Notables comedia y drama de sabor germano
Siguiendo con su feliz tradición de explorar la dramaturgia alemana contemporánea, el director Jorge Villanueva, en su calidad de profesor de la ENSAD, dirige con integrantes del 8° Ciclo de la Carrera Profesional de Actuación, dos obras del dramaturgo Marius von Mayenburg llamadas El Feo y Parásitos. Ambos textos, si bien es cierto comparten una feroz mirada a una sociedad en estado de verdadero quiebre moral, abarcan situaciones y emociones extremas: el ácido humor que emana de la insólita trama de El Feo, se contrasta con la salvaje brutalidad de los personajes de Parásitos. Ya en el escenario, profesor y alumnos nos regalan dos excelentes montajes independientes, llenos de energía, precisión y emoción.
El Feo es una comedia con todas las de la ley, que abraza sin contemplaciones el absurdo más descarado: el ingeniero de sistemas Lette pierde la oportunidad de presentar su más reciente invento en un importantísimo congreso, por la sencilla razón de que es terriblemente feo. Abrumado por los problemas que este hecho le acarrea con su esposa, su jefe y su ayudante en la compañía, Lette decide operarse quirúrgicamente para obtener la belleza tan ansiada. Y lo logra, pero esto no hará otra cosa que aumentar sus problemas, cuando esta dichosa operación sea requerida por todos. Actuada con gran convicción (destacando Danny Sanchez y Miguel Torres), la pieza destaca por sus múltiples lecturas (la sociedad de consumo, la imagen física asociada irremediablemente al triunfo) y por su vertiginosa puesta en escena, sin tropiezos y con un hábil aprovechamiento del espacio.
Por su parte, Parásitos es un truculento drama en baño María, con cinco personajes sumidos en la desesperanza y sin oportunidad de escape, enclaustrados en una sofocante realidad. Un trágico accidente que deja paralítico a un joven llamado Ringo, llevará a su novia Betsy al límite de la cordura; mientras que la aparición de la hermana de ésta, Friderike, embarazada de su salvaje marido Petrik, le complicará aún más su existencia. Este grupo de parásitos, que incluye al hijo por nacer de Friderike, conviven rodeados de angustia, dolor, desesperación, incomunicación, profunda y enferma dependencia y fallidos intentos de suicidio. Acaso el personaje de la Sra. Multscher, la autora del accidente (bien representada por Mia Michelena) sea el más complejo y a la vez, el más cargante de todos: la manera que encuentra para “ayudar” a subirle la moral a Ringo, diciéndole lo mal que se siente por arruinarle su vida, lleva al drama al límite de lo verosímil, pero sin desbordarse nunca, gracias al talento de los intérpretes y la sólida dirección de actores. Muy recomendables ambas puestas en escena, todavía en temporada en el Teatrín de la ENSAD.
Sergio Velarde
01 de diciembre de 2012
viernes, 30 de noviembre de 2012
domingo, 25 de noviembre de 2012
Crítica: ASÍ QUE PASEN CINCO AÑOS
El Lorca más rompedor
Las temporadas teatrales de la ENSAD nos regalaron algunos montajes para el recuerdo a inicios de este año, como Sueño de una noche de verano o Arlequín, servidor de dos patrones, por citar sólo un par; finalizando este 2012 nos llegan cinco variadas propuestas, siempre a cargo de los estudiantes de actuación de dicha institución y de la mano de sus profesores-directores. El primer montaje a reseñar es el de Fernando Flores, quien se arriesga con sus alumnos de 8vo ciclo del turno tarde a llevar a escena uno de los textos más inusuales y atrevidos de García Lorca, Así que pasen cinco años, en donde están presentes tanto el lirismo como la simbología lorquiana, pero dentro de un contexto onírico y surrealista.
Escrita en Estados Unidos en 1931, Así que pasen cinco años, es considerada revolucionaria para su época, así como también fue tachada como “irrepresentable” por el mismo autor. Lo cierto es que su dramaturgia, así como un sueño o una pesadilla, avanza teniendo como base escenas de gran belleza y que no necesariamente deben tener alguna explicación lógica. La historia de amor entre el Joven (Narayana Campos) y la Mecanógrafa (Sofía Izquierdo) es la mera excusa para ver entrar a escena siniestros y exóticos personajes como el Niño Muerto, la Gata, el Maniquí, la Máscara y el Payaso; todos ellos interpretados con mucha energía, plasticidad y un cuidado maquillaje y vestuario.
Como lo dijo el propio Lorca, la puesta en escena está por completo fuera del tiempo y de la realidad, arrancada de la mente del protagonista. Se dice también, que en los ensayos de su frustrado estreno, el poeta-dramaturgo aconsejaba a sus actores: “Sólo tienes que pensar que estás en el jardín de las maravillas”. Así que pasen cinco años es un sólido montaje, en el que los jóvenes intérpretes cambian totalmente de registro, luego de las excelentes comedias que llevaron a escena dirigidas por Sofía Palomino; es un espectáculo lorquiano atípico que debe verse. Las reseñas de los otros montajes de la ENSAD estarán por aquí antes de fin de mes.
Sergio Velarde
25 de noviembre de 2012
Las temporadas teatrales de la ENSAD nos regalaron algunos montajes para el recuerdo a inicios de este año, como Sueño de una noche de verano o Arlequín, servidor de dos patrones, por citar sólo un par; finalizando este 2012 nos llegan cinco variadas propuestas, siempre a cargo de los estudiantes de actuación de dicha institución y de la mano de sus profesores-directores. El primer montaje a reseñar es el de Fernando Flores, quien se arriesga con sus alumnos de 8vo ciclo del turno tarde a llevar a escena uno de los textos más inusuales y atrevidos de García Lorca, Así que pasen cinco años, en donde están presentes tanto el lirismo como la simbología lorquiana, pero dentro de un contexto onírico y surrealista.
Escrita en Estados Unidos en 1931, Así que pasen cinco años, es considerada revolucionaria para su época, así como también fue tachada como “irrepresentable” por el mismo autor. Lo cierto es que su dramaturgia, así como un sueño o una pesadilla, avanza teniendo como base escenas de gran belleza y que no necesariamente deben tener alguna explicación lógica. La historia de amor entre el Joven (Narayana Campos) y la Mecanógrafa (Sofía Izquierdo) es la mera excusa para ver entrar a escena siniestros y exóticos personajes como el Niño Muerto, la Gata, el Maniquí, la Máscara y el Payaso; todos ellos interpretados con mucha energía, plasticidad y un cuidado maquillaje y vestuario.
Como lo dijo el propio Lorca, la puesta en escena está por completo fuera del tiempo y de la realidad, arrancada de la mente del protagonista. Se dice también, que en los ensayos de su frustrado estreno, el poeta-dramaturgo aconsejaba a sus actores: “Sólo tienes que pensar que estás en el jardín de las maravillas”. Así que pasen cinco años es un sólido montaje, en el que los jóvenes intérpretes cambian totalmente de registro, luego de las excelentes comedias que llevaron a escena dirigidas por Sofía Palomino; es un espectáculo lorquiano atípico que debe verse. Las reseñas de los otros montajes de la ENSAD estarán por aquí antes de fin de mes.
Sergio Velarde
25 de noviembre de 2012
domingo, 18 de noviembre de 2012
Crítica: ZAPATOS DE CALLE
Singular texto en eficiente espectáculo
Escrita por Celeste Viale en 1999, la pieza Zapatos de calle se viene representando en el Teatro Racional de Barranco, con la producción de Cuando la luna se caiga, grupo que nos trajo el año pasado la entretenida Historias para ser contadas. Nuevamente con la dirección de Jorge Medina Moretti, la agrupación apuesta por llevar a escena autores peruanos, decisión de por sí loable, y que contribuye a demostrar que la dramaturgia peruana sí existe, especialmente este año, con un considerable número de excelentes espectáculos teatrales de autoría nacional. Zapatos de calle no es la excepción, presentándonos con bastante corrección la historia de un abogado deprimido llamado Amador, más interesado en imaginar las historias de los dueños de los zapatos impares que encuentra en la calle para luego coleccionarlos en su habitación alquilada, que en resolver sus casos asignados.
El íntimo espacio que ofrece el Racional es bien utilizado por el director, que con un sencillo diseño escenográfico, nos muestra la parametrada personalidad de Amador, representada en su modesto y ordenado cuarto. Al colocarse Amador los zapatos que ha recogido en la calle, comienza este escape de la realidad, personificando a sus dueños. Mientras, en la pared posterior de la habitación, se descubre un escondido agujero por donde alguien observa a Amador. Más tarde, aparece una misteriosa mujer de vestido rojo, que trastoca la rutinaria vida del abogado, seduciéndolo primero y después motivándolo a abandonar su espacio y a la entrometida casera. Todos estos elementos aparecen en el escenario y acaso falten definir más, ya sea ajustando la dirección de actores o acaso la dramaturgia, para entender a plenitud el mensaje de la autora.
El difícil personaje de Amador, que debe interpretar las escenas oníricas a los diferentes dueños de los zapatos que él mismo encontró, debía ser representado por un actor capaz de mantener la credibilidad durante sus largos monólogos y sostener la inusual acción dramática sin caer en la sobreactuación; en ese sentido, la elección de Sergio García-Blásquez (también actor en Historias para ser contadas) resulta acertada. Acompañan Yolanda Rojas y Verónica Miranda, en el límite del desborde para sus personajes. Zapatos de calle nos trae de vuelta el singular texto de Viale, que bien vale la pena revisitar, gracias a su digna y eficiente puesta en escena.
Sergio Velarde
18 de noviembre de 2012
Escrita por Celeste Viale en 1999, la pieza Zapatos de calle se viene representando en el Teatro Racional de Barranco, con la producción de Cuando la luna se caiga, grupo que nos trajo el año pasado la entretenida Historias para ser contadas. Nuevamente con la dirección de Jorge Medina Moretti, la agrupación apuesta por llevar a escena autores peruanos, decisión de por sí loable, y que contribuye a demostrar que la dramaturgia peruana sí existe, especialmente este año, con un considerable número de excelentes espectáculos teatrales de autoría nacional. Zapatos de calle no es la excepción, presentándonos con bastante corrección la historia de un abogado deprimido llamado Amador, más interesado en imaginar las historias de los dueños de los zapatos impares que encuentra en la calle para luego coleccionarlos en su habitación alquilada, que en resolver sus casos asignados.
El íntimo espacio que ofrece el Racional es bien utilizado por el director, que con un sencillo diseño escenográfico, nos muestra la parametrada personalidad de Amador, representada en su modesto y ordenado cuarto. Al colocarse Amador los zapatos que ha recogido en la calle, comienza este escape de la realidad, personificando a sus dueños. Mientras, en la pared posterior de la habitación, se descubre un escondido agujero por donde alguien observa a Amador. Más tarde, aparece una misteriosa mujer de vestido rojo, que trastoca la rutinaria vida del abogado, seduciéndolo primero y después motivándolo a abandonar su espacio y a la entrometida casera. Todos estos elementos aparecen en el escenario y acaso falten definir más, ya sea ajustando la dirección de actores o acaso la dramaturgia, para entender a plenitud el mensaje de la autora.
El difícil personaje de Amador, que debe interpretar las escenas oníricas a los diferentes dueños de los zapatos que él mismo encontró, debía ser representado por un actor capaz de mantener la credibilidad durante sus largos monólogos y sostener la inusual acción dramática sin caer en la sobreactuación; en ese sentido, la elección de Sergio García-Blásquez (también actor en Historias para ser contadas) resulta acertada. Acompañan Yolanda Rojas y Verónica Miranda, en el límite del desborde para sus personajes. Zapatos de calle nos trae de vuelta el singular texto de Viale, que bien vale la pena revisitar, gracias a su digna y eficiente puesta en escena.
Sergio Velarde
18 de noviembre de 2012
lunes, 12 de noviembre de 2012
Crítica: LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES
Dramaturgia alemana en su mejor momento
El talentoso Jorge Villanueva es el encargado de dirigir actualmente tres montajes en paralelo, hecho que además de ser curioso e inusual para nuestro medio teatral, resulta todo un reto para este joven director el conseguir la misma calidad artística lograda con El Dragón de Oro, montaje nombrado por El Oficio Crítico como el mejor del 2011. Justamente, el autor de la obra en cuestión, Roland Schimmelpfennig, es el encargado de escribir el inteligente drama Los cuatro puntos cardinales, llevado a escena por los alumnos de octavo ciclo de la Escuela de Teatro del TUC en el Centro Cultural El Olivar.
Así como en la ya mencionada El Dragón de oro, el notable escritor alemán Schimmelpfennig nos presenta escenas aparentemente aisladas, sin rumbo fijo, de cuatro personajes que se entrecruzarán al final del drama: el Hombre del Norte, que pierde la carga de su camión, consistente en globos moldeables de colores; el Hombre del Sur, que encuentra dicha carga y decide venderla disfrazándose de un insólito payaso con dos lenguas; la Camarera del Oeste, con rizos en forma de serpientes, como Medusa; y madame Oiseau, la Adivina del Este, que predice la tragedia al encontrarse estos personajes. Los textos se repiten una y otra vez, añadiendo cada vez muchos detalles sugerentes, que vuelven rica y compleja la puesta en escena.
Con un impecable trabajo de todo el elenco y una cuidada producción, precisa en cada detalle, Los cuatro puntos cardinales es un excelente montaje por sus cuatro costados; puede confundir en un inicio, pero no tarda en atrapar al espectador con sus impactantes imágenes (como la progresiva transformación del payaso de Carlos Casella) y sus diálogos y monólogos, llenos de poesía y misterio, recitados por el limpio y parejo coro de actrices. Confiamos que las otras dos obras con Villanueva como director y con textos de dramaturgos alemanes (El Feo y Parásitos de Marius von Mayenburg, en la ENSAD; y El Último Fuego de Dea Loher, en el Goethe), tengan la misma excelencia antes mencionada, consolidando el gran momento que atraviesa nuestro teatro independiente limeño, con una gran calidad en varios de sus montajes, y que dificultan la tarea de este servidor para elegir a lo mejor del 2012, en la Premiación que ya se avecina en el mes de diciembre.
Sergio Velarde
12 de noviembre de 2012
El talentoso Jorge Villanueva es el encargado de dirigir actualmente tres montajes en paralelo, hecho que además de ser curioso e inusual para nuestro medio teatral, resulta todo un reto para este joven director el conseguir la misma calidad artística lograda con El Dragón de Oro, montaje nombrado por El Oficio Crítico como el mejor del 2011. Justamente, el autor de la obra en cuestión, Roland Schimmelpfennig, es el encargado de escribir el inteligente drama Los cuatro puntos cardinales, llevado a escena por los alumnos de octavo ciclo de la Escuela de Teatro del TUC en el Centro Cultural El Olivar.
Así como en la ya mencionada El Dragón de oro, el notable escritor alemán Schimmelpfennig nos presenta escenas aparentemente aisladas, sin rumbo fijo, de cuatro personajes que se entrecruzarán al final del drama: el Hombre del Norte, que pierde la carga de su camión, consistente en globos moldeables de colores; el Hombre del Sur, que encuentra dicha carga y decide venderla disfrazándose de un insólito payaso con dos lenguas; la Camarera del Oeste, con rizos en forma de serpientes, como Medusa; y madame Oiseau, la Adivina del Este, que predice la tragedia al encontrarse estos personajes. Los textos se repiten una y otra vez, añadiendo cada vez muchos detalles sugerentes, que vuelven rica y compleja la puesta en escena.
Con un impecable trabajo de todo el elenco y una cuidada producción, precisa en cada detalle, Los cuatro puntos cardinales es un excelente montaje por sus cuatro costados; puede confundir en un inicio, pero no tarda en atrapar al espectador con sus impactantes imágenes (como la progresiva transformación del payaso de Carlos Casella) y sus diálogos y monólogos, llenos de poesía y misterio, recitados por el limpio y parejo coro de actrices. Confiamos que las otras dos obras con Villanueva como director y con textos de dramaturgos alemanes (El Feo y Parásitos de Marius von Mayenburg, en la ENSAD; y El Último Fuego de Dea Loher, en el Goethe), tengan la misma excelencia antes mencionada, consolidando el gran momento que atraviesa nuestro teatro independiente limeño, con una gran calidad en varios de sus montajes, y que dificultan la tarea de este servidor para elegir a lo mejor del 2012, en la Premiación que ya se avecina en el mes de diciembre.
Sergio Velarde
12 de noviembre de 2012
domingo, 11 de noviembre de 2012
Crítica: MEDIAS NARANJAS
Discreto montaje acerca del amor y del desamor
Las relaciones de pareja siempre serán materia prima para contar mil y una historias, acerca de lo cómico o lo dramático que pueda resultar. Encontrar a esa “media naranja”, tan inubicable para muchos, provoca situaciones de todo calibre: en Medias Naranjas, del dramaturgo español Carlos García Ruiz, son siete historias cortas que hurgan en el siempre complicado terreno del amor. Teniendo como títulos Declaración, Cita, Terapia, Tentación, Conferencia, Sorpresa y Despedida, el autor propone que cada cuadro se mueva entre el drama y la comedia, con algunas sorpresas, pero sin ofrecer nada realmente nuevo y que no hayamos visto mil veces en otras producciones.
El director Rafael Mora comprende la mecánica del montaje y las tribulaciones de los personajes, consiguiendo un rendimiento parejo en su elenco del Taller Estudio de Formación Actoral ETEFA: Ernesto Ayala, Jessika Galarreta, Marieli Llerena, Claudia Mendoza, José Omar Paz, Palestina Salazar, Gustavo Seclén y el mismo Mora, a pesar de un texto poco novedoso. Tratándose de siete escenas independientes, era necesario no demorar los cambios de escena para que el ritmo no decaiga; para ello el director tiene a varios actores que podrían mover los cubos, así como apresurar las luces y el sonido. Y el humor, producto de las palabras soeces, el doble sentido y la sexualidad de algunas situaciones y personajes, podría haber sido más estilizado.
Acaso la mejor escena sea la última, en la que la misma pareja del prólogo, repite prácticamente el mismo diálogo, pero intercambiando las personalidades, destacando el trabajo de Seclén. Medias Naranjas es un discreto montaje, que bien podría replantear algunos aspectos en su producción y dirección, para ganar una personalidad propia y convertirse en una opción destacable en medio de todas las comedias románticas que aparecen en nuestra cartelera.
Sergio Velarde
11 de noviembre de 2012
Las relaciones de pareja siempre serán materia prima para contar mil y una historias, acerca de lo cómico o lo dramático que pueda resultar. Encontrar a esa “media naranja”, tan inubicable para muchos, provoca situaciones de todo calibre: en Medias Naranjas, del dramaturgo español Carlos García Ruiz, son siete historias cortas que hurgan en el siempre complicado terreno del amor. Teniendo como títulos Declaración, Cita, Terapia, Tentación, Conferencia, Sorpresa y Despedida, el autor propone que cada cuadro se mueva entre el drama y la comedia, con algunas sorpresas, pero sin ofrecer nada realmente nuevo y que no hayamos visto mil veces en otras producciones.
El director Rafael Mora comprende la mecánica del montaje y las tribulaciones de los personajes, consiguiendo un rendimiento parejo en su elenco del Taller Estudio de Formación Actoral ETEFA: Ernesto Ayala, Jessika Galarreta, Marieli Llerena, Claudia Mendoza, José Omar Paz, Palestina Salazar, Gustavo Seclén y el mismo Mora, a pesar de un texto poco novedoso. Tratándose de siete escenas independientes, era necesario no demorar los cambios de escena para que el ritmo no decaiga; para ello el director tiene a varios actores que podrían mover los cubos, así como apresurar las luces y el sonido. Y el humor, producto de las palabras soeces, el doble sentido y la sexualidad de algunas situaciones y personajes, podría haber sido más estilizado.
Acaso la mejor escena sea la última, en la que la misma pareja del prólogo, repite prácticamente el mismo diálogo, pero intercambiando las personalidades, destacando el trabajo de Seclén. Medias Naranjas es un discreto montaje, que bien podría replantear algunos aspectos en su producción y dirección, para ganar una personalidad propia y convertirse en una opción destacable en medio de todas las comedias románticas que aparecen en nuestra cartelera.
Sergio Velarde
11 de noviembre de 2012
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