfatizando las actuaciones y aprovechando al máximo el texto de Veber.

Sergio Velarde
29 de marzo de 2013

jueves, 28 de marzo de 2013

Crítica: EL DISPARO


Contradictorio encuentro generacional

Con casi una hora de retraso comenzó la función programada de El disparo de Estela Golovchenko, a cargo de la agrupación Teatr3s y la dirección de Manuel Trujillo, en el Teatro Auditorio Miraflores. Una obra con varias dificultades por sortear, con sólo dos actores que deben sostener la acción desarrollada en tres planos de la realidad, pero con sólo algunos momentos interesantes, debido a un texto que peca de redundante, así como también de la confusión que se genera en el hecho de que las palabras que dicen los personajes, no son coherentes con lo que el espectador ve en escena. Una mujer encuentra en su departamento a un delincuente, pero lejos de expulsarlo como alguien sensato lo haría, comienzan tres dilatadas conversaciones, con finales abruptos y muy contradictorios en su ejecución.

Al escoger una obra teatral de autor extranjero para su representación, debe tomarse en cuenta el contexto en el que fue escrita, y luego tomar la decisión de, ya sea adaptarla a nuestra realidad o respetar el referente original, con el propósito de entender los objetivos del autor y de paso, no confundir al público. El disparo esconde su sorpresa, casi al final: toda la obra es un encuentro entre dos personas, pero resultan tres muertos. Y es que la coda final, con la revelación de la mujer sobre las atrocidades cometidas durante la dictadura militar, descoloca completamente al espectador, pues es un dato que nunca se menciona (o no se dejó entender) durante el transcurso de la obra.

Se nota el empeño que tienen, tanto el director Manuel Trujillo como los actores Paola Vera y Carlos Grados, pero poco pueden hacer por hacer despegar la historia, que desgraciadamente tampoco ofrece mayores sorpresas. Agravando la situación, Vera luce demasiado joven para hacernos creer que es una mujer madura, y Grados ya no aparenta ser un muchacho delincuente; eso hace que sus palabras, acciones y decisiones carezcan de verdad e inclusive existan escenas con un claro tufillo paternal, completamente ajeno a la historia original. La agrupación Teatr3s debe reorganizarse para emprender nuevos proyectos, escoger mejor los textos a trabajar y convocar a los actores que cumplan los requisitos para encarnar a los personajes en cuestión.

Sergio Velarde
28 de marzo de 2013

Crítica: PIZARRO, CRÓNICA DE TRAICIÓN Y CONQUISTA


Intentando una mirada diferente

¿Cómo generar el suspenso de una historia cuando sabes perfectamente en qué acabará? Y no estamos mencionando en este acaso a aquellas tramas clásicas o populares, que van desde los cuentos infantiles hasta las obras cumbres de la literatura universal; enfrentar a un personaje histórico escénicamente resulta complicado, pues el montaje en cuestión debe ir más allá de lo que todos, por cultura general, sabemos. Se debe entonces profundizar las personalidades de los personajes, desentrañar datos nuevos y agregar nuevos filtros para conseguir diferentes miradas hacia aquello que ya sabemos de antemano.

Un intento que lleva ya dos fases, con la última aún por estrenarse, es el iniciado por Teatro de la resistencia con Atahuallpa, intentando otra mirada. Se trata de laboratorios de experimentación, en los que Beto Romero y su versátil elenco buscan contar la misma historia, pero desde diferentes puntos de vista, dotándola de un discurso propio a través de un logrado lenguaje escénico. En el caso del montaje que reseñamos ahora, Pizarro: Crónica de traición y conquista, presentada por el Teatro de Cámara con la dirección de Rafael Sánchez, el corsé de “Crónica” le resulta muy apretado, ya que no se permite un mayor vuelo en presentar la historia del conquistador español, más allá de algunos aciertos puntuales, como la representación de algunos personajes y un intento por dotar de una personalidad menos estereotipada y más humana al Pizarro que interpreta el mismo Sánchez.

Con un correcto elenco, que incluye a Rubén Enzian, Josse Fernández, Walter Huallpa, Mayra Loaiza, José Medina y Mariajosé Quiñones, todos ellos narradores y personajes a la vez, la obra podría alzar un mayor vuelo, cuidando todavía más algunos detalles como el vestuario, las maneras de hablar de cada personaje, y la precisión y agilidad para continuar de una escena a otra. Estrenada en temporada en el Auditorio “Taulichusco” del Museo Metropolitano de Lima, Pizarro: Crónica de traición y conquista es un digno intento por maquillar hechos conocidos y presentarlos como novedosos, agregando ciertos detalles que acaso nos pasaron inadvertidos mientras escuchábamos a nuestros profesores de historia. La utilización del multimedia, el sonido y las luces se irán corrigiendo y puliendo con el transcurrir de las presentaciones itinerantes, así como una mayor seguridad en la letra del personaje protagónico. En suma, se trata de un montaje ideal para aquellos estudiantes que quieran afianzar sus conocimientos fuera de los libros; y para el público en general, un espectáculo felizmente, no carente de suspenso, que hace recomendable su visionado.

Sergio Velarde
28 de marzo de 2013