La atemporal naturaleza humana
Escrita en 1744, La disputa, obra del segundo autor francés
más representado después de Molière, Pierre de Marivaux, nos ofreció una
inquietante trama: un grotesco experimento orquestado por un príncipe para
descubrir cuál de los dos sexos es el causante de la infidelidad, el cual
consistió en el aislamiento de cuatro niños durante 19 años y luego devueltos a
un apartado bosque en donde se relacionarían sentimentalmente por primera vez,
y así eventualmente, se descubriría quién es el primero (o primera) en ser
infiel. Pues bien, el novel colectivo La Maldita Compañía (conformado por egresados
de la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP) estrenó en el Teatro La
Histriónica una obra homónima, teniendo como disparador creativo a la mencionada
pieza del autor francés, con la dirección de Daniela Zela, en la que también se
exploraba la naturaleza humana. Los resultados fueron moderadamente auspiciosos,
con ciertas irregularidades que bien podrían revisarse para su ya anunciado
reestreno, pero con el suficiente riesgo asumido en el proyecto como para volverla
recomendable.
Así como se afirma en el programa de mano virtual, Zela, al
momento de leer la obra por primera vez, entendió el texto de De Marivaux no
solo como uno “muy presente, sino futuro”. Fue justamente este el enfoque que
la joven directora, luego de un arduo trabajo de reescritura, versionaje y
asesoría, le otorgó a su estreno: La disputa del 2019 abre en el año 2052, con
una transmisión televisiva proyectada en una de las amplias y oscuras paredes
del espacio barranquino, en el que se nos informa que la raza humana está en
peligro debido a un fenómeno climatológico y que se están realizando experimentos
a gran escala para revertir la situación. Uno de ellos, llamado operación “Domo
Artificial” y conducido por dos científicos de ideas antagónicas (Diego Pérez y
Vanessa Zeuner), consiste en el confinamiento de cuatro “seres”, aislados previamente
desde su nacimiento, que se someterán a una controlada prueba en conjunto en el
domo, monitoreados por dos cuidadores (Augusto Gutiérrez y Beatriz Ureta) para observar
su comportamiento y así mejorar la especie humana. Los paralelos con el
original de De Marivaux terminan ahí, porque la puesta de Zela resulta más ambiciosa,
con tres actrices (Carolay Rodriguez, Eliana Córdova y Marianne Carassa) y un
actor (Miguel Dávalos) asumiendo las personalidades masculinas y femeninas de
manera indistinta, enriqueciendo así las relaciones amorosas entre ellos, con
temas tan actuales como el empoderamiento de la mujer y la violencia física y
psicológica contra ella, la orientación sexual y hasta el enfoque de género,
mezclado con envidia, mentiras, traiciones y manipulación.
Sin embargo, así como también le ocurrió a Intimidad atómica
(2019), los peligros de recrear una atmósfera futurista se hicieron notar, al
menos parcialmente: el inmenso espacio que ofrece La Histriónica pudo haberse
aprovechado mejor para generar el ambiente adecuado, con un juego de luces y un
diseño artístico que logre trasladarnos por completo al contexto requerido; al
igual que ciertos vestuarios, como los de los científicos, que podrían bien revisarse.
Las proyecciones multimedia no volvieron a ser utilizadas durante el
espectáculo. Una discreta puesta en escena como La Gris (2019) logró salir
airosa, por ejemplo. Toda la primera parte del montaje de Zela, con las
discusiones y conflictos entre los científicos y cuidadores, podría ganar una
mayor fluidez; pero luego, con la aparición de los seres objetos de estudio y
sus diversas personalidades, el montaje alza vuelo y consigue sus mejores
momentos, gracias al buen trabajo actoral en conjunto, especialmente los de Carassa
y Dávalos. La disputa fue un digno inicio creativo para La Maldita Compañía,
recuperando a un interesante autor del siglo XVIII como lo fue De Marivaux y
realizando un pertinente estudio de la atemporal conducta humana.
Sergio Velarde
29 de junio de 2019