Nuestra terca y miope ciudad
La presencia de Sebastián Salazar Bondy sigue vigente. A 50 años de la
partida de nuestro entrañable escritor y periodista, su legado constituye uno
de los pilares de nuestra literatura contemporánea, a pesar que su producción dramática
(entre pantomimas, dramas, comedias, juguetes y demás) aparezcan en escena muy
de vez en cuando. Desde hace dos años, por ejemplo, el colectivo Espacio Libre
viene desarrollando una sólida adaptación de su imprescindible ensayo “Lima la
horrible” denominada Los funerales de doña Arcadia. Por su parte, Cuatrotablas
también presentó este año una propia adaptación de la última obra de Sebastián,
El rabdomante. Y en 2007, el mismísimo Sebastián Salazar Bondy apareció sobre
el escenario, interpretado por Jordy Valderrama y siendo uno de los escasos
aciertos del musical La tentación del amor. Pues bien, este año Eduardo
Adrianzén no se quedó atrás y le dedicó una pieza a Sebastián. Y si bien no
logra los brillos alcanzados por el que sería acaso su mejor “biopic” teatral (Demonios en la piel con el protagonismo del director italiano Pier Paolo Pasolini se
lleva las palmas), su texto deja entrever algunas interesantes reflexiones
sobre nuestra ciudad capital, sostenidas por la presencia de Sebastián.
Humo en la neblina sigue los pasos de los últimos días de Sebastián, un fumador empedernido en nuestra húmeda ciudad, mientras ocupaba sus pensamientos en la mencionada historia del mago capaz de
encontrar agua con su varita mágica. Pero esa línea argumental no parece ser el
eje principal de la trama: lo es la historia de un escritor advenedizo llamado
Roberto, que recurre al consagrado Sebastián para que le oriente en su
incipiente carrera literaria. Es así que entra en escena Flor de María, una
secretaria inexperta y prejuiciosa, que se pondrá a sus órdenes y se dejará
seducir, a pesar de que Roberto no tiene la menor intención de comprometerse,
pues solo piensa aprovecharse de ella. La metáfora que propone el autor se
percibe con cierta claridad a pesar de
lo densa y dilatada que resulta finalmente la puesta en escena (Flor de María
representa a la Lima discriminadora y manipulable; mientras que Roberto, al
poder arbitrario y convenido), teniendo solo como referencia a la figura de
Sebastián. La dirección de la experimentada Ruth Escudero parece privilegiar
mucho las imágenes y la plasticidad del espectáculo por sobre el contenido mismo
del texto; por ejemplo, con personajes dialogando en tono realista en un
momento, para luego romper con una secuencia corporal o para colocarse máscaras
para representar los gallinazos de nuestra ciudad.
Adrianzén aprovecha también esta ocasión para agregar oportunos
guiños a la labor del escritor en la actualidad, que dichos por Sebastián
parecen premoniciones. A destacar en el elenco la actuación de una recuperada María
Angélica Vega (una de las musas de la directora) que consigue un entrañable
personaje, muy “limeño” en todo el sentido de la palabra. Por otro lado, Juan
Carlos Pastor interpreta de manera bastante sobria a un Sebastián cuarentón,
dándole la réplica al convenido Roberto (Francisco Cabrera) y siendo atormentado
por la presencia del gallinazo (José Avilés), que anuncia la temprana partida
del escritor. Vodevil Producciones acierta con este merecido homenaje a nuestro
Sebastián, uno de nuestros escritores más urgentes, en el ICPNA de Miraflores.
Humo en la neblina es un interesante espectáculo que explora, a su particular
manera, cuán tercos y miopes podemos llegar a ser los habitantes de esta,
nuestra sufrida comarca virreinal.
Sergio Velarde
18 de octubre de 2015
#HumoEnLaNeblina
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