La
luz del pasado
Lima
de veras enfrenta el compromiso de antaño, que
juraba y cumplía amor eterno contra la fugacidad de hoy que banaliza el
sentimiento y se expresa mediante el divorcio, la ruptura y el cambio, como
consecuencia de una sociedad del descarte.
El conflicto en Lima de veras radica en el choque de estos conceptos, cada uno
perteneciente a una época emblemática de nuestra ciudad. La pureza del cariño
es representada por el jolgorio y la luz de una varieté en los años 40,
mientras que la separación abrupta y desesperada forma parte de los años 90,
cuando la penumbra arremetía dentro de los hogares y el terrorismo acechaba en
la capital. Los valses criollos que acompañan el transcurso de la obra son el
hilo conductor que nos pasea de una realidad a otra.
Aunque un tanto maniqueista, Lima de veras
acierta en decirnos que la ciudad ha cambiado, apuntando a elementos que
reconocemos, como la creciente inseguridad, la desconfianza, el desorden y la
violencia.
A pesar de la valoración del concepto que
esconde la puesta en escena, cabe decir que existe un vacío sustancial en el
desarrollo de cada uno de sus cuadros: la presencia de un conflicto
interpersonal entre los personajes/actores.
A lo largo de la obra, el diálogo es el
recurso de exposición, contradicción y resolución, dejando de lado la acción
dramática. Esto recae en personajes inmóviles que conversan, incansablemente y
someten al espectador a sus indecisiones, sobre divorciarse o no; situaciones
siempre circulares y redundantes. Así pues, la obra apela al estatismo, el suspenso
no crece sino que se mantiene tenue como la luz de sus velas y sólo respira
cuando se añade una situación cómica, palmas, entremeses.
Por otro lado, la aparición de Reynaldo
Arenas es destacable en cuanto significa su presencia para darle un giro dramático
sorpresivo y enigmático a la obra. Su energía empuja las escenas hacia nuevos
ritmos y su rol de predicador ante el público, proclama una postura contundente
sobre la esperanza que sostiene el montaje, en que vuelvan esos viejos tiempos
que tanto se anhela, donde el compromiso y la generosidad, eran valederos.
No hay duda que Lima de veras es precisa en remarcar que hemos perdido la mirada
sincera hacia el otro y nos encontramos, por ahora, en una ciudad profundamente
oscura; sin embargo, su ejecución es tenue como los valses que intenta gritar,
con esa voz que se apaga en el momento de mayor furor y desgarro.
Bryan Urrunaga
15 de marzo de 2018
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