lunes, 29 de abril de 2024

Crítica: GJ1214B y LOS IRRESPONSABLES


Locura y corrupción en formato breve

Solo bastan quince minutos bien ejecutados para hacer cómplices a los espectadores de las historias presentadas en formato breve. Por supuesto que deben cumplir ciertos requisitos básicos: atrapar la atención del público desde un primer momento, sostener las acciones y emociones de los personajes, así como el de presentar temáticas interesantes, ya sea dramáticas o cómicas. Los últimos estrenos de este cada vez más popular formato, en líneas generales, cumplen sobradamente las expectativas; por ejemplo, dos de las propuestas estrenadas en la pasada temporada del turno Noche de Piso 1.

En GJ1214b, los decorados que presenta el espacio nos remiten inequívocamente a la carrera espacial, pero de una manera bastante artesanal. En este lugar, tres varones (uruguayo, peruano y venezolano) con vestuarios vintage se enfrascan en un delirante diálogo, ya que han sido escogidos nada menos que por la NASA para tripular un cohete y así llegar al planeta que le da título a la puesta. Matías Gallo, dramaturgo y director de la propuesta, al lado de Jadher Fuentes y Alexander Rodríguez, lo dan todo en esta atípica comedia, que desde el arranque adivinamos la razón de toda esta “locura”. Sin embargo, la energía (por momentos, algo desbordada) y el carisma de los intérpretes permiten apreciar el humor de este microespectáculo del absurdo.

Más realista (y pesimista) se nos presenta Los irresponsables, pieza escrita y dirigida por Luca Reátegui, que nos consigue retratar en dos íntimos diálogos entre una gobernadora y su asesor, los tejemanejes habituales de nuestra clase política, que revelan sin tapujos la corrupción que lamentablemente ya tenemos normalizada como nación. Y es que la relación sentimental que llevan los personajes, lejos de humanizarlos, los convierten en seres más salvajes aún. Especialmente, cuando uno de ellos quiere dar un paso al costado, pero por desgracia “sabe mucho”. Bien Augusto Gutiérrez, sobrio y convincente en su personaje; y muy bien Andrea Brissolese, quien logra retratar en quince minutos el cinismo y la podredumbre de nuestra clase política de todos los días. Que siga con éxito la iniciativa de Piso 1 por entretenernos y hacernos reflexionar.

Sergio Velarde

29 de abril de 2024 

Entrevista: LUIGI VALDIZÁN


“Un buen actor de teatro debe tener ganas, muchas ganas.”

Mozart Interactivo, divertida puesta en escena presentada por Aranwa Teatro, escrita por Mateo Chiarella Viale y dirigida por Lucho Tuesta, busca acercar al público, especialmente los más pequeños, a uno de los más grandes compositores de la humanidad. El encargado de darle vida a Mozart es el destacado actor Luigi Valdizán, quien comparte escenario con el multifacético Paul Martin.

A través de un divertido formato interactivo, en donde el público podrá actuar, cantar y componer junto a Wolgang Amadeus Mozart, Aranwa Teatro nos lleva a un viaje por la vida y vicisitudes de uno de los más importantes músicos que ha dado la humanidad. Valdizán y Martin, al lado de Adelaida Mañuico y Silvia Valdivia, nos sumergen en este espectáculo para la familia que, con música en vivo, explora el apasionante, y a veces difícil, universo de los grandes creadores.

Pueden adquirir las entradas de Mozart Interactivo a través de la plataforma de Teleticket o también en la misma boletería del Teatro Ricardo Blume (Jr. Huiracocha 2160, Jesús María), dos horas antes de cada función. Las funciones son viernes, sábado a las 8:00 p.m. y los domingos dos funciones, a las 4:00 p.m. y 7:00 p.m.

Entradas en Teleticket: https://teleticket.com.pe/mozart-interactivo-2024

Sergio Velarde

29 de abril de 2024

sábado, 27 de abril de 2024

Crítica: TANABATA


Un viaje a Tanabata

Dirigida y escrita por Giovanni Vidori, producida por el colectivo Cuerpos del Abismo y con un amplio elenco conformado por Flavia Goya, Duilio Dall’Orto, Santiago Montoya, Gabriela Artieda, Giuseppe De Stefano, Wedner Velásquez, Estefany Mozombite, Lucero Calderón, Francisco Solís, Marcelo Prado, Pedro Sessarego, Olga Kozitskaya, Nely Sáenz y Lua Rodríguez, Tanabata nos planea una propuesta escénica con elementos de fantasía, ritual, misterio y un arduo trabajo físico del equipo actoral. 

La propuesta dramatúrgica es interesante, inspirado en la festividad japonesa de Tanabata. La obra trata sobre el viaje de una mujer a través de la naturaleza para reencontrarse con sus seres amados que ya no están. Para lograrlo, deberá descender al inframundo y enfrentar a seres de la naturaleza, como el río, el puma y hasta la propia muerte, quienes la retan a superarse para seguir su camino. Así, la obra nos sumerge en un mundo fantástico donde nos invita a reflexionar sobre el rol de la naturaleza en nuestras vidas, el papel del ser humano en la destrucción del mundo, el individualismo y los vínculos que creamos. 

La propuesta de dirección tiene escenas potentes, sobre todo por el uso del recurso coral donde se crea una atmosfera de ritual que pone en tensión al espectador. El rol de la figura del coro destaca como un personaje colectivo de la naturaleza, resaltando por la intensidad del trabajo físico de los intérpretes, la proyección vocal y la sincronicidad de los movimientos. Sin embargo, estos picos de emoción bien logrados decaen en algunos momentos, con diálogos sin contexto y escenas extendidas que hacen que la obra pierda el ritmo. Por otro lado, los monólogos finales son potentes, el discurso de la mujer demuestra una transformación del personaje principal, dejando claro el viaje del héroe en la historia. Asimismo, el monólogo del espíritu de la naturaleza, que rompe la cuarta pared para encarar al público, es uno de los momentos más poderosos de la obra que incita al público a la reflexión y autocrítica en relación a nuestro papel en la destrucción del mundo que habitamos.

A nivel de recursos, el escenario no necesita de más elementos que biombos negros y luces, con los que se crean sombras que juegan y aparecen como seres extraños, logrando una vez más crear una atmósfera de misterio. Respecto a la música, la instrumentalización logra crear un ambiente que nos sumerge en la naturaleza y a la vez nos pone en estado de alerta, transmitiendo las emociones que experimenta la viajera, sin embargo, aún hay que cuidar las transiciones entre escenas que descoloca al espectador y no deja fluir la propuesta. 

Para finalizar, si bien la extensión y el timing de la primera función aún puede mejorar, Tanabata es una propuesta escénica con elementos poderosos e intereses, que sí llegan a crear una experiencia envolvente para el espectador.

Alexandra Valdivieso

27 de abril de 2024


Crítica: PEQUEÑO GARABATO


El mundo llamado Garabato

Pequeño Garabato trata sobre aceptar y aceptarse con nuestras diferencias. Reno, el nuevo amigo de Garabato, sufre de bullying porque no le molesta ponerse faldas y, a pesar que los niños no entiendan su significado, lo llenan de insultos que no pertenecen al patio de juegos. Lo que a primera vista podría parecer una obra lejana debido a su temática de migrantes en EEUU, se convierte en una obra rápida de empatizar. Una obra que nos transporta a un patio de juegos para imaginar, crear monstruos, sentirnos indefensos, indignarnos (indignarnos con rabia) y para, finalmente, darnos un abrazo, para decirnos que todo está bien, que los prejuicios, los estereotipos, el burlarse de las diferencias, nunca estuvo admitido en el mundo de la infancia.

El gran mérito de Pequeño Garabato está en las pequeñas cosas. En el conocer el dolor de crecer, en el juego o en las peleas de los niños tan crueles como reales, en la forma en que los niños replican los prejuicios que aprenden en casa. Toda la obra funciona para ubicarnos en el patio de juegos. La actuación de todo el elenco nunca desentona y nos hace estar ahí junto a estos niños y su imaginación. El espacio del Club de Teatro de Lima influye en esto. Nos acerca a un patio de juegos para interpelarnos y mostrarnos la agresividad de un mundo ridículo que solo habita en prejuicios de los adultos. Es como asistir a un juego del que somos partícipes. Al fin y al cabo, el teatro, como la palabra en inglés lo dice, termina siendo un juego.

Uno sale de Pequeño Garabato con la sensación de haber recibido un abrazo comprensivo. Un abrazo luego del dolor del que somos testigos. Una esperanza de que todo va a mejorar y una rememoración a una infancia, que, a pesar de ser diferentes, pudimos sobrepasarla por el simple hecho de ser niños. El terror aparece en un paraíso de la infancia donde las diferencias, las cabras imaginarias, los vampiros de vodevil y los ogros pueden vivir en armonía, pero tal vez siendo un poco como Garabato, podremos defendernos.

Gabriel Calderón

27 de abril de 2024


jueves, 25 de abril de 2024

Crítica: MICROTEATRO MESTIZO IV


Dos historias, dos miradas

El grupo de Práctica divina pudo tener un mejor manejo del texto; sin embargo, supieron mantener momentos de tensión. Roberto Isid de la Paz (Alberto) funcionó mejor en el silencio, al igual que Alondra Ticse (Ana), una situación bastante complicada para la modulación de la energía y la expresión del cuerpo. Eliana Zapata (Elena) supo permanecer en una energía contenida, alguien que sospecha algo, que presagia un final trágico, sus ojos expresaban mucho, humedecidos clavaban dardos en el pecho de los espectadores, pero pese a ello no supieron utilizar el texto a su favor.

La atmósfera se creó, los tres son intérpretes con un gran nivel energético, lograron mezclarse en beneficio de la escena. Una gran pregunta es cómo puede llegar un actor a acariciar con sus palabras o tal vez a asentar un certero golpe que nos asesine a todos; el proceso de interiorización y encarnación del personaje es una labor difícil. No obstante, nos encontramos ante acontecimientos subjetivos y las miradas pueden ser distintas.

En tal sentido, la dirección de Cecilia Arias coordinó las capacidades de sus intérpretes y manejó los momentos de tensión; la estructura de la obra estuvo clara, las reacciones y respuestas sostuvieron un buen ritmo y la historia corrió como agua entre los espectadores.

En el grupo de Match a ciegas, la situación fue distinta: los actores tenían un encanto natural para el escenario, la energía invadió el espacio desde el inicio, los textos no se vieron forzados y había una construcción de personajes, natural y espontánea. Un solo gesto, una manera de encorvar los labios, de encoger las cejas o de agrupar las manos se vuelve trascendental en escena. Alison Luna (Rubí) mantuvo un ritmo constante y parecía estar sumergida en su mundo, la situación era creíble, su cuerpo realizaba movimientos precisos y el momento sucedía en algún espacio paralelo dentro de la conciencia. Juan Robles (Rubén) el chico otaku aportaba algo diferente a la escena, había una construcción que atraía y encandilaba la mirada, tenía algo especial, una energía sutil que construía un universo y nos metía en él, de algún lugar había salido y estaba ahí, existía. Elías Cuya (el mozo) era la contraparte de la historia, iba acorde a la velocidad de su ex; ambos eran dinamita, mientras el Otaku era la explosión.

Los tres supieron sostener y aprovechar sus momentos, el tiempo pasó como luz, la mente se durmió en sus actos, el conflicto sucedió y el teatro existió, está vivo.

Es de aplaudir la labor de Robles, porque ha dirigido y ha actuado a la vez; en las ocasiones que he presenciado actos similares las obras están endebles: algo falta, un pequeño tornillo o toda una estructura, pero en el caso de Match a ciegas he logrado observar una puesta coherente y estructurada, con respuestas rápidas y momentos agradables.

Una reflexión final sería que posiblemente el primer grupo la tuvo un poco más complicado por la naturaleza de la historia y su trabajo textual debido ser más arduo, situación contraria con el segundo grupo que trabajó un texto más habitual y cotidiano, una situación de gravedad respecto a la interpretación de un personaje y de una situación.

Moisés Aurazo

25 de abril de 2024

miércoles, 24 de abril de 2024

Crítica: LA TIERRA


Encuentros en la naturaleza

La Tierra, escrita por Agustín Bachero y dirigida por Igor Olsen, es una obra que en 2020 recibió una mención honorífica en el Premio Ariel de la Academia Nacional de Letras de Uruguay. 

La historia se centra en Elisa y Mauricio, interpretados convincentemente por Matilde León y Esteban Recagno, una pareja que decide acampar en un terreno aparentemente abandonado junto a su hijo Camilo, a quien solo conocemos a través de proyecciones de video. La tranquilidad del campamento se ve interrumpida por la inesperada aparición de un extraño, encarnado por Stefano Tosso, quien afirma el algún momento ser el dueño del terreno y desencadena una serie de conflictos.

Al ingresar al teatro, lo primero que captura la atención es la escenografía meticulosamente diseñada, que evoca con éxito la ilusión de un lugar remoto y perfecto para un retiro en la naturaleza. Este primer impacto visual nos plantea una inmersión en la puesta en escena.

Las actuaciones, aunque generalmente adecuadas, mostraron variabilidad. En ciertos momentos, algunos actores parecían no lograr una conexión emocional plena con sus personajes, lo que resultó en interpretaciones que podrían percibirse como algo planas, especialmente en escenas que demandaban una intensidad emotiva mayor. Además, se notó un poco de desconexión en algunos momentos, sobre todo en las secuencias de conflicto, donde la necesidad de mantener un tono de voz bajo para no despertar al niño dormido en la carpa, no fue consistentemente observada, restándole realismo a la situación.

La iluminación y la selección musical complementaron eficazmente la acción en el escenario, añadiendo realismo y profundidad a la representación. El uso de tecnología para integrar la presencia del niño a través de video fue particularmente efectivo y aportó un elemento contemporáneo que enriqueció la experiencia teatral.

En conclusión, La Tierra propone una trama intrigante y una producción visualmente interesante. Aunque las actuaciones no siempre lograron captar completamente la intensidad de la narrativa, hubo momentos brillantes que destacaron. Con ajustes en la consistencia emocional de los actores, esta obra tiene el potencial de resonar aún más con su audiencia.

Milagros Guevara

24 de abril de 2024

Crítica: PRÓXIMO


¿Es posible construir y mantener un vínculo afectivo de pareja a la distancia?

La mayor parte del tiempo buscamos certezas en cuanto a las relaciones amorosas, un amor a la medida; vivimos mucho de la ilusión en las primeras instancias del enamoramiento, a tal grado que por no perder todo aquello que creemos que el otro nos hace sentir, pues terminamos por perdernos a nosotros mismos, modificando incluso nuestros propios límites fijados para nuestro autocuidado, ya que nuestro deseo es mucho más fuerte y hacemos de todo para hacer que la relación “funcione”. A pesar, incluso, que podamos estar a kilómetros de distancia del ser amado y no haberlo visto ni tocado nunca, pero ese deseo precisamente es el que nos refuerza la conducta de justificarlo todo, porque nuestro anhelo es más grande.

Jaime Nieto, el director, relata muy bien en escena esta pieza teatral titulada Próximo, escrita por el reconocido autor argentino Claudio Tolcachir, que es bastante íntima, ya que puede sentirse cuán cerca pueden estar dos personas enamoradas si están a kilómetros de distancia. Por momentos, da la sensación que están en el mismo espacio, pero al mismo tiempo, queda bastante claro que está cada uno en la soledad en la que viven en los últimos tiempos, y cómo el otro se vuelve una compañía imprescindible y vital; así de próximos están, así de cercanos, y también así de lejanos, así de desconocidos. La elección del Teatro de Lucia se convierte en un total acierto, ya que al ser una sala pequeña, logra darnos la atmósfera perfecta de cuál es el contexto de los personajes y que parece que se les reduce más el espacio, al ir necesitando más al otro con el pasar del tiempo.

Otro acierto, también, es el uso de los elementos del escenario que ambos personajes comparten a pesar que están a kilómetros de distancia, pero que instala claramente en el espectador que el sillón, la cama o la mesa de noche son diferentes cuando los usa cada uno; esto apoyado muy bien por la iluminación, que ayuda a la intimidad que se quiere reflejar en momentos en que, muy sutilmente, va cambiando la tensión entre escena y escena.

Omar García y Alfonso Dibós, los protagonistas, tienen una dinámica en escena genial, llena de sutilezas en cuanto a sus miedos, desolación, ansiedad, estrés, incertidumbre, ira, frustración, sexualidad y amor; desarrollando con mucha solvencia el significativo detalle de ignorar la presencia del otro por el contexto que están en otros países y al mismo tiempo, sentirlos tan profundamente vinculados, y tal cual es el título de la obra, sentirse tan próximo el uno del otro. En estas épocas en que los amores virtuales cada vez más se convierten en una normalidad y que necesitamos más límites que nunca, esta puesta es muy recomendable.

Manuel Trujillo

24 de abril de 2024

martes, 23 de abril de 2024

Crítica: MUCHACHO, ESTA NO ES TU PATRIA y ¿QUIÉN CUIDARÁ A LA PERRA?


Nuestra intensa naturaleza humana

El formato de teatro breve, utilizado para numerosos estrenos capitalinos en varios espacios como Piso 1, Selina, Teatro Barranco, entre otros, continúa sostenidamente en un franco ascenso de calidad, en cuanto a producción, dramaturgia, dirección e interpretación en general. Es asimismo el vehículo perfecto para que los colectivos independientes puedan presentar sus variadas propuestas. En esta oportunidad todavía viene presentándose un interesante díptico de este formato, en el cada vez más concurrido Teatro Esencia de Barranco. Ambas microobras exploran la compleja naturaleza humana en diversos contextos, pero que reflejan las heridas propias de las relaciones sentimentales frustradas.

En Muchacho, esta no es tu patria de Luca Reátegui, conocemos a un joven boxeador peruano (Augusto Gutiérrez), radicado en Nueva York, que debe participar en competencias clandestinas para recaudar dinero y poder así ver a su hija, que es la condición que le obliga su expareja. Aquí no solo se ve el chantaje sentimental tan frecuente en nuestra sociedad, sino que además se toca el eterno dilema del migrante en tierras extrañas. El director Ricardo Caffo logra extraer una muy convincente actuación de Gutiérrez, así como de Pedro Olortegui y el mismo autor Reátegui, como su manager y su rival en el cuadrilátero, respectivamente; además, sostiene con buen ritmo y fluidez la trama, que engancha desde el primer combate.

Por otro lado, en ¿Quién cuidará a la perra?, escrita por Alexandra Zavala Carosio “Lila” y dirigida por Christian Alden, se explora la tensa relación entre una pareja de exenamorados (Giancarla Saavedra y el mismo Alden), que a pesar de no seguir juntos, aún mantienen contacto; ambos se encuentran una vez más, ya que ella sale de viaje y se acordó que él debía quedarse a cuidar a la mascota que alguna vez compartieron en común. Una llamada del trabajo de él desatará una seria confrontación, que de seguro acostumbraban tener estando juntos. Buen trabajo de ambos intérpretes, especialmente Alden, quien consigue una conmovedora y contenida actuación. Felicitaciones al Teatro Esencia de Barranco, que sigue albergando interesantes espectáculos de corta duración, que exploran la naturaleza humana con acierto.

Sergio Velarde

23 de abril de 2024

viernes, 19 de abril de 2024

Reseña de libro: MATILDAS (TRES OBRAS DRAMÁTICAS)


Bushby y las mujeres

Inclasificable, indefinible e insólita. Acaso podríamos ajustar dichos adjetivos a la prolífica y notable producción dramatúrgica de Alfredo Bushby. Un autor que nos ha regalado, cuando los directores han sido capaces de traducir adecuadamente sus historias en el escenario, momentos inolvidables en montajes teatrales complejos y exigentes para el espectador. Y es que Bushby pone a prueba tanto a los artífices de sus obras, como a los propios lectores. Tal es el caso de Matildas (tres obras dramáticas), reciente libro publicado por el sello editorial Vallejo & Co., que contiene tres piezas acerca de ambiguas presencias femeninas, que revelan en gran medida los intrincados intereses de un escritor imprescindible dentro de la dramaturgia peruana.

Desde el mismo título del libro, Bushby pone a prueba a sus lectores. ¿Por qué nombrar Matildas a este compendio de piezas llamadas Tamara, la Magna, Ultimato y Yo, la mejor de todas? Pues proveniente del clásico de Dante Alighieri, apareciendo en el canto XXVIII del purgatorio en La Divina Comedia, esta bella mujer llamada Matilda representa de manera simbólica la perfección de la naturaleza humana, así como el anticipo de la felicidad total. He ahí la paradoja, pues los personajes femeninos que aparecen en las páginas distan mucho de ser perfectos, pero sí que representan las complejidades inherentes de todo ser humano. 

El trío de piezas no solo destila teatralidad por todos lados, sino que además reta al lector a tener sumo cuidado y precisión para comprender las tramas; además, Bushby concibe cada historia con diferentes formatos que enriquecen el producto final. En Tamara, la Magna, con sus minuciosas acotaciones, varios diálogos en rumano, hipnóticas canciones y sus saltos espaciales y temporales, conocemos la historia de esta cantante que busca encontrar su propia voz, rodeada de tres actores que interpretarán el resto de personajes, tanto humanos como animales; en Ultimato, con una fuerte carga lírica, se le cede total protagonismo a la declaración de la Mujer, frente a una más bien complementaria presencia del Hombre, con un sorpresivo final; y en Yo, la mejor de todas, somos testigos de la exposición de tres mujeres de diferentes edades y experiencias, en una suerte de tribunal universitario en el que se discuten temas sobre feminismo y empoderamiento, sin caer en ningún momento en la trampa panfletaria.

Como menciona la crítica Rita Alvarez Carbajal en su lúcido comentario, “el libro toma un nombre que no solo lo compara con el ideal dantesco, sino que también lo conecta con un término asociado a la reivindicación, un tema transversal a los tres dramas”. Eludiendo cualquier arquetipo teatral preconcebido, Matildas (tres obras dramáticas) es la confirmación de Bushby como un consumado dramaturgo que se pone a prueba constantemente, a él mismo y a sus lectores, encontrando nuevas maneras de escribir para la escena, develando las profundas heridas que nos vienen aquejando como sociedad.

Sergio Velarde

19 de abril de 2024

jueves, 18 de abril de 2024

Crítica: ZOOM


¿El vínculo en las relaciones de pareja va cambiando con el pasar del tiempo?

Cuando observamos a parejas de varios años quizá tengamos la sensación de que desbordan felicidad y podríamos preguntarnos: ¿cómo hacen para seguir año tras año y que se vean como la primera vez? Pues quizá eso podamos pensar desde dos factores: el primero, que desde nuestros propios caminos en pareja hemos tenido, en algún momento de la relación, que cuestionarnos muchas cosas sobre cómo va nuestro vínculo y si en verdad, luego de algunos años, este me sigue dando estabilidad y tranquilidad; y el segundo, es que esa otra pareja a la que observo en aparente “estabilidad” también ha pasado por su propio proceso y si hacemos ZOOM, tan cual lo hacemos en algún momento con nuestros propios vínculos, pues empiezan a verse las grietas que van dejando las parejas en el tiempo.

Esta reflexión me dejó la pieza teatral ZOOM, escrita y dirigida por Flavio Giribaldi, cuya dirección te atrapa como espectador, con una historia que se percibe como bastante cotidiana, pero con una profundidad muy especial que se deja ver en escena. La obra es sencilla de seguir y el trabajo de dirección hace que te identifiques con cada etapa por la que pasa esta pareja, sus inseguridades, sus miedos, sus creencias, su forma de amar, porque es importante al momento de relacionarse preguntarle al otro: ¿qué es para ti el amor? Fuera de que nos guste mucho o nos mueva mucho la otra persona, si la manera de amar o lo que el otro entiende de lo que es el amor es diferente a nuestro aprendizaje, nuestra escala de valores y lo que queremos de una relación, pues la atracción no alcanza. Esto, en cada escena, se ve muy bien contado; es más, aparecen dos personajes que cumplen “las voces interiores”, las que nos van dictando cómo conducirnos según nuestras vivencias y que también nos culpan cuando nos dejamos llevar por los impulsos.

Es escena están Quini Gómez, Astrid Villavicencio, Klaus Herencia y Renato Cruces; los cuatro llevan una química sobre escena muy natural y hacen que la pieza teatral tome aún más vida con unas actuaciones con mucha entrega de energía, llevando bien sus tiempos, y siempre en la acción precisa. A destacar el trabajo de Gómez y Villavicencio, por su absoluta naturalidad y facilidad en su trabajo en escena. La propuesta escénica era minimalista, con los elementos necesarios y es que todo recae en el trabajo de los actores. La obra está a cargo de Muki Producciones y se presenta en el Club de Teatro de Lima. Muy recomendable.

Manuel Trujillo

18 de abril de 2024