domingo, 28 de junio de 2015

Crítica: COMO CASTIGO POR MIS PECADOS

Nueva estocada contra el amor  

El año pasado se estrenó una comedia que supo diseccionar hábilmente las relaciones sentimentales de una manera tan certera como desenfadada, tomando como punto de partida la tirante relación existente entre madres e hijos: Las crías tienen hambre, escrita y dirigida por Alejandro Clavier, fue un contundente estreno independiente que diseccionó con maestría la agridulce historia de amor de una pareja disfuncional, gracias a la apabullante credibilidad lograda por los actores Nani Pease y Tirso Causillas. Este año, y por el contrario, la pareja protagónica en mención asume diferentes roles escénicos para arremeter nuevamente contra el tradicional concepto del amor. Y si bien es cierto, los resultados no alcanzan los mismos brillos obtenidos anteriormente, el estreno de Como castigo por mis pecados, escrito por Causillas y dirigido por Pease, es una digna y divertida exploración de lo contradictorio de nuestros sentimientos.

Si en Las crías tienen hambre nos entrometíamos dentro del íntimo departamento de una pareja dispareja, en Como castigo por mis pecados asistimos a una conferencia en la que el exitoso psicólogo especialista en autoayuda, el popular gurú del amor Ezequiel García (el mismo Causillas), presenta su libro en contra, por supuesto, del amor. Es decir, el realismo de la primera puesta en escena, contrasta con el juego artificial y absurdo de la segunda, con dos modelos actores contratados para la conferencia, Ana (Fabiola Coloma) y Juan (Ángel Valdez), dramatizando una suerte de escenas de la vida conyugal. El ritmo de la puesta en escena es sostenida en gran parte de su duración por el elenco, excepto por algunos momentos puntuales, en los que la solemnidad y la redundancia en la dramaturgia afectan la escalada de humor.

Por su parte, Causillas está intachable como el experto conferencista del anti-amor, aunque su presencia va perdiendo fuerza, conforme la pareja conformada por Coloma y Valdez va dejando de lado la sobreactuación de sus roles, para iniciar su propia historia romántica. La presencia del Loko Pérez, que tan bien acompañó los montajes de Vida de miel y El ornitorrinco, como el reemplazo del músico oficial del evento, resulta forzada por ratos fingiendo primero tardanza y luego extrañeza ante el mismo. La directora Pease realiza un encomiable trabajo de dirección, al hacerle creer al público que estamos efectivamente, asistiendo a una conferencia. Como castigo por mis pecados, estrenada en el Teatro Mocha Graña por (Nos)otros teatro, es una divertida puesta en escena que nos muestra con ironía y sarcasmo las entrañables debilidades de estar enamorado.

Sergio Velarde

28 de junio de 2015

sábado, 27 de junio de 2015

Crítica: TODAS SOMOS JULIETA

Conjurando al Bardo de Avon  

Ricardo Morante (actor, dramaturgo y director del grupo Aqualuna) no le tiembla la mano para proponer nuevas versiones de clásicos de la literatura peruana y mundial, así como presentarlos de manera poco convencional. Adaptó nuestro texto costumbrista por excelencia, El Sargento Canuto de Manuel A. Segura, para estrenarlo en tiempo de marinera limeña; y dirigió con un estilo tan “modernista” como irreverente, el drama de Esquilo, Prometeo encadenado, en medio de abundantes efectos visuales y sonoros, cambiando las cadenas por telas. Este año, rinde homenaje a William Shakespeare, con su particular estilo. Todas somos Julieta, presentándose actualmente en el Teatro Auditorio Miraflores, nos muestra la influencia del Bardo en el universo femenino contemporáneo.

La puesta en escena se deja ver por su sencillez y a la vez, por la ingenuidad que destilan sus protagonistas. Cinco amigas se reúnen en casa de una de ellas, luego de cuatro años sin verse. Un inocente juego del Tarot revela que una de ellas quiere terminar con su vida, mientras aparece en las cartas el nombre de Julieta. Este trágico personaje shakespeariano parece ser el punto en común que tienen las chicas. Para averiguar quién sería la posible suicida, cada una tendrá su momento para contar algún difícil momento de su vida sentimental, mientras leen el libreto de “Romeo y Julieta”, que trae una de ellas. Si bien el misterio se resuelve acaso, de una manera un tanto forzada, queda claro el inmenso legado del Bardo en nuestras vidas.

Con una escenografía sencilla, y sacándole el jugo a las luces con las que cuenta el teatro, la figura de Julieta se percibe en el ambiente, así como atisbos de otros personajes de otras obras capitales del autor como Sueño de una noche de verano, El mercader de Venecia, Otelo y La fierecilla domada. Acaso, el mayor mérito de las actrices Katherina Sánchez, Inés Sadovnic, Patricia Moncada, Sofía Muñoz y Zadith Prada sea el de haber logrado conjurar en varios momentos al indispensable espíritu de Shakespeare sobre el escenario. Todas somos Julieta, decimonoveno montaje del colectivo Aqualuna, es un discreto e interesante ejercicio teatral, muy fiel al estilo del experimentado director Ricardo Morante.

Sergio Velarde
27 de junio de 2015

domingo, 14 de junio de 2015

Crítica: ANA, EL MAGO Y EL APRENDIZ

Las ilusiones convirtiéndose en realidad   

La Vale Asociación Cultural está (adrede o no, da lo mismo) especializándose en llevar a escena textos del notable dramaturgo Arístides Vargas, tomándole la posta muy a su estilo, a Panparamayo Teatro. Luego de la curiosa La República Análoga y la soberbia La edad de la ciruela, llegó al Teatro El Olivar de San Isidro Ana, el mago y el aprendiz, bajo la dirección de Michael Joan. Y si bien, tanto en el título como en los vestuarios de las fotos promocionales, podría sospecharse de una puesta en escena dirigida para el público infantil, la obra se mueve en el borde de un mundo real maravilloso, lleno de ficción y fantasía, pero con temas muy adultos y muy reales (además de muy propios del universo de Arístides) como la soledad, el olvido y la esperanza.

La anécdota es muy sencilla: el mago Sotolongo y su aprendiz Luis llegan a una estación abandonada; ellos han recorrido muchos lugares estafando a personas a cambio de supuestos actos de magia y prestidigitación, y en aquel lugar encuentran a Ana, una triste señora que busca infructuosamente a su esposo, desaparecido hace tiempo sin explicación alguna. El tratamiento estético que le brinda el director a la obra es austero en escena (las maletas con sus contenidos del mago y del aprendiz conforman la escenografía), pero es la dirección de actores la que permite que los ingeniosos diálogos se luzcan, con las misteriosas y simbólicas palabras de Arístides que dicen tanto en tan pocas líneas. El notable final, con la esquiva ilusión haciéndose realidad, redondea la buena labor de Joan y su competente elenco.

Tratándose de una obra en la que las acciones de los personajes no son en realidad, lo trascendente, la palabra de Arístides debía ser interpretada correctamente por los actores, para que el espectador pueda captar todo su lirismo. En ese sentido, y como ya se hace costumbre, debe destacarse el excelente trabajo de Pietro Sibille en el rol protagónico: su mago Sotolongo es enérgico y carismático, envolviéndonos en su farsa por completo. Por su parte, Kareen Spano aporta gran dignidad al sufrido rol de Ana; y Claudia del Águila, en esforzada actuación, le da la réplica justa a Sibille como el joven aprendiz Luis. El director Michael Joan consigue con Ana, el mago y el aprendiz un sólido montaje que le hace justicia al notable Arístides, sin duda, uno de los mejores dramaturgos de Latinoamérica.

Sergio Velarde
14 de junio de 2015

lunes, 8 de junio de 2015

Crítica: LA DIETA ETERNA

Pastillas de por vida contra trastorno bipolar  

Una breve reposición tuvo hace algunas semanas la obra La Dieta Eterna, escrita y dirigida por Gabriel Rossel, que tuvo un singular éxito el año pasado en el Teatro Mocha Graña. Esta vez, en el Centro Cultural Ricardo Palma y con parte del elenco renovado, la pieza producida por La Pera Escénica mostró sus evidentes aciertos a un nuevo público, pero también dejó relucir algunos puntos por mejorar en cuanto a dramaturgia y dirección, sin empañar demasiado las virtudes del producto final. La historia se centra  en Zeta (Henry Sotomayor, a quien vimos hace poco en excelente forma en Los dos hidalgos de Verona), un joven estudiante de leyes aquejado por un trastorno bipolar, a punto de cometer suicidio. Una vez iniciada la función, los espectadores entramos dentro de su mente para conocer a su familia y amigos, y así descubrir los motivos de su fuerte depresión.

Mientras que los aciertos de la música en vivo de Rodrigo Morales, el diseño escenográfico y de vestuario suman para entender el universo de Zeta durante toda la primera parte de la puesta en escena, esta misma pierde el rumbo una vez que el joven descubre que su novia ha sido (supuestamente) ultrajada por el propio hermano del joven. Toda esta secuencia, llena de suspenso y de genuina ambigüedad por ambas partes, nos hace olvidar todos los problemas que enfrentaba Zeta debido a su bipolaridad. En suma, pareciera que nos topamos con una nueva obra dentro de otra, y ambas interesantes. También se nota que algunos personajes (como la devota madre de Zeta o como el profesor universitario) caen en el grueso estereotipo, pero que felizmente generan una adecuada atmósfera de locura con sus participaciones.

Por su parte, el elenco se encuentra a la altura de las circunstancias, con un enérgico Sotomayor en pleno “tour de force”, aunque con algunos contados desbordes a lo largo de la puesta. Acompañan con bastante corrección Airam Galliani, Ernesto Ballardo, Salomé Reyes, Gian Morales y un  particularmente inspirado Sergio Cano. A destacar el trabajo del joven dramaturgo y director Gabriel Rossel, que llevó a escena una entretenida y arriesgada pieza, pero que al pretender abarcar múltiples problemáticas a través de sus personajes, pierde la brújula por momentos. La Dieta Eterna, que hace referencia a la ración de pastillas que debe tomar Zeta de por vida, es un loable proyecto teatral que no hace otra cosa que generar expectativa hacia el nuevo trabajo escénico de este joven artista.

Sergio Velarde
08 de junio de 2015