¡Abre, por favor, Jaime, el telón!
Las tablas del escenario resuenan con la
proximidad del espectador, el hombre asiduo de ver el espectáculo se asoma a
paso apresurado por los pasillos tenues, que conducen al fondo de ese lugar, una
luz baja anuncia que ya todo está listo, es la noche, es el día o es el amanecer,
es todo, es el momento que acompaña, es
el instante que será efímero, que solo acompañará a nuestra vida, es ese
momento, la emoción, la enseñanza, la sensación, está con nosotros, ya estamos
listos, vamos anuncia que ya saldremos, ¡sí, ya saldremos!, ¡llegó el momento
compañeros!, ¡vamos, abre el telón!, ¡qué esperas, abre el telón!,…. ¡qué
sucede!, ¡abre el telón!… ¡Jaime, revisa, qué pasa, qué sucede!, si algo pasó soluciónalo
¡ahora!, ¡la función ya debe comenzar y no debemos retrasarnos!... ¡Abre, por
favor, Jaime, el telón!.. ¡Que tenemos que presentarnos!, ¡estamos listos!, ¡la
obra ya está terminada!, ¡el público espera y el telón no debe de estar cerrado!...
¡Ábrelo!... ¡Dónde están!, ¡dónde se fueron todos!, ¡qué pasó!, ¡no me boten
del escenario, porque tengo una función!, ¡no me saquen del escenario, porque
tengo una función!, por favor, no quiero cubrirme la boca, con ese tapaboca o como
tú quieres llamarlo! ¡No me deja trabajar la voz, necesito crear, con mis compañeros!
Ese silencio de las calles no me deja, el
miedo de sus veredas y de sus puertas no me deja salir, no me conformo a esa
nada, el tiempo es solo un vacío, que tiene su tiempo violento de voces que
estremecen al público y a los compañeros, no hay más… solo el tiempo, porque no
se detiene y que su paso se hace cada vez más lento y lento y consume el
esperar…
Adaptarse ¡ja! Sí, claro, cómo no, adaptarse
tras una pantalla, adaptarse a no estar presente al público, de verlos, de
estremecerse cuando te observan, de sonreír cundo te sonríen, de girar en
torbellinos cuando te abrazan después de terminar una función, adaptarse a lo que
alguna vez fue el sentido pálpito del golpear de palmas de ese fulgurante
espacio, adaptarse, adaptarse, el espíritu del teatro, él no puede, lo siento,
pero esa alma saltarina y poética del teatro no puede, y yo tampoco, veo las
olas de ese viento que arrastra a mis compañeros hacia la desesperanza, no es
su culpa, no es de nadie, son cosas del tiempo, es esa tormenta que nos
esperaba, es ese telón que no logró abrirse y que demora y demora en
levantarse, no me pidas que mantenga cerrado el telón, porque seguiré insistiendo
que se abra, una y otra vez, sé que no me cansaré… llámalo fe, llámalo insensatez,
llámalo como quieras, pero insistiré hasta que ese telón vuelva a abrirse, porque
ya estamos listos, compañeros, el maquillaje aún resiste, las luces están aún
bien calibradas, el corazón está latiendo con fuerza como siempre, las
emociones están con nosotros, vamos, resiste, compañero, resiste que el telón
ya se tendrá que abrir…
Tercera llamada…
Edgar Palomino Medina
Ayacucho, 31 de mayo de 2020