domingo, 23 de junio de 2019

Crítica: LA SONRISA DEL NIÑO ARAÑA


Sencillos conflictos, grandes historias

Siempre es grato encontrar una pieza teatral que, partiendo de una simple anécdota, consigue resultados contundentes y hasta épicos. Y sobre todo, cuando se hayan involucradas las simpáticas especies animales, con sus particulares valores y defectos establecidos desde siempre, para protagonizar así metafóricas historias con mensaje incluido. Pero no solo en teatro para la infancia, como lo fueron, por citar un par de ejemplos, las muy interesantes La zorra vanidosa (2010) de Palosanto, con las nefastas consecuencias que traen el ocio y la soberbia; o Caracolito (2017) de Winaray, promoviendo perseverancia por sobre el abuso de confianza; sino también las dirigidas al público adulto, como la notable RaTsodia (2015) de Espacio Libre, en la que dos roedores desnudaron toda la podredumbre política y social que nos rodea. A este grupo de puestas en escena habría que añadirle, sin dudarlo, La sonrisa del niño araña, inspiradísimo texto, escrito y dirigido por la joven Desly Angulo, que convirtió una sencilla fábula arácnida en una historia con un profundo contenido social.

Angulo nos presenta en escena un conflicto muy sencillo, que involucra a un niño que está acabando con toda la población arácnida de su casa y solo le resta encontrar a las últimas tres. La historia es narrada hábilmente desde el punto de vista de las arañas: la histriónica Avelina (Tania López) busca la pierna desmembrada de una de sus hijas; la inconsciente Belisa (Gianiré Rosalino) se encuentra desesperada por conseguir alimento; y la sensata Casia (Ethel Requejo) pretende llegar a un acuerdo con su verdugo. El trío acciona sin tacha en el escenario, siendo interrumpido solo por los ruidos que anuncian la cercanía del mencionado niño, que nunca vemos pero presentimos. Servida entonces, la metáfora sobre los abusos de poder y el caos generado entre las inocentes víctimas que habitan en un espacio violento y salvaje. El juego dramático funciona, ya que los paralelismos con nuestros vergonzosos hechos históricos y taras sociales se hacen reconocibles.   

La puesta en escena es llamativa, con un vestuario funcional, detalles y guiños bien trabajados por parte de las tres actrices, y un interesante diseño escenográfico, que en el íntimo espacio que ofrece la Casa Winaray juega con telas, luces y sombras para generar así una atmósfera de perdición, acompañada por la música de Rafo Ráez. Con el apoyo de Samoa Producciones y Cuarta Maraña, la joven Angulo confirma que sí se puede realizar contundentes espectáculos teatrales, partiendo de triviales conflictos, solo con creatividad e ingenio. La sonrisa del niño araña, de sugestivo y simbólico título, es una trágica aventura arácnida convertida en una profunda reflexión humana.

Sergio Velarde
23 de junio de 2019

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