lunes, 15 de septiembre de 2025

Crítica: EL HAZMERREÍR


Lo que se hereda no se hurta

El teatro testimonial sigue siendo un formato interesantísimo de explorar como creador y de apreciar como espectador, ya que no solo conecta de manera personal con el artista, sino que además le otorga aquella carga adicional de “verdad” que cala, ciertamente, de manera más profunda en el público. No interesa realmente qué tanto de veracidad y exactitud tengan los sucesos que vemos en escena; debe ser la capacidad histriónica de los artistas ejecutantes los que logren crear la ilusión de aquella “verdad” sobre las tablas. Uno de estos últimos espectáculos fue El Hazmerreír, un sentido homenaje del actor Job Mansilla, con la dirección de Verony Centeno, dedicado a los tan menospreciados artistas callejeros, los cómicos ambulantes, que armados solo con su chispa incombustible, cautivaron y siguen cautivando a cientos de peruanos en nuestros parques y plazas.

Con una escenografía sencilla pero funcional, con un fondo de plástico que sirve de pantalla para imágenes y videos puntuales, y una media luna de cajas de cervezas amontonadas, Mansilla se mimetiza en el cuerpo del hijo de uno de estos cómicos, para contarnos su propia historia y la de su padre, vistiendo la guayabera de rigor. Creada en base a testimonios reales, Centeno y Mansilla consiguen una conmovedora y entretenida dramaturgia de autoficción, narrando la sacrificada carrera del cómico y el temprano talento de su hijo, integrando teatro, stand-up, improvisación y divertidísimas rutinas, tan propias de los programas noventeros, algunas de ellas rescatadas de los archivos televisivos. 

A destacar, cómo no, el comprometido trabajo de Mansilla, quien alcanza aquellas cuotas de “verdad” en su interpretación, conmoviendo y divirtiendo en partes iguales, cuando hace las veces del cómico con serios problemas de alcoholismo, y del hijo palomilla que pretende seguir sus pasos. Por su parte, la dirección de Centeno engrana con efectividad los diversos formatos en las secuencias, con ritmo y fluidez; además de extraer, por supuesto, una sobresaliente actuación de Mansilla. Más allá de conseguir un excelente producto de teatro testimonial, el mayor logro de El Hazmerreír, con la producción de Ovejas Negras – Humor & Sociedad, sea el de darle un merecido homenaje a aquellos artistas callejeros, que en medio de todos sus propios demonios, lograron arrancarle una sonrisa al peruano de a pie. Y eso ya es bastante.

Sergio Velarde

15 de setiembre de 2025

Crítica: IGUALADOS


Catarsis de una villana moderna

Con una propuesta fuerte y disruptiva, Panparamayo Teatro presenta las reflexiones de una mujer de la clase alta limeña, quien nos hace partícipes de su introspección a través del espacio de El Galpón. Bajo la dirección de Mario Ballón, nuestra intérprete Arés Escudero comienza con un monólogo sobre el sistema educativo, las expectativas sociales y los modos de relacionarse con aquellos que se encuentran en la base de la pirámide social: para personas como ella, el vínculo muchas veces estaría marcado por una verticalidad, la caridad o la condescendencia.

Pero el discurso individual se lleva más allá, al pedir la participación del público, quienes somos invitados a tomarnos fotos con la protagonista, ayudar con algunas tareas y jugar con los elementos del escenario, que se vuelve nuestro también. Considero que esto es particularmente consecuente con la propuesta, pues nos abre el espacio del teatro, convirtiéndonos en una especie de actores también, así como lo somos en nuestra comunidad. 

Las estrategias utilizadas para interpelarnos se hacen más potentes al contar, directamente, con la figura de una persona que identificamos con quienes consideramos tienen mayor poder, de modo que las preguntas, meditaciones, juegos y ejercicios no nos permiten mentir: hemos sido oprimidos, pero también fuimos opresores. En ese sentido, ya no solo tenemos la imagen de una pituca buena gente, sino de alguien que reconoce su privilegio y enfrenta su lugar de villana en nuestra historia.

Queremos invitar a nuestro público a disfrutar de Igualados, especialmente a quienes disfrutan de experiencias inmersivas y apuestan por un teatro diferente. El uso del espacio y los elementos fue constantemente marcado por la movilidad y el ingenio de los involucrados en su disposición. La música también tomó parte importante, jugando con ritmos de percusión, pasando por instrumentos de viento con notas andinas, hasta llegar a la electrónica; estos sonidos fueron acompañando las emociones e intensidades de nuestra intérprete. Consideramos que Igualados es una obra muy interesante, que pone temas complejos sobre la mesa, planteándolos de manera muy inteligente y siempre animando al público a pensar e involucrarse constantemente. Aún quedan algunas fechas para disfrutarla y esperamos que les inquiete como a nosotros.

Jimena Muñoz

15 de setiembre de 2025

Crítica: GOTERAS


Cuando el pasado y el futuro se filtran en el presente

El sábado 6 de septiembre en el Teatro de Lucía presencié Goteras, dirigida por Jesús Álvarez e interpretada por Miguel y Franco Iza. La obra nos introduce en la vida de Toni López, un guionista en sus 30s, que de pronto se ve forzado a encontrarse con distintas versiones de sí mismo en sus 60s. Cada gotera que aparece en el techo de su departamento es una grieta en el tiempo que lo acercan a estas diferentes versiones suyas del futuro.

La propuesta escénica parte de un registro realista, pero se abre paso hacia lo simbólico. Lo cotidiano se transforma en metáfora del desgaste, de lo inevitable, pero también de la oportunidad de revisar el propio destino. Las goteras marcan el inicio de un juego absurdo en el que el Toni joven mide su presente con la vara de lo que podría ser su vejez: frustración, cansancio, ironía, resignación.

Lo que sostiene la pieza es el trabajo actoral. Miguel Iza encarna con credibilidad camaleónica a múltiples Tonis mayores, todos diferentes, todos posibles, mientras que Franco Iza aporta el contrapunto enérgico y vulnerable del Toni joven. La complicidad entre ambos es innegable; el hecho de que sean padre e hijo en la vida real potencia la tensión escénica, pues cada cruce de miradas parece contener la experiencia compartida de generaciones.

Goteras conmueve porque habla de lo ingrato de la vida artística, de la soledad del escritor, de la sensación de haber apostado todo por una vocación que pocas veces devuelve certezas. Sin embargo, lo hace con un tinte absurdista, pues defiende que si lo que nos espera es una “vida de mierda”, que al menos sea la mejor vida de mierda posible. Y en ese viaje entre presente y futuros posibles, la obra se permite incluso un homenaje a Volver al Futuro, ese clásico que también imaginó la paradoja de encontrarse con uno mismo en otra edad.

Salí conmovida, sobre todo porque la obra desnuda lo que significa entregarse al arte, un camino donde el futuro nunca está garantizado. Goteras deja una pregunta que resuena mucho después de apagadas las luces: ¿podemos realmente cambiar lo que nos espera, o solo aprender a habitarlo?

Recomendaría verla no solo por su tema, sino por la experiencia de presenciar a este dúo en escena. Es un privilegio ver cómo dos generaciones dialogan en un mismo personaje, confrontándose y sosteniéndose a la vez, mientras nos recuerdan que cada gotera que cae es también un recordatorio del tiempo que se nos escapa.

Daniela Ortega

15 de setiembre de 2025

Crítica: VARGAS LLOSA EN ESCENA


Al encuentro del teatro vargasllosiano

Vargas Llosa en escena fue presentada gracias al esfuerzo de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Asociación Iberoamericana de Artes y Letras AIBAL. Esta extraordinaria representación de la dramaturgia del Nobel nos ofreció diez escenas de seis obras teatrales, que van desde una reescritura de los clásicos hasta personajes y situaciones ancladas en un contexto nacional y regional. 

Bajo la dirección de Percy Encinas y Maureen Llewellyn-Jones, los actores Willy Gutiérrez, Yasmine Incháustegui, Renato Medina-Vasallo y Liz Navarro dan vida a múltiples personajes: algunos tan conocidos como Odiseo y Penélope, e igual en otras escenas, ya a distintos protagonistas genuinamente del universo vargasllosiano, como Josefino, Meche y La Chunga. Destacamos la versatilidad de nuestros intérpretes, quienes con vestuarios diferentes y juegos con los textiles logran transformarse, una y otra vez, en los personajes imaginados por el literato. Ello, además, se convierte en una metáfora sensorial del trabajo de escritura, del hilar historias a la manera de la reina de Ítaca, tejiendo y destejiendo el destino. Así, tenemos una reflexión sobre la labor creativa, una discusión sobre el talento y las posibilidades que nos ofrece la vida para seguir expresándonos.

No quisiéramos dejar de destacar las particularidades de la puesta en escena, como la introducción de elementos con características evidentemente peruanas: la capa con patrones y colores, además del uso de música criolla y boleros, terminan por ayudar a dar un sello nacional, sin quitarle el carácter universal de las escenas propuestas. Consideramos que ha sido un proyecto muy interesante, y que seguirá desarrollándose, pues se busca que también pueda ser presentada en colegios. De este modo, se podría lograr que mayor público tenga contacto con el teatro de Vargas Llosa, que suele ser menos conocido que sus novelas u otros trabajos. Ello permite ver el mundo literario que ha dejado para nosotros, y que podemos seguir explorando en sus diferentes formas. 

Así, haciendo énfasis en el gusto del escritor por la actuación, la casa de estudios le dedicó este gran homenaje a uno de sus alumnos más ilustres. De esta manera, comprendemos que su legado se mantiene muy vivo, y que puede ser estudiado desde la academia, e igual representado teatralmente, para seguir generando emociones.

Jimena Muñoz

15 de setiembre de 2025

sábado, 13 de septiembre de 2025

Crítica: EL BARBERO DE SEVILLA


La inútil precaución

Imagínate ser una chica joven, linda y con mucho dinero en el S. XVIII, pero vives prácticamente encerrada dentro de cuatro paredes, no tienes derecho a decidir sobre tus propias acciones ni a cómo gastar tu dinero; encima estás obligada a casarte con alguien a quien no amas, sino todo lo contrario, lo desprecias. Básicamente esta es la situación de Rosina (Amaranta Kun), una de las protagonistas de El barbero de Sevilla, obra que llega gracias a la compañía de teatro Éxodo, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra.

En esta oportunidad, el colectivo nos invita a formar parte del inicio de un ambicioso proyecto: traer al escenario la trilogía de Beaumarchais, iniciando con El barbero de Sevilla, obra bastante lúdica que trata de retratar la decadencia del ser humano, pero no de manera deprimente o para lamentarse, sino para reírse de uno mismo (sin omitir la autocrítica), identificarnos en nuestros momentos más humillantes o de mayor humanidad, en el sentido de seres imperfectos que recurren a actos poco nobles muchas veces, pero no por ello caen en el adjetivo de “malos”. 

Se nos sitúa en una España de la época caballeresca, con una escenografía sencilla -teniendo en cuenta que el tamaño del escenario de la Alianza Francesa no es muy grande-, pero se aprovecha cada centímetro hasta con el más mínimo detalle: un perro guardián que capta la atención de inmediato, muebles de la época, un balcón del mismo estilo, todo muy bien ambientado, incluso el interior de la casa que, dicho sea de paso, fue una sorpresa cuando se desplegó la escenografía de tal manera que un abrir y cerrar de ojos entramos en el hogar de Rosina. Esto, sumado al acompañamiento musical de canciones de la banda Estopa le dan a la obra un toque de frescura.

Si bien los personajes no son muy complejos -es evidente la intención pedagógica del autor original-, eso no le resta valor como obra ni los méritos de la dirección. Igual se siente como algo muy contemporáneo: la corrupción sigue y más viva que nunca, personajes como Don Basilio (Martín Aliaga) y Don Bartolo (Alonso Cano) abundan, y aún esperamos conocer o tener en nuestras vidas a personajes como Fígaro (Stefano Salvini), cuyas ocurrencias dan vida y sentido a la historia. Cabe destacar también el carisma del Conde de Almaviva (Oscar Yepez); él junto con Fígaro serán cómplices y harán del público su aliado para lograr su cometido.

Sin duda, es una obra que merece ser vista, incluso más de una vez, y cuyos actores, así como el equipo que trabaja detrás del escenario, merecen un gran reconocimiento por el esfuerzo y dedicación, sobre todo por tratarse de volver a poner sobre las tablas obras que, de otra manera, quizás quedarían empolvándose.

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

Crítica: LA SUERTE


Cuando la igualdad es un privilegio

Estamos en una sociedad en la que la adopción no es muy común o es muy difícil por todos los procesos burocráticos, y si se trata de una pareja homosexual, el trámite se vuelve interminable; tanto así que durante el proceso hay muchas parejas que quedan afuera o se retiran al ser vencidos por el pesimismo, eso sin contar con el otro proceso difícil que viene después de la adopción: la crianza.

Bajo esta premisa, Love La Productora nos trajo la obra La suerte, escrita por la dupla española Pérez & Disla, bajo la dirección de Silvia La Torre Matuk. Esta es la historia de Juame y Juli, una pareja homosexual que, después de años de convivencia y encontrarse en una situación económica estable, deciden adoptar un niño, pese a saber que el proceso no será nada fácil y que prácticamente no hay nada asegurado.

Lo interesante de esta puesta viene de la combinación de las artes escénicas y elementos audiovisuales, como una gran pantalla de fondo que va contextualizando al espectador de la situación que afrontan las parejas homosexuales hoy en día para poder adoptar, recalcando que la historia se ambienta en España, donde las cosas han avanzado un poco más y una adopción homoparental, si bien es difícil, no es imposible, como parece serlo aún en países como el nuestro.

Las actuaciones de tanto Jesús Oro (Juli) como Joel Calderón (Juame) son bastante convincentes, vulnerables en los momentos precisos y lúdicos en otros, se refleja que interiorizaron bien los roles, la historia que estaban transmitiendo, e hicieron al público parte de ella, conmoviéndolo y haciéndolo reír.  Asimismo, se destaca que no solo nos muestran la parte tediosa del proceso de adopción, sino también unos meses después de tal proceso, lo difícil que puede ser la crianza, que el niño se adapte a un nuevo hogar y a una sociedad que probablemente lo excluya, a veces, por no entender que está bien ser diferente.

Es una de esas obras que mediante una historia sencilla logra hacerte reflexionar sobre una situación que quizás es poco usual, pero eso no significa que no sea universal o que no debería hablarse sobre ello. Hablar sobre cómo la posibilidad de adoptar, de ser padres, a veces se trata más de privilegios, que te hagan sentir que unos merecen más ser padres que otros, sobre todo si es por tu orientación sexual, o darse cuenta que un niño criado en un hogar así es igual de afortunado que un niño criado por una pareja “tradicional”.

Si bien su tiempo sobre las tablas fue de corta duración, esperamos que vuelva a reponerse, pues es en momentos como los de ahora que necesitamos de obras como estas, que más allá de entretener, buscan informar e involucrar.

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

Crítica: UN DÍA COMO CUALQUIER OTRO


Cuando la realidad supera la ficción

¿Alguna vez has sentido que estás atrapado en la monotonía de la rutina?, ¿quizás has tenido ganas de hacer algo distinto, pero no te atrevías por miedo a renunciar a esa “tranquilidad” que te daba tu zona de confort? Pues si la respuesta es un sí, Un día como cualquier otro es el tipo de obra que necesitas ver.

El colectivo teatral Telón Mestizo pone sobre las tablas del Nuevo Teatro Julieta la citada obra, protagonizada por el gran actor Mario Rengifo y con un talentoso elenco conformado por Sebastián Olivencia, Leny Luna Victoria, Alana La Madrid y Lucía Brozovich. La historia nos lleva a presenciar la vida rutinaria de Mario que, de un momento a otro, empieza a escuchar a una voz en su cabeza que le predice cuál es su próximo movimiento o qué estará por pasar. Vemos a un Mario que cada minuto que pasa se vuelve más paranoico por esta voz y por su incapacidad para convencer a las demás personas de que está pasando algo inusual.

Si bien el concepto remite un poco a la película The Truman Show, la puesta cuenta con sus propios toques personales. Stefani De Ruvo, quien escribió la obra y Gian Marco Valle, quien la dirigió, traen una propuesta bastante innovadora y que no se ha visto mucho en la escena limeña, con un maquillaje bastante creativo y escenografía que también suma bastante a la trama, nos muestran a un personaje bastante humano y con quien fácilmente nos podemos identificar desde un inicio.

A lo largo del relato vivimos junto a Mario una serie de sucesos cómicos, y otros no tanto, que lo irán desencajando poco a poco, hasta llegar a la conclusión de que hay alguien más controlando su vida en ese punto y debe hacer algo al respecto, de lo contrario, cosas malas le sucederán. Es así como nos enteramos, junto con el personaje, que forma parte de un libro, que la autora está en crisis porque no sabe qué desenlace darle a la historia, esto mientras la editora intenta convencerla de que acabar con la vida del personaje es un buen cierre.

Si bien el desenlace es quizás un poco evidente, eso no resta valor al mensaje que la obra intenta darnos: atrévete a hacer cosas nuevas, a vivir más, y que no necesariamente eso tiene que implicar sufrir o pasar por traumas; que toda experiencia vale la pena ser vivida, que la vida en general merece ser disfrutada en todo momento.

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

Crítica: UNA BOFETADA DE ROSAS EN LA GARGANTA


La sinestesia de las palabras

Imagínate una obra en la que los sentidos se confunden, oyes lo que sientes, ves lo que escuchas, pero todo de una manera no convencional; imagínate estar en un cuarto con unas cuantas personas más y tener al frente a un actor que parece estar al borde de un colapso constante. No entiendes nada, pero sientes todo. Algo así es lo que llegó a la escena limeña, gracias a Creación escénica sensorial: un unipersonal Paulo César Polo Chávez, basándose sobre la poesía de Leandro Salvatierra.

Cabe destacar que el lugar donde se llevaron a cabo las funciones, el centro Kracc, brindó un buen ambiente de bienvenida con Pink Floyd de fondo, poemas y papeles en los que podías escribir cómo te sentías y pegarlo en la pared, una experiencia bastante inmersiva de inicio a fin que apelaba a los sentidos, un espacio íntimo que te invitaba a conectarte contigo mismo.

Polo Chávez, la mente detrás de la obra, nos regala una actuación entregada; se sintió bastante personal cada movimiento, cada palabra, y justamente en una entrevista que dio hace poco a la Dramateca del Perú, habla un poco sobre cómo se inspiró para la elaboración de esta obra, qué lo motivó: la falta de concentración, factores externos como la pandemia, etc., pusieron al artista en una situación difícil, y plasma toda esa preocupación e importancia en el espacio.

Si bien no es una obra con una estructura convencional, ni que tenga una historia en sí o un hilo, al cabo de unos segundos es sencillo deducir que se trata de esas obras que no hace falta entenderlas o que no necesitan una historia en sí para contar o transmitir algo. Es de esas obras que te recuerdan lo importante que es sentir, simplemente estar, incluso si nada tiene sentido o si todo te hace explotar, si quieres retroceder o adelantar las cosas; el punto es sentir, permitirte sentir y fluir con eso.

Fue una obra fuera de lo usual en la cartelera limeña y que invitaba a la reflexión, sobre todo psicoanalítica, lo que la hizo aún más interesante, pues se mueve tanto en la esfera del entretenimiento como en la académica, es una mezcla precisa que podría ser aprovechada por el público para acercarse a ambos ámbitos. 

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

jueves, 11 de septiembre de 2025

Crítica: TITÁN


Polémico trabajo escénico sobre tragedia real

¿Existirá algún límite, consideración o parámetro al elegir el tema para abordar una obra de teatro? ¿Acaso habrá algún acontecimiento o suceso que, por motivos de ética o simple respeto, sería preferible evitar explorar para una puesta escénica? Tales cuestionamientos surgen cuando el punto de partida para la creación de un espectáculo teatral, encima uno en clave de comedia, es una tragedia en la que se han perdido víctimas humanas. Esta escueta reflexión viene al caso con la pasada temporada de Titán, presentada por el colectivo La Absurda Sociedad del Duende Romántico, basada en la tragedia ocurrida el 18 de junio de 2023 en el Atlántico Norte, en la que el sumergible Titán, como parte de una expedición turística para observar los restos del Titanic, implosionó, muriendo en el acto la totalidad de sus tripulantes.

Dejando de lado el aspecto mencionado y centrando la atención solo en el producto escénico, los resultados resultaron más que auspiciosos. Estrenada en el espacio Ares Teatro de Lince, la puesta de formato breve lució bastante cuidada en el apartado estético y especialmente, en la decisión de los directores Simón V. de V. y Angie Damacen Motta de recurrir a la Comedia del Arte, a través del uso de máscaras, la caracterización física del trío de estereotipados personajes y la sátira social de trazo grueso hacia los desprevenidos multimillonarios. En ese sentido, el joven elenco conformado por Gianella Soto, Germán Ojeda y Melissa Valverde estuvo a la altura de las circunstancias, logrando divertidas secuencias cómicas apoyándose en su ejecución física y vocal. Incluso el dramaturgo (el mismo V. de V.) se reserva el curioso papel del pez rape abisal (pez diablo) como presentador de la trama.

No obstante, luego de finalizar la puesta en escena, que esgrimía en su nota de prensa que  “burlarse de los multimillonarios nunca dejará de ser relevante; sin embargo, en la actualidad, resulta más necesario que nunca”, algunos espectadores podrían reflexionar acerca de lo atinado o no que pudo haber sido la creación de esta obra. Polémicas aparte, lo conseguido en Titán es un efectivo llamado de atención, en un formato visualmente atractivo, hacia aquellas personas que concentran el poder y que no siempre toman las mejores decisiones, en demérito de los más necesitados y a favor de la conveniencia con ellos mismos. El público ya decidirá si resultó oportuno el tomar una tragedia real para tales fines.

Sergio Velarde

11 de setiembre de 2025

sábado, 6 de septiembre de 2025

Crítica: CYRANO DE BERGERAC


Lúdica adaptación para los más pequeños

Las libertades creativas, ejecutadas con coherencia y creatividad, pueden producir, por ejemplo, notables adaptaciones de clásicos universales dirigidas para públicos específicos. En La Plaza Joven ya hemos podido disfrutar de espectáculos para toda la familia, a partir de obras de calibres y formatos tan diversos como Moby Dick o La vida es sueño, con excelentes resultados. En esta oportunidad, el popular drama heroico Cyrano de Bergerac (1897), escrito en verso por el poeta y dramaturgo francés Edmond Rostand, sobre aquel espadachín poeta con una enorme nariz y apodado como "ladrón de oxígeno", sirve como punto de partida para una muy entretenida adaptación teatral que celebra el amor, la honestidad y la valentía.

Tomándose la válida licencia de presentar en el escenario a cinco versátiles actores para contarnos la historia de Cyrano, el director Fito Valles se las ingenia para resumir con acierto las acciones y dibujar con claridad a los personajes principales del drama. Con contados y muy funcionales elementos de escenografía y utilería, como aquella estructura que sirve de balcón y a la vez para darle un toque épico a las escenas de batalla, la trama avanza sin tropiezos y además, se permite incluir números musicales, que hubieron podido ser todos cantados en vivo. El trágico final del original es modificado, sin mayores complicaciones, para así darle un cierre adecuado para el público objetivo al que va dirigida la puesta.

La ya conocida historia de Roxana, enamorada de las cartas que le entrega el galán Christian, pero escritas por Cyrano, encuentra nuevos bríos en la sólida y enérgica interpretación del elenco. En ese sentido, Roni Ramírez, Diego Pérez, Gina Yangali, Joaquín Escobar y Pedro Pablo Corpancho derrochan carisma y sensibilidad para abordar sus roles, permitiendo que esta historia de amor y amistad cale en los más pequeños. Esta lúdica adaptación y dinámica propuesta escénica de Valles, Cyrano de Bergerac, confirma que las libertades creativas, aplicadas con inteligencia y respeto sobre textos clásicos, pueden regalarnos excelentes espectáculos para nuevos públicos y de todas las edades.

Sergio Velarde

6 de setiembre de 2025