miércoles, 23 de octubre de 2024

Crítica: LA CENA


Sobre el amor y las convenciones sociales

Gianfranco Mejía nos presenta en La cena una obra que logra captar la atención desde el primer instante, poniendo sobre la mesa temas universales como las diferencias de clase, la edad y los prejuicios familiares en las relaciones amorosas. La puesta, dirigida y escrita por Mejía, se sostiene sobre una premisa aparentemente simple: Jimena, una joven de 17 años perteneciente a una familia adinerada, decide presentar a su novio Alonso, de 26 años, a sus padres en una cena que rápidamente se convierte en un campo de batalla emocional.

El conflicto principal, aunque predecible en su estructura, está tan bien desarrollado que atrapa al espectador desde el primer momento La incomodidad de Alonso es palpable. Su personaje es un joven sin estudios ni trabajo, lo que lo convierte en un blanco fácil para las críticas de los padres de Jimena. Los actores logran transmitir el rechazo velado y el juicio silencioso con sutileza, elevando la tensión de la cena a niveles incómodamente familiares para muchos, aunque con toques de humor.

Jimena, interpretada por Luna Scarlet, brilla con un equilibrio de fragilidad y determinación juvenil. Es en su actuación donde se siente la verdadera desesperación de una joven que lucha por defender un amor que, desde el principio, parece condenado al fracaso. Scarlet logra transmitir esa mezcla de idealismo adolescente y frustración ante la incomprensión de sus padres, haciendo que su personaje sea más cercano y de fácil empatía por parte del público. La falta de ambición del personaje de Alonso, que inicialmente parece ser una desventaja, se transforma en una reflexión más profunda sobre la validez de los valores que dictan el éxito en la sociedad. Su lucha no es solo por el amor de Jimena, sino también por la aceptación en un mundo que lo considera inferior.

Si bien el desenlace de la historia no presenta giros inesperados, la obra destaca por la forma en que aborda el viaje emocional de los personajes, especialmente el de Alonso y Jimena. El final, aunque abierto a interpretaciones, deja al público con una sensación de esperanza mezclada con incertidumbre, reflejando la complejidad de las relaciones humanas y las barreras que a menudo se interponen en ellas.

Stefany Olivos

23 de octubre de 2024

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