martes, 29 de octubre de 2024

Crítica: LA MAR


Historias de agua salada

Culminó con éxito la breve temporada de La Mar, obra teatral escrita y dirigida por Omar Leonardo, bajo la producción de Estado de Juego y Kaleido, la cual se llevó a cabo en Campo Abierto.

La trama gira en torno a una problemática tan actual, como poco atendida: la pesca artesanal, actividad vital para cubrir las necesidades básicas de alimentación; así como la subsistencia de quienes la realizan. En escena, Álvaro Valderrama (Carlos), Duncan Torres (Nino), Walter Elías (Arepa) y Martín Fernández (José) nos ofrecen notables interpretaciones, colmadas de matices y detalles, permitiendo al espectador conectar rápidamente con sus historias. Cabe destacar la incorporación del movimiento bajo la dirección de Jared Portocarrero, cuyas coreografías fueron símbolo de la rutina, los afectos, las tristezas y la gran amistad de los personajes, hombres del mar que, en medio de su dura y arriesgada labor anhelan mejorar sus condiciones de vida. 

Por otro lado, la escenografía estaba compuesta por sillas, linternas, contenedores y la infaltable red de pescar, elementos esenciales que junto a la iluminación y los efectos sonoros completaban la experiencia sensorial de puesta. Sin embargo, el sonido del mar ya incorporado al inicio, pudo haberse mantenido en las siguientes partes de la travesía de los pescadores, sobre todo hacia el final.

La Mar es un pertinente y conmovedor montaje teatral, que expone la realidad de los pescadores artesanales desde distintas aristas, que van desde el peligro que implica su labor, hasta la profundidad de sus emociones e historias personales, lo cual refleja un importante trabajo de investigación detrás de la narrativa. Así, mediante una composición escénica casi poética, que nos traslada a la inmensidad del océano, somos testigos de una suerte de homenaje a su causa, en contraposición a la indiferencia y el desamparo, por parte de las autoridades y la sociedad. Sin duda, una obra que deja interminables reflexiones, acerca de las complicaciones a las que se enfrentan los pescadores por un sustento digno; además de intentar descifrar el misterio que los lleva a volver una y otra vez al agua salada.

Maria Cristina Mory Cárdenas

29 de octubre de 2024 

Crítica #898: LA PARKA, EL MUSICAL


La Muerte, de fiesta

Estrenada con singular éxito en Argentina en el 2005, La Parka, El Musical de Diego Sebastián Oria y Jorge Soldera ha venido cosechando muy buenos comentarios a lo largo de los años en tierras gauchas. No es de extrañar que, animados por nuestros cada vez más numerosos jóvenes actores amantes de los musicales, el Centro Cultural CAFAE-SE y la Escuela D'Art hayan presentado el mencionado espectáculo en nuestra ciudad, con la dirección de dos diestros artistas musicales, como lo son Gina Yangali y Mario Mendoza. Todavía sin orquesta en el escenario, pero con voces en vivo y el apoyo de micrófonos inalámbricos, la simpática obra explora de manera irreverente el inframundo para contarnos una tierna historia de amor.

La coartada sentimental que actúan los jóvenes Alejandro Melgar y Kalid Lino (chico que se presenta ante la Muerte para exigirle de vuelta a su novia muerta) es solo el pretexto para mostrar un delirante derroche de locura, color y sátira sobre el espacio del auditorio del CAFAE, con una puesta en escena tan kitsch como estridente, comandada por la figura de la Parka (Rodrigo Tapia), un atolondrado y ambiguo ser con cabellos rojos y guadaña amenazadora, secundada por su divertido asistente llamado Gladiolo (Ariana Dileo), su vocera con soga al cuello que responde al nombre de la Ahorcada (Paula Rodríguez), y cuatro zombies bailarines (Matías Alva, Brunella Díaz, Fabián Zambrano y Nicolle Díaz). Cuidado el apartado estético, en lo referente a escenografía y vestuario, así como a la ambientación lumínica y sonora, dentro de las posibilidades que ofrece el espacio.

Muy bien el elenco en general, que ejecuta con solvencia las coreografías y las pegajosas canciones. Destacar, en todo caso, la energía y entusiasmo que Tapia le entrega al personaje central, así como el sentido del humor que entiende con habilidad Dileo para su personaje. La Parka, El Musical es un muy recomendable espectáculo, que no solo sirve para divertirnos con los posibles escenarios al final de nuestros días, sino que comprueba el buen estado de nuestro teatro musical, que ciertamente está en la capacidad de ofrecer espectáculos dignos y profesionales.

Sergio Velarde

29 de octubre de 2024

lunes, 28 de octubre de 2024

Crítica: LA FORMA DE LA DISCORDIA


Belleza

La forma de la discordia, espectáculo inspirado en el mito de la manzana de la discordia, que está bajo la dirección artística de Maureen Llewellyn-Jones, es interpretado por las reconocidas bailarinas Karine Aguirre Morales, Ximena Larco y Maureen Llewellyn Jones. Esta puesta en escena nos revela, entre múltiples formas y coreografías corporales, que quizá la discordia siempre esté latente en la sociedad, alimentada por esa competitividad en que está cada ser humano. 

La forma de la discordia es un espectáculo de danza contemporánea, que se compone de trece escenas bailadas donde se pueden apreciar solos y tríos. Desde el inicio, esta puesta en escena nos envuelve con la energía y versatilidad de cada una de las bailarinas; ellas logran una fluidez que sorprende, al mismo tiempo que transmiten una sensación de movimiento impactante y envolvente. Su habilidad para jugar con los elementos y utilizarlos de manera muy precisa, logrando que no solo sean solo un aspecto decorativo, sino que sean parte de esa narrativa corporal. Las tres demuestran una destreza y técnica impresionantes, creando en conjunto una experiencia visual impactante. 

Sumado a ello, el acompañamiento musical incluye obras del compositor peruano Miguel Flores, diseñadas particularmente para el espectáculo, así como piezas clásicas de Bach y piezas contemporáneas de Selma Mutar y Bachata. En cuanto a las luces y los elementos visuales, pues todo permite el apreciar con claridad y calidad cada ocurrencia en el escenario, llevando a que uno quede pendiente de todo lo que sucede durante la puesta en escena. Podemos decir que las luces, la música y los elementos hacen un acople perfecto que lleva a apreciar la puesta en escena de principio a fin.

No cabe duda de que la puesta en escena La forma de la discordia es una presentación que fusiona reflexión y diversión simultáneamente, y su potencia reside en la manera en que toca los temas del orgullo, la competitividad, que en algún punto llegan a generar la llamada discordia. Explorada también desde el humor, convirtiéndola en una puesta en escena recomendable.

Javier Gutiérrez

28 de octubre de 2024 

Crítica: ANYA STAR


Sin miedo

Sin saber muchas veces que nuestras luchas internas puedan inspirar también a otras personas, Anya Star muestra los conflictos que se viven cuando uno de sus secretos sale a la luz. Ella es una famosa cantautora que está en el apogeo de su carrera. Anya debe decidir qué hacer a partir de ahí, entre los comentarios en prensa y redes, la búsqueda del responsable, los personajes aliados y no aliados, y lo hermoso y lo amargo que trae consigo ese secreto.

La obra inicia con los personajes haciendo su ingreso desde la parte posterior. Ellos invaden el ambiente con una algarabía que contagia a los espectadores de la misma, para luego ubicarse en el escenario e iniciar con sus acciones y sus diálogos; quizá, en un inicio, juega un poco en contra el hecho de que el audio no permitió que se les escuchara de manera clara. Aun así, cada personaje brilla en el escenario y muestra su destreza, tanto para el canto y la actuación. Cada actor ha permitido que sus personajes logren su objetivo en cada parte de la obra, dejando ver claramente lo que desea cada uno de ellos. Así mismo, se puede apreciar la versatilidad que tienen estos para poder hacer cambios y jugar con más de un personaje. 

En general, se puede disfrutar de cada momento, siendo la escena de mayor logro cuando Anya habla por celular con su psicólogo: una escena muy llamativa por cómo ambos personajes logran mayor claridad en sus acciones, logrando enganchar a los asistentes, siempre con un conmovedor mensaje. En esta escena ambos logran la mayor naturalidad y claridad. 

La puesta es dirigida por Marilyn Molina, quien ha sabido transmitir mediante la obra un mensaje claro, cargándola de momentos dramáticos que dejan una profunda reflexión en cuanto a la musicalización, que está a cargo de Diego Yarlequé, quien con sus melodías hace que cada parte de la obra cobre mayor realce, definitivamente muy buena musicalización.

En general, se puede decir que es una obra que cumple con sus objetivos. Tiene muchos momentos dramáticos y se puede disfrutar de cada momento. Son muy buenas músicas y voces las que complementan esta puesta.

Javier Gutiérrez

28 de octubre de 2024 

Crítica: EL PROGRESO


Marchando al ritmo de Brecht

Cuesta creer que hace diez años se dieron las marchas contra la Ley Pulpín. El shock continúa cuando te das cuenta que, el año que viene, se cumplirán cinco años de las marchas contra Manuel Merino y de las muertes de Inti y Bryan. ¿Cuánta justicia se ha encontrado? ¿Cuánto ha cambiado nuestra manera de relacionarnos con la protesta? ¿Cuánto hemos progresado? Josué Castañeda explora estas preguntas en ocho cuadros brechtianos, donde se hacen presentes el caos y la confusión, al mismo tiempo que la humanidad.

La puesta en escena comienza estableciendo desde el principio su fuente brechtiana: no se quiere que olvidemos nunca que estamos viendo a actores en escena, interpretándose a sí mismos, al mismo tiempo que a personajes. Los cuadros saben hábilmente interpretar la protesta desde su base, desde el lugar que dicho concepto tiene en nuestro imaginario colectivo. La idea evoluciona desde varias aristas: toca de cerca la muerte, pero las imágenes y cambios de código (con saltos entre comedia, teatro físico o un explícito simbolismo) hacen que la reflexión escénica aborde más allá de un simple réquiem y se convierta en un ensayo con muchas preguntas, a veces sin respuestas.

Por el contrario, en El progreso la protesta se toma también como una pregunta: ¿por qué protestamos? Sus imágenes, como el shockeante feto de parihuana o la idea de un proyecto de ley que prohíbe la muerte, exponen no solo una sátira política, sino que se centra enormemente en la frustración del joven ante el status quo y su búsqueda por desplazarlo, pero cuya poca dirección lo deja impotente ante una maquinaria que no procesa el amor.

El progreso, quizá, hubiera podido aprovechar de inicios y finales más claros y definidos para sus cuadros. Es evidente que cada uno trata una arista de esta gran reflexión, y su unión en el caos final habría causado más impacto en dar mayor claridad a sus conclusiones. Es también cierto que algunas preguntas no tienen conclusiones, pues son futuros a los que nuestra juventud aún no ha llegado, pero quizás es esa frustración la que guía también nuestra protesta. Es por esta frustración que es importante hacerle honor al pedido de El progreso y no olvidar que estamos viendo una obra: discútanla después de verla, analícenla, cuestiónenla. Este es, pues, un objetivo brechtiano a la vez que peruano.

José Miguel Herrera

28 de octubre de 2024

Crítica: MÁS QUE TEATRO


Microteatro en un bar

Más que teatro presentó en su primera temporada, un formato de tres obras cortas de quince minutos, con intermedios de improvisación teatral. En Sala Osma, un bar que los martes adapta un espacio poco convencional de teatro, el espectador puede comer o tomar algo mientras disfruta de las propuestas escénicas.

En una elección de obras bastante dispareja, destacan para el espacio Súper Cuarentón y Los coach de tu vida con una dinámica ágil, divertida y cercana al público, como la propuesta propone.

YO (NO) LO PARÍ

Dos mujeres, en distintos países, pero con una historia común, se enfrentan contra ellas mismas, contra los hombres, pero también contra la sociedad. Una propuesta con un mensaje fuerte y transgresor, pero que no conversa con el espacio en el que se representa. Destaca la propuesta de dirección en un espacio con limitaciones y la actuación de Camila Dellepiane.

SÚPER CUARENTÓN

Él, supercuarentón; ella, súper colágeno. Cuando él intenta construir una relación, varios desafíos se presentan y es finalmente el público el que elige el destino de esta dispareja relación. En una propuesta divertida, el público se entretiene, ríe y se siente parte de la obra. Resulta una excelente elección para el espacio en el que se encuentra.

NECESITO EL TRABAJO

¿Qué es lo que sucede cuando un hombre necesita un trabajo y es una mujer controladora la decisora de su destino? Es lo que nos plantea la obra, pero resulta confusa en el texto y los movimientos y corporalidad de los personajes.

LOS COACH DE TU VIDA

Entre las obras, Julio Díaz y Renato Pantigozo realizan un divertido juego con el público a través de la improvisación teatral, lo cual permite que el espectador conecte con esta nueva propuesta.

Este formato puede permitir acercar a personas lejanas al teatro, pero debe trabajar en mejorar la experiencia del cliente con asientos más cómodos, mejor atención y manejo del área del bar durante la función, que no permite tener toda la atención en el escenario.

Alejandra Sierralta

28 de octubre de 2024

jueves, 24 de octubre de 2024

Crítica: NO PUEDES DEJAR ESTE CUERPO SIN CONTAR ESTA HISTORIA


Eslabones de la vida

En el preámbulo, una voz en off invita al espectador a tomar asiento, acomodarse e incluso lo alienta a no temer; desde ese momento, empezamos a ser parte de la historia de Valeria, una psicoanalista de 52 años que vive con una condición física que la mantiene en una silla de ruedas. En el 2019 descubre un medicamento fabricado en el extranjero, que detiene el deterioro muscular que su cuerpo ha experimentado por largo tiempo, pero se enfrenta al obstáculo de poder acceder a él. Cuando por fin logra avanzar hacia su cometido, la pandemia amenaza con frenar todo el tratamiento al que tanto le había costado llegar. Entonces, Valeria se ve enfrentada a sus propias emociones, en medio de una situación extrema para el mundo, sobre todo, para nuestro frágil sistema de salud.

No puedes dejar este cuerpo sin contar esta historia es una obra de autoficción, escrita por Valeria García y dirigida por Nadine Vallejo, la cual se presentó por una breve temporada en La Casa Yuyachkani. En la interpretación, Verónica Garrido Lecca nos transporta a través del movimiento y la palabra, por aquellos eslabones que marcaron la vida de Valeria, acompañada por la música y el soporte audiovisual, e incluso la silla de ruedas, que bien podría ser un personaje más de la historia. La autora aparece en escena como la voz interna de su propio yo, la cual empatiza con el dolor y los temores que surgen a partir de la incertidumbre. Así, los cuestionamientos que se abordan son la vulnerabilidad emocional frente a una discapacidad física, la perspectiva de la sociedad en torno a lo distinto, y el estado de crisis de la salud pública en nuestro país, en medio de una pandemia que llegó para ser la protagonista, dejando a otras enfermedades relegadas y desprotegidas.

La propuesta escénica, en armonía con la sensibilidad de la narrativa, plantea un escenario ocupado por artículos personales y significativos para la autora; además, el juego de luces en tonos naranja y amarillo, conjugados con la penumbra, nos permiten apreciar la destreza corporal de Garrido Lecca, que a través de su ejecución le otorga una voz al cuerpo de Valeria, evidenciando las anécdotas divertidas, los recuerdos, los procesos dolorosos, y también la esperanza; que suponen la experiencia de muchas personas que conviven con alguna condición o discapacidad física. No puedes dejar este cuerpo sin contar esta historia es una puesta teatral movilizadora y urgente, especialmente en nuestro país, donde las realidades son tan distintas como extensas.

Maria Cristina Mory Cárdenas

24 de octubre de 2024

Crítica: CUANDO EL MUNDO ERA MÁS PEQUEÑO


Testimonios para aceptarnos

Cuando el mundo era más pequeño teníamos el privilegio de no conocer el mundo de los adultos. De no conocer sus prejuicios, ni la crueldad, ni el abandono, ni el rechazo; pero llega un momento en el que este mundo se agranda, en el que sentimos que no encajamos, en el que nos vemos diferentes, en el que ese mundo pequeño se torna hostil hacia nosotros.

Cuando el mundo era más pequeño es la nueva obra de teatro testimonial escrita y dirigida por Carol Hernández que, a través de testimonios de seis jóvenes, reflexiona sobre las disidencias, el racismo, la homofobia, la discriminación y los privilegios que les inculcan los adultos a los niños desde temprana edad, eliminando la libertad e intentando suprimir sus emociones. Una obra que si bien se ha tratado antes, con gran acierto, evade lo que podría ser una obra expositiva para situarnos en el papel de niñxs en un grupo de juegos. Alguno baila, otrx juega con sus muñecas, otrx con sus dibujos, otrx compite en nado, otrx canta. El dinamismo de la obra permite que estas historias no se queden en historias enumeradas o definiciones de términos, sino que se nutran cada una de la anterior y que generen empatías entre ellas.

Lo mejor de la obra es la manera en la que se expresan estas historias. Se sienten tan personales debido a la fuerza en sus testimonios. Tanto Luciano Bueno, Estrella Paucar, Germán Diaz, Samanta Romero, Silvi Salas y Ena Feuer ofrecen interpretaciones que nos hacen empatizar con estas historias con testimonios no van al lugar común, sino que funcionan para la reflexión acerca de la aceptación. Los testimonios son diferentes entre sí: algunx fue rechazado por su familia, otrx tuvo padres que lx querían, otrx no tuvo problemas para encontrarse, otrx tardó años para poder reconciliarse con su madre, etc. Así este problema no es único, es trasversal y la única víctima es la niñez, quien solo intenta ser feliz en este mundo tan pequeño. “¿Alguien quiere pensar en los niños?” (parodiada en la obra) sollozan, mientras estas infancias sufren más por el rechazo y por la obligación de encajar en una “normalidad” que nadie pidió.

Al concluir el juego, lxs intérpretes señalan qué es lo que quisieran para el futuro. Una sociedad que los acepte; un estado que no los fuerce a esa “normalidad” o, incluso, una familia que los puedo abrazar. Hora y media de reflexionar sobre nuestros privilegios, llega el final con una frase: “Ojalá mi mamá quiera ser abuela de un hijo mío”. Frase demoledora que nos hace darnos cuenta de nuestra posición de enorme privilegio con el que muchas personas no han vivido: una familia que los quiera y los acepte como son.

Gabriel Calderón

24 de octubre de 2024

miércoles, 23 de octubre de 2024

Entrevista: FRANCISCO CABRERA


“Con trabajo y dedicación se puede conseguir una puesta profesional.”

Ganador del premio Oficio Crítico, gracias a la votación delpúblico, como director de Metamorfosis, Francisco Cabrera conversó con nosotros acerca de su nuevo espectáculo, llamado Bajo tierra, una adaptación de la pieza Beirut de Alan Bowne. Con ella, se nos invita a cuestionar los límites de la supervivencia y el deseo en un mundo en donde el contacto humano es letal.

Bajo tierra es el nombre de la obra teatral que se presentará a partir del 2 de noviembre del 2024 a las 8 de la noche en el Teatro Barranco. Ambientada en un mundo devastado por un virus que convierte el contacto físico en una sentencia de muerte, la obra explora las emociones más humanas en su forma más cruda: el duelo, el miedo y un deseo que ahora es prohibido.

La puesta en escena, dirigida por Francisco Cabrera, cuenta con las actuaciones de Sebastian Stimman, también a cargo de la adaptación, y Alessa Wichtel. Las entradas están a la venta en atrapalo.pe o en la boletería del teatro.

Sergio Velarde

23 de octubre de 2024


Crítica: OFICINA DE DESEOS, ¿CUÁNTO HAY? y MI AMIGO MARICÓN


Sobre lo cómico como recurso movilizador

El formato de obras cortas presentadas en Piso 1 ofrece una experiencia teatral concentrada e intensa, además de ser el plan de fin de semana favorito de muchos. Tuve la oportunidad de ver tres obras cortas: Oficina de Deseos, ¿Cuánto hay? y Mi amigo Maricón. Piso 1 suele tener opciones variadas de obras, acompañadas de piqueos y bebidas disponibles en su local de Miraflores.

Oficina de Deseos

Escrita por Leticia Arbelo y dirigida por Renato Pantigozo, Oficina de Deseos es una comedia ácida que explora los límites del emprendimiento en un contexto absurdo. Mariana y Laura, interpretadas con carisma por Rocio Montesinos y Vivi Neves, buscan el éxito empresarial a través de la creación de una oficina en donde los deseos de los clientes se cumplen, un concepto tan ingenioso como inquietante. La obra plantea situaciones en las que es inevitable preguntarse hasta dónde estamos dispuestos a llegar para alcanzar nuestros sueños o el éxito. Montesinos y Neves logran construir una dinámica de amistad cargada de complicidad y tensión, lo que mantiene al espectador enganchado hasta el final. Sin embargo, la resolución de la trama podría haberse beneficiado de mayor profundidad en el conflicto ético que se sugiere; hubo momentos donde el humor fue forzado y no resultado de la acción dramático.

¿Cuánto hay?

Paco Varela presenta en ¿Cuánto hay? una tragicomedia sobre la nostalgia y el fracaso personal, centrada en el reencuentro de dos personajes marcados por su pasado. La ex vedette, interpretada con notable amargura y vulnerabilidad por Caroll Chiara, se enfrenta a su exesposo, encarnado por Gerardo Fernández, en un duelo de resentimientos y viejos rencores. La obra destaca por sus diálogos rápidos e irónicos, que transforman el dolor profundo de los personajes en humor. Aunque el ritmo a veces parece algo apresurado, quizás debido al formato breve, el ibretto encuentra momentos de gran verdad emocional, especialmente en la interacción final, que deja al público con un sentimiento agridulce.

Mi amigo Maricón

Por otro lado, Mi amigo Maricón de Alejandra Reyes es una historia de amistad y aceptación que, aunque aborda temas serios, lo hace con ligereza y humor. Magda y José son amigos cercanos que están a punto de cumplir un pacto de juventud, lo que los enfrenta a la contradicción entre sus miedos y deseos.  Sus interpretaciones llenas de ternura y picardía logran conectar emocionalmente con el público. El conflicto central de la obra, la promesa de realizar ciertos deseos antes de cumplir los 30 años, se convierte en una metáfora sobre el paso del tiempo, las expectativas no cumplidas y la búsqueda de identidad. Magda, interpretada por Tracy Alcántara, espera en la cima de una montaña a José, su mejor amigo, interpretado por Jesús Oro. A medida que la obra avanza, se revelan las razones por las que José podría no llegar a tiempo, lo que da pie a momentos de reflexión sobre la amistad, la identidad y el paso del tiempo. El humor ligero, combinado con un toque de melancolía, logra hacer de esta pieza un viaje conmovedor sobre el valor de los lazos afectivos y las decisiones que nos definen.Si bien algunos momentos humorísticos podrían haberse desarrollado mejor, la obra mantiene un buen balance entre la comedia y la reflexión, ofreciendo un cierre satisfactorio y emotivo.

Stefany Olivos

23 de octubre de 2024

Crítica: LOS HÉROES DE MI PATRIA


El heroísmo de la memoria histórica

Los héroes de mi patria, escrita e interpretada por Ernesto Barraza Eléspuru y dirigida por Rocío Limo, se presentó como una propuesta de teatro documental que mezcla la historia personal del autor con los acontecimientos clave de la historia del Perú. La obra, estrenada en el Teatro de Lucía, implicó un viaje íntimo y reflexivo a través del linaje familiar de Barraza, en el que se cuestiona su legado y, en un sentido más amplio, el lugar del ciudadano común dentro del entramado histórico de su país.

Uno de los aspectos más destacables e intbre deresantes de este unipersonal es la capacidad del autor de entrelazar lo personal con lo histórico. A partir de la venta de la casa familiar, Barraza emprende una investigación que lo lleva a descubrir la fuerte conexión de su familia con una tradición militar de muchas generaciones, lo que le permite abrir el debate sobre cómo estos legados impactan en su identidad y en su percepción de la historia del Perú. La obra utiliza documentos, fotos y videos para evocar figuras y eventos del pasado, proporcionando una narrativa apropiada y multifacética al relato, el cual va desde las guerras de la independencia hasta el presente.

La dirección de Rocío Limo da a la obra un ritmo y un tono sobrios que permiten al público conectar con la reflexión íntima del autor. No obstante, esta misma sobriedad puede, en algunos momentos, generar un ritmo pausado que podría no enganchar completamente a ciertos espectadores. Sin embargo, es precisamente en esa pausa donde se encuentran las preguntas más profundas de la obra: ¿Qué significa ser peruano? ¿Cómo se reconcilian los héroes familiares con la vida cotidiana y los desafíos actuales?

Barraza Eléspuru, en su rol de intérprete, se muestra vulnerable, sincero y profundamente conectado con su material. Su presencia en el escenario es contundente. Sin embargo, hubo momentos en los que el ritmo de la historia se caía, provocando la desconexión del público con la historia. En cuanto a su escritura, logra equilibrar bien la crónica histórica con la introspección personal, aunque en algunos momentos se podría desear un desarrollo más profundo de ciertos eventos históricos que, por su relevancia, podrían haber dado mayor peso a las reflexiones sobre la identidad nacional.

Los elementos multimedia no se sienten invasivos, sino que complementan el relato, haciendo que el pasado cobre vida de manera dinámica. No obstante, faltó precisión al momento de manejar el contenido audiovisual. En ese sentido, este recurso podría haber sido explotado con mayor creatividad para dar un impacto más potente en ciertas escenas clave. Si bien algunos momentos podrían haber tenido más fuerza narrativa, la obra ofrece un espacio para el cuestionamiento y la introspección, elementos que hacen que el teatro documental cumpla su función de conectar el pasado con el presente y de invitar al espectador a replantear su lugar en el mundo.

Stefany Olivos

23 de octubre de 2024

Crítica: LA CENA


Sobre el amor y las convenciones sociales

Gianfranco Mejía nos presenta en La cena una obra que logra captar la atención desde el primer instante, poniendo sobre la mesa temas universales como las diferencias de clase, la edad y los prejuicios familiares en las relaciones amorosas. La puesta, dirigida y escrita por Mejía, se sostiene sobre una premisa aparentemente simple: Jimena, una joven de 17 años perteneciente a una familia adinerada, decide presentar a su novio Alonso, de 26 años, a sus padres en una cena que rápidamente se convierte en un campo de batalla emocional.

El conflicto principal, aunque predecible en su estructura, está tan bien desarrollado que atrapa al espectador desde el primer momento La incomodidad de Alonso es palpable. Su personaje es un joven sin estudios ni trabajo, lo que lo convierte en un blanco fácil para las críticas de los padres de Jimena. Los actores logran transmitir el rechazo velado y el juicio silencioso con sutileza, elevando la tensión de la cena a niveles incómodamente familiares para muchos, aunque con toques de humor.

Jimena, interpretada por Luna Scarlet, brilla con un equilibrio de fragilidad y determinación juvenil. Es en su actuación donde se siente la verdadera desesperación de una joven que lucha por defender un amor que, desde el principio, parece condenado al fracaso. Scarlet logra transmitir esa mezcla de idealismo adolescente y frustración ante la incomprensión de sus padres, haciendo que su personaje sea más cercano y de fácil empatía por parte del público. La falta de ambición del personaje de Alonso, que inicialmente parece ser una desventaja, se transforma en una reflexión más profunda sobre la validez de los valores que dictan el éxito en la sociedad. Su lucha no es solo por el amor de Jimena, sino también por la aceptación en un mundo que lo considera inferior.

Si bien el desenlace de la historia no presenta giros inesperados, la obra destaca por la forma en que aborda el viaje emocional de los personajes, especialmente el de Alonso y Jimena. El final, aunque abierto a interpretaciones, deja al público con una sensación de esperanza mezclada con incertidumbre, reflejando la complejidad de las relaciones humanas y las barreras que a menudo se interponen en ellas.

Stefany Olivos

23 de octubre de 2024

Crítica: LOS ARGONAUTAS


Ritual de vida, muerte, memoria y olvido

Los Argonautas, una obra ganadora del Concurso Anual de Proyectos de Creación PUCP 2023, escrita y dirigida por Rodrigo Benza Guerra, se presentó como una experiencia teatral que trasciende lo convencional, fusionando la historia de migrantes con rituales de despedida en una propuesta llena de simbolismo y profundidad emocional. Protagonizada por dos actores icónicos del teatro peruano, Alberto Isola y Augusto Casafranca, la obra logra capturar la esencia de un viaje entre dos grandes dualidades universales: la vida y la muerte, la memoria y el olvido.

La puesta en escena se construye sobre una premisa poética y visualmente sugerente: dos viejos amigos, uno de origen europeo y otro de origen andino, deciden construir sus propias tumbas, simbolizando no solo su fin físico, sino también la oportunidad de reencontrarse con sus raíces y sus historias. La obra va transcurriendo como un ritual a la vida recorrida, a cargo de los personajes. A través de diálogos que alternan entre lo íntimo y lo trascendental, los protagonistas guían al espectador en un recorrido por sus recuerdos y vivencias, profundamente marcados por la migración y la guerra.

Isola y Casafranca, en sus interpretaciones, despliegan una maestría actoral que otorga a sus personajes una humanidad conmovedora. Sus interacciones en el escenario, en un continuo vaivén entre el humor, la nostalgia y el dolor, dotan a la obra de una autenticidad que conecta con el público de manera inmediata. El vínculo entre ambos actores fue el sostén de esta historia; este aspecto, en consecuencia,  hace que el viaje de estos dos amigos se sienta personal y universal al mismo tiempo.

La dirección de Benza apuesta por una escenografía en la cual los objetos escénicos, como las tumbas en construcción, realmente cobran vida simbólicamente, gracias a los detalles que los personajes van trayendo al espacio. Las tumbas no solo son el fin de un ciclo, sino espacios de contención y homenaje donde las historias compartidas se transforman en legado. La influencia de rituales andinos y europeos es palpable, no solo en los elementos visuales, sino también en la música y el baile, que enriquecen la atmósfera ritualística de la obra.

El texto juega con la temporalidad, permitiendo que el pasado se superponga con el presente en una narrativa no lineal. Las historias de guerra y migración, aunque específicas en sus contextos, resuenan con fuerza en el Perú contemporáneo, un país cuya identidad se ha forjado en gran medida por estos mismos temas. Este es uno de los grandes logros de Los Argonautas: su capacidad de hablar del pasado y del presente sin caer en sentimentalismos, pero con una sensibilidad que invita a la reflexión.

Stefany Olivos

23 de octubre de 2024

Crítica: METAMORFOSIS


Una historia de conversiones

La nueva temporada de Metamorfosis, dirigida por Francisco Cabrera, marcó el regreso de una obra inquietante y movilizadora, la cual invita al público a enfrentarse con los temas más profundos y oscuros de la existencia humana. Basada en el célebre relato de Franz Kafka, esta adaptación teatral logra capturar la angustia existencial y el drama familiar del icónico personaje Gregorio Samsa. Este hombre, al despertar convertido en un insecto, experimenta la desintegración de su vida tal como la conocía.

El elenco, encabezado por Sebastián Stimman en el papel de Gregorio, es uno de los puntos más destacados de la producción. Stimman vuelve a sorprender con una actuación conmovedora y desgarradora. Su transformación física y emocional sobre el escenario es un viaje al centro del dolor, la incomprensión y el aislamiento. En ese sentido, la construcción de este personaje fue un trabajo impecable, con una técnica actoral a la altura. La fisicalidad de Stimman se transformaba momento a momento, dando lugar a la tan simbólica transformación descrita en la obra original. A lo largo de la obra, su Gregorio se retuerce no solo bajo el peso de su nueva forma monstruosa, sino también por el rechazo y la indiferencia de su propia familia.

Vanessa Robbiano y Daniella Stornaiuolo también brillan en sus roles como los miembros de la familia Samsa. Robbiano interpreta con maestría la complejidad de una madre que oscila entre el amor materno y el rechazo hacia su hijo transformado. Stornaiuolo, como la hermana de Gregorio, aporta un delicado equilibrio entre la inocencia y la resignación. Su evolución a lo largo de la obra, desde la preocupación hasta el total desprecio hacia su hermano, está matizada con una sutileza que habla de la buena técnica de la actriz para navegar por las emociones más contradictorias.

La incorporación de Sergio Paris en el rol que antes interpretaba Diego Lombardi ofrece un matiz renovado a la obra, aportando un aire fresco a una producción que, de por sí, ya es rica en simbolismo. Paris logra encarnar con precisión la desesperación y el agotamiento de un hombre atrapado en un hogar que se desmorona poco a poco.

En cuanto a la dirección de Cabrera, su visión de Metamorfosis va más allá de la mera representación del texto de Kafka. Cabrera utiliza la obra para lanzar una reflexión punzante sobre el aislamiento y la falta de empatía en la sociedad moderna. Su decisión de centrarse en el sufrimiento invisible de las clases marginadas y en la fragilidad de los vínculos familiares resuena fuertemente con la audiencia actual. El diseño de producción, minimalista pero efectivo, refuerza la sensación de claustrofobia y alienación. La escenografía, con sus tonos fríos y líneas opresivas, parece estar constantemente cerrándose sobre los personajes, reflejando el mundo que poco a poco aprisiona a Gregorio.

La puesta en escena de Metamorfosis cobra aún mayor relevancia este 2024, en el marco del centenario de la muerte de Franz Kafka. Esta obra no solo rinde homenaje a uno de los escritores más influyentes del siglo XX, sino que también subraya la atemporalidad de su mensaje. Temas como la alienación, la frustración y la lucha por la individualidad en un mundo que aplasta son tan actuales hoy, como lo eran hace cien años. La producción, ganadora de múltiples premios, mantiene su vigencia al reflejar una realidad cruda y materialista, donde el ser humano se desdibuja entre expectativas sociales y la búsqueda de un afecto genuino.

Stefany Olivos

23 de octubre de 2024

Crítica: ANDROMEDA


Vigencia del mito en versión libérrima

La mitología griega, a pesar de los siglos transcurridos, sigue estando en plena vigencia hasta la actualidad. Personajes y situaciones, envueltos siempre por una capa de tragedia, resultan eternos a pesar de las múltiples versiones y reinterpretaciones, sin modificar en demasía, claro está, su esencia original. Para que estos mitos se sostengan en el tiempo, resulta inevitable que vayan adaptándose a las épocas modernas, ya que son finalmente un fiel reflejo de la humanidad. Por citar un ejemplo reciente, Medusa (2023) se alejó de la imagen de la criatura con cabeza de serpientes para representar a la mujer actual, valiente y empoderada, pero arrastrada sin remedio por una sociedad machista y cruel. Ahora le toca el turno a Andrómeda, la víctima encadenada a su suerte para detener la ira de un monstruo marino, que en esta versión se toma grandes licencias para asociarla con un crimen tan terrible como lo es la trata de personas, y así conseguir un montaje curioso, estéticamente atractivo y con un poderoso mensaje.

Producida por Fabutopia, la dramaturgia le corresponde a Linda García y Rahib Bend, con la dirección de la primera, siendo la idea original del segundo. La mayor fortaleza de esta puesta en escena radica, sin duda, en el apartado estético lleno de contrastes: en medio de una vistosa ambientación lumínica y sonora, los actores lucen ataviados con máscaras y vestuarios de colores brillantes, desplegando sus virtudes corporales y gestuales, pero para narrarnos una historia urbana localizada en nuestra caótica y violenta Lima. Es esta marcada oposición de estilos, que chirría en los momentos más “localistas”, la que consigue sorprendentemente las mejores secuencias y la que acerca al mito con nuestra coyuntura social. La historia de esta bella jovencita llamada Andrómeda, que participa en sospechosos concursos de belleza por insistencia de su convenida madre y luego encuentra en su Perseo a su verdugo, es una atinada llamada de atención frente a una problemática real y despreciable.

El joven elenco, sólido y comprometido, ejecuta sus acciones e interpreta sus personajes con convicción, integrado por Arturo Huamaní, Sonia Gamión, Katherine Paz y Angie Magallanes. Mención especial para el rol de García en el montaje; además de escribir y dirigir, se reserva el personaje central, así como el de la Madre y el del Empresario encargado del concurso mencionado, saliendo más que airosa en su cometido. Estrenada en una brevísima temporada en el Club de Teatro de Lima, Andrómeda arriesga en señalar relaciones análogas entre el mito y la trata de personas (con estadísticas actuales y reales incluidas), dentro de un montaje cuidado estéticamente y que busca la reflexión del espectador frente a una de nuestras problemáticas más lamentables y condenables.

Sergio Velarde

23 de octubre de 2024

martes, 22 de octubre de 2024

Crítica: NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES


¿De dónde dijimos que éramos?

Quizás sea necesario que Nuestra Señora de la Nubes se represente al menos una vez al año en Lima. Quizás no se nos debería hacer extraño la importancia que nos tiene, no solo como latinoamericanos, sino como peruanos y limeños marcados por la migración y su brutalidad sobre nuestra memoria. En esta ocasión, vuelve a las manos del grupo Llaqta, quienes abordan el texto de Arístides Vargas con variedad e interesantes construcciones.

Uno de los aspectos más importantes que siempre necesita este texto es una buena capacidad para el contraste entre su picardía y su melancolía. Aquí, la dirección de Noraya Ccoyure logra diferenciar bien los códigos en sus distintas escenas para hacer que ambos elementos se sientan bien pronunciados (resaltantes las escenas del gobernador y el soldado). Aun así, algunos de los momentos más melancólicos terminan absorbiendo el tiempo y la energía de las escenas, con lo cual hay que ser cuidadosos para que ambas no decaigan y se mantengan en intensidad.

Los mejores momentos de la obra se sostienen a partir del trabajo físico y de texto: en el primero, cada personaje se siente compenetrado en el cuerpo de los actores y la manera que abordan el escenario; en el segundo, Fernando Lopez y Ccoyure, en particular, abordan las historias como cuentos para el público en las que cada parte del parlamento está segmentada.

La escenografía es escasa, más allá de un banco de la espera eterna y un biombo intervenido con detalles que invocan al paso del tiempo, desde el recuerdo y desde su erosión. Este biombo llamó mi atención durante buena parte de la obra, y me hubiera gustado verlo involucrado mucho más con la propuesta. En cuanto a elementos, las maletas de los dos exiliados y los hilos de la abuela también resaltan, así como las variadas propuestas de vestuario dentro de todo el elenco, que hacen sentir aún más único cada segmento de la obra.

Nuestra Señora de las Nubes es siempre una obra que se disfruta con pañuelo, y el darle peso a las escenas más fuertes que evoca completarán dicha experiencia. Por lo demás, el montaje de Llaqta sabe identificar en las peculiaridades de Arístides una profunda y latente humanidad, que a pesar del olvido y la brutalidad de nuestra Latinoamérica, persiste en nuestra habla. Los habitantes de Nuestra Señora de las Nubes no se callan, ¡y qué bueno que no lo hagan!

José Miguel Herrera

22 de octubre de 2024

lunes, 21 de octubre de 2024

Crítica: LOS JUSTOS


De la pasión y los ideales frente a los miedos

Al salir de ver Los justos, es inevitable no sentirse interpelado por las ideas planteadas y sus interrogantes, por los miedos que puede producir el tomar acción por aquello que creemos, además de reevaluar si lo que creemos vale la pena ser creído y, por consiguiente, accionado.

La justicia, la compasión, la patria son algunos de los pilares puestos en conflicto, y que cada uno de los actores ha sabido cargar con gran entendimiento y valentía sobre el escenario. La obra, escrita por Albert Camus, es en esta ocasión dirigida por Ximena Arroyo y Haysen Percovich, quienes asumen la brutalidad del texto y cargan de emoción cada una de las oraciones, dando como resultado una obra que logra transmitir las interrogantes y conmociona al espectador y su pensamiento, pero también nos llevamos la calidad humana de sus personajes.

Dividida en cinco actos, cada diálogo está abordado con gran fuerza y vertiginosidad. Hay un entendimiento claro del texto, desde lo político, lo discursivo y lo emocional. Este entendimiento ayuda a que se logre expresar los ideales, las creencias y los conflictos de cada uno de los personajes. Y es impactante de ver cómo todo ello, expresado desde el texto, logra visualizarse en cada uno de ellos. La entrega es innegable.

Por otro lado, vemos que la dirección propone un inicio distinto. A manera de preludio, se toma una escena del segundo acto que da acción, tensión y una sensación de ambigüedad al no saber qué es lo que está ocurriendo, y nos causa cierto impacto e interés por descubrir lo que está pasando. Por lo menos se intuyen esos alcances como los motivos por los cuales se utilizó dicha escena. Se aplaude la propuesta desde la dirección, de plantear otros recursos para sumar a la estructura de la obra, pero acá presento dos motivos por cuales considero que no funciona del todo.

Por un lado, la escena tomada a manera de preludio, si bien da un inicio rápido, que causa impacto, queda relegada frente al nivel de urgencia y desconcierto que ofrece la misma escena, cuando la vemos en el momento cronológico correcto. Siendo así, nos encontramos con un despropósito, dejando para el olvido el preludio, por lo menos a nivel de impacto. La escena puesta al inicio de la obra no está al nivel en el que se encuentra la misma escena vista en su acto correspondiente.

En segundo lugar, el recurso le serviría más al público si se utilizará para involucrarlo emocionalmente. Revisemos, por ejemplo, Lo que sueñan los lobos, novela de Yasmina Khadra (autor argelino, al igual que Camus), en el que se utiliza dicho recurso, pues se plantea una escena de impacto que causa cierto desconcierto y donde se sitúa a nuestro protagonista en una situación de riesgo, para luego avanzar el texto de manera cronológica. Lo que hace diferente el impacto de este recurso es que no vemos nuevamente la escena hasta muy avanzada la novela, y lo que te da ello, es poder recibir esa misma escena, pero con un significado distinto. No es solo la urgencia, el caos, el temor, es también el dolor de ver al personaje y entender todo lo que ha tenido que enfrentar, la pérdida de su norte y de sus ideas; el personaje que vimos en un inicio de la novela no es el mismo que vemos llegado el momento leído en un inicio.

Arroyo y Percovich toman una escena muy cercana al inicio de la obra, donde el personaje principal no ha atravesado cambios, no hemos visto un desarrollo, más bien toman el momento exacto donde recién va a afrontar su quiebre. Puede vincular visualmente, porque ya sabemos de qué escena se trataba el inicio, pero más valioso sería un vínculo emocional, otorgando una revelación mayor, la de ver a un personaje totalmente cambiado. El inicio se convierte así en un accesorio de ayuda a los actores a entrar en un estado de urgencia, y elevar la tensión que se mantienen durante toda la obra, pero no logra tener la transcendencia que podría tener de cara al público.

Bien se pudo haber prescindido de ese preludio, enfocándose en lo que ya han logrado con el texto, o quizás se pudo haber utilizado esa propuesta con otra escena, tal vez alguna del cuarto acto, pues el personaje ya no es lo mismo, atraviesa un estado cercano al descontrol que hubiera sido interesante de ver.

Fuera de ello, la obra es sólida en su desarrollo, cada actor encuentra una manera especial de expresar a su personaje, y hay un gran manejo del ritmo, por momentos se podría necesitar de ligeras pausas, pero lo incontenible de la pasión, del propósito y la necesidad de tomar acción hacen que no podamos separar nuestra atención de todo lo que ocurre. Ese es el sello personal de esta versión, esa intensidad como identidad es la que en parte nos llevamos y que destacamos. Italo Maldonado, como reconocimiento especial, ha encontrado en su personaje el poder de su expresividad, el vínculo especial que puede otorgar un personaje, el retratarlo desde su pasión, desde sus miedos y desde su lealtad a sus ideas, y sobre todo a sus amigos.

La obra está llena de interrogantes vitales y urgentes en nosotros y nuestra sociedad. El absurdo de las ideas y de los movilizadores humanos, nos lleva a repensar la justicia en contraposición al perdón y la misericordia.

Omar Peralta

21 de octubre de 2024

viernes, 18 de octubre de 2024

Crítica: SEÑOR MINISTRO DE SALUD: ¡¿QUÉ HACER?!


La sociedad al borde del colapso

Han pasado cuatro años y parece que la gran mayoría ya se olvidó que vivimos una pandemia. Nos desensibilizamos con la crisis política, nos olvidamos que la gente moría en la calle, que las clínicas cobraron millonadas, que la clase política buscó salvarse primero, que se intentó ganar dinero a costa de la desesperación de la gente, etc. Cuatro años de una pesadilla de la cual se evita hablar. Cuatro años de evitar reflexionar sobre un evento real que desnudó las desigualdades y precariedades más profundas de este modelo neoliberal pegado con baba, que más temprano que tarde (lo podemos ver ahora) está destinado a colapsar.

En Señor Ministro de Salud ¡¿qué hacer?!, dirigida por Tirso Causillas e interpretada por Nani Pease, Emanuelle Caffo y Mehida Monzón se aborda y se repasa a modo de teatro documental el Perú al borde del colapso con la pandemia del COVID - 19. A través de una creación colectiva con testimonios y una puesta en escena física profundizamos en la mentira del milagro económico peruano a puertas del bicentenario, pero que en la realidad siempre ha estado a punto de estallar. Lo más valioso de la obra es que no se nos habla de lugares comunes. Si bien enumera eventos terribles que por repetirlos nos terminaba desensibilizando, lo que busca es presentarnos un viaje emocional exhibiendo los rostros más allá de las cifras. Si hace cuatro años se repitió hasta el hartazgo el número de muertes por día, el número de contagios para aplanar la curva, las indicaciones de prevención, etc. terminamos por desensibilizarnos; pero estos números que repetimos siempre tuvieron rostros. Cuentan historias de personas a calles de distancia que lo perdieron todo, la historia del vecino que perdió a su padre sin despedirse, la de la señora que pierde al amor de su vida, la de la enfermera que muere al mostrar un segundo de humanidad. Todo eso por culpa de un país que siempre iba a colapsar, pero que no quisimos mirar.

Resulta valiosísima una obra como esta que hace memoria de un evento catastrófico en el país que por doloroso no se intenta recordar. Resulta valiosísimo en tiempos donde las crisis políticas, sociales y económicas se agravan, y donde la clase media no protesta cuidando lo poco que tiene. ¿Es que acaso nos hemos olvidado de lo que pasó hace cuatro años? El egoísmo que tuvimos como sociedad nos reventó en la cara. Las grietas de este sistema neoliberal siempre estuvieron allí. Un sistema de salud precario, una clase política extremadamente corrupta y un sistema económico informal son solo algunas de las bombas de tiempo con las que cargamos.  Estamos a una crisis de que vuelva a colapsar todo. ¿Habremos aprendido algo de la pandemia? ¿O seguiremos pensando que el 2020 fue una pesadilla?

Gabriel Calderón

18 de octubre de 2024

jueves, 17 de octubre de 2024

Crítica: BROTHERHOOD


(In)secretos familiares

A Brotherhood de Anahí Ribeiro no le interesa contarnos una historia de secretos familiares, como muchas veces acostumbramos. Muy por el contrario, busca conectarnos, a través de sus visuales y las dinámicas entre su elenco, con la historia de una familia que, gracias a los años y heridas, saben ya bastante unos de otros, y nos muestran de manera muy sensible los resultados de esas dinámicas cuando son atravesadas por el caos.

Sí que hay un par de secretos familiares grandes dentro de la obra, ambos girando alrededor del Gringo, interpretado con buena soltura y subtexto por Paco Caparó. Lo interesante es que la obra utiliza estas interrogantes dentro de la familia para mostrar el porqué de algunos hermanos para su dejadez, su ansiedad o su apego hacia alguno de sus padres. Nos dan a conocer y conectar con la familia a través de anécdotas, confesiones, discusiones y (muy) memorables conversaciones por WhatsApp la dificultad que tienen los hermanos para trabajar juntos. Acierto del montaje: al dedicar la obra a familiarizarnos con los siete hermanos, estos puntos de ebullición se sienten como algo natural a pasar. Atención en aprovechar esas ebulliciones.

Convengamos que los estallidos son fáciles de identificar por la forma en que la obra está planteada en el espacio. El apartado visual es aquí impecable y lúdico, goza de personalidad y logra apoyar no solo la comedia, sino también los momentos más emotivos. Aprovechar estos juegos para conocer a los siete hermanos por igual y en sus diferencias es algo que puede explotarse incluso más, sumando al trabajo que ya se ve en los siete actores para que cada hermano se sienta diferente. Destaca acá el trabajo gestual de Collao y Del Águila (alivio cómico invaluable), el vocal de Quea y Mármol y el corporal de Muente y Rechkemmer. Esto también ayudaría a encajar mejor el final: muy entendible por las revelaciones finales, pero cuyas resoluciones entre hermanos necesitaban algo más de desarrollo.

Pero, aun así, considero que el objetivo de Brotherhood no es terminar de cambiar a sus siete hermanos. No es un rompecabezas o un cuento, sino una pintura. Distintos espectadores se centrarán en una parte distinta del cuadro, reflejando sus propias historias familiares y, al igual con la muerte, dejándonos con la respuesta de que a veces, dentro de las familias, no hay respuesta. Esta pintura de montaña rusa no hará más que ganar intensidad en temporada, así que préstenle atención al panorama con el que nos toca. Cuidado si vas con un hermano/hermana que te lleve muchos años: habrá preguntas incómodas al terminar.

José Miguel Herrera

17 de octubre de 2024

Crítica: LA GEOMETRÍA DEL TRIGO


Tejiendo entre el pasado y el presente

La obra La geometría del trigo, escrita por el dramaturgo español Alberto Conejero, llega a la escena limeña bajo la dirección de Daniel Goya. Ganadora del Premio Nacional de Literatura Dramática 2019 en España, esta pieza teatral presenta una dramaturgia compleja donde dos líneas temporales se entrelazan para revelar un pasado familiar oculto que resuena en el presente.

La trama sigue a Joan, quien debe realizar un viaje al pueblo de su familia para asistir al entierro de su padre, a quien nunca conoció. Lo que parece ser un acto protocolar de despedida es el detonante para un viaje al pasado, que estará cargado de secretos y tensiones familiares que han repercutido durante años en la identidad y vida de todos los involucrados. Conejero ha tejido una obra en donde el presente y el pasado, la verdad y lo oculto, se funden en un juego narrativo que invita al espectador a reflexionar sobre los vínculos invisibles que nos atan al pasado.

Por otra parte, la dirección de Daniel Goya resalta la naturaleza dual de la obra, manejando de forma impecable las conexiones entre las escenas del pasado y el presente. En estas transiciones, por medio de una carta, el personaje de la madre Beatriz va narrándole a su hijo Joan lo que sucedió antes de que naciera y revelando la razón por la que nunca conoció a su padre. Este personaje, crucial para entender la trama, es el nexo entre los dos horizontes de tiempo y es quien conduce al espectador a un viaje al pasado logrando engancharnos a la historia. Así, dos historias avanzan de forma simultánea: por un lado, Joan y su esposa camino al entierro van discutiendo diferentes aspectos de su vida y su relación en crisis; y por otro lado, una joven Beatriz embarazada nos muestra su vida en el pueblo, aparentemente feliz con su esposo Antonio y su madre, pero que se ve afectada por la llegada de Samuel, un viejo amigo de Antonio, quien le hará una oferta de empleo interesante pero que podría significar el quiebre de su familia.

Por otra parte, Goya acierta al enfatizar la poesía de los textos de Conejero, a través de escenificar los simbolismos. Por ejemplo, la escena en donde se proyecta un video sobre el hallazgo de un fósil y luego, los personajes de Joan y su esposa Laia recrean la misma posición de los fósiles, que simboliza ese pasado oculto que quedó enterrado, pero del cual ellos son piezas. Asimismo, la proyección de las grietas nos hace pensar que en esta historia dividió a una familia y todos los integrantes llevan su propia grieta.

En cuanto a las actuaciones, el elenco conformado por Jorge Bardales, Fiorella Díaz, Pedro Ibáñez, Andinnia López-Cano, Aníbal Lozano Herrera y la destacada interpretación de Pilar Núñez, ofrece una interpretación sólida y cargada de matices, logrando sostener la carga emocional de la obra de forma natural y cercana, permitiendo al público verse reflejado en la historia de vida de esta familia.

En resumen, La geometría del trigo parte de una dramaturgia poética que ha sido llevada a escena con éxito. La dirección de Goya y las actuaciones nos hace sentir y conectar con esta historia familiar que bien podría ser la de cualquiera de nosotros.

Alexandra Valdivieso Chudán

17 de octubre de 2024

lunes, 14 de octubre de 2024

Crítica: NOCHE DE REYES


El enredo es un arte delicado

Fernando Luque y La Vaca Multicolor eligen en Noche de reyes un texto ideal, no solo para poder mostrar todo el repertorio de su elenco a nivel físico y cómico, sino para generar un genuino entretenimiento y emoción por parte del público. Es una obra que, con lo clásico y constante que es la presencia de Shakespeare en el teatro, logra sentirse fresca y con objetivo claro.

Los enredos son una de las herramientas por excelencia de Shakespeare para sus comedias; y una buena herramienta de su texto, que este montaje aprovecha, es la de ser pacientes con estos: empieza de a pocos, estableciendo las situaciones y los personajes, para luego conectarlos a manera de rompecabezas hasta que todos los personajes llegan a escena en caótico pero bien ordenado clímax. El haber seguido la historia con atención se siente como una recompensa para el público cuando las tramas principales se resuelven. Logra por este cuidado (aunque al principio fuese complicado enlazar la trama de Sebastián o la de Malvolio) generar en el público una sensación de “¡Al fin!”, al ver a todas las parejas juntas.

El código elegido, fuertemente enraizado en la commedia dell'arte, logra que no sea necesario modificar demasiado el texto de Shakespeare. Los versos se dejan entender con los movimientos y personajes exagerados de cada actor, todos muy bien construidos dentro de su arquetipo. Es un trabajo muy parejo entre todos y que funciona con el tono de comedia. Las canciones contemporáneas no distraen, al ser establecidas desde el inicio y usadas con cuidado, sabiendo en qué momentos y con qué personajes se usan. Destaco aquí a Christine Lemus, Hebe Sánchez, Isabel del Castillo y Óscar Aguirre, por sus muy bien definidas construcciones físicas, pero es una felicitación que extiendo a todo el equipo.

Salgo de Noche de Reyes muy satisfecho del trabajo visto en las actuaciones, la dirección y el vestuario. Es un montaje que sabe aprovechar a Shakespeare con color, reconociendo sus elementos “raros” o queer como tan universales como los de sus tragedias, y ese es quizás un mérito adicional para poder diversificar la manera en la que concebimos y disfrutamos del teatro clásico. Muy recomendada por risas y dinamismo.

José Miguel Herrera

14 de octubre de 2024

domingo, 13 de octubre de 2024

Crítica: LA MADRE


Nido vacío

Luego de los excelentes estrenos en nuestra capital de El padre (2017) y El hijo (2022), el dramaturgo francés Florian Zeller vuelve a la cartelera limeña y esta vez, con la primera pieza escrita de su trilogía, La madre. Quizás, por estar ya familiarizados con la temática de salud mental que exploraron las primeras puestas mencionadas, el factor sorpresa en esta oportunidad sea escaso; pero este detalle no disminuye ni la calidad ni el disfrute de otra arriesgada apuesta teatral del joven director Rodrigo Falla Brousset (que se exige a sí mismo en cada montaje) y la Asociación Cultural Lima New Stage Group. Para ello cuenta con un más que solvente elenco y una puesta en escena controlada al detalle, para narrarnos la conmovedora historia de esta madre aquejada por el síndrome del nido vacío.

Catalogado como el conjunto de pensamientos y emociones que experimentan los padres cuando sus hijos se van de casa, el síndrome del nido vacío no es otra cosa que la respuesta emocional ante esta, casi siempre, irremediable ausencia. Los síntomas que pueden aparecer en estos padres, dependiendo de sus personalidades, pueden abarcar desde la tristeza y la sensación de soledad hasta el aburrimiento, la escasa autorrealización y la pérdida del sentido de la propia vida. Es justamente este conglomerado de emociones que ya podemos intuir desde la primera llamada, cuando ingresamos a la sala del Teatro de Lucía y vemos sobre el aséptico, blanco y vacío escenario a la madre, sentada frente a una mesa con un teléfono fijo, mirando inquieta al vacío.

La puesta en escena mantiene, en todo momento, la mayor fortaleza que exige el autor: la ambigüedad. Nunca estamos seguros si las múltiples escenas consecutivas, insólitas y reiterativas que protagoniza la madre con su esposo, con su hijo o con su futura nuera, cuando corresponde, son efectivamente reales o parte de las fantasías de esta mujer. La austera escenografía, funcional y precisa, contribuye a lograr la atmósfera inestable e inquietante que se requiere, así como los cambios repentinos de las luces y la ambientación sonora. Acaso la única escena en la que los actores ejecutan una secuencia corporal, para un necesario cambio de vestuario que pide la historia, puede perturbar en algo el tono de la propuesta; pero este es un detalle menor, ya que el ritmo y la fluidez se mantienen gracias a un ingenioso texto, bien aprovechado por su elenco.  

Erika Villalobos nos vuelve a regalar otra intensa interpretación, llena de detalles y matices, no solo para conmovernos con el tormento personal con el que debe lidiar su personaje, sino también para otorgarle la tan necesaria humanidad a una mujer que no puede controlar, por su cuenta, sus propios impulsos. A su lado, los actores José Miguel Arbulú (en una grata reaparición sobre las tablas), José Miguel Argüelles y Mane Acosta saben manejar la ambigüedad de sus roles, dándole la réplica precisa a Villalobos. La madre es un más que digno cierre de la trilogía de Zeller, con un par de secuencias perturbadoras y hasta escabrosas pero ejecutadas de manera estilizada, convirtiéndose en una suerte de thriller psicológico cautivante y conmovedor.

Sergio Velarde

13 de octubre de 2024