Impro y memoria en escena
Una nueva propuesta desde la impro llega con Qonqay, un espectáculo que en cada fecha
representa una versión única e irrepetible sobre la historia de un pueblo
desaparecido, víctima de la violencia ejercida por las fuerzas armadas y el
terrorismo, dentro del marco del conflicto armado interno en el Perú. Qonqay, que
significa “olvido” en quechua, viene gracias a Maria Guadaña Producciones, bajo
la dirección de Piera del Campo, quien también es parte del elenco de
improvisadores de este espectáculo a lado de Job Mansilla, acompañados de los
músicos Rafael Allemant y Jonathan Soto. Acompaña el elenco Hilda Tovar, quien
se encarga de recibir a los asistentes a la función como cuentacuentos de mitos
andinos.
El lugar elegido para este espectáculo, La Casa de la
Creatividad, fue un espacio que ayudó a redondear todo el concepto propuesto en
Qonqay: los diferentes espacios con los que cuenta el lugar permite que el
espectador, desde que ingresa a la casa, sienta que está empezando un viaje
conceptual y sensorial. El escenario contiene elementos neutros y está imbuido
por luces tenues y de colores que van siendo introducidas para recalcar
momentos específicos de toda la improvisación. A un lado se encuentran dos
músicos quienes durante toda la obra estuvieron atentos a las improvisaciones
de los actores y acompañaron muy bien el desarrollo de las acciones,
realzándolas y permitiendo que las escenas se aprecien completamente. Antes de
que empiece la obra propiamente dicha, los actores (Piera del Campo y Job
Mansilla) se pasan por el público entregando aguardiente y coca para chactar.
Esto genera una cercanía del público al espectáculo y al contexto que este
contará, necesaria para toda impro.
Una vez que empieza la obra queda claro, que si bien está
improvisado, hay una estructura que guía el flujo del espectáculo y funciona.
La idea es meter al espectador en este pueblo y esto se logra gracias a un
perfecto trabajo de la manera de hablar (sin caer en el exotismo), a una serie
de personajes y situaciones que resultan entrañables y a un tratamiento
adecuado de humor ligero. En este punto cabe destacar a Piera del Campo, quien
encarnó a cada uno de sus personajes de manera distintiva y que supo manejar el
tránsito de la ligereza a la tragedia. En cuanto a Job Mansilla, por momentos
estuvo muy apresurado, interrumpía las líneas de su compañera en ciertos
momentos y algunos de sus personajes resultaban homogéneos. Además de eso, uno
de los problemas de la puesta en escena fue que al principio, antes de que las
desgracias lleguen al pueblo de Qonjay a través de los ataques de Sendero
Luminoso y las Fuerzas Armadas, la historia vaciló un poco y se perdió un poco
el hilo. Esto, no obstante, es algo que quizá tuvo que ver con los caminos que
se tomaron en esta particular función.
El final de la obra fue lo mejor logrado. La historia no
termina con un resultado decisivo, sino con un giro inesperado que invita a
imaginarnos qué es lo que va a pasar con los protagonistas de la historia
representada; sobre todo, es un último cuadro de la obra que termina
significando ser un caso de los tantos que realmente ocurrieron en el contexto
del conflicto armado interno. Esta es una propuesta que nos permite tener un
espacio de compartir y reflexión acerca de todos los agentes que estuvieron
involucrados en este lapso de la historia del Perú, con un tratamiento desde la
impro y desde la sensorialidad trabajada en la exposición y la cuentacuentos
del inicio. Un espectáculo completo y que, sin duda, trascenderá en cada uno de los espectadores.
Stefany Olivos
26 de mayo de 2018
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