Misteriosas conexiones
Por una corta temporada, volvió a las tablas “Años Luz”, pieza escrita por Federico Abrill (quien ocupó el segundo lugar en
el Concurso Nacional de Dramaturgia
Teatro Lab 2016) y dirigida por Ernesto Barraza Eléspuru, esta vez con algunos
cambios en el elenco y en un escenario distinto (el acogedor Teatro de Lucía).
En un intento por desafiar lo improbable,
siete personajes cruzan sus destinos de forma inesperada y coinciden en un pequeño
universo, donde la distancia y las barreras idiomáticas (español, inglés y
danés) no son impedimento para encontrarse. Marit (interpretada por Malu Gil
Lohmann), desde Dinamarca, tira al mar una botella con un mensaje justo antes de
intentar suicidarse, pero la detiene el flash de la cámara de un muchacho inglés Mark (Nicolás Villalonga), quien luego se encuentra en el
aeropuerto con Rafael (Claudio Calmet) e intenta seducirlo,
sin saber que está casado con Luisa (Natalia Cárdenas), que
atraviesa por una enfermedad que pronto la dejará postrada; entonces recurre al terapeuta danés Karl (Francisco Cabrera), hermano de Marit.
Como si fuera poco, la botella llega a manos de un humilde niño llamado Pedro
(Sergio Armasgo), quien conoce al inglés Mark en una playa
limeña y lo invita a su casa, donde conoce a su madre Sully (Rocío Limo/Julia
Thays), quien es muda, pero increíblemente logra hablar en inglés con el
fotógrafo para aconsejarlo.
La puesta en escena cobra vida con una
antesala en la que se observa a algunos actores realizando ejercicios de
calentamiento (elongaciones, saltos, yoga, gesticulando y aclarando la voz); poco a poco, el resto del reparto se une a esta dinámica. Sin embargo, este preámbulo
no es trascendental ni determinante. Tal vez si lo entendemos como una
apertura (metafórica) al encuentro inminente de estas personas. Acompañan las
escenas, proyecciones en el fondo de pantalla, con títulos y referencias que
complementaban las acciones. Con utilería esencial y un ritmo pausado y
repetitivo que se sostiene en todo momento, el montaje reta al espectador,
no solo por la cantidad de información, sino también por el estilo y el lenguaje
escénico que se propone.
Aunque el origen (remoto) de estos
encuentros es un misterio, “Años luz” –con audacia e ingenio- aborda la
importancia de aprender a comunicarnos más allá de las diferencias y el idioma,
nos muestra también la solidaridad y empatía hacia el otro. Por medio de ‘explosiones’
que atraviesan grandes distancias, la conexión entre los personajes (seres
humanos, al fin y al cabo) supera en gran medida sus marcadas individualidades.
Maria Cristina Mory Cárdenas
16 de junio de 2019
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