jueves, 29 de marzo de 2018

Colaboración regional: ESPACIOS CULTURALES EN AREQUIPA


Cuando quieras, donde quieras

En Arequipa pasamos por una crisis de espacios culturales. Los lugares existentes cobran exorbitantes sumas a quienes se proponen llevar a escena una obra de teatro, lo que genera un alza en el precio de las entradas hasta sumas elevadas que no pueden ser cubiertas por un gran número de personas (familias, escolares, estudiantes universitarios, etc.), los cuales se ven impedidos de acceder a espectáculos culturales necesarios para su formación como ciudadanos.

Ante esta realidad, los teatreros arequipeños, han optado por transformar, gestionar y utilizar espacios no convencionales para hacer teatro.

Durante los últimos 30 años, los espacios alternativos para el arte están revolucionando la experiencia cultural en el mundo, no solamente en la recepción de la obra y en la relación artista-público, también lo están haciendo en el marco social de manera significativa, al sacar el arte de los grandes museos y teatros e introducirlo en espacios no convencionales más cercanos al público.

Los espacios alternativos de teatro ayudan a una experiencia de intimidad entre el público y los artistas optimizando la recepción de los mensajes. En nuestro país se desarrollan iniciativas destacables como “Casa Espacio Libre”, que tiene más de 15 años desarrollando el teatro a cargo de Diego La Hoz en un espacio alternativo, y como “Teatro mi Casa”, iniciativa emprendida por Edgard Guillén, en un contexto similar, ambos en la capital.

En Arequipa tenemos unos grandes ejemplos:

1. Casa Cultural Gallito de Papel (Calle Melgar 418)
Inaugurada recientemente, el 23 de febrero con el espectáculo “Es cuestión de fe” del grupo extranjero CHIPE LIBRE. Gallito de Papel brinda talleres de iniciación teatral, talleres montaje, clown, improvisación y danza contemporánea en este espacio, con sus respectivas muestras. ¡Alas y buen viento!

2. Casona Teatrando (Av. Parra 340)
Se inauguró la “Casona Teatrando” con una exitosa temporada de Parapsicosis 3 (octubre 2017), la que en sus dos primeras entregas habrían logrado un gran suceso  para el teatro en la ciudad. Luego, con el verano, llegaron los talleres de teatro y sus posteriores clausuras, con dos puestas divertidas de “Toc Toc”; también se realizaron las lecturas dramatizadas del concurso de dramaturgia “Quiero contar una historia”, producido también por Teatrando; laboratorios sobre performance; el primer campeonato de Stand-up Comedy Teatrando; Cineclub en Marzo; y en la actualidad, una temporada de “Esta obra es una locura” de Caroline Comstok.

3. Casona Artescenica (Calle Cortaderas 120 Yanahuara)
En abril del 2012, Artescenica puso la primera tabla en lo que se convertiría en uno de los espacios teatrales alternativos más importantes de la ciudad. Desde entonces hasta ahora, se han puesto innumerables obras, como “La edad de la ciruela”, “El zoológico de cristal”, “La rebelión de los villanos”, por nombrar algunas. Muchos de los actores y actrices del medio han empezado su vida en las tablas, debutando en este espacio o en alguno de los talleres formativos de Artescenica. Maestros como Arístides Vargas, Alberto Isola o Carlos Acosta han brindado sus enseñanzas en este espacio.

4. Centro de las Artes UCSP (Calle Palacio Viejo 414)
La Asociación Cultural Integrarte AQP ha echado mano del auditorio del Centro de la Artes de la Universidad Católica San Pablo y lo ha convertido en un escenario bajo la propuesta de teatro íntimo. Ya se han puesto aquí “Ser o no ser”, adaptación de Hamlet; “1984”; “Pinocchio”; “El principito”; y “Bienvenidos al desván”. Está próxima a estrenarse el 06 de abril “Santiago el pajarero”. Se han dado también talleres de iniciación teatral.

5. Casa cultural DRAMA (Calle Paz Soldán 205 – Vallecito)
El grupo Cultural DRAMA está sacándole el jugo a un espacio ubicado en Vallecito. Se han realizado cuenterías, un taller de teatro “Secuencias y elementos en escena” dictado por Rodolfo Rodríguez Yañez, obras teatrales para niños, la celebración del Día Internacional del Títere, entre otros.

6. Santa Catalina 203
Aunque en este recinto solo se ha puesto una obra (SOY), me parece importante señalarlo por dos motivos: el grupo que utilizó este espacio era integrado por jóvenes, haciendo una creación colectiva y abordando temas de su interés, bajo una dirección primeriza, que fue una agradable sorpresa en esta temporada de verano; además, estos jóvenes apostaron por transformar y moldear un espacio, un cuarto para ser más precisos, y lo llenaron de teatro.

Estos lugares representan un esfuerzo por mantener vivo el teatro en la ciudad.

Gracias a todos los colegas que ven en cada espacio una oportunidad de acercar el teatro a la gente, y que valientemente, poniendo de su propio peculio, transforman espacios en nuevos lugares de encuentro, por vencer las barreras de nuestros recursos siempre limitados y de hacer de Arequipa un lugar mejor con su arte.

Seguimos en la lucha.

Mauricio Rodríguez-Camargo
Arequipa, 29 de marzo de 2018

Colaboración regional: DÍA DEL TEATRO SIN TEATRO


Crónica del Teatro Municipal de Piura

Algunos dicen que la verdadera esencia del teatro va más allá de los espacios, las paredes, los telones y el decorado, que son simplemente eso: adornos que completan ese aspecto visual que todas las puestas en escena necesitan para ser “hermosas”.

Sin embargo, los actores y directores sabemos que el espacio físico al que llamamos teatro va más allá de los ornamentos. Desde que era niña, recuerdo haber pisado los teatros de mi ciudad, tres para ser más exactos. Al principio, solo eran un lugar de ensayos que muchas veces se convertían en patio de juegos mío y de mis pequeños compañeros actores. Pero luego, esos viejos espacios con olor a muebles antiguos y a naftalina se convertían en mi casa. Y era de suponerse, pues pasábamos más horas ensayando que en nuestras propias casas. Recuerdo haber tomado lonches y galletitas que nos llevaban las actrices con experiencia a los ensayos, haber pasado por un sinnúmero de pruebas de vestuario y maquillaje, y asomarme por entre los telones principales para saber cuántas personas habían asistido a la función. Con el tiempo, esos gigantes de concreto se fueron convirtiendo en mis amigos y en mudos testigos de gran parte de mi vida.

Hoy, el más emblemático de estos gigantes está en agonía. El Teatro Municipal de Piura ha caído preso de una estocada como si se tratara del primer actor de un drama de Shakespeare y esta vez, como en las mejores tragedias, el sablazo fue dado por el personaje del que menos se esperaba: la propia Municipalidad Provincial de Piura.

Pero esta historia se remonta a muchos años atrás, quizá desde su fundación en 1963. El Teatro Municipal de Piura se creó con el fin de que la entonces moderna y surtida cartelera teatral y de espectáculos tuviera un espacio para su difusión. Lo más nutrido de la sociedad piurana asistió a la inauguración. El espacio contaba con butacas modernas y mezanine. Con el paso del tiempo, la caída de la movida teatral y el surgimiento acelerado de la industria cinematográfica, a nuestras autoridades municipales se les ocurrió que sería una buena idea convertir el teatro en una sala de multicines. Y empezó la remodelación. Al darse cuenta de la envergadura del proyecto y que era materialmente imposible que la estructura del alicaído gigante resistiera se dio por finalizada la obra, dejándola inconclusa. La parte más dañada es la que correspondía al mezanine y que hoy tiembla cada vez que alguien se acerca.

Con la sucesión de gestiones municipales que aplazaban su remodelación y reestructuración urgente, el teatro fue cerrado definitivamente en el 2015. En el 2016, con casi veinte meses desde su cierre definitivo y gracias a la gestión de la entonces Gerenta de Cultura y Deporte de la Municipalidad Provincial, Heidy Lozada, se reabrió el teatro en olor a multitudes. Un espectáculo variado encabezado por la presentación de la Orquesta Sinfónica Municipal coronó la noche perfecta. Al evento asistió el actual Alcalde de Piura, el Dr. Oscar Miranda y sus regidores, así como un grupo selecto de autoridades regionales.

Lamentablemente, la buena suerte nos duró poco: después, el teatro volvió a cerrar, pero esta vez por una resolución de Defensa Civil, que lo declaraba en alto riesgo por la oscilación constante del mezanine. Los encargados de realizar la evaluación del espacio fueron un equipo técnico conformado por ingenieros en otras especialidades y no en civil o afines. Muchos regidores se opusieron a que sea reabierto.  Posteriormente, el teatro ha sido reabierto como sala de ensayos para talleres el verano pasado y la estocada final se llevó a cabo con el traslado de las oficinas municipales (Alcaldía, Atención al ciudadano y Registro Civil) a los espacios de sala de recepción, mezanine etc. a raíz de la inundación que sufrieron las oficinas de la Municipalidad de Piura. Frente al desastre, no se tuvo mejor idea que sustituir un edificio por otro.

Los artistas nos preguntamos: ¿Por qué, si según la misma municipalidad, este teatro está en riesgo de derrumbe y con observaciones de Defensa Civil, se permite su uso como oficinas poniendo en grave peligro a los usuarios o como espacio para ensayo de talleres? ¿No será que los regidores que tanto se han opuesto a reapertura desean ahora, cuando están cerca las elecciones, ganarse los votos de los artistas reabriendo el teatro cuando sus instalaciones están en muy malas condiciones? ¿Y dar prioridad a las obras y espacios privados gestionados muchas veces por ellos, ante a falta de espacios municipales?

Cuando el teatro cerró, los artistas tuvimos que migrar, algunos que tenían recursos se las arreglaban para alquilar (sí, alquilar) el teatro de la Universidad Nacional de Piura a muy elevados precios y los otros, decidimos abrir espacios y salas alternativas que también son duramente fiscalizados por la municipalidad. No hay ningún beneficio que la cultura pueda recibir del cierre temporal o definitivo del teatro. Los artistas piuranos, muchos de ellos en pie de lucha, se reunirán en el frontis del teatro para hacerse escuchar. No es la primera vez que en el mundo son los artistas los primeros que levantan su voz. El futuro de los espacios culturales públicos aún es incierto en Piura, en medio de una gestión que ya termina y que no ha tenido una agenda clara respecto al tema de cultural. Nosotros seguiremos celebrando nuestro día en una ciudad con mucho teatro, pero sin un teatro.

Katiuska Granda
Piura, 29 de marzo de 2018

Colaboración regional: TEATRO Y MEMORIA


Cuando suenan los Jiwayros

“No hay Paz sin justicia”, comienza diciendo Tania Castro, directora y dramaturga del grupo Q’ente (Impulso) que este 27 de marzo cumplió 50 años, y trae esta obra que nos invita a reconstruir la memoria.

Huele a hierbas y flores, instintivamente nuestros sentidos abren las ventanas de la memoria primitiva esa que deja de lado razón y nos convida a sentir. Silencio, se apaga la luz, Tania cruza el espacio, abriendo camino, prende una vela y la obra empieza.

El violín de Jorge Choquehuillca y la guitarra de Rubén Soto nos brindan esa música celeste del ande, que sin darnos cuenta ya tiene de punta esos caprichosos vellos de la nuca y el brazo. Aparece María Dolores, bailarina ayacuchana, que está con una pierna inutilizada por culpa de una ráfaga de “impotencia” de una ametralladora; esto pasó mientras protestaba en Huamanga en 1993. Ella es interpretada por Nina Chaska Zelada, que nos da, como diría Oquendo de Amat, “una emocionalidad continua de una heredad personal” en la búsqueda de la curación del personaje. La presencia de la Virgen Dolorosa y transformación al Wamani es lograda por Raisa Saavedra con una partitura clara, donde se pueden disfrutar los detalles de coger una hierba o exprimir una ropita de bebe. Como una brisa fresca aparece Luz Sanchez, esbozando una ligera sonrisa y cantando simple en quechua sin mayor impostación. Así se completa este elenco de talento cusqueño.

Esta es una “obra del susurro”, nos comenta Tania Castro, pues es una pieza íntima desarrollada para un espacio pequeño, acogedor, donde el espectador sienta la respiración y el más mínimo ruido, cosa que se logra utilizando minuciosamente el silencio, creando una atmósfera íntima donde se espera con ansias el siguiente texto y se disfruta el silencio como quien respira o queda en contemplación. Si bien es una obra intima, también ha sido adaptada a espacios más convencionales, como el Teatro Municipal del Cusco y el Teatro del LUM en  la última versión del Warmikuna Raymi el pasado 9 marzo.

Teatro y memoria es una necesidad en una sociedad donde hablar de los ausentes, como diría Gabriel Gatti, “es hacer referencia a individuos sometidos a regímenes de invisibilidad, a  hechos negados, pruebas silenciadas, a cuerpos borrados”. Aquí nacen unas preguntas: ¿Qué está haciendo el Estado para ayudarnos a curar estas heridas nacionales?, ¿qué hacemos nosotros ante la indiferencia? o ¿somos una sociedad incrédula? Noam Chomsky dice “la desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. Si nadie hace nada por mí, por qué he de creer en nadie”. Pero también “somos un pueblo festivo, con ciencia, música, arte, con herramientas para vivir lindo, para curarnos”, nos dice Tania Castro.

Recordemos: el teatro no es solo un espacio de experimentación estética, sino también ética y política, que merece un proceso de calidad y de evolución constante. En el caso de “Cuando suenan los Jiwayros”, comienza en el año 2013, cuando nace la dramaturgia y tiene como primer producto la obra “María, María” en el 2014 y como evolución, esta se ve dividida en “Maria del mar”, que esperamos con ansias se ponga en escena pronto y “Cuando suenan los Jiwayros”, que tiene como protagonista a “Maria Dolores”. El proceso creativo, de investigación, ensayos y confrontación, se da durante el 2015 – 2016, tiempo en el que fue visto y nutrido por personajes diversos como Ana Correa, Socorro Naveda, Augusto Casafranca (Yuyachkani), Christian Pino (Fuego negro- Chile), Alejandro Roca Rey (cineasta), Cristian Olivares (danza contemporánea), Verónica Vargas (Lecoq), Vera Carbajal (Exiliada), Hipólito Peralta (semiótica andina) y Lucho Castro (director de teatro), entre otros.  Del 2017 a la actualidad es un tiempo más de entrega al público y de constante evolución a través de la repetición.

“Hay que recordar nuestro propio dolor, donde me duele, qué es lo que más me dolió, ese dolor de verdad es lo que se busca entregar en escena para que el espectador encuentre su catarsis”, nos comenta del proceso Tania Castro, a quien no dudo en calificar como una de las referentes más importantes del teatro cusqueño. Mario Biagini nos diría: “Buscar nuestras estructuras asociativas”, para ir más allá de la acción. Quizás en busca del “Espectador Testigo”, que deja su posición pasiva para tomar una posición ética hacia los hechos presentados.

Cabe resaltar que la producción de esta obra es autogestionada, sin ningún apoyo del Estado o empresa privada, lo que deja en evidencia la falta de políticas culturales que apoyen la propagación y difusión de obras que dan testimonio de “La época del conflicto armado” o “La época del terror”, términos que instituciones del Estado quieren borrar y pasar de frente al perdón, claro, al perdón de Fujimori o PPK. ¿Qué será? Que los políticos, muchos de ellos podridos en corrupción, quieren un pueblo sin memoria.

Miguel Gutti Brugman
Cusco, 16 de marzo de 2018

Crítica: PEDRO Y LOS PANECILLOS MÁGICOS


Un pan con sabor a amabilidad

“Pedro y los Panecillos Mágicos” es una obra basada en el libro del mismo nombre del escritor peruano Richard Gallango. La dirección y adaptación están a cargo de los hermanos Alberto y César Loli Chau, respectivamente; y las actuaciones son de Niko Fantinato, José Dammert, Jorge Bardales, Janncarlo Torrese y Gina Guerrero. Gallango, en una entrevista con canal N, asegura que el cuento fue presentado en la Feria Internacional del Libro de Lima del año 2013 y co-escrito con Lucía Fernández, con el auspicio de la editorial especializada en la educación, Pearson Perú, y que se inspiró en el hecho que el primer alimento del día es el pan. El libro es parte de un proyecto de la editorial para incitar a la lectura a los niños.

La obra empieza puntual, con el teatro lleno minutos antes de que suene la primera llamada. La historia trata sobre Lito, un joven aprendiz de panadero, que con un espíritu algo ingenuo y muchas veces, con reacciones algo torpes, tiene que lidiar con su jefe gruñón y amargado, el panadero Don Fausto, y una dama chismosa, la señora Victoria, quienes le hacen la vida imposible y lo ponen en situaciones incómodas. Sin embargo, la historia da un giro, cuando un nuevo panadero extranjero llega al pueblo, uno que se caracteriza por su amabilidad infinita y conoce a Lito.

La escenografía, con mínimos cambios a lo largo de la historia, logra reproducir el ambiente bucólico de algún pueblo europeo de inicios del siglo veinte. En ese sentido, los elementos del escenario han sido muy bien trabajados y cuidados. Los actores interpretan varios personajes y aparecen en varias ocasiones, desde la puerta de entrada al público, inesperadamente. A diferencia de otras obras para público infantil, la dirección decide controlar la “cuarta pared”, es decir, permitiendo la interacción con los niños solo en contadas ocasiones, probablemente para evitar interrupciones durante los diálogos entre personajes y así, poder conmover a los pequeños con la historia.

La moraleja de la historia es que la amabilidad es la llave y además, la clave para conectarse y empatizar con los demás y por lo tanto, alcanzar la felicidad. Ese es el secreto de los “panecillos mágicos”, ya que tienen un gran éxito en el pueblo y no debido a los ingredientes, como pensaba Don Fausto. La vestimenta de los actores luce muy realista y colorida; es rescatable además, cómo los actores llegan a cambiarse de vestuario rápidamente entre escenas. Por otra parte, la música es grabada, pero resulta agradable; se lograrían resultados superiores con voz en vivo. En general, la obra es ágil, de justa duración y muy entretenida. “Pedro y los Panecillos Mágicos” estará en una temporada breve en el Teatro de Lucía en Miraflores hasta el 29 de abril. Una obra recomendable para incentivar la lectura en los más pequeños.

Enrique Pacheco
29 de marzo de 2018

lunes, 26 de marzo de 2018

Crítica: LOS FABULATAS 2 Y LA MÁQUINA LEGENDARIA


Una máquina para la niñez

La Nave Producciones nos trae la puesta en escena “Los Fabulatas 2 y la Máquina Legendaria”, bajo la dirección de Paloma Reyes de Sá y con las actuaciones de Patricia Barreto (María Belén), César García (Percy), Jely Reátegui (Clora), Manuel Gold (Hubert) y Rodrigo Zalles (Señor F).

No es la primera vez que Reyes de Sá lleva a los teatros la historia de los Fabulatas; de hecho, es la continuación de una primera puesta en escena hace unos años. Los Fabulatas son un grupo de niños que forman un club (El Club de los Fabulatas) y de una manera inocente tratan de recrear distintos escenarios sobre el origen del mundo, esta vez por medio de una máquina del tiempo. Los Fabulatas viajan por el tiempo en este artefacto: primero, buscando el origen del universo; luego, de los dioses de la India, Brahma y Maya; después, en un mundo insular, del mito japonés de Amaterasu; y finalmente, buscando su propio origen, recreando el mito griego de Medusa.

Los niños-actores no “interpretan” los mitos, sino que estos se vuelven escenas en las que ellos juegan a interpretar a los personajes de los mismos. La improvisación que hacen los actores es admirable, así como su capacidad de lidiar con el público infantil que interviene en todo momento entre las escenas, con gritos, carcajadas e interrupciones. Los materiales usados en el escenario son sencillamente impecables, todos ellos han sido trabajados cuidadosamente y solo merece aplausos el trabajo de producción al realizarlo. La escenografía es espectacular y colorida, se imita un mundo maravilloso enfocado en los niños sin caer imaginarios convencionales. En todas las escenas, el Señor F es el acompañante musical y genera melodías en vivo con sus instrumentos, las que consiguen una sensación de desasosiego en el público.

Es imposible aburrirse un solo segundo con esta nueva historia de Los Fabulatas. Se debe resaltar que Reyes de Sá ha creado una historia en la que todos los personajes “están” en el escenario y que, inesperadamente, algunos elementos del escenario se vuelven parte importante en las escenas, aquellos que uno, al inicio, no pensaba que iría a tener una utilidad, como cajas, zapatos, un balde, un taburete, entre otros. Si existe algún reparo a la obra, este sería que no queda del todo claro cuál es la moraleja final de la historia o si solo se trata de una en la que cada escena es un juego para emocionar al público.

A pesar de este detalle, esta nueva historia de Los Fabulatas es, de lejos, muy recomendable para toda la familia, especialmente para los niños. La obra está en temporada los fines de semana hasta el 13 de mayo en el Auditorio Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional del Perú - Sede San Borja.

Enrique Pacheco
26 de marzo de 2018

domingo, 25 de marzo de 2018

Crítica: ANFITRIÓN


Trampas divinas y mortales

Dentro de una etapa donde el teatro peruano está adquiriendo cada vez más variedad de propuestas escénicas, La Alianza Francesa y SOMA Teatro nos traen una versión adaptada de Anfitrión de Moliere y Plauto y Von Kleist, como señalan sus directores Daniel Amaru Silva y Rodrigo Chávez. La obra nos traslada a la ciudad de Tebas, donde las mujeres han mantenido una huelga sexual que solo será levantada cuando los hombres  ganen la guerra. El general Anfitrión (Rolando Reaño)  vuelve a casa de la guerra, acompañado de su esclavo Sosías (Alaín Salinas).  Lo que nadie sabe es que Zeus, con ayuda de Hermes (Sergio Paris), se ha hecho pasar por el recién llegado héroe para seducir a Alcmena (Natalia Cárdenas). Esta situación crea tal confusión que Cleantis (Alexa Centurión) e incluso la diosa Hera (Tatiana Espinoza) interviene en el asunto, harta de las aventurillas de Zeus en la tierra.

La obra se inicia con una fresca bienvenida del personaje de Hermes, quien de manera lúdica nos inaugura lo que veremos en escena, además de interactuar con el público a modo de maestro de ceremonias. El uso de esta recepción es una pieza clave y bien usada para entender en dónde quieren los directores que pongamos atención en la obra: esta no es solamente una comedia de enredos, hay algo más que el espectador podría darse cuenta o no. Por otro lado, el uso de vestuarios totalmente cotidianos funcionó para darle frescura a la puesta en escena, sin necesidad de haberse ceñido a evocar una época distinta. El uso del mismo vestuario, ya sea entre Anfitrión – Zeus o Sosías - Hermes, era más que suficiente para entender el enredo.  Los personajes se sintieron cercanos, en ningún momento hubo sobreactuaciones a las que se suele recurrir en relecturas de comedias como esta.

El personaje de Hera, quien recién hacia el final podemos conocer mejor, es quien se encarga de redondear claramente la propuesta de esta adaptación. En el momento en el que se resuelve el enredo, los actores rompen sus personajes y van denunciando males sociales desde sus puntos de vista: advertencias  de la situación de la mujer en la vida cotidiana, de cómo son vistas y de cómo pueden aportar a que esto deje de pasar. Sin embargo, también vemos una respuesta de personajes como Zeus, quien deja claro que no ha tomado en serio ninguna de las afirmaciones anteriores.

Esta propuesta nos trae a escena modos de pensar reales y contradictorios entre ellos, por lo que podría decirse que es una puesta en escena con una trampa escondida: por un lado, tenemos la comedia en sí, y la construcción de cada personaje que corresponde a un cierto estereotipo definido de la mujer y del hombre. Por otro lado, vemos que los actores rompen el personaje para decirnos que la situación de desigualdad entre hombres y mujeres no debería continuar, pero vemos que las cosas siguen su curso aparentemente. La presencia de estas dos vertientes es precisamente lo que los directores quieren que veamos, una situación en la que el público decide para qué versión inclinarse. Como dice el personaje de Hermes hacia el final, no todos van a tener la posibilidad de reconocer el problema del que se habla.

Stefany Olivos
25 de marzo de 2018                                 

viernes, 23 de marzo de 2018

Crítica: SEXO, SEXO, SEXO: EL MUSICAL


Las noches mágicas son puro cuento

"Las mujeres necesitan una razón para tener sexo. Los hombres solo un lugar." (Billy Crystal)

“Sexo, sexo, sexo: El musical” es una obra cómica escrita por el dramaturgo mexicano Sergio Álvarez Espinoza. Este hilarante musical ya recorrió más de un país y sigue atrapando a más de uno, no solo por su música, sino por su contenido. Tuvimos la fortuna de ver la puesta en el Teatro Auditorio Miraflores. Contó con la dirección de Manu Rodríguez y la producción de Cast Teatro Musical, con una temporada de cuatro fechas (11, 18 y 25 de enero y 1° de febrero) y la participación de Martín Velásquez, Daniela Salas, Raúl Ibrahím, Cindy Quispe, Mario Mendoza, Ana Paula Delgado y Carlo Pineda.

A primera vista, el título de la obra llamó mucho la atención del público, ya que se nos puede venir a la mente la práctica del sexo por placer. Definir el sexo como tal, es abarcar un sinfín de variedades. Sin embargo, no paré de reír y de cuestionarme con las ocurrencias de todo el elenco, porque fue una obra súper fresca, no solo porque contó con siete actores jóvenes, sino porque cada personaje tenía un diálogo de inicio a fin. La puesta tuvo música original y voces en vivo, que le dieron vida a la historia.

Fulano es el chico “gilero”, que solo quiere anotar; Jaqueline, la chica que cree en el amor verdadero, a pesar de tener la reputación de zorra; Jocelin y Sutano, que solo quieren sexo casual sin compromiso; Jenifer, la chica que no soporta que su familia se meta en su vida; Perengano, el chico gay que está enamorado de su mejor amigo, pero no tiene el valor de confesarlo; y Primo de un Amigo, que es un “nerd” que busca citas hot en línea. Todos ellos buscan pasarla bien, sin salir lastimados, pero la realidad que le toca vivir a cada personaje es otra, ya que a medida que creen que se saldrán con la suya, se toparán con la desilusión de un corazón roto, y la satisfacción de algunos, solo por conseguir lo que quieren, todo esto entre cantos, risas, lágrimas, y nos contarán sus experiencias sexuales de la mejor forma posible.

Me encantó el mensaje que dejó la obra: nadie puede darte lo que no tiene y el sexo no es, muchas veces, lo que parece. Se podrá decir que solo es para pasar el rato, pero nadie dice si se podría contagiar de alguna enfermedad o que tan vacío y solo se puede quedar al final. La mejor forma de amar es conociéndose uno mismo y que no se puede amar de cualquier manera. Se sintió la conexión con el público, en la parte musical algunos actores destacaron más que otros, pero en general, hubo buena química en escena. Lo único que me queda es agradecer por tan bella función.

María Victoria Pilares
23 de marzo de 2018

lunes, 19 de marzo de 2018

Crítica: UNA VERSIÓN CLOWN DE ROMEO Y JULIETA


Una relectura de Shakespeare

Un clásico de Shakespeare llegó a los escenarios limeños bajo mirada fresca y divertida: Una versión clown de Romeo y Julieta, una adaptación de la historia de los amantes de Verona, dirigida por la directora argentina Laura Silva y con un elenco de seis actores, improvisadores y clowns, Valeria Escandón, Daniel Cano, Luciana Arispe, Giuliana León, Renato Pantigozo y Dusan Fung. Lo único que se respeta del imaginario shakesperiano es la distribución escenográfica, con el público frente a los actores y a su derecha e izquierda, como era normal en tiempos isabelinos. Por lo demás, la puesta nos trae una perspectiva lúdica y sarcástica para entender este clásico de una manera más cercana, haciendo evidente la dificultad retórica y propia de la época que contiene el texto original.

El primer acierto es haber adaptado al clown un clásico que la mayoría suele conocer por completo, ya que así el público puede familiarizarse sin problema con cualquier tipo de código teatral que se utilice sin arriesgar con esto su compromiso con la historia. Uno de estos códigos es la creación de una doble convención, en que podemos apreciar a los actores representando cómo su lado clown afronta y deja de afrontar, cuando es necesario, la representación de Romeo y Julieta. Esto lo hacen desde una sinceridad que los lleva a detener su representación y comentar, por ejemplo, si entienden o no, lo que se dice en el texto de Shakespeare. A partir de esta sinceridad propia del clown logran suscitar risas en el público sin llegar a “actuar” lo gracioso (un recurso facilista al que se suele recurrir).

En cuanto a los efectos de música, la selección de vestuario y el acompañamiento de luces se notó un trabajo gratamente artesanal: cambios de atuendo delante del público, musicalización en vivo a cargo de los mismos actores que incluyen onomatopeyas y adornos en escena (sonidos de pajaritos para denotar que es de mañana, sonidos de suspenso, entre otros), que daban la sensación de convertir en ciertos momentos la obra en una historieta animada. Todo esto le daba ritmo a la representación. Sin embargo, hubo momentos que carecieron de tratamiento en relación con la propuesta teatral, sobre todo hacia el final. Por ejemplo, si para la primera noche de Romeo y Julieta se utilizó una tela, bajo la cual los personajes se encontraron, lo que dejó una sensación de juego pero también de intimidad, la famosa muerte de los personajes principales fue representado sin un código claro, lo que pudo confundir al público presente.

Respetando la sinceridad propia del clown se insertaron temas sociales de la actualidad sirviéndose de algunas frases hechas del texto original. Por ejemplo, en versos donde el texto sugería que Romeo tenía más estatus que Julieta, la Julieta Clown recalcaba que en esta relación ambos son iguales. Este es un aporte valioso que encaja con la labor que el teatro debería cumplir en la sociedad: crear una consciencia social en el espectador. No obstante, la manera en que este discurso fue manejado en este caso específico distraía de la historia.

Los textos nunca mueren. Solo hay que mirarlos de otra manera, acorde con la época en que se vive. Y, dentro de todo, Una versión clown de Romeo y Julieta logró mostrar la clásica historia criticando temas que en el texto original aparecen normalizados, como el machismo. Sin embargo, a partir de los comentarios sinceros de los clowns, esta crítica no confronta al texto mismo, sino que se sirve de él para confrontar tanto a la realidad de la época como a la actual.

Stefany Olivos
19 de marzo de 2018

jueves, 15 de marzo de 2018

Crítica: LIMA DE VERAS


La luz del pasado

Lima de veras enfrenta el compromiso de antaño, que juraba y cumplía amor eterno contra la fugacidad de hoy que banaliza el sentimiento y se expresa mediante el divorcio, la ruptura y el cambio, como consecuencia de una sociedad del descarte.

El conflicto en Lima de veras radica en el choque de estos conceptos, cada uno perteneciente a una época emblemática de nuestra ciudad. La pureza del cariño es representada por el jolgorio y la luz de una varieté en los años 40, mientras que la separación abrupta y desesperada forma parte de los años 90, cuando la penumbra arremetía dentro de los hogares y el terrorismo acechaba en la capital. Los valses criollos que acompañan el transcurso de la obra son el hilo conductor que nos pasea de una realidad a otra.

Aunque un tanto maniqueista, Lima de veras acierta en decirnos que la ciudad ha cambiado, apuntando a elementos que reconocemos, como la creciente inseguridad, la desconfianza, el desorden y la violencia.

A pesar de la valoración del concepto que esconde la puesta en escena, cabe decir que existe un vacío sustancial en el desarrollo de cada uno de sus cuadros: la presencia de un conflicto interpersonal entre los personajes/actores.

A lo largo de la obra, el diálogo es el recurso de exposición, contradicción y resolución, dejando de lado la acción dramática. Esto recae en personajes inmóviles que conversan, incansablemente y someten al espectador a sus indecisiones, sobre divorciarse o no; situaciones siempre circulares y redundantes. Así pues, la obra apela al estatismo, el suspenso no crece sino que se mantiene tenue como la luz de sus velas y sólo respira cuando se añade una situación cómica, palmas, entremeses.

Por otro lado, la aparición de Reynaldo Arenas es destacable en cuanto significa su presencia para darle un giro dramático sorpresivo y enigmático a la obra. Su energía empuja las escenas hacia nuevos ritmos y su rol de predicador ante el público, proclama una postura contundente sobre la esperanza que sostiene el montaje, en que vuelvan esos viejos tiempos que tanto se anhela, donde el compromiso y la generosidad, eran valederos.

No hay duda que Lima de veras es precisa en remarcar que hemos perdido la mirada sincera hacia el otro y nos encontramos, por ahora, en una ciudad profundamente oscura; sin embargo, su ejecución es tenue como los valses que intenta gritar, con esa voz que se apaga en el momento de mayor furor y desgarro.

Bryan Urrunaga
15 de marzo de 2018

Crítica: ANTÍGONA COMO PRE-TEXTO

¿Desde dónde construir?

Antígona como pre-texto invita a la reflexión sobre los posibles medios de la construcción escénica, partiendo del color, la atmósfera y la composición. Los directores Yasmín Loayza y Omar Del Águila elaboran un espectáculo sobre la lucha de poder y la violencia, desatada a partir de la injusticia, la incomunicación o el mal entendimiento.

El montaje, presentado en la AAA, arriesga el abordaje del texto hacia una representación por momentos absurdista y por otros, pictórica; la escena inicia con un grupo de jóvenes obreros incapaces de entenderse, su inviable comunicación inevitablemente les incita a ejercer violencia sobre el otro y a re-signifcar objetos sobre el escenario como material de muerte, tales como un casco que se transforma en arma. Estas convenciones se intensifican, añadiendo a la escena una carga sórdida y peligrosa que se abre campo en el imaginario del público. El absurdo aprovecha su ilimitado poder, para generar estas imágenes de odio, de burla, de miedo.

Luego, el espectáculo se fragmenta. La luz toma protagonismo y los actores transitan el espacio como espectros, cuyas composiciones denotan el poder figurativo, la dominación, el silencio. El actor se vuelve autómata, repite sus acciones, como en un ensamblaje kantoriano. El amor que siente Antígona por Polinices, su hermano, se multiplica en frente nuestro, porque los actores también se multiplican, la dirección propone que los sentimientos se expandan sobre el escenario, otorga a una acción carácter expresionista y por ende, la intensifica y demuestra que no solo es sentimiento de la protagonista, sino de todas las mujeres, de todas las personas.

En este punto, Antígona como pre-texto salta del escenario simbólico hacia el mundo real, como punto de partida de muchas preguntas, porque la tragedia nos hace tomar consciencia. ¿Esta mujer que muere en su Grecia, no está presente en nuestro Perú? ¿Acaso no se encuentra buscando justicia al Creonte que la manda a callar?

Bryan Urrunaga
15 de marzo de 2018

martes, 13 de marzo de 2018

Crítica: LA ZORRA VANIDOSA


Una lección para la vida

Palosanto Teatro, un grupo de teatro enfocado en las obras para la familia y los niños, con mensajes sobre el medio ambiente y la comprensión, basa sus puestas en escena en narraciones escritas del literato José María Arguedas. En esta oportunidad, nos traen, en un nuevo reestreno de su obra original, escrita y dirigida por Ismael Contreras, “La Zorra Vanidosa”, inspirado en una narración del famoso escritor peruano.

Son las 5 de la tarde en punto y los encargados del auditorio llaman en orden al público, 10 minutos después y del medio del público, sale Ismael a presentar la obra dando una breve introducción e invitando a todos a avisar a otros a verla; antes de retirarse, pide unas palmas para llamar a la Zorra Vanidosa (Yasmín Incháustegui), quien aparece desde el telón y empieza con un musical admirando su cola. Los actores se presentan con una musicalización propia y cantan en vivo, lo que genera una emoción en el público. Esta musicalización coincide en los momentos en que la historia tiene giros inesperados, pues la obra no es predecible y el público se divierte en todo momento, en especial los niños. El escenario es preciso y muy bien ambientado simulado un bosque en un valle andino y un árbol bien ornamentado.

El tema principal gira en torno al egoísmo que tiene la Zorra y como esta actitud genera que sea vista como un personaje ocioso y vividor por otros habitantes el bosque, como la Ratona (Geraldine Díaz) o la Liebre (Daniel Zárate). La vestimenta de los actores está perfectamente trabajada y creíble, tanto la de la Zorra como el traje andino de la Ratona, el traje rústico de la Liebre o el poncho del amigo-cómplice de la Zorra, el Chivo (Juan de los Santos). La Ratona, en una escena, hace un juego de zancos que impresiona al público. Lo más interesante de la puesta es la gran capacidad de los actores para improvisar los diálogos que muchas veces son interrumpidos por comentarios de los niños, sentados en primera fila; los actores dialogan con ellos y adaptan inmediatamente la conversación que tenían con el otro actor de tal manera que la interrupción no genera una “ruptura” en la narración dramática. Estas “interrupciones” y comentarios ingenuos de los niños, lejos de distraer o causar molestia, enriquecen la obra y la hacen más real y atractiva para todos.

La historia de “La Zorra Vanidosa” es una obra dirigida para toda la familia y nos deja una valiosa lección para la vida: el egoísmo destruye las relaciones sociales y hace daño a las personas que uno más quiere. Está en temporada de verano hasta el 15 de abril y puede verse en el auditorio del Centro Cultural CAFAE, ubicado en la Av. Arequipa 2985, San Isidro.

Enrique Pacheco
13 de marzo de 2018

sábado, 10 de marzo de 2018

Crítica: BAGDAD


Una relectura de “Las mil y una noches”

La célebre recopilación medieval “Las mil y una noches” ha sido llevada a los escenarios  limeños; estamos hablando de la versión libre Bagdag, con la dramaturgia y dirección de Gerardo Fernández, que se está presentando en el Teatro Esencia de Barranco. La propuesta nos traslada a un contexto actual en el que conviven la corrupción, la desigualdad, el desinterés y demás males sociales que condicionan y ponen a prueba a cada uno de los personajes.

La obra muestra dos historias en paralelo: por un lado, un gobernante – Caleb (Gerardo Fernández)- que abusa de su poder y que padece de un resentimiento profundo a las mujeres debido a una infidelidad, lo que lo lleva a matar a sus esposas al día siguiente de la noche de bodas; sin embargo, la obra comienza cuando Sherezade (Juana Edith Martínez) le está contando una historia para cautivar a Caleb y provocar en él el interés de seguir escuchando la continuación de la misma noche tras noche. Por otro lado, vemos representada la historia que se le está contando a Caleb: se nos muestra la de Aladino como una estrategia de Sherezade para aleccionar al perturbado gobernante. El salto constante de una historia a otra funcionó, pues le daba dinamismo a la puesta en escena; incluso en las escenas donde ambas historias estaban ocurriendo a la vez, fue interesante el hecho de que Sherezade y Caleb estén viendo la acción de los personajes de la historia de Aladino, un juego de perspectivas atinado para la propuesta. Por otro lado, la estructura del teatro ayudó a la diversificación de las escenas, pues explotaron todos los niveles que el escenario contenía, a pesar de ser un espacio reducido. Sin embargo, en cuanto al desempeño de los actores, noté durante toda la obra un desborde de energía en todo el elenco, sin excepción: al tratarse de un espacio pequeño, tendría que haber habido una noción de la calidad de energía física y vocal necesaria para llenar el espacio, mas no para saturarlo. Durante toda la obra vi demasiada tensión en los actores, lo que provocaba inverosimilitud en la interpretación, debido a que no existían matices en la construcción de la mayoría de personajes: se “actuaban” las emociones fuertes, y recurrían siempre a los gritos, lo que provocaba una saturación al espectador.

La propuesta pudo haber funcionado mejor calibrando sobre todo la energía actoral. La historia puede estar llena de personajes apasionados, donde las injusticias y males sociales en este caso vendrían a ser el obstáculo de los involucrados en cada historia; sin embargo, no se puede “actuar” lo apasionado, no se puede “actuar” la maldad o el ser una víctima. Todas estas características tienen que venir por consecuencia de un carácter y un punto de vista de cada uno de los personajes, algo que no vi del todo definido en esta puesta en escena. A pesar de que durante la obra se hacen referencias a la actualidad mencionando elementos contemporáneos como fotografías, pistolas o demás, no fue suficiente pues solo se menciona unas cuantas veces durante toda la obra y creaba confusión. Sin embargo, el hecho de haber tejido dos historias que se retroalimentaban en una puesta en escena fue una decisión atinada, pues así se hace más potente la reflexión sobre las injusticias que en ambos casos se muestra. Una vez más vemos cómo una historia tan antigua puede continuar vigente gracias a relecturas desde las artes escénicas, donde ahora podemos ver a una Sherezade o Idrish comparadas con la imagen de una líder feminista actual o a Caleb como una imagen de ciertos presidentes que profesan  resentimientos a otros países o que, incluso, pueden apoyar la guerra por ideales ciegos.

Stefany Olivos
10 de marzo de 2018

miércoles, 7 de marzo de 2018

Entrevista: FIORELLA PENNANO


“El Teatro tiene el poder de crear empatía en los demás”

Nominada tres veces por Oficio Crítico, la joven intérprete Fiorella Pennano se llevó el premio del jurado a la Mejor actriz en Drama por Pulmones (2017), montaje escrito por Duncan Macmillan y dirigido por Norma Martínez, en el que fuimos testigos de una cruda y honesta historia de amor a través de los años. “Ha sido (y sigue siendo) una experiencia increíble. Con Renato (Rueda, coprotagonista), llevamos más de un año desde la primera pasada que hicimos”, asegura. “Es una obra en la que nunca terminamos de trabajar, siempre hay cosas que afinar, que cambiar; es realmente un placer hacerla”. Y es que para Fiorella, esa es la única forma de seguir creciendo y explorando. “Cuando uno está cómodo en el escenario, no explora y no crece; Pulmones es un aprendizaje constante”. La obra se estrenó en la Alianza Francesa en junio del 2017 , luego tuvo una temporada itinerante en los escenarios de los Británicos en enero y otra en el Centro Cultural de España, gratis para el público y ya se anuncian nuevas reposiciones.

Desde siempre en las artes escénicas

“Mi mamá era una actriz extraordinaria, dicen, yo nunca la vi actuar, pero me encantaría hacerlo; mi papá (Guido Pennano) tiene una presencia increíble en sus conferencias; y mi abuelo Herrmann Hamann Carrillo, en sus 90 años, las sigue dando”, menciona Fiorella sobre su familia y su inminente gusto por el arte. “Desde muy pequeña, a los tres o cuatro años, sabía que quería ser actriz”, recuerda. “En el colegio no había curso de teatro, pero sí había “la obra del año” y los talent shows, en los que siempre participaba”. Estando en el colegio, Fiorella ya había comenzado a trabajar en cortometrajes y comerciales, así como ser parte de la academia de ballet de Lucy Telge.

Fiorella consideró viajar fuera del país, pero antes estudió periodismo por dos años. “Aprecio muchísimo el tiempo que estuve en la universidad, no me arrepiento de haber hecho periodismo acá”, refiere, para luego contarnos que ingresó en el 2009 a la York University en Canadá, un conservatorio de artes escénicas. “Allí no te enseñan una sola forma de hacer las cosas, te explican diferentes metodologías para el entrenamiento de la voz, el cuerpo, el análisis de texto; nadie te dice que se tiene que hacer esto así, sino que te enseñan cómo llegar al resultado; fue un 80% entrenamiento práctico”. Para Fiorella, un buen actor de teatro debe “tener disciplina, y además, tiene que tener “correa”, es decir, resistencia”. Y es que un actor, que va a recibir órdenes siempre, tiene que ser valiente para sostener las emociones. “Tenemos que habitar lugares de vida y muerte, y si el sentimiento explota en el escenario, tenemos que mantenerlo física y psicológicamente”. Por otro lado, un buen director debe “tener buen humor, también paciencia y tiene que ser muy trabajador, porque solo si es así, el actor va a tener confianza en lo que va a hacer”.

Montajes con mensaje

Ya en Lima, Fiorella participó en múltiples obras teatrales de interés, consideradas por Oficio Crítico en sus premiaciones. Una de las más recordadas fue Stop Kiss (2015), escrita por la dramaturga norteamericana Diana Son y dirigida por Martínez, que retrataba una historia de amor entre dos mujeres en medio de un contexto violento y discriminatorio. “Cuando uno hace teatro, desea hacer historias que uno quisiera contar, y que además te guste cómo está escrito, porque a veces la dramaturgia puede no gustarte tanto”, reflexiona Fiorella. “Al encontrar un texto como Stop Kiss, que es una historia de amor, de compromiso, de descubrimiento, de compasión, que va mucho más allá de la temática de moda, el espectador va a tener una reflexión de esperanza”.

En las antípodas de Stop Kiss, se encuentra Víctor o los niños al poder (2015), texto escrito por el francés Roger Vitrac en los albores del teatro del absurdo y dirigido por Gonzalo Torres. “Tenía un personaje pequeño, pero para mí fue el favorito; trabajar el absurdo y el expresionismo físico es difícil, requiere de mucha energía”. Fiorella compartió escena con los destacados Roberto Ruiz y Stephanie Orúe durante la temporada en la Alianza Francesa. Por otro lado, por Contracciones (2016) del inglés Mike Bartlett, fue nominada como Mejor actriz de Comedia o musical. “Fue bien loco estar nominada en esa categoría, porque no sé si la obra fue comedia o drama, para mí fue comedia, pero para otros, no sé”, manifiesta. Y razones no le faltan: provista de un corrosivo humor negro, su personaje en Contracciones debía someterse a rigurosas entrevistas ante una despiadada gerente, interpretada por Sandra Bernasconi. “Algunos se reían, otras lloraban, creo que eso fue lo interesante del texto”.

El Arte es importante

“El Teatro tiene el poder en crear empatía en los demás”, afirma Fiorella. “El espectador puede verse reflejado en el escenario y así mejorar las relaciones con los otros seres humanos”. Para la joven actriz, las Artes escénicas ayudan a curar y sanar. “El teatro es un espacio en el que nos unimos; como actriz, sea lo que sea que deba interpretar, debo llegar a ver el humano que hay detrás de los personajes, ese es el principal trabajo del actor”. Fiorella cita a la directora Anne Bogart, quien dijo que el Teatro es la representación de nuestra sociedad. “Y es maravilloso cuando avanzamos de esa forma”, continúa la actriz. “La gente que va al teatro es más culta, pero no en el sentido académico, sino porque se enriquece de la cultura que vivimos; así logramos enlazar caminos y llenar esos huecos de falta de comprensión en nosotros mismos”.

Fiorella ha tenido todo tipo de directores al mando de sus proyectos teatrales. “Me han tocado directores tiranos”, menciona. "En relación con los directores, sé que tengo que callar y hacer”. Explica además, que si el actor va con una idea predeterminada de cómo es su personaje al ensayo y no hace lo que el director le indica, este no va a descubrir nada nuevo. “No llegas al ensayo con las manos vacías, eso ya todo está en tu cabeza, pero si lo aplicas y confías en el director y pruebas, vas a encontrar herramientas para volver tu personaje más particular; es difícil, porque claro, uno quiere ser el mejor actor del mundo con sus ideas maravillosas, pero eso es algo que he aprendido de Norma: en Pulmones no teníamos tiempo para dudar, en cada momento teníamos que probar algo nuevo, y hacer algo”.

Para Fiorella, habrá Pulmones para rato. “Vamos a reponerla en la Plazuela de las Artes y en el Ricardo Palma y luego, en mayo, nuevamente en la Alianza Francesa”, anuncia. También se pondrá a las órdenes del director Rasec Barragán para protagonizar la obra Efectos laborales, al lado de Pietro Sibille y Oscar Meza. “En cine tengo varios proyectos, algunos que no puedo mencionar todavía, pero sí me encuentro grabando la película Larga distancia y estoy atenta al estreno de Rosa Mística, sobre la vida de Santa Rosa de Lima”. Nuevamente, Fiorella estará interviniendo en un montaje de Macmillan, pero ahora como productora. Se trata de Solo Cosas Geniales (Every Brilliant Thing), monólogo que será interpretado por Martínez, quien se encargará además de la dirección, al lado de Lucho Tuesta. “Me interesa la dirección, pero todavía no; ahora estoy produciendo (con su productora Animalien), me interesa mucho, es bien chévere”, finaliza.

Sergio Velarde
7 de marzo de 2018

martes, 6 de marzo de 2018

Entrevista: RAMÓN GARCÍA


“El actor es libre de escoger el camino que desee”

“Nunca quise ser actor”, nos comenta Ramón García. “No estaba en contra de la actuación, pero nunca se me cruzó por la mente; por el contrario, yo quería ser marino como mi padre”. Con una larga trayectoria en teatro, cine y televisión, Ramón logró el premio del jurado de Oficio Crítico como Mejor actor por El país de la canela (2017) de Alonso La Hoz. “Perdí a mi padre desde muy niño y lo que me han contado es que me parezco mucho a él: soy aventurero, crítico, no estoy conforme con nada”. Por cierto, él no se considera un desadaptado, pero sí refiere que siempre se ha cuestionado el porqué de las cosas. “La actuación y todo lo que ha sucedido en mi vida es por una precipitación de acontecimientos, como dice el tango: “Cuesta abajo en la rodada”, ya que no creo que tenga muchas cosas preconcebidas en mi vida, más bien yo las he ido encontrando”.

Estudios y primeras experiencias

Luego de que su deseo de ser marino se viera frustrado, como Ramón lo menciona, por una cuestión policíaca (“Otro día te cuento”, asegura) que le impidió dar su examen de ingreso, decidió entrar a la universidad. “Vagué mucho tiempo y la disciplina me la imponía yo”, recuerda. “Hasta que en un momento le di un uso más inteligente, y a los 25 años entro a estudiar Economía en la Universidad de Lima”. Es por una inquietud, que Ramón la describe como “erótica”, por la que entra al taller de teatro para ir detrás de las chicas. “Me gustaban los números, pero después en Análisis matemático empecé a patinar; me dije que no sabía qué hacía en Economía y me causaba molestia, porque yo siempre he pensado que la educación tiene que ser entretenida y no traumática, así que me pasé a Comunicaciones”. Ramón terminó esta nueva carrera y a los pocos meses debutaba en el TUC, no sin antes haber llevado un entrenamiento previo.

Ramón guarda los mejores recuerdos de uno de nuestros mejores directores, Carlos Padilla. “Había como 50 personajes y cuando entregaron libretos, yo solo quería que me den un papelito”, recuerda. “Al final, Carlos me dijo que iba a ser el tío rico de la obra y además, era el protagonista. “Pero yo nunca he actuado”, le dije y él me dijo: “Si yo digo que lo puedes hacer, lo puedes hacer”. Y efectivamente, enfrenté ese reto”. Fue en 1977 que Ramón rindió su examen en el Teatro de la Universidad Católica (TUC), pero debido a que todavía se le cruzaban cursos en la otra universidad, reservó matrícula. “Estando en ese asunto de haber ingresado y no ser alumno, me llama Coco Guerra”, rememora. “Me dijo que quería que participara de un montaje, pero yo tenía entendido que siendo alumno no podía, menos si ni siquiera estaba en facultad. Coco me dijo: “Yo soy el director, yo soy el reglamento”, así que le pregunté: “¿A qué hora es el ensayo?” Fue así que estrenamos El tartufo (1977), protagonizado por Luis Peirano”. Después, Ramón tuvo participaciones en importantes montajes como Ubú Presidente (1980) y El círculo de tiza caucasiano (1981).

La responsabilidad de actuar, dirigir y enseñar

Para Ramón, un buen actor de teatro debe tener la sensibilidad para entender y transmitir emociones y sentimientos que le permitan trascender y que el público, al ver esa interpretación, se sienta tocado. “Por ejemplo, en El país de la canela, mi personaje era asqueroso y sanguinario”, reflexiona. “Pero en mi monólogo se puede voltear la tortilla y mostrar que no tienes otra alternativa y que también sufres”. Ramón afirma que para ser buen actor se debe tener 99% de trabajo y 1% de talento. “¿Naces con talento o lo aprendes? No encuentro la respuesta; no quiero sonar soberbio, pero creo que nací actor, no le encuentro otra cuestión racional”.

Por otro lado, para Ramón, un buen director de teatro debe ser “como un director de orquesta sinfónica, tiene que encontrar armonía entre todos sus instrumentos, no solo sonar, debe haber musicalidad en la puesta en escena, debe sentir a cada uno de los personajes”. Y si bien cree que no es necesario que el director deba entrar en la “cabeza” del autor, el resultado final sí debe ser armonioso y bonito, dentro de cualquier género, incluso el teatro del absurdo. “Vi unos fragmentos de Esperando a Godot, con Patrick Stewart e Ian MacKellan, y me enamoré de estos dos tíos, ¡qué bacán debe ser esa puesta en escena!, no ves toda la obra, pero te preguntas cómo será todo completo”. Ramón cita también a nuestro recordado Enrique Victoria, en una escena de la película Alias la Gringa (1991). “Él le pregunta a la Gringa sobre un personaje: ¿Culpable o inocente?, la Gringa dice “inocente” y Enrique le dice solo “gracias”, pero con tranquilidad, alegría, amor y orgullo en ese "gracias". ¡Ya pues, ese es un actor!, en una palabra, en una mirada te contó todo”. Ramón se emociona al hablar de nuestro primer actor, ya que fue una persona muy especial en su vida profesional y personal.

“Llevo 26 años enseñando teatro, pero yo empecé como profesor de lenguaje”, refiere Ramón. “Yo tenía a Giovanni Ciccia como alumno, jodía y jodía, yo le dije que nunca vas a ser actor; hace años, cuando hacíamos Un sombrero de paja de Italia (2013) me hizo recordar, fue muy gracioso”. Ramón se inicia formalmente en el Museo de Arte de Lima en 1992, pero los talleres no fueron idea suya, sino que fue convocado por un grupo empeñoso de sus alumnos. “Les decía que vayan a la ENSAD, a otras escuelas, pero por una cuestión de horarios no podían. Así que apareció el TEFA; al comienzo se iba a llamar SABSEIS, porque querían clases los sábados a las seis de la tarde, pero luego el nombre de Taller de Estudio y Formación Actoral me gustó, ahí ya tengo cerca de 20 años”. Al inicio, como refiere Ramón, se convirtieron en gitanos, ensayando en azoteas, parques, garajes, en el Club de Leones en Miraflores y en la Casa del Artista. “Hasta que  puse un aviso que necesitaba espacio, fui al Centro de Lima a realizar una gestión, pasé por la AAA y ahí me quedé”.

Problemáticas para actuar en los diferentes medios

¿Es lo mismo actuar en teatro, TV o cine? Para Ramón es lo mismo, “aunque otros doctos tengan sus ideas que separan la actuación para esos medios”. Y es que solo se trataría de una cuestión de adaptación. “En el teatro, tienes la distancia, las dimensiones del escenario, la capacidad visual del espectador, te van a escuchar unos mejor que otros; y en el cine y la TV prima la naturalidad, no es necesario impostar ni colocar la voz, ya que para eso hay micrófono”. Definitivamente, las características de nuestra TV son muy particulares. “Es evidente, y no estoy ofendiendo a nadie, que es un negocio”, admite Ramón. “Nuestros compañeros directores, productores tratan de hacer su trabajo lo mejor posible, pero los dueños te exigen una cantidad de capítulos por semana o mes, porque todo es dinero; entonces por hacer 30 a 35 escenas al día para cumplir con un programa, va en demérito de la calidad del producto, para eso recurrimos a nuestro oficio”. Resulta evidente que en el teatro sí existe un proceso de ensayos, así como varios funciones, en la que en la última se puede gozar más del espectáculo. “El cine es más cercano al teatro, ya que no se puede trabajar con la misma premura: una película de hora y media puede durar meses de filmación; en televisión, ese mismo tiempo lo haces en dos días, por eso mis respetos para los guionistas que deben entregar tantos capítulos en tan corto tiempo”.

Ramón tuvo la suerte de participar en The Young Pope (2016), serie de televisión italiana, creada y dirigida por Paolo Sorrentino, en la que compartió escena con actores de la talla de Jude Law y Diane Keaton. Si bien las comparaciones siempre resultan odiosas, nuestra televisión todavía arrastra muchas deficiencias, que para Ramón, radican en la corrupción. “Todo está dentro de un círculo vicioso que tiene que ver con la corrupción, con el pésimo sistema educativo que tenemos, y me da pena, porque soy comunicador y escucho esta frase  horrorosa: “Dale al pueblo lo que el pueblo quiere”, y ¿cómo saber lo que quiere? ¡Basura!, si es lo que le estás dando”. Las novelas brasileras, por ejemplo, ostentan una gran calidad, pero no siempre un alto rating. “Ves otros productos nacionales y (sin que se ofenda nadie) por la entrega rápida se sacrifican muchas cosas, debería haber una forma de poder satisfacer el hambre de dinero y plata de los dueños de los canales, para darles más tiempo para poder mejorar; además, si quieres más tiempo, mejor me compro una novela turca, me cuesta lo mismo”. Eso sí, Ramón valora mucho a las productoras peruanas que se animan a hacer ficción. “Mis respetos a América TV, que es la única que produce, y creo que cada uno desde su trinchera, tanto actores como directores, se esfuerzan por hacer un buen trabajo”.

La responsabilidad de ser artista

Definitivamente, los artistas, como comunicadores, cargan una gran responsabilidad por los mensajes que transmiten a su público. “Acá yo me encuentro dos posturas: hago teatro porque me gusta actuar; y otros dirán que yo quiero que mi país salga de la situación en la que se encuentra y yo los voy a hacer recapacitar”, reflexiona Ramón. “Para mí, las dos respuestas son validas; con todo respeto, el señor Cattone hace el teatro que él quiere, pero hace teatro, que sirve para entretener, que es su función”. Pero por otro lado, existen los artistas que busquen una reacción en el pueblo a través de su trabajo. “Pero estamos fregados con la corrupción, no podemos hacer ciertas cosas, por eso creo que el actor es libre de escoger el camino que desee”. Ramón ha tenido la suerte de hacer teatro comprometido, como El país de la canela. “La canela puede ser la coca, la corrupción o el billete, me hace acordar cuando hicimos Las manos sucias (2002) de Sartré: me interesó más la historia en esa situación que la obra misma”.

Consultado sobre sus proyectos para este año, Ramón expresa su deseo de hacer teatro. “Pero quiero una obra buena (sin que suene feo) con buen elenco y buen director, no es suficiente solo propuestas con mucho entusiasmo”. Sin embargo, sí estará involucrado con la preparación actoral de un proyecto a cargo de Vania Masías. “Además, sigo haciendo eventos y coaching como profesor y docente; así como un piloto de televisión, que me encantó pero todavía no tiene  productor”. Ramón interpretaría a un abuelo que debe hacerse cargo de un chiquillo de 14 años que sueña con ir al Mundial, pero que ya empieza a sentir los primeros síntomas de Alzheimer. “Ojalá y se pueda concretar, es una historia muy bonita”, finaliza.

Sergio Velarde
6 de marzo de 2018