miércoles, 30 de mayo de 2018

Colaboración regional: LA IMAGEN DE DIOS


El reto de los unipersonales

El proceso de preparación de una obra teatral conlleva un trabajo conjunto y arduo de actores, directores y técnicos. Los personajes nacen en la medida en que este trabajo conjunto se desarrolle de forma armónica y ordenada. Suele ocurrir que cuando la química entre los actores fluye de forma natural, gran parte del éxito de la obra puede estar asegurado. Sin embargo, en el caso de los unipersonales, esta química debe surgir entre el actor o actriz y el público, un reto difícil de lograr.

Para un unipersonal, el proceso de exploración e introspección del texto suele ser mucho más largo y complejo que para una obra con varios actores. Es necesario desmitificar el hecho de que trabajar con uno mismo es más fácil que con los demás; es cierto que en los unipersonales se suele tener más libertad creativa y de exploración, pero requieren mayor disciplina y concentración, tanto en el proceso como en la puesta. La labor del director también suele ser muy importante, debido a que su visión se ve con mucha más claridad en un trabajo unipersonal y eso implica una labor compartida y estrecha entre dirección y actuación. El actor, por su parte, requiere una dosis de humildad, por llamarlo de alguna manera, pues será él quien se enfrente al público solo, siendo la cara visible de un trabajo en conjunto.

Los sábados 5 y 26 de mayo, el actor huancaíno Adrian Do Chavez puso en escena, en el centro cultural Casa Activa, su trabajo unipersonal titulado “La imagen de Dios”. La obra, cuya dramaturgia pertenece al mismo actor y que está bajo la dirección de André Flores, cuenta la historia de un ángel que al perder sus alas baja al mundo para descubrir por sí mismo la vida del hombre, encarnándose en personajes muy distintos y con historias complejas y en algunos casos desgarradoras.

Es importante comentar que como texto dramático, “La imagen de Dios” está bien logrado: tiene una línea dramática sólida en la que cada personaje puede desarrollarse con comodidad; sin embargo, podría ser aún más profunda y con mayores giros dramáticos que permitan mayor conexión entre las historias.

En cuanto a la dirección, se nota el deseo por llevar al espectador un trabajo íntimo y de identificación con las historias; no obstante, los vacíos ocasionados por los cambios de vestuario entre personaje y personaje es el desacierto más notable en la puesta, ya que origina distracción del espectador y pérdida, por momentos, del hilo conductor de la trama. El uso de los elementos es un punto por destacar por su sencillez y claridad: cada elemento aporta a las historias.

En cuanto a la actuación de Adrian Do, resaltan los personajes del joven de barrio y la prostituta transexual. En el caso del primero, destaca la facilidad de lenguaje y la construcción del personaje, mientras que en el caso del segundo, cuenta con un manejo corporal muy limpio y sencillo, además de una intensidad dramática muy particular. Lograr romper la cuarta pared de forma adecuada y no forzada es muy complicado, debido a que es necesario contar con un “código” en la puesta, de tal forma que el público se identifique con la historia y no solo se vea “obligado” a participar. Esto se logró en gran parte de la puesta, pero es necesario un mayor trabajo de exploración para que fluya con mayor naturalidad.

Es importante que el teatro peruano tome y asuma riesgos, esto ayudará a su crecimiento y los trabajos unipersonales constituyen, en sí mismos, un reto para el actor, el director y el público que está ávido de nuevas formas de contar una historia.

Katiuska Granda
Piura, 30 de mayo de 2018

lunes, 28 de mayo de 2018

Colaboración regional: TEATRO NECESARIO


“Mujeres de Arena” de Ccalapata Teatro

"Mujeres de Arena", una obra de teatro documental, relata historias de violencia contra la mujer sucedidas en Ciudad Juárez. Esta obra es cruda, como cruda es la realidad que denuncia: cuatro mujeres víctimas de abuso, violencia e impunidad, lo que se agrava con la nula capacidad del Estado en protegerlas, o por lo menos, de resolver sus casos y darle así tranquilidad a sus familias. Desapariciones, violaciones, golpizas grupales, todo en el calor de un desierto que parece tragarse gente que nunca más volverá a casa.

En la ciudad, el grupo Cclapata Teatro, liderado por Fiorella Díaz y Marco Antonio García, presentó “Mujeres de Arena” en el 2017; entonces, tuve la suerte de acompañarlos como espectador. No ahondaré sobre el sentido estético de la obra, bastante bien planteada por la directora (Fiorella Díaz) con recursos precisos y actuada con pasión por el elenco femenino que incluía actrices de gran trayectoria, así como actrices que llevan menos de una década en el oficio. Esta vez, no es mi fin redactar un artículo sobre la puesta y sus recursos, ya que esto sería hablar solo de un pequeño aspecto de lo que significa el trabajo de “Mujeres de Arena”, realizado por Cclapata.

Delante mío, en pleno monólogo de la consolidada actriz Martha Rebaza, un joven de aproximadamente veinticinco años se conmovía hasta las lágrimas aferrado de la mano de su acompañante, y es este, creo yo, el asunto medular sobre el cual se tiene que hablar. La obra enfrenta cara a cara un problema real como es la violencia, desnudándolo en escena, mostrando sus dientes, advirtiendo sus peligros y, lo más importante, capaz de generar en el corazón y la mente del público eso que el espectáculo tantas veces nos ha negado: catarsis.
Como dije antes, la obra es cruda, cruel, pero no había forma de que fuera de otra manera, lleva en sí misma un grito sofocado por la injusticia, lleva en sus venas algo importante que es necesario denunciar. Es, sin duda, teatro necesario, necesario en estos tiempos donde la violencia generalizada nos come las esperanzas, tiempos en los cuales la “solución” es volvernos estoicos y soportar, como si de algo normal se tratase, la violencia que ocurre ante nuestros ojos. Dios nos libre de seguir cayendo tan profundo.

La violencia contra la mujer es algo que lastimosamente une Latinoamérica. El miedo que Perú se transforme en un “desierto” como el que describe la obra, en el cual mujeres son violadas y muertas con total impunidad, es realmente espeluznante. No es coincidencia que esta obra, de Humberto Robles, haya sido montada en tantas ciudades y por distintos grupos a lo largo del continente. Algo está sucediendo.

Gracias a Ccalapata Teatro, una ciudad más se ha sumado a la lista de lugares donde se ha presentado la obra. El pasado 22 de mayo, el elenco de “Mujeres de Arena” realizó una presentación de la obra en el marco del 23avo Concurso Interamericano de Derechos Humanos en Washington D.C., lo que es una alegría para todos los que hacemos teatro en la ciudad.

Un grupo de mujeres arequipeñas emprendió un largo viaje para decir algo importante mediante el teatro. Esto es maravilloso, no solo por la trascendencia artística que esto implica para el teatro de nuestra ciudad, es maravilloso también porque habla de la necesidad social de nuestro arte y sus creadores, habla del compromiso con la realidad que nos circunda y afecta, habla de una necesidad de nuestro arte para todos y cada uno de los miembros de la sociedad, habla de la urgencia de contemplar el teatro como un agente de cambio real y sacudirlo del espectáculo que muchas veces lo oprime. Es realmente un orgullo ver que un trabajo tan bien realizado, con un mensaje tan potente atraviese las fronteras de nuestra pequeña ciudad y pueda ser disfrutado-sufrido (algo que solo el teatro permite) por gente tan lejana a casa.

“No he venido a divertir a tu familia mientras el mundo se cae a pedazos”, reza una canción de Fito Paez. Hagamos que sea cierto, cumplamos nuestro rol en la sociedad, sigamos el ejemplo que Ccalapata Teatro, que desde la obra “Mujeres de Arena”, nos ha dado a nuestro arte un sentido mayor al que pueda alcanzarse desde lo escénico.

Alas y buen viento.

Mauricio Rodríguez-Camargo
Arequipa, 28 de mayo de 2018

sábado, 26 de mayo de 2018

Crítica: QONQAY


Impro y memoria en escena

Una nueva propuesta desde la impro llega con Qonqay, un espectáculo que en cada fecha representa una versión única e irrepetible sobre la historia de un pueblo desaparecido, víctima de la violencia ejercida por las fuerzas armadas y el terrorismo, dentro del marco del conflicto armado interno en el Perú. Qonqay, que significa “olvido” en quechua, viene gracias a Maria Guadaña Producciones, bajo la dirección de Piera del Campo, quien también es parte del elenco de improvisadores de este espectáculo a lado de Job Mansilla, acompañados de los músicos Rafael Allemant y Jonathan Soto. Acompaña el elenco Hilda Tovar, quien se encarga de recibir a los asistentes a la función como cuentacuentos de mitos andinos.

El lugar elegido para este espectáculo, La Casa de la Creatividad, fue un espacio que ayudó a redondear todo el concepto propuesto en Qonqay: los diferentes espacios con los que cuenta el lugar permite que el espectador, desde que ingresa a la casa, sienta que está empezando un viaje conceptual y sensorial. El escenario contiene elementos neutros y está imbuido por luces tenues y de colores que van siendo introducidas para recalcar momentos específicos de toda la improvisación. A un lado se encuentran dos músicos quienes durante toda la obra estuvieron atentos a las improvisaciones de los actores y acompañaron muy bien el desarrollo de las acciones, realzándolas y permitiendo que las escenas se aprecien completamente. Antes de que empiece la obra propiamente dicha, los actores (Piera del Campo y Job Mansilla) se pasan por el público entregando aguardiente y coca para chactar. Esto genera una cercanía del público al espectáculo y al contexto que este contará, necesaria para toda impro.

Una vez que empieza la obra queda claro, que si bien está improvisado, hay una estructura que guía el flujo del espectáculo y funciona. La idea es meter al espectador en este pueblo y esto se logra gracias a un perfecto trabajo de la manera de hablar (sin caer en el exotismo), a una serie de personajes y situaciones que resultan entrañables y a un tratamiento adecuado de humor ligero. En este punto cabe destacar a Piera del Campo, quien encarnó a cada uno de sus personajes de manera distintiva y que supo manejar el tránsito de la ligereza a la tragedia. En cuanto a Job Mansilla, por momentos estuvo muy apresurado, interrumpía las líneas de su compañera en ciertos momentos y algunos de sus personajes resultaban homogéneos. Además de eso, uno de los problemas de la puesta en escena fue que al principio, antes de que las desgracias lleguen al pueblo de Qonjay a través de los ataques de Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas, la historia vaciló un poco y se perdió un poco el hilo. Esto, no obstante, es algo que quizá tuvo que ver con los caminos que se tomaron en esta particular función.

El final de la obra fue lo mejor logrado. La historia no termina con un resultado decisivo, sino con un giro inesperado que invita a imaginarnos qué es lo que va a pasar con los protagonistas de la historia representada; sobre todo, es un último cuadro de la obra que termina significando ser un caso de los tantos que realmente ocurrieron en el contexto del conflicto armado interno. Esta es una propuesta que nos permite tener un espacio de compartir y reflexión acerca de todos los agentes que estuvieron involucrados en este lapso de la historia del Perú, con un tratamiento desde la impro y desde la sensorialidad trabajada en la exposición y la cuentacuentos del inicio. Un espectáculo completo y que, sin duda, trascenderá en cada uno de los espectadores.

Stefany Olivos
26 de mayo de 2018

lunes, 21 de mayo de 2018

Crítica: GRANDES INTENCIONES


¡Grandes acciones!

Sobre el escenario, seis artistas se preparan (cantando) para iniciar la función; el telón, símbolo inconfundible del teatro, sirve como marco perfecto para el inicio de la obra Grandes Intenciones, escrita y dirigida por Federico Abrill.

Una peculiar comedia, que muestra la historia de cinco vecinos, quienes no se conocen entre sí; solo saben que la vecina del 101 prende la radio cada mañana y a la misma hora, despertándolos a todos. Sin embargo, un acontecimiento –la desaparición de la vecina del 101- los llevará a conocerse, cambiando sus rutinas, así como los aspectos más profundos de sus vidas.

El montaje propone un espacio sencillo, compuesto por una puerta, que será utilizada para la mayoría de escenas. El trabajo en sí, se encuentra a cargo de los actores, quienes utilizando elementos de utilería básicos conectan muy bien a nivel de grupo. Las escenas trascurren entre el pasado y el presente, con una acertada dirección que permitía entender la secuencia de la historia. La mezcla entre la narración en vivo y la ejecución de la acción se logra correctamente. Siendo un elemento que suma, la música aporta dinámica y carga emocional a las representaciones.

La puesta tiene características particulares, es decir, no es una propuesta común, lo cual la hace muy meritoria, pues no es sencillo lograr una armonía contando con detalles como: la música, la improvisación bien lograda, el movimiento escénico y la narración. Considero que en el riesgo estuvo el acierto: el hecho de estructurar una obra divertida y diferente es el eje que hace funcionar a la narrativa. Mención aparte, las interpretaciones naturales y aplomadas de los personajes, que son otro ingrediente importante. El elenco conformado por Fernando Castañeda –con una gran versatilidad gestual-, Tamara Padilla –muy correcta en sus ejecuciones-, Roxana Cavero –llevando dos papeles con destreza-, Gretta Lisboa –con un buen dominio del espacio-, Renato Pantigoso –quien posee un don natural para la comedia- y José Miguel Ríos –con un talento para tocar, cantar y actuar sincronizando con acierto-, denota un trabajo consistente.

Por otro lado, el contenido que se encuentra en la obra es actual: la desconexión y la rutina en las que vivimos sumergidos día a día, así como la poca comprensión y empatía entre unos y otros, se reflejan claramente; situación que es revertida por las grandes acciones de aquella vecina del 101, quien lejos de querer incomodar a sus vecinos, se preocupaba por ellos sin que se dieran cuenta. Por estas razones, Grandes Intenciones merece ser vista, ya que será un viaje muy placentero y conmovedor para el espectador.

Maria Cristina Mory Cárdenas
21 de mayo de 2018

jueves, 17 de mayo de 2018

Crítica: SANSEACABÓ Y EL ÚLTIMO REFUGIO


Los niños de la Ciudad Gris

“Sanseacabó y el último Refugio” es el resultado del trabajo del dramaturgo peruano Miguel Álvarez Aguirre en coproducción con la asociación cultural Malajuntas. Cuenta con las actuaciones de Alejandra Bouroncle, Irene Eyzaguirre, Vian L. King, Diego Pérez, Rosella Roggero, Diego Sakuray y Stefano Salvini.

El nombre de la obra es un juego de palabras de origen confuso pero muy usado, según Ricardo Palma, en la Lima del siglo XIX. Es una expresión que se usa en un contexto de exclamación, dentro del relato de una serie de sucesos que pasan desapercibidos, exactamente como los de esta puesta en escena. Todo se ambienta en una ciudad gris y triste, donde un antagonista, el gran Sanseacabó (Stefano Salvini), trata de capturar a la mencionada urbe y convertirla eternamente en un lugar sin alegría ni gracia; evidentemente, se hace referencia a la ciudad de Lima. Alejandra Bouroncle, gran actriz de improvisación, representa a la miembro de una pandilla urbana que trata de impedir estos malvados planes y que se caracteriza por su buen corazón. Se trata de niños, que con candidez e ingenuidad, entran en situaciones hilarantes con los secuaces de Sanseacabó, como una señora bruja, Cachivache, y su gato malo, Grakus.

Los actores ejercen un dominio escénico magnífico, de tal manera que el público siempre está pendiente de su accionar. Diego Sakuray es el más histriónico de todos, pues se trata de un niño que, a pesar de no poder expresar sus ideas en palabras y oraciones completas, estas se dejan inferir gracias a los simpáticos movimientos de cuerpo, manos y gestos que ejecuta. La escenografía es genial, pues se logra ambientar una melancólica y grisácea ciudad, repleta de edificios y calles deshabitadas. Hay que reconocer que la asociación Malajuntas ha logrado que su elenco tenga un acertado vestuario, acorde al de sus respectivos personajes, con materiales muy bien cuidados, como el público infantil se merece.

La obra siempre entretiene, a pesar de contener algunas escenas no del todo claras, pero que se compensa con un trabajo en conjunto que apela mucho más al juego, generando así un espectáculo agradable y simpático. “Sanseacabó y el último refugio” es, sin lugar a dudas, un gran espectáculo dirigido para toda la familia y para todas las edades. Está en temporada hasta el 22 de julio, los sábados y domingos a las 4 pm, en el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico. Las entradas pueden ser adquiridas en la misma boletería del teatro. así como en Teleticket de Wong y Metro.

Enrique Pacheco
17 de mayo de 2018

miércoles, 16 de mayo de 2018

Estreno: LOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA


¡Cuidar al planeta nunca fue tan divertido!

Idea y Producción: ECOFIESTA
Estreno: sábado 26 de Mayo CC. Ricardo Palma
PREVENTA HASTA EL 19 DE MAYO A 25 SOLES

TEMPORADA: del 26 de mayo al 24 de junio, sábados y domingo 4:00pm

IDEA Y PRODUCCIÓN: Ecofiesta
DRAMATURGIA: Jorge Bazalar
DIRECCIÓN: Jorge Bazalar
ELENCO: Laly Guimarey, Briscila Degregori, Nuria Mayor, Sergio Cano y Francisco Luna.
LUGAR: Centro Cultural Ricardo Palma

DIRECCIÓN: Av. Larco 770 Miraflores

Comenzando la temporada de teatro familiar, ECOFIESTA  presenta la obra “LOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA” escrita y dirigida por Jorge Bazalar, La obra se estrena el sábado 26 de mayo a las 4:00 pm en el Centro Cultural Ricardo Palma.

LOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA nos cuenta la historia de la Madre Naturaleza quien está muy enferma por el daño ambiental producido a diario. Ella necesita la ayuda de  defensores de la naturaleza para cuidar del planeta,  por lo que encontrará a dos personas del público a quienes les  enseñará toda la problemática ambiental que estamos viviendo a través de canciones y situaciones divertidas. Sin embargo,  ¿ellos podrán salvar el planeta? ¿Tendremos alguna esperanza?

LOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA es la primera obra ecológica infantil que utiliza material reciclado en la utilería, accesorios, escenografía y demás materiales. Asimismo, es una obra que busca hacer una reflexión acerca de la problemática ambiental actual  como el crecimiento urbano desmedido en la costa, la tala indiscriminada de árboles en la selva y la contaminación en la sierra, así como el olvido de varias costumbres y tradiciones propias. También, es muy importante recalcar que la obra tiene una fuerte identidad peruana tanto en el vestuario, canciones e historia.

La puesta tiene como protagonistas a Briscila Degregori en el papel de Madre Naturaleza, Laly Guimarey en el papel de Laly y Sergio Cano en el papel de Checho. Siempre los acompañan dos músicos en escena quienes son Nuria Mayor y Francisco Luna.

LOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA
Entrada General: S/.35.00 nuevos soles
Niños/ Estudiantes/ Jubilados: S/.25.00 nuevos soles

PREVENTA HASTA EL 19 DE MAYO TODOS A 25 NUEVOS SOLES*

Todas las personas que compren en preventa podrán entrar al sorteo por un KIT ECOFIESTA
¿Qué contiene el KIT ECOFIESTA?
- Una caja con chocolates variados de Amazonia Organic Products
- 1 juguete Juguetes toy mosca
- 1 vale de peluquería y 1 vale de foto estudio para niños de Tijeritas
- 1 bolso de Fussion
- 1 kit de útiles ecológicos por ONYX GREEN Perú
- 1 sandalias por ToKe InKa

*Solo 1 persona se llevará el KIT ECOFIESTA.
*El sorteo se realizará al finalizar la preventa.
¡Y tenemos una sorpresa más!
Todos los que asistan a la obra, podrán entrar al sorteo por 1 bicicleta ecológica por JANKO - Ecobicicletas. La sortearemos en nuestra última función.

Entradas a la venta en https://www.facebook.com/ecofiestaperu/, en JOINUS, ATRÁPALO  y en la boletería del teatro una hora antes de función.

Para mayor información comunicarse con
Hector Cabrera  - Productor| 987 921 884 |ecofiestaperu@gmail.com

sábado, 12 de mayo de 2018

Crítica: CUATRO MUJERES

Cuatro desconocidas, cuatro mujeres, cuatro madres

La obra Cuatro mujeres, escrita y dirigida por Cristhian Palomino con la dirección adjunta de Ricardo Morante, se presenta en el Teatro Auditorio Miraflores hasta el 27 de mayo. La obra cuenta tres historias, que se van intercalando entre escena y escena.

La musicalización en vivo fue un elemento que conectaba a las tres historias atmosféricamente. Además, el hecho de que fuera acústica le daba a la puesta en escena una sensación de intimidad. También funcionaba como un elemento que hacía empezar y terminar un capítulo en la vida de los personajes, lo cual le otorgaba continuidad al conjunto.

Las historias, que cuentan las vicisitudes de cuatro madres, tenían un cierto grado de inocencia desde la dramaturgia. Los problemas se resolvían de manera muy rápida y casual. Por ejemplo, en la historia "Sobre Lluvia", en la que una muchacha de pocos recursos, que se acaba de enterar de que está embarazada, se encuentra en un parque de un barrio “exclusivo” con una mujer adinerada que es infértil y ella le propone criar a su hijo. En primer lugar, no se explica nunca cómo la joven llegó a un lugar como ese. Y tampoco es lo suficientemente verosímil el hecho de que una persona decida adoptar el hijo de una extraña. Es decir, tanto el lugar como el eje de la historia son gratuitos. Esto provoca que la historia por momentos sea menos interesante de ver, puesto que le quita peso al conflicto. 

Si bien la banca da el efecto de que la vida transcurre y de que estas escenas son (o intentan ser) retazos de vida que pueden pasar desapercibidos, no se justifica su contexto en la primera historia. En la segunda y tercera llega a justificarse un poco mejor (en la segunda es el lugar predilecto de la prostituta y en la tercera es el punto de encuentro de dos viejos conocidos); no obstante, a veces su presencia no ayuda al conjunto, pues vuelve predecible el paso de una historia a otra. El problema, quizá, es intentar decir a través de la banca demasiadas cosas a la vez.

En cuanto a la construcción de personajes existió una desigualdad. En la primera historia hubo un contraste claro entre el personaje de Marla (Tatiana Espinoza) y de Lluvia (Rocío Montesinos). Mientras que Marla no era la típica mujer de clase alta, Lluvia sí se ceñía a los clichés de las personas de clase baja. Además, la historia le daba a Marla más posibilidades de desarrollo de vulnerabilidad que a Lluvia. En la segunda historia, "La Mujer de la Banca", sí hubo una equidad en la construcción de personajes: tanto el joven (Cristhian Palomino) como la mujer (Amparo Brambilla), sobre todo al principio, tenían complejidad. Sin embargo, con el transcurrir de la obra hay un giro bastante fuerte que o llega muy tarde o no se desarrolla lo suficiente como para generar un impacto en el espectador. La primera parte estuvo tan bien construida, que la segunda, luego del giro, no aportó a la evolución dramática. En la tercera historia, "Segunda Oportunidad", hubo demasiados elementos que se quisieron tocar, como la inclusión de la tecnología en la vida de las personas mayores, las segundas oportunidades en el amor, y que no estuvieron bien ensamblados. Había elementos en la dramaturgia, como lo que se descubre sobre la muerte del esposo de Morayma (Cecilia Tosso), que no aportaban a la historia y que llegaban a distraer.

Hacia el final de la obra vemos una intención de hilar las tres historias a partir de cómo el aspecto de madres de los cuatro personajes principales redondea su condición y contexto. Nos da a entender que, sin importar si se conocen o no, lo que las une, la maternidad, es más fuerte que todo. 

En la vida a veces vamos muy rápido. Por eso, quizá sea necesario detenernos de vez en cuando, alzar la mirada, observar, por qué no, a esa persona que está sentada en una banca cualquiera de la calle y preguntarnos qué es lo que nos une a ella, en qué nos parecemos, cuál es la música que entrelazaría nuestros caminos.

Stefany Olivos
12 de mayo de 2018

Crítica: UNA GATA SOBRE EL TEJADO CALIENTE DE ZINC

¡Verdaderas mentiras!

¿Cómo sobrellevar la rutina de una vida llena de mentiras, de apariencias e hipocresías? Una gata sobre el tejado caliente de zinc (1955), del escritor estadounidense Tennessee Williams, intenta desvelar la complejidad de esta pregunta, bajo la dirección de Joanna Lombardi, conocida por su trabajo como directora de cine. Esta vez, decide arriesgar con su primera propuesta teatral, invitando al espectador a experimentar un sube y baja de emociones.

La obra transcurre debido a un acontecimiento familiar: el cumpleaños del abuelo Pollitt, el cual será el pretexto perfecto para que caigan las máscaras, con las que una familia buscaba ocultar las ambiciones más superfluas, los miedos más profundos, las represiones, la hipocresía y hasta la propia muerte.

En primer lugar, el diseño y elementos de la escenografía fueron un acierto, puesto que aportaron el realismo que las escenas necesitaban (la obra trascurre en una habitación). Además de servir como apoyo a la acción de los personajes, todos los artículos se utilizaron con pertinencia; por momentos, la iluminación parecía hacer alusión al tejado caliente que se menciona en el título de la obra. Considero que la experiencia de la directora en cine fue un plus, que se evidenciaba en la pulcritud de los detalles.

De otro lado, hablar del elenco es aludir a un grupo de actores consolidados y con una trayectoria indiscutible: Wendy Vásquez y Rodrigo Palacios -como Maggie (la gata) y Brick, respectivamente- tuvieron intervenciones más que destacadas. A su vez, Gustavo Bueno, en un rol clave en el desarrollo de la narrativa, interpretando magistralmente al Padre de Brick. Protagonizando junto a él, una de las escenas más conmovedoras y duras de la puesta: una conversación en donde padre e hijo revelan sus sentimientos, dolores y frustraciones. Completan el reparto Graciela Paola –caracterizando de manera entrañable a la madre de Brick-, Eduardo Camino, Diego Lombardi, Anneliese Fiedler y Chipi Proaño. Otro punto notable es la naturalidad, tanto en la interpretación de los personajes como en la forma de estructurar la obra. 

Particularmente, considero que el contenido (el texto), la interpretación real y sencilla de los actores y una dirección precisa y minuciosa son los ingredientes que han dado como resultado un buen montaje.

La historia de estos personajes, atrapados en sus propios conflictos, perseguidos por sus mentiras y ambiciones; retrata situaciones actuales, que ya se trataban en los tiempos de un clásico como lo es Una gata sobre el tejado caliente de zinc, que sin lugar a dudas merece que el público vaya a verla y genere sus propias impresiones al respecto.

Maria Cristina Mory Cárdenas
12 de mayo de 2018

Entrevistas: JOANNA LOMBARDI, GRAPA PAOLA y RODRIGO PALACIOS


Una gata sobre el tejado caliente de zinc

Con motivo del pre-estreno de la obra Una gata sobre el tejado caliente de zinc en el Centro Cultural de la PUCP, Oficio Crítico conversó con la directora de la puesta Joanna Lombardi y con los actores Rodrigo Palacios y Grapa Paola, quienes forman parte de esta interesante obra.

Para la directora y escritora cinematográfica Lombardi, esta es su primera experiencia en las artes escénicas. “Siempre he estado metida en cine, de hecho he dirigido tres películas”, comenta. “Siempre había tenido estas ganas de hacer teatro, he sido asistente de dirección algunas veces, pero no había tenido la oportunidad de dirigir una obra y de pronto apareció ésta y me mandé con todo”. Lombardi tuvo la oportunidad de haber elegido a sus actores y afirma sentirse feliz. “Y aquí, en el Centro Cultural, son increíbles todos, es un trabajo súper bonito, en equipo y estoy bastante contenta, es la primera vez que vemos la obra con público y creo que el público está muy conectado, sigue la historia”.

Consultada sobre las diferencias entre los mencionados lenguajes, Lombardi menciona que “es bien diferente en todo en realidad, desde los procesos de trabajo como el tiempo de ensayos, pero creo que lo principal es que en cine tú tienes un elemento que es la cámara y esta te permite elegir qué ver y qué mostrar; en cambio, en una obra de teatro estás con un plano general, se está viendo todo, entonces es mucho más difícil contar lo que le pasa a los personajes, porque en cine yo hago un primer plano, cuento en el montaje”. Si bien es cierto, ese ha sido uno de los principales retos para la novel directora teatral, ella asegura que en el teatro uno trabaja y luego, tiene que dejar a los actores seguir y hacer toda la función. “Y no puedes parar, yo nunca sé cómo va a ser la función y en cine yo ya sé cómo quedó la película y nadie la va a cambiar… Además estás asustada, porque nunca sabes si se van a equivocar ¿no? Son personas, se olvidan de la letra… Te tienes que entregar, lo bonito es saber que deben haber funciones más bonitas que otras”.

Una gata sobre el tejado caliente de zinc es una pieza clásica de Tenessee Williams. Para Lombardi, “el concepto grande que está detrás de la obra es la mentira, en todas sus formas y entre todos”. Cree además que es importante observar esa normalización de la mentira, en el núcleo familiar. “Es donde la gente que más te quiere, la gente en la que más confías y creo que eso pasa mucho, es como esperar que esos integrantes de cualquier familia salgan al mundo y no sean corruptos y no engañen, entonces creo que es como este regreso a decir cómo es mi vida chiquita, cómo me porto yo, con mi papá, con mi mamá, con mis amigos ¿no? Porque es bien fácil criticar y sorprenderse con la corrupción, pero si ni en mi casa soy capaz de ser honesto…” Acerca de su preferencia por el cine o teatro (referente a la dirección), la cineasta asegura que, aún le falta mucho teatro para poder comparar; sin embargo, le ilusiona la idea de continuar dirigiendo en las tablas.

Por su parte, la actriz Graciela Paola comenta que “ha sido un proceso muy interesante, muy bueno, no solo por los magníficos compañeros con los que he trabajado, sino también por la dirección clara, rigurosa y maravillosa de Joanna Lombardi y la co-dirección de Diego Lombardi, su hermano”. No es la primera vez que Grapa trabaja con la directora, pues ya habían coincidido en Microteatro. “Mi primer largo Casadentro también lo dirigió Joanna, así que nos conocemos muy bien”. A su vez, refiere que su personaje “es una mujer sumisa al principio y luego saca las garras como una gata sobre el tejado caliente, precisamente, para defender a su esposo… cuando Joanna me dijo para hacer de la mamá en esta obra, dije sí, yo quería hacer ese personaje”.    
  
De otro lado, Rodrigo Palacios nos cuenta cómo ha sido crear a su personaje. “Ha sido como una cajita de pandora, porque es de esas personas que trata de evadir todo el rato, evadir, evadir y no enfrenta sus demonios, entonces es la típica persona que tienes que estar escarbando hasta llegar a la verdad y, eso es lo bonito, por eso, el proceso no se me hace tan difícil, porque en la obra vas sacándote capas y capas hasta llegar a la carnecita del personaje de la historia”. Agrega a su vez acerca de la obra, que “la mano de Joanna creo que ha sido más por el lado de decir las cosas tal cual, no sobreactuarlas, trabajar con un estilo muy naturalista, que sientas que realmente estás viendo lo que pasa dentro de un departamento, en una casa de verdad, que te la creas, que no sientas que estás en un teatro viendo una obra armada, sino que las cosas pasan de verdad… y yo siento que se logra eso y es lo que me gusta de formar parte de esto”. Finalmente, el actor invita al público a ver la puesta, que ya se estrenó y va de jueves a lunes a las 8:00 p.m. en el Centro Cultural de la PUCP.

Maria Cristina Mory Cárdenas
12 de mayo de 2018

Crítica: HOGAR DULCE HOGAR


La familia siempre será lo primero

Una familia que ha sufrido la pérdida de uno de sus miembros, un nuevo integrante familiar, un novio muy imprudente y una fecha especialmente significativa (la Navidad) son los principales componentes de la obra Hogar dulce Hogar, escrita y dirigida por Gianfranco Mejía.

Un preámbulo musical recibía al público para tomar sus lugares, lo cual generaba un ambiente festivo y propio de la sencilla escenografía, en la que destacaba el luminoso árbol de Navidad. Ahora bien, un detalle que lastimosamente no pasó desapercibido: la falta de consideración y respeto de parte de cierta parte del público, que aprovechaba los cambios de escena para comentar y bromear en tono alto, motivando el reclamo del resto. Si bien esta situación no es culpa de la producción, es cierto también, que en ellos recae la responsabilidad de recalcar a los espectadores que guarden silencio y así, no llegar a los incómodos momentos que se suscitaron, los mismos que terminan perjudicando el trabajo del elenco y desluciendo al montaje, debido a las distracciones.

Pasando entonces al tema central, que es la obra, tengo que mencionar la sensación de estar ante una narrativa con un lenguaje bastante coloquial (ausencia de diálogos intuitivos), en el que se expresaba con exactitud lo que se quería decir en cada línea, generando situaciones jocosas bastante predecibles, las cuales sostenían parte de la esencia de la historia.

En cuanto al elenco, definitivamente, la fuerza interpretativa fue un elemento importante para destacar la obra y, en este caso, la presencia de la primera actriz Haydeé Cáceres (interpretando a la madre) fue contundente, haciendo gala de esta cualidad que posee como actriz consolidada. Completan el elenco Pedro Olórtegui –preciso en su papel de Gabriel-, Ricardo Morante –como un entrañable abuelo-, Diego Alonso Pérez –divertido y versátil en su papel de Erick-, Ximena Fukuda, Lucia La Rosa y Gianfranco Mejía –correctos en sus personajes de hermanos-, destacándose un trabajo grupal compacto.

Una propuesta sencilla que, sin grandes pretensiones, logró captar la atención del público; así como transmitir un mensaje de unión familiar a través de situaciones cotidianas que, sin dudas, no está demás valorar en estos tiempos de prisas y egoísmos.

Maria Cristina Mory Cárdenas
12 de mayo de 2018

lunes, 7 de mayo de 2018

Crítica: JAPAN, EL MUSICAL


Japón, un continente de jóvenes por explorar

“El público que asiste al teatro decrece en el mundo. El teatro no solo no consigue inspirar o instruir, sino que apenas divierte.” -Peter Brook
  
La obra “Japan, el musical” ha estrenado el  5 de mayo y estará hasta el 10 de junio, los sábados a las 4:00 pm. y domingos a las 3:00 pm. en la sala del auditorio del ICPNA de Miraflores. Dirigida por Mario Mendoza, esta cuenta con diez actores en escena. Un grupo de adolescentes de tercero de secundaria pertenece a “Maganime -Club Otaku”; estos jóvenes son tomados como los diferentes de la clase. A partir de esta diferencia, se nos muestra diversas situaciones anecdóticas propias de la adolescencia, pasando por temáticas como el bullying, el poder, el amor, la amistad.

“Japan, el musical” es una propuesta de comedia y musical dirigida sobre todo para adolescentes. La obra puede llegar a ser un buen material para difundir en colegios; sin embargo, los “conflictos anecdóticos” no lograban desarrollar “los temas” en una estructura fuerte, ni profunda. Esta comedia se sostenía en el uso del gag.

Ante esto, debo resaltar el buen trabajo de los actores dentro de las convenciones. No obstante, la obra pudo explotar de mejor forma todos los demás elementos (el espacio, la luz, el ritmo), que ayudan justamente a completar “lo espectacular” que debería caracterizar un musical. La obra mantiene una sensación plana en el uso del espacio, por lo que no aporta al dinamismo, ni al ritmo en las escenas, que creo fundamental para obras musicales.

Ver esta estética en varias obras de jóvenes teatreros me ha generado una reflexión: los artistas jóvenes han encontrado en los colegios un nicho interesante y por seguir explotando, como medio de difundir el arte escénico. Hoy en día se imparte y se hace teatro para escolares y adolescentes en mayor escala. Es curioso cómo, desde la necesidad de nuevos públicos, se ha regresado a los colegios, generando espectadores jóvenes que son el presente y futuro público.

Que el arte esté dirigido a escolares, no debería quitarle el carácter de rigurosidad y responsabilidad de denominarse arte. Hoy en día, en el medio, se puede notar una cultura de “no arriesgar”. Me es muy difícil entender la preocupación que solemos los escénicos de hacer arte, ¿midiendo la capacidad de comprensión de nuestro espectador?  Y ello puede ser uno de los puntos de pretexto para no explorar. El teatro que tiene fórmulas para ser ejecutado deja de ser arte y es un artificio. Como bien señala Peter Brook: “Un director mortal emplea fórmulas, métodos, chistes y efectos viejos y lo mismo cabe decir de sus colaboradores”.

Los artistas escénicos olvidamos muchas veces los diferentes enfoques que puede tener el acercamiento a una obra artística. Y estos múltiples abordajes pasan desde exaltar, cuestionar, entender, hacer sentir, molestar… etc.

El teatro es un arte poli-semiológico, por lo tanto, no encuentra al espectador desde uno de sus sentidos, sino que lo aborda desde todos. Y en esto reside una de las grandes riquezas del teatro. El arte debería poder llegar a cualquier público, divirtiendo desde el contenido y la pertinencia de este en el contexto actual, más aun si se denomina “musical familiar”.

Usted tiene  hasta el 10 de junio para verla y crear su propia opinión de la obra.

Kiara Jossilú Castro Béjar
7 de mayo de 2018

Crítica: MALA SANGRE


Con sangre fría

Tres desconocidos (un profesor de biología, una maestra de primaria y una galerista) cruzan sus vidas en un elevador. De este forzado encuentro surgirán circunstancias y coincidencias entre ellos, las cuales los llevarán al límite de sus emociones haciendo que cometan un asesinato. Esta es la trama de Mala Sangre, bajo la dirección de Daniel Dillon e inspirada en la dramaturgia del español David Plana Rusiñol.

EVITERNO TEATRO lleva a cabo esta puesta de humor negro, con un elenco conformado por Nik Bejarano, Josué Cohello, Jefferson Cornejo, Juliet Pacahuala, Rosa Peralta, Mily Riper y Joel Soria. En medio de un escenario creado para reflejar la frialdad y soledad de un sótano, así como la imagen ficticia de un ascensor, se desenvuelve la narrativa propuesta. Los actores desarrollan un trabajo preciso al momento de ejecutar su acción –sobre todo en los momentos implícitos- y si bien en cierto momento algún personaje desbordó su energía perdiendo naturalidad, se logró un equilibrio grupal. Por otro lado, se mantuvo la expectación del público a cada escena, detalle importante en esta obra, que, a pesar de la simplicidad en la escenografía y elementos de apoyo, supo dirigir la atención al contenido de la historia.

Es interesante haber armado cada escena, de tal modo que se manifiestan claramente las circunstancias de los personajes, aunque de una manera superficial, pero suficiente para comprender que sus represiones, sus pasiones, sus complejos, sus frustraciones y dolor van a conducirlos a actuar movidos por sus impulsos dejando a la lógica y sus razones de lado.

Finalmente, es una obra que lleva al espectador a reflexionar acerca de las emociones, los impulsos, las pasiones, lo que se calla, aquello que no se enseña a controlar y que tarde o temprano, termina por rebasar al ser humano, convirtiéndolo en un ente que, en determinadas situaciones, podría actuar con sangre fría e irracionalidad. En este caso, se utiliza la comedia negra, elemento que aporta un matiz distinto a este tipo de contenido, hecho que no lo hace menos importante ni real.

Maria Cristina Mory Cárdenas
7 de mayo de 2018

domingo, 6 de mayo de 2018

Crítica: CONTRACORRIENTE


Un musical y un espectáculo de circo

La Asociación Cultural Bigote de Gato presenta el espectáculo de círco contemporáneo “Contracorriente”, una creación colectiva que se presentó, en breve temporada, en las instalaciones de ICPNA-Centro en el mes de marzo. Esta agrupación se fundó el 15 de octubre del 2010 por jóvenes, artistas y líderes de la comunidad del distrito de Villa El Salvador, con el propósito de contribuir con la transformación social a través y principalmente, del arte del circo. Sus actividades culturales están dirigidas a la comunidad, jóvenes, adolescentes y vecinos, y todo su trabajo busca, además de una gran calidad estética, el fortalecimiento de valores de ciudadanía.

La puesta en escena es totalmente circense, donde los actores demuestran su total dominio del movimiento, expresión corporal, precisión, trabajo en equipo, juego de monociclos, danza, música y sobre todo, la capacidad de conmover al público de todas las edades. “Nueve”, un muchacho que desde el inicio no encuentra su lugar en el espacio, es el protagonista de la historia; su primera escena consiste en la búsqueda de su chaleco sobre el piso. Él luchará durante toda la obra para mantener su identidad en un mundo gris y hostil, en el cual todos los demás se encuentran absorbidos por el sistema. La obra no tiene diálogos verbales, sino más bien corporales: los otros tres personajes (dos actrices y un actor más) juegan en la historia a ser los antagonistas, que tratan mediante una serie de juegos de acrobacia bastante bien elaborados, integrar a “Nueve” dentro del sistema.

Las luces del escenario permanecen en un solo color durante la función, pero la musicalización es conmovedora durante las diferentes escenas, en especial, cuando se escucha la banda sonora de la famosa película de Darren Aronofsky, “Requiem por un sueño” (2000), en un momento en que las acrobacias y juegos de equilibrios se vuelven más complicados, al punto de dar la impresión de que pueden llegar a ser peligrosos para los actores. Es rescatable el gran profesionalismo con que se llevó a cabo la obra, de tal manera que en ningún momento llegó a lastimarse ningún actor. El espectáculo fue corto (de 35 minutos, aproximadamente), pero impresionante.

“Contracorriente” fue estrenada en octubre del 2017 y durante el pasado mes de diciembre estuvo presentándose por países como España, Alemania, Holanda, Bélgica y Francia, en el marco de su gira internacional “Más allá de las fronteras”. “Contracorriente” estará en temporada hasta el 13 de mayo en el Centro Cultural Ricardo Palma, Avenida Larco 770, Miraflores.

Enrique Pacheco
6 de mayo de 2018

miércoles, 2 de mayo de 2018

Colaboración regional: ¿PLAN CULTURAL?


Teatro de miércoles

La Subgerencia de Cultura de la Municipalidad Provincial de Arequipa ha instaurado, desde hace un tiempo, un plan cultural para fomentar el consumo y la práctica teatral en la ciudad. El plan consiste en la presentación sistemática de obras en el “Teatro Arequepay”, todos los miércoles por la noche con ingreso libre para el público.

Uno imaginaría que por ser un plan cultural gestado y realizado por una municipalidad, que posee un presupuesto para cultura, todos los costos fijos de dicho evento son cubiertos por la organización. Con costos fijos me refiero a todo el dinero que conlleva poner una obra de teatro en escena (trabajo de los actores, técnicos y del director, además de los traslados y movilidades del personal y la escenografía). Uno lo imaginaría, pero no.

Este plan cultural (?) espera que los costos fijos de la obra sean cubiertos por los mismos artistas, que además, no pueden cobrar entrada ni pasar gorra, todo esto con la finalidad que el ingreso sea siempre libre.

¿Qué hay de malo con esto?

Pues bueno, este es un plan realizado a costa de los teatreros que en vez de ganar un ingreso y recuperar la inversión de su trabajo, pierden dinero en cada presentación. ¿Todavía no se entiende? Hagamos un pequeño juego:

Supongamos que una Municipalidad, bajo la supervisión de la Subgerencia de Desarrollo Urbanístico, ponga a andar un plan cultural que requiera a obreros, ingenieros civiles y constructores para hacer un camino, con la condición que cada uno traiga sus propias herramientas y ponga de su propio bolsillo el material necesario y su traslado sin recibir pago alguno. ¿Ilógico, verdad? Es lo mismo cuando se habla de teatro.

Nuestra sociedad avanza en temas laborales en cuanto a un pago digno se refiere. Este plan cultural es un retraso en esa lucha, pues pretende hacer trabajar gratis (pues es trabajo) a los involucrados en la obra de teatro. El salario, sin importar la profesión y oficio, debe ser digno y justo, y los artistas nos merecemos también, por justicia, un reconocimiento monetario a nuestra labor.

¿Y si no hay pérdida económica?

Fuera del lado económico este plan también le hace un daño al arte en Arequipa en dos aspectos básicos:

El primero: el estatus del artista
Aún cuando la inversión para poner en escena sea nula, se está faltando el respeto al oficio al no ser reconocido de forma monetaria por parte de una institución estatal cuya misión es precisamente consolidar el trabajo de los artistas y gestores culturales en favor de la colectividad. Nuestra sociedad tiene la idea de que ser artista es sinónimo de ser vago, bohemio y desempleado. Esto se ve reflejado en el trato de la Municipalidad hacia los actores en este plan cultural.

El segundo: la costumbre del público: 
En la ciudad se está haciendo una lucha ardua para llevar más gente a la salas, gente que pague su entrada. Los grupos y colectivos necesitan de este ingreso para mantenerse con vida y batallan cada fin de semana con publicidad y estrategias de marketing para llegar a más gente. Este plan cultural está acostumbrando al público a no pagar por el arte, a que siempre los espectáculos culturales deben ser gratuitos. Esto deforma y contraviene la lucha actual, queremos que se reconozca el trabajo de los artistas, este reconocimiento del público al pagar una entrada es parte del proceso.

Entonces, ¿cuál sería entonces el beneficio para el artista? A palabras del mismo Subgerente de Cultura y Educación, “este plan ayuda a que los grupos de teatro hagan promoción de su trabajo, es una oportunidad”.

Este fenómeno de brillantes planes culturales para las artes escénicas en las que se deja de reconocer el trabajo de los artistas se repite en muchas de las ciudades de nuestro país. Estos planes no solo representan una ofensa para el trabajo de los artistas, al pretender que “muestren” su trabajo a cambio de nada, sino que también son ilógicos pues, además de no ser sostenibles en el tiempo, contravienen a la finalidad de la misma gerencia de cultura que se supone quiere es que la cultura en la ciudad crezca, y la única forma de lograr esto es que los artistas se dediquen exclusivamente a hacer cultura.

Depende de nosotros hacer el cambio y hacer respetar el oficio que hemos escogido como sustento para nuestra vida. Debemos organizarnos como sociedad civil para frenar algunas prácticas inadecuadas por la administración pública, todo esto a favor del arte.

Seguimos en la lucha.

Mauricio Rodríguez-Camargo
Arequipa, 2 de mayo de 2018

Crítica: LOS CHARCOS SUCIOS DE LA CIUDAD

Los charcos sucios de esta sociedad

La Escuela Nacional Superior de Arte Dramático – ENSAD está presentando Los charcos sucios de la ciudad, de la dramaturga peruana Mariana de Althaus. Esta obra ya ha sido representada con distintos elencos y ha trascendido fronteras. Esta vez, es Haysen Percovich –también actor- quien la dirige.

La trama intenta desvelar las razones del suicidio de Gabriel –interpretado por Flavio Giribaldi- frente a su novia Andrea –rol a cargo de María del Carmen Sirvas- y por si fuera poco, Gabriel ha citado a sus amigos para que sean testigos de su repentina partida. ¿Acaso Gabriel tenía asuntos pendientes con cada uno de ellos? ¿Qué intenta decirles con esta “macabra fiesta de despedida”?

Este montaje representa un viaje de culpas, remordimientos, dudas, rabia y confusión frente a la muerte de un amigo, de un amor. En cuanto al espacio, es cierto que la sala de la ENSAD es pequeña; sin embargo, la armonía y precisión de los detalles –de la escenografía- dejaron de lado ese punto. Ahora bien, los juegos de luces y musicalización permitieron que los flashbacks fueran naturales y pertinentes.

Para un joven elenco, que destaca por la creación de personajes individuales, con aplomo y verdad, en una puesta de esta naturaleza, es importante darle vida al texto con interpretaciones genuinas, que no se sobreactúe. Considero que se logró ver ese aspecto en la ejecución. De otro lado, muy llamativas las intervenciones de Henry Sotomayor –como Juani- así como Emmanuel Caffo –en el papel de “El Insecto”- quienes arrancaron varias risas al público, a pesar de interpretar a los personajes más descarados y cínicos de la historia. A su vez, Sirvas creó un personaje singular, real en todas sus dimensiones. Otra particularidad, significó el vestuario y los looks, los cuales reflejaban claramente las personalidades de los personajes.

Por otra parte, algunos diálogos originales fueron cambiados para darle otro ritmo a la narrativa; no obstante, considero particularmente que rescatar la versión original en la última intervención de Magda, cuando encara y recrimina a Andrea, hubiera sido igual de válido.

Una obra definitivamente bien estructurada y direccionada, no sorprende la acogida del público en sus funciones, de lunes a jueves hasta el 17 de mayo. Es importante mencionar la audacia de la autora para adelantarse a su tiempo (la obra se presentó en el 2001) y crear esta historia; un problema social repetitivo con el pasar del tiempo –crisis de valores, falsas amistades y lealtades frágiles, seres humanos perturbados, incapaces de enfrentar a sus demonios, a sus problemas con valentía- ¿nos suena actual? Sin duda, los charcos sucios de esta sociedad, al parecer no tienen cuando extinguirse. Y el teatro nos lo recuerda, una vez más.

Maria Cristina Mory Cárdenas
2 de mayo de 2018