Grata sorpresa en la AAA
Una auténtica sorpresa significó el estreno de la obra El soplador de estrellas, una adaptación del director y dramaturgo argentino Ricardo Talento a cargo de la directora Yasmín Loayza, en el marco de un nuevo aniversario de la Asociación de Artistas Aficionados AAA en el Centro de Lima. Y es que en medio del estéril panorama del teatro infantil, atosigado por enésimas e inútiles repeticiones de cuentos clásicos y algunos contados aciertos, el apreciar una puesta en escena para toda la familia original, ordenada, entrañable y con un inteligente mensaje para reflexionar, resulta un completo acierto por parte de los realizadores.
Desde su improvisado observatorio en la terraza de un edificio, el maestro Bornolio dedica sus noches a pedirle al cielo deseos para toda la humanidad. El problema radica en que, a pesar de su altruismo, por cada deseo que pide, sopla y apaga una estrella con absoluta precisión, con la ayuda de un Estelaeróforo Retráctil, aparato con el que puede lograr su objetivo. Entonces aparece la ingenua Cibelina, una aspirante a ayudante, que al enterarse de que el cielo se está quedando sin estrellas, hará todo lo posible para que Bornolio encuentre una nueva manera de cambiar el mundo, sin dejar el cielo a oscuras. Este conflicto es sumamente interesante y lleva a la reflexión a los más pequeños, ya que no se le puede acusar a ninguno de los personajes de obrar mal, pues sus intenciones son sinceras y justas. Y la relación amical entre Cibelina y Bornolio está actuada con mucha ternura, que captura la atención del público hasta el feliz desenlace.
Excelentes actuaciones de Manuel Calderón y especialmente de Ximena Arroyo, muy carismática, en un papel que le exige una dosis de ingenuidad, que no le veíamos muy seguido. Acaso las referencias localistas (como los nombres de diarios, las combis, el Metropolitano) puedan distraer de la mágica atemporalidad que fluye a través de la puesta en escena, pero éstas no perturban el avance de la historia. Mérito de la joven directora Yasmín Loayza, que sabe aprovechar por igual las acciones físicas de los actores y el simpático texto, para lograr la complicidad con el público. El soplador de estrellas es un claro ejemplo que es posible realizar obras infantiles de calidad para el disfrute de toda la familia.
Sergio Velarde
29 de junio de 2011
miércoles, 29 de junio de 2011
sábado, 25 de junio de 2011
Crítica: JUGUETES EN FUGA
Encomiable esfuerzo de teatro para niños
La obra inicia como una variante atemporal de “Las nuevas ropas de emperador”, con el rey Kar (Óscar Ugaz), egoísta y vanidoso monarca que descuida a su castigado pueblo debido a su arrogante actitud. Pero luego aparece un genio que, como castigo, lo convierte en un muñeco flatulento, y termina dentro del cuarto de una insoportable niña que detesta a los juguetes. Y es entonces que la puesta en escena cambia diametralmente de apariencia y registro, para convertirse en un cruce entre Chicken run (Pollitos en fuga) y Toy Story (Historia de juguetes) y titularse muy convenientemente Juguetes en fuga. Una interesante vuelta de tuerca por parte de la dramaturgia de Micky Bolaños, pero que resulta algo forzada en su ejecución escénica.
Siguiendo los cánones tradicionales de toda obra infantil, Juguetes en fuga busca recuperar en el joven auditorio algunos valores como la tolerancia, la humildad y el trabajo en equipo, en este caso, para lograr que Kar recupere su anterior personalidad, ayudando a la variopinta e ingenua colección de muñecos a huir del cuarto de la niña. La dilatada duración de varias escenas y los cambios de escenografía perjudican el ritmo de la obra, hecho que sin embargo no impide el disfrute de los más pequeños. Especialmente en los números musicales, ingeniosos y alegres, pero con innecesario “playback”.
Por otro lado, la producción de la obra es impecable y los actores cumplen con corrección su cometido. Para actuar y dirigir a la vez, el joven actor Óscar Ugaz no lo hace mal en el rol protagónico, pero es Úrsula Kellenberger quien destaca nítidamente en su doble papel, como Bella, la engreída niña de la casa; y Zaraí, la malvada muñeca antagonista. Juguetes en fuga es una encomiable propuesta en nuestro (a menudo) estéril teatro infantil, que podría mejorar al sintetizar algunas escenas y reducir el tiempo de los cambios de escena. También el director debería animarse a grabar sólo las pistas y dejar al elenco cantar en vivo (que incluye además al cantante y actor Jean Pierre Vismara). Los mejores deseos para la próxima aventura teatral de la compañía Paradero Macondo.
Sergio Velarde
26 de junio de 2011
La obra inicia como una variante atemporal de “Las nuevas ropas de emperador”, con el rey Kar (Óscar Ugaz), egoísta y vanidoso monarca que descuida a su castigado pueblo debido a su arrogante actitud. Pero luego aparece un genio que, como castigo, lo convierte en un muñeco flatulento, y termina dentro del cuarto de una insoportable niña que detesta a los juguetes. Y es entonces que la puesta en escena cambia diametralmente de apariencia y registro, para convertirse en un cruce entre Chicken run (Pollitos en fuga) y Toy Story (Historia de juguetes) y titularse muy convenientemente Juguetes en fuga. Una interesante vuelta de tuerca por parte de la dramaturgia de Micky Bolaños, pero que resulta algo forzada en su ejecución escénica.
Siguiendo los cánones tradicionales de toda obra infantil, Juguetes en fuga busca recuperar en el joven auditorio algunos valores como la tolerancia, la humildad y el trabajo en equipo, en este caso, para lograr que Kar recupere su anterior personalidad, ayudando a la variopinta e ingenua colección de muñecos a huir del cuarto de la niña. La dilatada duración de varias escenas y los cambios de escenografía perjudican el ritmo de la obra, hecho que sin embargo no impide el disfrute de los más pequeños. Especialmente en los números musicales, ingeniosos y alegres, pero con innecesario “playback”.
Por otro lado, la producción de la obra es impecable y los actores cumplen con corrección su cometido. Para actuar y dirigir a la vez, el joven actor Óscar Ugaz no lo hace mal en el rol protagónico, pero es Úrsula Kellenberger quien destaca nítidamente en su doble papel, como Bella, la engreída niña de la casa; y Zaraí, la malvada muñeca antagonista. Juguetes en fuga es una encomiable propuesta en nuestro (a menudo) estéril teatro infantil, que podría mejorar al sintetizar algunas escenas y reducir el tiempo de los cambios de escena. También el director debería animarse a grabar sólo las pistas y dejar al elenco cantar en vivo (que incluye además al cantante y actor Jean Pierre Vismara). Los mejores deseos para la próxima aventura teatral de la compañía Paradero Macondo.
Sergio Velarde
26 de junio de 2011
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