jueves, 24 de octubre de 2024

Crítica: CUANDO EL MUNDO ERA MÁS PEQUEÑO


Testimonios para aceptarnos

Cuando el mundo era más pequeño teníamos el privilegio de no conocer el mundo de los adultos. De no conocer sus prejuicios, ni la crueldad, ni el abandono, ni el rechazo; pero llega un momento en el que este mundo se agranda, en el que sentimos que no encajamos, en el que nos vemos diferentes, en el que ese mundo pequeño se torna hostil hacia nosotros.

Cuando el mundo era más pequeño es la nueva obra de teatro testimonial escrita y dirigida por Carol Hernández que, a través de testimonios de seis jóvenes, reflexiona sobre las disidencias, el racismo, la homofobia, la discriminación y los privilegios que les inculcan los adultos a los niños desde temprana edad, eliminando la libertad e intentando suprimir sus emociones. Una obra que si bien se ha tratado antes, con gran acierto, evade lo que podría ser una obra expositiva para situarnos en el papel de niñxs en un grupo de juegos. Alguno baila, otrx juega con sus muñecas, otrx con sus dibujos, otrx compite en nado, otrx canta. El dinamismo de la obra permite que estas historias no se queden en historias enumeradas o definiciones de términos, sino que se nutran cada una de la anterior y que generen empatías entre ellas.

Lo mejor de la obra es la manera en la que se expresan estas historias. Se sienten tan personales debido a la fuerza en sus testimonios. Tanto Luciano Bueno, Estrella Paucar, Germán Diaz, Samanta Romero, Silvi Salas y Ena Feuer ofrecen interpretaciones que nos hacen empatizar con estas historias con testimonios no van al lugar común, sino que funcionan para la reflexión acerca de la aceptación. Los testimonios son diferentes entre sí: algunx fue rechazado por su familia, otrx tuvo padres que lx querían, otrx no tuvo problemas para encontrarse, otrx tardó años para poder reconciliarse con su madre, etc. Así este problema no es único, es trasversal y la única víctima es la niñez, quien solo intenta ser feliz en este mundo tan pequeño. “¿Alguien quiere pensar en los niños?” (parodiada en la obra) sollozan, mientras estas infancias sufren más por el rechazo y por la obligación de encajar en una “normalidad” que nadie pidió.

Al concluir el juego, lxs intérpretes señalan qué es lo que quisieran para el futuro. Una sociedad que los acepte; un estado que no los fuerce a esa “normalidad” o, incluso, una familia que los puedo abrazar. Hora y media de reflexionar sobre nuestros privilegios, llega el final con una frase: “Ojalá mi mamá quiera ser abuela de un hijo mío”. Frase demoledora que nos hace darnos cuenta de nuestra posición de enorme privilegio con el que muchas personas no han vivido: una familia que los quiera y los acepte como son.

Gabriel Calderón

24 de octubre de 2024

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