Comedia feminista con las mejores intenciones
Desde la Nora en Casa de muñecas de Henrik Ibsen, un autor que se atrevía a hablar en un mundo “todavía” retrógrado sobre la plena igualdad entre el hombre y la mujer en la sociedad y en la familia, hasta la Alicia de Entonces Alicia cayó de Mariana De Althaus, una autora contemporánea que pone hábilmente en el tapete la maternidad, las damas siempre han adornado los escenarios en múltiples situaciones, ya sea cómicas o dramáticas. Actualmente, las protagonistas femeninas han dejado huella en nuestro teatro independiente: la Elektra de Sófocles y sus ansias de venganza; la Paula de ¿Qué tierra heredarán los mansos? de Estela Luna, capaz de provocar por interés el embarazo de su hija; o las arribistas hermanas de La otra Bolena de Philippa Gregory, capaces de concebir sólo por complacer interesadamente a su Rey.
Pues bien, la protagonista de Feliz Aniversario de Adolfo Marsillach, estrenada en el Teatro Auditorio Miraflores, es Lidia Constanza, una inteligente mujer pero sumisa e ingenua en extremo, que ha tomado la decisión de cambiar de manera radical su vida, en plena celebración de su cumpleaños número 50. Es así que somos testigos de su historia a través de sucesivos flashbacks, en los que aparecerán los principales personajes que la han acompañado en vida: la amiga fashion, la vecina chismosa, la hija rebelde, el novio estrafalario, hasta su actual situación: estar casada con un hombre infiel. Las escenas se suceden con fluidez y humor, a pesar de ser conflictos vistos mil veces. El final de la pieza, con esposo y amante en la misma habitación en donde Lidia Constanza festeja su onomástico crea la duda acerca de la decisión que tomó y que se avizoraba desde un inicio.
El director Pold Gastello se anima a retomar una obra que anteriormente ya había montado en el Club de Teatro de Lima, a modo de muestra de estudiantes, hace algunos años. En aquella oportunidad, hábilmente hizo recaer el rol principal en dos de sus alumnas (Katherina Sánchez e Isabel Castañeda, ambas vistas en escenarios este año), quienes supieron aprovechar mejor los largos monólogos, ya sea compartiendo o intercalando los cuadros, dotándolos de gran dinamismo, cada una en su estilo. En el presente montaje, la joven actriz y productora Erika Brutton es lo suficientemente carismática como para sostener ella sola con eficiencia a su Lidia Constanza, pero definitivamente no aparenta ni por asomo tener 50 años y no aprovecha del todo la locura que este personaje lleva en su interior. El resto del elenco sirve como buen soporte, pero desentona la presencia del actor español Luis Gonzalez, quien debe mejorar su dicción para no volver ininteligible su personaje. Feliz Aniversario de Adolfo Marsillach es una amable comedia plagada de buenas intenciones y que finalmente, se deja ver.
Sergio Velarde
30 de agosto de 2011
martes, 30 de agosto de 2011
miércoles, 24 de agosto de 2011
Crítica: LA OTRA BOLENA
Intenso drama aún en ciernes
Basada en la novela escrita por Philippa Gregory y en la película La otra Reina, la nueva apuesta de la Asociación Cultural Entre Cajas es La otra Bolena, dirigida y protagonizada por Oswaldo Bravo, quien interpreta nada menos que al Rey de Inglaterra Enrique VIII. El drama comienza cuando el monarca, ante la desesperación por su esposa, la reina Catalina de Aragón, quien no le ha podido dar el hijo varón que necesita para consolidar su reino, conoce a las hermanas Ana y Mary Bolena. Los inescrupulosos padre y tío de las jóvenes verán esta oportunidad para ascender socialmente y así se inicia una serie de romances e intrigas, que darán como resultado final la muerte de una de las hermanas, acusada de incesto. La puesta en escena en general todavía luce en proceso de maduración, hecho que al menos no distrae demasiado de los aciertos de la intensa dramaturgia.
Cada obra teatral tiene puntos a favor y en contra. La otra Bolena presenta algunas serias dificultades que su director debe prestar atención: la elección de actores con edades diferentes a la de los personajes que interpretan, perdiendo así veracidad en sus acciones y motivaciones; se hace extrañar una mayor profundidad en las personalidades de los personajes principales, cuyas acciones se tornan por momentos inverosímiles, aún para los cánones de la época que intentan representar; los cambios en escena y el movimiento de tramoya por parte de los actores es aún errante e impreciso. Lo mejor de la puesta en escena es el cuidado vestuario, que recrea con acierto la época isabelina, pero que durante la obra no sufre ninguna mancha en medio de los numerosos partos y abortos de las protagonistas. Las luces también podrían colaborar con la recreación y delimitación de espacios, cuando éstas se integren con mayor precisión y cuidado al espectáculo.
Las actuaciones son todas esforzadas, pero no pueden sobresalir aún en medio del desorden de las acciones en escena. Algunas buenas escenas a cargo de los actores Fiorella Cordano como la reina Catalina y Mario Soldevilla como el fiel Stafford, mantienen el interés del drama. Curiosa la presencia de una excelente y recuperada actriz como lo es Ruth Razzeto en un papel bastante menor que no aprovecha su enorme registro dramático. Es obvio que uno de los principales problemas del teatro independiente es a menudo, la falta de tiempo prudente de ensayo, y este espectáculo es prueba de ello. La otra Bolena, estrenada en el Teatro Augusto B. Leguía en el Parque de la Amistad, es un intenso e interesante drama que logrará despegar, cuando todos los elementos en escena logren cuajar de manera coherente y fluida.
Sergio Velarde
24 de agosto de 2011
Basada en la novela escrita por Philippa Gregory y en la película La otra Reina, la nueva apuesta de la Asociación Cultural Entre Cajas es La otra Bolena, dirigida y protagonizada por Oswaldo Bravo, quien interpreta nada menos que al Rey de Inglaterra Enrique VIII. El drama comienza cuando el monarca, ante la desesperación por su esposa, la reina Catalina de Aragón, quien no le ha podido dar el hijo varón que necesita para consolidar su reino, conoce a las hermanas Ana y Mary Bolena. Los inescrupulosos padre y tío de las jóvenes verán esta oportunidad para ascender socialmente y así se inicia una serie de romances e intrigas, que darán como resultado final la muerte de una de las hermanas, acusada de incesto. La puesta en escena en general todavía luce en proceso de maduración, hecho que al menos no distrae demasiado de los aciertos de la intensa dramaturgia.
Cada obra teatral tiene puntos a favor y en contra. La otra Bolena presenta algunas serias dificultades que su director debe prestar atención: la elección de actores con edades diferentes a la de los personajes que interpretan, perdiendo así veracidad en sus acciones y motivaciones; se hace extrañar una mayor profundidad en las personalidades de los personajes principales, cuyas acciones se tornan por momentos inverosímiles, aún para los cánones de la época que intentan representar; los cambios en escena y el movimiento de tramoya por parte de los actores es aún errante e impreciso. Lo mejor de la puesta en escena es el cuidado vestuario, que recrea con acierto la época isabelina, pero que durante la obra no sufre ninguna mancha en medio de los numerosos partos y abortos de las protagonistas. Las luces también podrían colaborar con la recreación y delimitación de espacios, cuando éstas se integren con mayor precisión y cuidado al espectáculo.
Las actuaciones son todas esforzadas, pero no pueden sobresalir aún en medio del desorden de las acciones en escena. Algunas buenas escenas a cargo de los actores Fiorella Cordano como la reina Catalina y Mario Soldevilla como el fiel Stafford, mantienen el interés del drama. Curiosa la presencia de una excelente y recuperada actriz como lo es Ruth Razzeto en un papel bastante menor que no aprovecha su enorme registro dramático. Es obvio que uno de los principales problemas del teatro independiente es a menudo, la falta de tiempo prudente de ensayo, y este espectáculo es prueba de ello. La otra Bolena, estrenada en el Teatro Augusto B. Leguía en el Parque de la Amistad, es un intenso e interesante drama que logrará despegar, cuando todos los elementos en escena logren cuajar de manera coherente y fluida.
Sergio Velarde
24 de agosto de 2011
domingo, 21 de agosto de 2011
Crítica: AQUÍ EN LA TIERRA
Adecuada elección y digno montaje
Es innegable virtud de un director con sentido común el saber elegir la obra precisa para el grupo humano que dirige. En el caso de contar con jóvenes actores aún en proceso de aprendizaje, una de las elecciones más sensatas es la de escoger una pieza en la que se luzca el trabajo coral, en la que el protagonismo no recaiga en unos cuantos personajes, sino por ejemplo, en un conflicto interesante y cautivador. Fue así que la Asociación Cultural Última Orilla recupera sus brillos iniciales conseguidos con su primer proyecto El señor de las moscas, luego del traspiés que significó Demonios en la piel, con la obra Aquí en la tierra, una adaptación basada en la original de Fritz Hochwälder y en la emblemática La misión, película británica de 1986 dirigida por Roland Joffé.
Presentada en el teatro Julieta (convertido ahora en la sede oficial del grupo) Aquí en la Tierra aborda la historia de las reducciones jesuíticas en Paraguay y en especial, de Rodrigo Mendoza, un traficante de esclavos que asesina a su hermano por traición y encuentra la redención hermanándose con los indígenas, a quienes antes cazaba y esclavizaba. Los intereses particulares generarán la pronta desaparición de estas organizaciones, que es enfrentada por un grupo liderado por Mendoza y algunos jesuitas que se oponen a esta determinación. El director sabiamente reparte equitativamente el peso dramático entre todos los actores, centrando la atención en el nudo dramático, en el que la religiosidad no es el tema central; es la fe de algunos seres humanos que se convierte en esperanza de aquellos grupos minoritarios que eran, en épocas no tan lejanas, tratados como seres inferiores. Las motivaciones opuestas de los personajes en pleno siglo XVIII, la modestia y la soberbia, la obediencia y la desobediencia, pasividad y acción desesperada, reivindica la sincera caridad de algunos creyentes, frente al autoritarismo de la Iglesia en aquella época.
Gracias a la elección de esta obra coral y como ya anotamos, en el que se destaca la labor en grupo, los personajes son asumidos con bastante convicción por el elenco, pero que definitivamente necesita un ajuste por parte de la dirección de actores en determinados monólogos y escenas discursivas. La dicción, el volumen de voz y la sobreactuación deben ser manejadas con mayor rigurosidad, pero que en última instancia no interfieren con el desarrollo dramático del espectáculo, hecho clave que se debe agradecer. Aquí en la tierra es un paso adelante en la trayectoria de la joven asociación cultural Última Orilla, supera largamente a su anterior montaje, y se hace evidente una necesidad de parte del director Paco Solís Fúster para trabajar aun más con el entusiasta y comprometido elenco que cuenta para su próxima aventura, que obviamente esperamos con gran expectativa.
Sergio Velarde
21 de agosto de 2011
Es innegable virtud de un director con sentido común el saber elegir la obra precisa para el grupo humano que dirige. En el caso de contar con jóvenes actores aún en proceso de aprendizaje, una de las elecciones más sensatas es la de escoger una pieza en la que se luzca el trabajo coral, en la que el protagonismo no recaiga en unos cuantos personajes, sino por ejemplo, en un conflicto interesante y cautivador. Fue así que la Asociación Cultural Última Orilla recupera sus brillos iniciales conseguidos con su primer proyecto El señor de las moscas, luego del traspiés que significó Demonios en la piel, con la obra Aquí en la tierra, una adaptación basada en la original de Fritz Hochwälder y en la emblemática La misión, película británica de 1986 dirigida por Roland Joffé.
Presentada en el teatro Julieta (convertido ahora en la sede oficial del grupo) Aquí en la Tierra aborda la historia de las reducciones jesuíticas en Paraguay y en especial, de Rodrigo Mendoza, un traficante de esclavos que asesina a su hermano por traición y encuentra la redención hermanándose con los indígenas, a quienes antes cazaba y esclavizaba. Los intereses particulares generarán la pronta desaparición de estas organizaciones, que es enfrentada por un grupo liderado por Mendoza y algunos jesuitas que se oponen a esta determinación. El director sabiamente reparte equitativamente el peso dramático entre todos los actores, centrando la atención en el nudo dramático, en el que la religiosidad no es el tema central; es la fe de algunos seres humanos que se convierte en esperanza de aquellos grupos minoritarios que eran, en épocas no tan lejanas, tratados como seres inferiores. Las motivaciones opuestas de los personajes en pleno siglo XVIII, la modestia y la soberbia, la obediencia y la desobediencia, pasividad y acción desesperada, reivindica la sincera caridad de algunos creyentes, frente al autoritarismo de la Iglesia en aquella época.
Gracias a la elección de esta obra coral y como ya anotamos, en el que se destaca la labor en grupo, los personajes son asumidos con bastante convicción por el elenco, pero que definitivamente necesita un ajuste por parte de la dirección de actores en determinados monólogos y escenas discursivas. La dicción, el volumen de voz y la sobreactuación deben ser manejadas con mayor rigurosidad, pero que en última instancia no interfieren con el desarrollo dramático del espectáculo, hecho clave que se debe agradecer. Aquí en la tierra es un paso adelante en la trayectoria de la joven asociación cultural Última Orilla, supera largamente a su anterior montaje, y se hace evidente una necesidad de parte del director Paco Solís Fúster para trabajar aun más con el entusiasta y comprometido elenco que cuenta para su próxima aventura, que obviamente esperamos con gran expectativa.
Sergio Velarde
21 de agosto de 2011
domingo, 14 de agosto de 2011
Crítica: LA CHICA DEL MAXIM
Amable comedia de enredos
Luego de un tiempo dedicado a la reseña de puestas en escena de teatro independiente, tuve la oportunidad de asistir al point de moda, la nueva sucursal en donde sucede el “mejor” teatro hecho en el país (según “críticos” en planilla): el Teatro Peruano Japonés en Residencial San Felipe, para ver la comedia La chica del Maxim del dramaturgo francés Georges Feydeau, nueva apuesta de La Plaza ISIL y Raquel en Llamas, dos “íconos emblemáticos” de nuestro nuevo teatro peruano (ensalzados por la prensa miope) y con la dirección del multinominado y multipremiado (por El comercio y afines) Juan Carlos Fisher. Cabe resaltar que este humilde servidor no tiene nada en contra de los responsables de este espectáculo (la mayoría de ellos de innegable y comprobado talento), pero sí contra aquellos periodistas que sólo tienen “espacio” para ellos en sus páginas y lista de recuentos y premios anuales. Y obviamente, para las tan necesarias promociones para suscriptores. Sin embargo, debo decir que sin llegar a convertirse en la “obra comercial del año” (aunque es de esperarse su mención en diciembre próximo), sabe entretener a su público objetivo, aquel que en su mayoría valora más la presencia del actor de la novela, el profuso maquillaje, el colorido vestuario y la buena memoria de los artistas, que otros aspectos más de "fondo".
La acción de La chica del Maxim ocurre en París en 1880, cuando el doctor Lucien Petypon despierta, luego de una terrible resaca, encamado con una bailarina del famoso cabaret Moulin Rouge llamada Coco. Los problemas empiezan cuando llega la esposa de Petypon y el juego de identidades y enredos se desata. Esta efectiva adaptación, que reduce considerablemente las acciones y personajes, se presenta en tres cuadros sin intermedio, en donde los malentendidos y gags se suceden sin parar. Acaso desconcierta en parte el que algunos actores interpreten varios personajes, pero el desarrollo dramático se sigue con interés. Se agradece también el hecho que la molesta improvisación esté casi ausente del montaje. Por otro lado, el vestuario, la escenografía y la parte técnica están impecables, como era de esperarse.
La puesta en escena sirve como un exclusivo vehículo de lucimiento para esa gran actriz, cantante y bailarina que es Gisela Ponce de León (brillando con luz propia), quien opaca de manera evidente al supuesto protagonista Carlos Carlín, prometedor actor en los noventa, pero echado a perder actualmente por el mainstream televisivo. Los notables Katia Condos, Rómulo Assereto (actor fetiche de Fisher) y Paul Vega manejan muy bien la comedia y le dan la réplica justa a los protagonistas. Gratas sorpresas las del veterano Alfonso Santistevan y el joven Bruno Ascenzo, ambos hilarantes. El resto del elenco, entre quienes figuran las deliciosas Norma Martínez y Gabriela Velásquez, deja huella a pesar de lo corto de su participación. La chica del Maxim entretiene y divierte, es muy superior a la irregular ¿Y dónde está el tenor? también a cargo de Fisher, pero no pasa de ser uno de más de aquellos montajes con una impecable producción preparados para un público exclusivo.
Sergio Velarde
14 de agosto de 2011
Luego de un tiempo dedicado a la reseña de puestas en escena de teatro independiente, tuve la oportunidad de asistir al point de moda, la nueva sucursal en donde sucede el “mejor” teatro hecho en el país (según “críticos” en planilla): el Teatro Peruano Japonés en Residencial San Felipe, para ver la comedia La chica del Maxim del dramaturgo francés Georges Feydeau, nueva apuesta de La Plaza ISIL y Raquel en Llamas, dos “íconos emblemáticos” de nuestro nuevo teatro peruano (ensalzados por la prensa miope) y con la dirección del multinominado y multipremiado (por El comercio y afines) Juan Carlos Fisher. Cabe resaltar que este humilde servidor no tiene nada en contra de los responsables de este espectáculo (la mayoría de ellos de innegable y comprobado talento), pero sí contra aquellos periodistas que sólo tienen “espacio” para ellos en sus páginas y lista de recuentos y premios anuales. Y obviamente, para las tan necesarias promociones para suscriptores. Sin embargo, debo decir que sin llegar a convertirse en la “obra comercial del año” (aunque es de esperarse su mención en diciembre próximo), sabe entretener a su público objetivo, aquel que en su mayoría valora más la presencia del actor de la novela, el profuso maquillaje, el colorido vestuario y la buena memoria de los artistas, que otros aspectos más de "fondo".
La acción de La chica del Maxim ocurre en París en 1880, cuando el doctor Lucien Petypon despierta, luego de una terrible resaca, encamado con una bailarina del famoso cabaret Moulin Rouge llamada Coco. Los problemas empiezan cuando llega la esposa de Petypon y el juego de identidades y enredos se desata. Esta efectiva adaptación, que reduce considerablemente las acciones y personajes, se presenta en tres cuadros sin intermedio, en donde los malentendidos y gags se suceden sin parar. Acaso desconcierta en parte el que algunos actores interpreten varios personajes, pero el desarrollo dramático se sigue con interés. Se agradece también el hecho que la molesta improvisación esté casi ausente del montaje. Por otro lado, el vestuario, la escenografía y la parte técnica están impecables, como era de esperarse.
La puesta en escena sirve como un exclusivo vehículo de lucimiento para esa gran actriz, cantante y bailarina que es Gisela Ponce de León (brillando con luz propia), quien opaca de manera evidente al supuesto protagonista Carlos Carlín, prometedor actor en los noventa, pero echado a perder actualmente por el mainstream televisivo. Los notables Katia Condos, Rómulo Assereto (actor fetiche de Fisher) y Paul Vega manejan muy bien la comedia y le dan la réplica justa a los protagonistas. Gratas sorpresas las del veterano Alfonso Santistevan y el joven Bruno Ascenzo, ambos hilarantes. El resto del elenco, entre quienes figuran las deliciosas Norma Martínez y Gabriela Velásquez, deja huella a pesar de lo corto de su participación. La chica del Maxim entretiene y divierte, es muy superior a la irregular ¿Y dónde está el tenor? también a cargo de Fisher, pero no pasa de ser uno de más de aquellos montajes con una impecable producción preparados para un público exclusivo.
Sergio Velarde
14 de agosto de 2011
Crítica: CURSO - TALLER DE FORMACIÓN ACTORAL NIVEL I DE JOSE CARLOS BECCERRA
CURSO – TALLER DE FORMACIÓN ACTORAL NIVEL I
El joven director y pedagogo Josecarlos Beccerra presentó en el Mocha Graña de Barranco la muestra del Nivel I de su Curso – Taller de Formación Actoral, que sirvió para que sus alumnos alcanzaran objetivos puntuales: plantear en escena su personaje, actuarlo con naturalidad y expresar con coherencia sus emociones. Para ello se eligió dos obras recurrentes y emblemáticas, tanto para su autor Juan Rivera Saavedra como para la necesaria confrontación de los estudiantes con el público: Mami… ¿me amas, mami? y El crédito. Si bien es cierto los actores cumplieron a cabalidad este primer cometido en su entrenamiento teatral, algunos detalles del montaje pudieron haberse mejorado para realzar el trabajo en conjunto: faltó precisar más las caracterizaciones de los personajes, por ejemplo, para hacer evidente la diferencia de edades entre madres e hijos; el manejo de objetos imaginarios debió ser más preciso, y ser utilizado ya sea para todos los cuadros o para ninguno; el abuso de groserías que genera la risa fácil debió ser modulado por la dirección de actores. A pesar de esos detalles, esta muestra del I Nivel del Curso – Taller de Formación Actoral de Josecarlos Beccerra sirvió para poner en vitrina a nuevos y auspiciosos valores de la escena teatral, que luego de completar el necesario entrenamiento requerido, estarán capacitados para dar la sorpresa en un futuro cercano.
Sergio Velarde
14 de agosto de 2011
El joven director y pedagogo Josecarlos Beccerra presentó en el Mocha Graña de Barranco la muestra del Nivel I de su Curso – Taller de Formación Actoral, que sirvió para que sus alumnos alcanzaran objetivos puntuales: plantear en escena su personaje, actuarlo con naturalidad y expresar con coherencia sus emociones. Para ello se eligió dos obras recurrentes y emblemáticas, tanto para su autor Juan Rivera Saavedra como para la necesaria confrontación de los estudiantes con el público: Mami… ¿me amas, mami? y El crédito. Si bien es cierto los actores cumplieron a cabalidad este primer cometido en su entrenamiento teatral, algunos detalles del montaje pudieron haberse mejorado para realzar el trabajo en conjunto: faltó precisar más las caracterizaciones de los personajes, por ejemplo, para hacer evidente la diferencia de edades entre madres e hijos; el manejo de objetos imaginarios debió ser más preciso, y ser utilizado ya sea para todos los cuadros o para ninguno; el abuso de groserías que genera la risa fácil debió ser modulado por la dirección de actores. A pesar de esos detalles, esta muestra del I Nivel del Curso – Taller de Formación Actoral de Josecarlos Beccerra sirvió para poner en vitrina a nuevos y auspiciosos valores de la escena teatral, que luego de completar el necesario entrenamiento requerido, estarán capacitados para dar la sorpresa en un futuro cercano.
Sergio Velarde
14 de agosto de 2011
viernes, 5 de agosto de 2011
Crítica: PROMETEO ENCADENADO
Arriesgada propuesta escénica
Debemos ser claros al momento de reseñar la puesta de un clásico griego: no necesariamente todos los espectadores que acuden a la sala para apreciar el espectáculo saben, o al menos conocen superficialmente, la historia que verán en escena. Por eso en ciertos casos, se hace imprescindible ayudar de alguna manera al público por medio de trípticos, voz en off, introducción actoral en escena, etc. y así orientarlo previamente para que disfrute a plenitud de la pieza dramática, pues es complicado entender la historia sin conocimientos previos. Prometeo encadenado, escrita por Esquilo y adaptada por Ricardo Morante con el grupo Aqualuna en el Teatro Auditorio Miraflores, acusa este problema del cual se vio libre, curiosamente, Electra de Sófocles (anterior montaje del grupo), cuya mayor virtud fue justamente la total sencillez que facilitó su entendimiento. Por otro lado, para quienes conocemos el mito de Prometeo, titán que fue encadenado a una montaña por Zeus como castigo por favorecer a la humanidad, esta nueva e irreverente versión ofrece una propuesta minimalista y creativa, reemplazando los vestuarios clásicos por jeans y casacas de cuero; las cadenas, por telas colgadas; y todo esto acompañado por música rock a todo volumen. Un enorme riesgo que se debe valorar.
La tragedia de Prometeo encadenado sucede en un apartado lugar, en donde la Fuerza y la Violencia han llevado a Hefesto para que encadene a Prometeo a una montaña. Éste debe cumplir un severo castigo por haberse rebelado contra Zeus, ya que robó el fuego de la morada de los dioses y se lo entregó a los hombres. Y este castigo será más fuerte aún, pues Hermes es enviado por Zeus para solicitarle que le revele el destino que le depara al nuevo imperio del dios. Como toda tragedia, el destino inexorable de Prometeo se cumple, ya que considera su castigo injusto y no acepta el trato propuesto. El estilo contemporáneo de esta nueva actualización del mito griego luce interesante en escena, y las telas colgantes suponen una estilización del tormento que sufre Prometeo, que es bien aprovechado por la dirección escénica. La música sirve también para agregar un elemento de caos “ordenado” para escenificar algunas acciones, bien ejecutadas por los actores.
Prometeo encadenado sirve de lucimiento para un versátil actor como lo es Daniel Zarauz en el papel principal, bien acompañado por Michella Chale, Inés Sadovnik y especialmente Jonathan Oliveros, quien derrocha energía y precisión en cada una de sus intervenciones. Algunos personajes, como por ejemplo Ío, que es transformada en ternera en escena, necesitan de una revisión en cuanto a su construcción física. Algunos datos clave, como el águila que come el hígado de Prometeo en el día para que se regenere de noche eternamente, deben tener mayor protagonismo. La disposición escénica, con parte del público en el escenario tradicional, aprovecha las posibilidades del teatro. Vale la pena revisitar este clásico griego y saber apreciar esta arriesgada y minimalista propuesta del grupo Aqualuna y del director Ricardo Morante, quien busca nuevas maneras de abordar estos textos dramáticos de visionado obligatorio, útiles para entender y valorar la historia del teatro en general.
Sergio Velarde
06 de agosto de 2011
Debemos ser claros al momento de reseñar la puesta de un clásico griego: no necesariamente todos los espectadores que acuden a la sala para apreciar el espectáculo saben, o al menos conocen superficialmente, la historia que verán en escena. Por eso en ciertos casos, se hace imprescindible ayudar de alguna manera al público por medio de trípticos, voz en off, introducción actoral en escena, etc. y así orientarlo previamente para que disfrute a plenitud de la pieza dramática, pues es complicado entender la historia sin conocimientos previos. Prometeo encadenado, escrita por Esquilo y adaptada por Ricardo Morante con el grupo Aqualuna en el Teatro Auditorio Miraflores, acusa este problema del cual se vio libre, curiosamente, Electra de Sófocles (anterior montaje del grupo), cuya mayor virtud fue justamente la total sencillez que facilitó su entendimiento. Por otro lado, para quienes conocemos el mito de Prometeo, titán que fue encadenado a una montaña por Zeus como castigo por favorecer a la humanidad, esta nueva e irreverente versión ofrece una propuesta minimalista y creativa, reemplazando los vestuarios clásicos por jeans y casacas de cuero; las cadenas, por telas colgadas; y todo esto acompañado por música rock a todo volumen. Un enorme riesgo que se debe valorar.
La tragedia de Prometeo encadenado sucede en un apartado lugar, en donde la Fuerza y la Violencia han llevado a Hefesto para que encadene a Prometeo a una montaña. Éste debe cumplir un severo castigo por haberse rebelado contra Zeus, ya que robó el fuego de la morada de los dioses y se lo entregó a los hombres. Y este castigo será más fuerte aún, pues Hermes es enviado por Zeus para solicitarle que le revele el destino que le depara al nuevo imperio del dios. Como toda tragedia, el destino inexorable de Prometeo se cumple, ya que considera su castigo injusto y no acepta el trato propuesto. El estilo contemporáneo de esta nueva actualización del mito griego luce interesante en escena, y las telas colgantes suponen una estilización del tormento que sufre Prometeo, que es bien aprovechado por la dirección escénica. La música sirve también para agregar un elemento de caos “ordenado” para escenificar algunas acciones, bien ejecutadas por los actores.
Prometeo encadenado sirve de lucimiento para un versátil actor como lo es Daniel Zarauz en el papel principal, bien acompañado por Michella Chale, Inés Sadovnik y especialmente Jonathan Oliveros, quien derrocha energía y precisión en cada una de sus intervenciones. Algunos personajes, como por ejemplo Ío, que es transformada en ternera en escena, necesitan de una revisión en cuanto a su construcción física. Algunos datos clave, como el águila que come el hígado de Prometeo en el día para que se regenere de noche eternamente, deben tener mayor protagonismo. La disposición escénica, con parte del público en el escenario tradicional, aprovecha las posibilidades del teatro. Vale la pena revisitar este clásico griego y saber apreciar esta arriesgada y minimalista propuesta del grupo Aqualuna y del director Ricardo Morante, quien busca nuevas maneras de abordar estos textos dramáticos de visionado obligatorio, útiles para entender y valorar la historia del teatro en general.
Sergio Velarde
06 de agosto de 2011
miércoles, 3 de agosto de 2011
Crítica: EL SASTRECILLO VALIENTE
Ingeniosa propuesta infantil
El dramaturgo y director Alexander Pacheco y su grupo Ayepotamono continúan con la difusión de obras para toda la familia, en la que comparten con el público historias del imaginario europeo: en el 2009 llevó a escena Guillermo Tell en el Goethe-Institut de Lima, basada en la conocida leyenda suiza; y en el 2010, Juan sin miedo, en el Centro Cultural Ricardo Palma, una adaptación de la historia de los Hermanos Grimm. Pacheco desarrolla propuestas corales, en las que los actores interpretan varios papeles, acompañados por música en vivo como la guitarra o el piano, y que motiven la reflexión del público. En esta oportunidad Pacheco elige llevar a escena nuevamente una historia de los hermanos Grimm: El sastrecillo valiente, que consigue entretener sanamente a los más pequeños.
El sastrecillo valiente, en versión y dirección de Pacheco, acierta al no convertirse en un cuento teatralizado más, sino que aborda la historia desde el punto de vista de un niño llamado Sebastián, quien es castigado por mala conducta por el director de su colegio y debe presentar un informe sobre alguna historia de los Hermanos Grimm. Es entonces que a través de la lectura, descubre el cuento en cuestión, y con la aparición de dos tramoyistas, es teatralizado en escena. Un humilde sastrecillo es confundido por un héroe popular, al pregonar a los cuatro vientos que mató a siete con una sola mano, cuando en realidad se trataba de siete moscas. La aparición de dos gigantes que amenazan la tranquilidad de su pueblo lo llevará ante el Rey, quien le ofrecerá la mano de su hija a cambio de librarlos del peligro. El ingenio y la valentía harán que el sastrecillo cumpla su objetivo y que Sebastián aprenda una valiosa lección. Una ingeniosa vuelta de tuerca que distancia a esta propuesta teatral de otras mediocres y facilistas obras infantiles.
Participa la troupé habitual del grupo Ayepotamono: Reynaldo Arenas, Percy Williams, Nicolás Lamas y Patrick Martel, todos ellos interpretando con entusiasmo sus roles, bien aprovechados en escena por el director (quien los había dirigido anteriormente en Guillermo Tell). Acompañan en esta oportunidad los jóvenes actores Vitto Landavery y Ximena Vidaurre Fox, quienes a pesar de su corta edad, ya demuestran aplomo y gran seguridad escénica. Acaso la mayor dificultad que enfrenta el montaje (por cierto, fácilmente solucionable), sean los cambios de escena, aún demasiado dilatados, que impiden la total fluidez de la acción dramática. Agradecido acompañamiento en vivo del pianista Christian Hurtado. El sastrecillo valiente, presentándose actualmente en el Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores, es una buena opción para disfrutar con toda la familia.
Sergio Velarde
04 de agosto de 2011
El dramaturgo y director Alexander Pacheco y su grupo Ayepotamono continúan con la difusión de obras para toda la familia, en la que comparten con el público historias del imaginario europeo: en el 2009 llevó a escena Guillermo Tell en el Goethe-Institut de Lima, basada en la conocida leyenda suiza; y en el 2010, Juan sin miedo, en el Centro Cultural Ricardo Palma, una adaptación de la historia de los Hermanos Grimm. Pacheco desarrolla propuestas corales, en las que los actores interpretan varios papeles, acompañados por música en vivo como la guitarra o el piano, y que motiven la reflexión del público. En esta oportunidad Pacheco elige llevar a escena nuevamente una historia de los hermanos Grimm: El sastrecillo valiente, que consigue entretener sanamente a los más pequeños.
El sastrecillo valiente, en versión y dirección de Pacheco, acierta al no convertirse en un cuento teatralizado más, sino que aborda la historia desde el punto de vista de un niño llamado Sebastián, quien es castigado por mala conducta por el director de su colegio y debe presentar un informe sobre alguna historia de los Hermanos Grimm. Es entonces que a través de la lectura, descubre el cuento en cuestión, y con la aparición de dos tramoyistas, es teatralizado en escena. Un humilde sastrecillo es confundido por un héroe popular, al pregonar a los cuatro vientos que mató a siete con una sola mano, cuando en realidad se trataba de siete moscas. La aparición de dos gigantes que amenazan la tranquilidad de su pueblo lo llevará ante el Rey, quien le ofrecerá la mano de su hija a cambio de librarlos del peligro. El ingenio y la valentía harán que el sastrecillo cumpla su objetivo y que Sebastián aprenda una valiosa lección. Una ingeniosa vuelta de tuerca que distancia a esta propuesta teatral de otras mediocres y facilistas obras infantiles.
Participa la troupé habitual del grupo Ayepotamono: Reynaldo Arenas, Percy Williams, Nicolás Lamas y Patrick Martel, todos ellos interpretando con entusiasmo sus roles, bien aprovechados en escena por el director (quien los había dirigido anteriormente en Guillermo Tell). Acompañan en esta oportunidad los jóvenes actores Vitto Landavery y Ximena Vidaurre Fox, quienes a pesar de su corta edad, ya demuestran aplomo y gran seguridad escénica. Acaso la mayor dificultad que enfrenta el montaje (por cierto, fácilmente solucionable), sean los cambios de escena, aún demasiado dilatados, que impiden la total fluidez de la acción dramática. Agradecido acompañamiento en vivo del pianista Christian Hurtado. El sastrecillo valiente, presentándose actualmente en el Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores, es una buena opción para disfrutar con toda la familia.
Sergio Velarde
04 de agosto de 2011
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