Tímida adaptación de un clásico universal
La pieza “El zoológico de cristal” (The Glass Menagerie),
estrenada en 1945, puso en vitrina a uno de los dramaturgos norteamericanos más
influyentes del siglo XX, llamado Tenesse Williams. Con fuertes tintes
autobiográficos, la obra narra la difícil relación de un empleado de una
zapatería con vocación de escritor, la tirante relación con su dominante madre
y los estrechos lazos afectivos que le unen con su hermana tullida. Se hace
entonces evidente el tema recurrente del autor en sus posteriores creaciones:
la negación de la realidad y la incapacidad en sus personajes para encontrarle
un sentido a la vida, para finalmente aceptarse tal como son.
Una tímida adaptación de este clásico de la literatura universal se presenta actualmente en el Teatro Julieta, con la dirección del joven actor y director Henry Sotomayor García, titulada “El eterno recuerdo de un cristal”, con la producción de la Compañía El Retorno de la Brújula. Y es tímida por dos razones, principalmente: primero, la puesta en escena no busca explorar "territorios" desconocidos en el argumento, por el contrario, es sumamente fiel al material original, conservando prácticamente el mismo esquema dramático, con algunas ligeras variaciones; y segundo, el escaso tratamiento plástico por parte del director, que prefiere centrarse básicamente en el texto, sin jugar con la expresión corporal y gestual de sus actores. Pero esta timidez no resulta un defecto en sí: el montaje no deja de ser efectivo, la historia se sigue con interés y a pesar de su dilatada duración mantiene el ritmo y la fluidez necesaria, así como un buen equilibrio entre la comedia y el drama que nacen de la situación.
Acaso la única objeción al producto final sea el intento fallido de contextualizar la historia a nuestra realidad nacional, específicamente a finales de los años setenta. La mención de algunos nombres y acontecimientos (un futbolista llamado Cubillas, el auge del terrorismo, por ejemplo) contrastan con la supuesta vida en el “Sur”, el peligro de huracanes y tornados, la música, y algunos términos propios de la realidad norteamericana, presentes en el montaje. Esto tiñe la obra con un matiz de artificialidad, pudiendo haberse mantenido la acción dentro del contexto original, logrando así una mayor veracidad en la historia.
Por otro lado, las actuaciones son muy efectivas: Eileen Céspedes destaca como la castrante madre Amanda, presa de recuerdos de antaño y obsesionada con dirigir la vida de sus hijos. Desde su actuación en “Amores especiales” de Daniel Manchego hace algunos años, Céspedes viene desarrollando una interesante trayectoria con personajes llenos de fuerza y energía. Bien Natalyd Altamirano en el papel de la tímida Laura, quien crea un personaje tan frágil como tierno, muy convincente. Los jóvenes Sergio García Blásquez y Carlos Casella no desentonan con sus compañeras en escena, siendo muy parejo el nivel actoral en general. “El eterno recuerdo de un cristal” es un espectáculo interesante, bastante fiel al original, que podría despegar al soltar el lastre que representa su adaptación a la realidad peruana.
Sergio Velarde
26 de noviembre de 2010