Testimonios para aceptarnos
Cuando el mundo era más pequeño teníamos el privilegio de no
conocer el mundo de los adultos. De no conocer sus prejuicios, ni la crueldad,
ni el abandono, ni el rechazo; pero llega un momento en el que este mundo se
agranda, en el que sentimos que no encajamos, en el que nos vemos diferentes,
en el que ese mundo pequeño se torna hostil hacia nosotros.
Cuando el mundo era
más pequeño es la nueva obra de teatro testimonial escrita y dirigida por
Carol Hernández que, a través de testimonios de seis jóvenes, reflexiona sobre las
disidencias, el racismo, la homofobia, la discriminación y los privilegios que
les inculcan los adultos a los niños desde temprana edad, eliminando la libertad
e intentando suprimir sus emociones. Una obra que si bien se ha tratado antes,
con gran acierto, evade lo que podría ser una obra expositiva para situarnos en
el papel de niñxs en un grupo de juegos. Alguno baila, otrx juega con sus
muñecas, otrx con sus dibujos, otrx compite en nado, otrx canta. El dinamismo
de la obra permite que estas historias no se queden en historias enumeradas o
definiciones de términos, sino que se nutran cada una de la anterior y que generen
empatías entre ellas.
Lo mejor de la obra es la manera en la que se expresan estas
historias. Se sienten tan personales debido a la fuerza en sus testimonios.
Tanto Luciano Bueno, Estrella Paucar, Germán Diaz, Samanta Romero,
Silvi Salas y Ena Feuer ofrecen interpretaciones que nos hacen empatizar con
estas historias con testimonios no van al lugar común, sino que funcionan para la
reflexión acerca de la aceptación. Los testimonios son diferentes entre sí:
algunx fue rechazado por su familia, otrx tuvo padres que lx querían, otrx no
tuvo problemas para encontrarse, otrx tardó años para poder reconciliarse con
su madre, etc. Así este problema no es único, es trasversal y la única víctima
es la niñez, quien solo intenta ser feliz en este mundo tan pequeño. “¿Alguien quiere pensar en los niños?”
(parodiada en la obra) sollozan, mientras estas infancias sufren más por el
rechazo y por la obligación de encajar en una “normalidad” que nadie pidió.
Al concluir el juego, lxs intérpretes señalan qué es lo que
quisieran para el futuro. Una sociedad que los acepte; un estado que no los
fuerce a esa “normalidad” o, incluso, una familia que los puedo abrazar. Hora y
media de reflexionar sobre nuestros privilegios, llega el final con una frase: “Ojalá mi mamá quiera ser abuela de un hijo
mío”. Frase demoledora que nos hace darnos cuenta de nuestra posición de
enorme privilegio con el que muchas personas no han vivido: una familia que los
quiera y los acepte como son.
Gabriel Calderón
24 de octubre de 2024
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