martes, 31 de julio de 2018

Colaboración regional: EL TEATRO TOMA LAS CALLES


IV Expo Arte Piura

Dice un viejo refrán popular que si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña; y parece que este dicho se ha aplicado desde hace mucho tiempo al teatro en regiones. Los actores hemos tenido la necesidad de adaptar nuestros espectáculos al público y a los espacios que ellos frecuentaban, como parques, plazas y otros, que se vieron prácticamente “invadidos” por los artistas populares o quizá mal llamados “callejeros”, menospreciando de alguna u otra manera su trabajo. Pero el ser “callejero” no implica que el trabajo presentado sea de menor calidad; por el contrario, implica mayor nivel de destreza, movimiento y concentración para captar la atención de un público que literalmente va pasando por la calle y que no tenía en sus planes del día ver teatro. Quizá sea un público que nunca haya visto teatro o peor aún, que nunca se haya acercado a una expresión artística.

Muchos teóricos consideran que el teatro de calle no es propiamente una corriente o un tipo de teatro, sino más bien hace referencia al espacio escénico; sin embargo, el teatro de calle ha sufrido una importante evolución que va desde la antigua Grecia hasta el teatro más experimental de los años 60 que no solo hacía referencia a la arte escénica clásica, sino que lo combinaba con otro tipo de artes como la música y la danza.

Desde hace cuatro años, el grupo Yupi teatro tomó las calles para hacer teatro y se entregó a la ardua labor de organizar un festival con artistas invitados de diferentes disciplinas y lugares. Al principio, las carencias técnicas fueron obvias, como lo afirma su director Lucio Gallo, pero posteriormente la evolución en cuanto a técnica y espacio ha marcado la diferencia, convirtiéndolo quizá en uno de los festivales teatrales con mayor permanencia en la región. El festival se lleva a cabo todos años durante la semana de Fiestas Patrias (del miércoles 25 al domingo 29 de julio) en el Skate Park del Parque Miguel Cortés, conocido en la ciudad como Parque Infantil. Además de las funciones de Yupi teatro, el festival contó con la presentación de bandas de rock, poesía, exposiciones pictóricas, show infantil, etc.

El sábado 28 de julio se presentó la obra “Yaku misky (Agua dulce)”, un espectáculo de títeres que ha sido presentado en el Festival Internacional de Teatro Comunitario (Entepola 2018). Esta obra cuenta la historia de Juanita, una niña que ama el bosque y que ve destruido su hábitat por la malvada Reina de la Arenas, una bruja al que le produce alergia la naturaleza y sobre todo, las flores. Lo presentado fue un extracto de la obra original; sin embargo, se puede destacar el uso de la técnica de títeres y el espacio, así como la historia y el desarrollo del guion, que a pesar de tocar un tema social como la escasez mundial de agua y la deforestación, mantiene al público en atención debido a su agilidad y versatilidad. Como aspectos por  mejorar, es importante resaltar el uso correcto de los telones y el decorado de fondo para lograr mayor limpieza en la manipulación de mismo.

El esfuerzo realizado por Yupi teatro para la puesta de este festival y la participación de los grupos invitados demuestra una vez más que el teatro en Piura se está consolidando y que los grupos han entendido que en la difusión y en los nuevos espacios está la clave del crecimiento teatral. Aún falta un largo camino para crear una cartelera y un público cautivo, pero vamos por buen camino.

Katiuska Granda
Piura, 31 de julio de 2018

Crítica: CEREBROS CEREBRITOS


Lo que cuenta es el interior

"La discapacidad no te define; te define cómo haces frente a los desafíos que la discapacidad te presenta." Jim Abbott

Cerebros cerebritos fue una obra escrita por  el actor peruano  Renatto Argüelles y dirigida por Fernando Pasco. Contó con las actuaciones de Jaime Philips, Andrea Meza, Johana Bello, Quini Gomez, Nina Goldsworthy, Pher Vásquez, Franco Coloma y el mismo Argüelles. Estuvo en una corta temporada corta en abril en el Teatro Auditorio de Miraflores.

Se trató de una puesta en escena muy conmovedora y divertida, que atrapó a más de uno. La historia se centró en Emilio, un joven que está enamorado desde hace tiempo de Natalia, pero debido a su timidez no sabe cómo declarase. Es ahí que sus fieles amigos Chili (el ciego), Pancho (el intelectual) y Ruedas (el paralítico), buscarán la forma de ayudarlo para que se declare y en el trascurso de sus aventuras, sin querer, todo el grupo de Cerebrito terminará por encontrar a su media naranja.

El mensaje de la obra es muy bonito e inspirador, ya que a pesar de las dificultades y algunas limitaciones por parte de los actores al entrar a su personaje, se nos muestra  que el interior es lo que cuenta. Y que el amor no entiende de diferencias y es cierto, ya que cuando el corazón manda, uno solo obedece. Las actuaciones estuvieron correctas en general, así como el manejo corporal. Eso sí, la química que se notó con todo el equipo fue único.

Las historias que se cuentan de estos grupos de amigos son originales, con unos toques de picardía. Tienen un inicio simple, pero a medida que va avanzando la obra, esta  toma forma. Me encantó ver nuevamente al actor y director de esta obra, Renatto Argüelles, con este personaje en el que se lució. Quiero dejar esta frase que me parece pertinente para este texto: “Solo porque un hombre carezca del uso de sus ojos, no significa que carezca de visión”. Aprendamos a vivir en un mundo sin superioridades, gracias por la invitación y espero volverlos a ver pronto en las tablas.

María Victoria Pilares
31 de julio de 2018

sábado, 28 de julio de 2018

Crítica: CLOSER


El deseo que envuelve

El Teatro Auditorio Miraflores fue el escenario de Closer, obra del autor londinense Patrick Marber, esta vez en la versión y adaptación del director Rod Díaz Sánchez y bajo la producción general de RED Teatro. El elenco conformado por David Otazú (Larry), Karen Cueto (Anna), Eduardo Bazán (Dan) y Juliet Pacahuala (Alice) tuvo la responsabilidad de darle vida a estos complejos personajes, que, arrastrados por sus pasiones, se envolverán en un peligroso juego de mentiras, intrigas e infidelidades, llevándolos al extremo.

Cabe destacar que esta obra también ha sido llevada a la pantalla grande en 2004 (Llevados por el deseo, bajo la dirección de Mike Nichols), reafirmando la inevitable reconfiguración de las relaciones personales. Volviendo al montaje propuesto por Díaz Sánchez, si bien el texto original está ambientado en el Londres de los noventa, esta vez se apostó por adaptarlo a una Lima contemporánea.

Visualmente, el montaje fue bastante simple: los juegos de luces, sonido y artículos básicos servían de apoyo para la ejecución de las acciones. La construcción de los personajes en los casos de Bazán y Pacahuala fue más notorio; en el caso del primero, destacó el curioso acento que trabajó para el personaje (en ciertos momentos exagerado); la segunda, sosteniendo un personaje de extremos y dualidades (fragilidad y sensualidad). Respecto a sus compañeros, tanto Otazú como Cueto estuvieron correctos, manteniendo los conflictos de sus personajes.

Closer fue una puesta llena de eufemismos, de un lenguaje fuerte y gráfico, con personajes egoístas e intensos, que buscan refugio en sus propios deseos. Aquí, resalto el riesgo que el director y el grupo de actores tomó para contar esta historia, que hacia el final del segundo acto se hacía tediosa e infinita, quizá por la enorme carga de eventos y desencuentros que se llevaron a cabo.

En la actualidad, es preciso que el teatro muestre este tipo de propuestas, no para fomentar determinadas conductas, sino para poner en evidencia lo complicado que puede ser construir y mantener los vínculos de afecto, respeto, lealtad, honestidad, etc. entre los seres humanos. Sobre todo, cuando nuestros propios deseos son los que priman, tornándose difícil reconocer nuestro lugar junto al otro y por ende, reconocer el amor cuando se ha encontrado.

Maria Cristina Mory Cárdenas
28 de julio de 2018

jueves, 26 de julio de 2018

Crítica: NO PENSÉ QUE ERA AMOR


Simpática antología en clave “plan-nuevina”

La Asociación Cultural Plan 9 presentó una variada gama de espectáculos sin pierde desde el 2003 en varios teatros, entre los que habría que mencionar (en una lista absolutamente subjetiva, como siempre lo será la crítica teatral) al delirante debut sobre las tablas de Rómulo Assereto en Bebé a bordo (2004), la excelente actuación y mejor dirección de Giovanni Ciccia en La nona (2008), la inmejorable e inimitable lección de teatro en aquella brillante antología llamada Demasiado poco tiempo (2011), el sueño hecho realidad de David Carrillo en La Tiendita del Horror (2014), la consagración del mismo Carrillo como el hombre-orquesta de las tablas que es en Lo que nos faltaba (2015) y la notable versión peruanizada de Chico encuentra chica (2015). Pero también el taller de formación actoral de Plan 9 viene entregando a la escena local a un destacado grupo de egresados de sus canteras, que (queriéndolo o no) viene realizándole soterrados homenajes en sus puestas. Tal es el caso de No pensé que era amor, que viene presentándose en el Auditorio AFP Integra del MALI, puesta dirigida por Rodrigo Falla Broussett y coescrita por Manuel Díaz Ibáñez, ambos aplicados alumnos de Carrillo.

Presentada como una antología acerca del amor y las relaciones sentimentales, Falla Broussett se arriesga con solo una pareja de actores haciéndose cargo de siete cuadros de variado calibre en clave de comedia, interpretando cada uno seis personajes. Dicho riesgo implica una serie de variables que pueden complicar el montaje (de hecho, algunas lo hacen); sin embargo, el resultado final es muy positivo, especialmente gracias a una inspirada dirección de actores y al tratamiento de cada escena: los contradictorios previos a la luna de miel en “Dueto matrimonial” de Lauren Wilson (premio de actuación para Falla Broussett por Oficio Crítico 2016); los desesperados intentos de una pareja para salvar su relación en “Hágame el favor” de Díaz Ibáñez; los desopilantes aciertos y errores de un intento de ligue entre dos desconocidos en “No hay problema” de David Ives (además, emblemático cuadro de Demasiado poco tiempo); encuentros y desencuentros entre dos disparatados personajes en “Una verdadera mártir” y “Una cuestión de honor” de José Luis Alonso Dos Santos; una curiosa conversación en la sala de espera del psiquiatra en “Por favor, tome asiento y pronto alguien lo atenderá” de Garth Winfield y el tragicómico final de una atípica relación en “Tenemos que hablar”, también de Díaz Ibáñez.

El riesgo ya mencionado de contar con solo dos actores se ve reflejado, por ejemplo, en los apurados cambios de escena y vestuario, con el conocido sonido del reloj de la serie 24 que se prolonga, a veces, demasiado; no habría sucedido lo mismo con dos parejas de intérpretes o con una reducción de elementos para diferenciar a los personajes. Además, el diseño artístico también podría revisarse, para conseguir una mayor estilización en los biombos y puerta. Algunos textos pecan de inexactitud temporal, como el último, mezclando hechos que no corresponden al mismo tiempo de acción, como los estrenos de la película Dos besos (2015) y la serie de Luis Miguel (2018), por citar algunos. El simpático prólogo metateatral, que se salva gracias al carisma de los actores, debería tener también un epílogo pertinente. Pero es esta pareja de actores, que asumieron el riesgo junto con Falla Broussett en la dirección, la mayor fortaleza de la obra: tanto el mismo Díaz Ibáñez como la debutante Priscilla Espinoza lucen totalmente comprometidos con el juego escénico y logran una buena química en todos los cuadros. No pensé que era amor, a cargo de LONG PLAY Colectivo teatral, no solo es un digno homenaje para las deliciosas comedias a los que nos tenía acostumbrados la Asociación Plan 9, sino también se consolida como una simpática oportunidad de burlarnos de todo lo que hemos sido, somos y seremos capaces de hacer siempre por amor.

Sergio Velarde
26 de julio de 2018

Crítica: DE AVENTURAS


Inspiración, valentía y libertad

La española Gracia Morales es una consumada y premiada dramaturga todo terreno. Sus obras se han venido estrenando en nuestro país de manera intermitente, todas ellas acompañadas por un aura mágica, en las que la memoria, la vuelta al pasado y los universos paralelos se ven complementados, dentro de historias con fuerte carga social. Así, vimos Prolegómenos (2005), en la que una pareja de actores no puede empezar su función, debido a serios problemas provocados por ellos mismos; la muy popular Como si fuera esta noche (2012, 2017), en la que madre e hija aparecen en el mismo espacio, separadas por la línea temporal y envueltas en una trágica historia de violencia doméstica; o NN12 (2017), en la que asistimos al doloroso reconocimiento del cuerpo de una mujer por parte de una valiente forense (Leticia Narvarte), en un país lleno de injusticias y desapariciones forzadas. Pues bien, Morales también cosechó laureles por sus puestas para la infancia, como en De Aventuras, estrenada en el Teatro de Cámara del Centro Cultural El Olivar y que será repuesta en el Centro Español de Salaverry, dirigida por Narvarte.

Así como en la reciente El otro lado (2017) de Jimena Ortiz de Zevallos, en la que una atribulada autora recibía la visita de sus personajes de ficción, liderados por su apuesto protagonista, en De Aventuras sucede a la inversa y además, en clave familiar. Un escritor para niños llamado Mario se encuentra entrampado en una terrible crisis de inspiración, provocada por una dolorosa enfermedad en la pierna, y es visitado por la aguerrida heroína de su saga literaria, titulada “Las Aventuras de Aidún”. Juntos, en equipo, superarán sus respectivos problemas: Mario recuperará no solo la inspiración, sino que también decidirá enfrentar su enfermedad, de la mano de su hermana Dunia; y Aidún conocerá la libertad para tomar decisiones propias y vivirá por primera vez la derrota. De Aventuras consigue que sus personajes aprendan valiosas lecciones, junto con los pequeños espectadores.

Narvarte ofrece un entretenido espectáculo, con impecables producción, vestuario y  efectos de sonido y luces. Las jabas recicladas lucen bien en escena, pero podría hacerse hincapié de esta necesaria actividad ecológica dentro del montaje. De otro lado, los actores convencen en sus roles, desde Augusto Alza, protagonista de la recordada obra Tomás (2016), como el frustrado escritor; Nazaret Ortiz, de Beca y Eva dicen que se quieren (2017), en doble papel como Aidún y Dunia; hasta Marinés Soria, como la simpática Narradora, que curiosamente también fue parte del elenco de El otro lado. Presentada por Palpita Teatro y As Teatro, De Aventuras se convierte en una excelente opción para toda la familia, en la que la interesante dramaturga Morales recupera el valor de la literatura como escape de la realidad, el necesario valor para sobreponerse a cualquier crisis y la libertad para elegir nuestro destino. Atentos al reestreno.

Sergio Velarde
26 de julio de 2018

martes, 24 de julio de 2018

Estreno: ENTRE COLINAS Y SENDEROS


Presenta "La Vale"

A fin de contar una historia que debe quedar en la memoria  desde este 31 de julio la Asociación Cultural "La Vale" presenta "Entre Colinas y  Senderos", escrita y dirigida por Michael Joan  y protaganizada por Claudia Del Águila y el propio director en el Teatro de Lucía (Jr. Bellavista 512, Miraflores) los martes y miércoles a las 8 p.m. Boletería. 

"Entre Colinas y Senderos" es la historia de seis personajes en temporalidades diferentes, pero que poco a poco se irán integrando en un tiempo y un espacio común: la memoria.  Quizás puedan compartir el mismo drama o quizá la misma comedia porque comparten un mismo espacio y una misma historia.

La historia transcurre allá, por los años 80, periodo convulsionado por la violencia terrorista y la corrupción generalizada en todos los estamentos del Estado peruano y que hoy, ante los casos de corrupción toma vigencia.

Washington y Aurora son dos niños ayacuchanos que llegan a Lima para vengar el asesinato de sus padres, mientras que éstos, ya fallecidos, se encuentran en el mismo espacio esperando mitigar sus culpas. Encontramos también al general y a su esposa, personajes caricaturescos que nos muestran la corrupción, la ignorancia y la falta de escrúpulos ante un pueblo que se desangra.

domingo, 22 de julio de 2018

Crítica: DE TRAPOS Y CARTÓN


Corazón de Títere

La Asociación Cultural Concolorcorvo y el Centro Cultural Ricardo Palma presentan la muestra de teatro de títeres De Trapos y Cartón, escrita y dirigida por Daniel Huarocc, además, como único titiritero. Es importante resaltar que Huarocc fundó en el 2002, la Asociación Cultural Concolorcorvo y que desde el 2006, lleva impulsando la Bienal Internacional de Teatro de Títeres para Adultos, un encuentro cultural de carácter latinoamericano, que reúne a una serie de compañías teatrales que trabajen al títere desde distintos enfoques artísticos. Además, Concolorcorvo ha logrado participar en festivales teatrales, encuentros y dictado de talleres en países como Chile, Colombia, Argentina, Brasil y Ecuador. Han presentado otros montajes como Las Aventuras de Crispín (2011), Ramón, el Dormilón (2015), Diario del Cuervo (2015) y talleres, como Confesiones de un Títere (2017).

Son las cuatro en punto de tarde y los miembros del equipo del Teatro Ricardo Palma se prestan a abrir las puertas del auditorio para anunciar el ingreso del público, compuesto principalmente de familias. El auditorio no se llena del todo, pero los niños demuestran una gran emoción por ver el espectáculo. La escenografía genera una gran impresión desde un primer momento, ya que se trata de representar el salón principal de una casa, con ambiente bucólico. Los materiales, como mencionó Huarocc al final de la presentación, fueron hechos íntegramente de objetos reciclados, pero es resaltante que el grupo haya cuidado que la presentación de estos sea muy bien elaborada, de tal manera que uno no intuiría que se trata de materiales reciclados; también hay un cuidado en el color de los objetos, donde resalta el gris-amarillo, un estilo de arte barroco. En ese sentido, la escenografía es el gran punto destacable del montaje.

Daniel entra en escena con “Cero”, un abuelito maestro del reciclaje, cuya mejor creación es la de un niño a quien quiere otorgarle la vida, pero resulta que alguien se ha robado su corazón y es por ello que trata de encontrarlo con sus amigos: un gato y un ratón. La musicalización de las situaciones es emocionante, muchas veces es producto de la voz del titiritero, pero debido a la falta de diálogos entre los personajes, suceden situaciones dramáticas que no quedan del todo claras para el público. Creo que este es un punto que Concolorcorvo debería tomar en cuenta, pues una la historia de “Cero” se presta a tener un gran contenido dramático, pero ante la falta de monólogos o diálogos, el público, sobre todo los niños, no llegan a comprender la narración fácilmente. Sin embargo, el artista hace que los títeres hagan divertidas pantomimas durante la obra, que generan mucha alegría al público y al final hace que se despidan del público con la típica señal de agradecimiento de los actores al final de las presentaciones. Al final del montaje, Huarocc abre una sesión de preguntas al público donde sobresalen las cosas que no quedaron claras de la trama.

De Trapos y Cartón se encuentra en temporada corta hasta el 12 de agosto en teatro del Centro Cultural Ricardo Palma, avenida Larco 770, Miraflores, los sábados y domingos a las 4 pm. Las entradas pueden ser adquiridas en la misma boletería del teatro los días de la función o mediante la red Joinnus.

Enrique Pacheco
22 de julio de 2018

viernes, 20 de julio de 2018

Crítica: HAGAMOS MAGIA


Ilusionismo fraternal

Quizás una de las grandes virtudes que trajo consigo el descomunal éxito de las sagas literarias y cinematográficas de Harry Potter, creadas por la prolífica escritora J. K. Rowling, fue el de retomar (si es que acaso estuvo relegada por ciertas temporadas) la enorme fascinación de la infancia por la magia. Participar del ilusionismo que genera un espectáculo de magia resulta, sin lugar a dudas, una extraordinaria experiencia para toda la familia, especialmente para los más pequeños. Y es justamente lo que logra la puesta en escena de Hagamos magia, escrita por Alexander Rubio en colaboración con Mario Soldevilla, quienes actúan con la inspirada dirección de Armando Machuca y la precisa musicalización de Armando Abanto, en el Auditorio AFP Integra del MALI.

Desde el ingreso al teatro, antes de la tercera llamada, el público ya se encuentra inmerso en este espectáculo preparado por los hermanos Faustolín (Soldevilla) y CJ (Rubio); el primero, un asombroso mago y el segundo, su intrépido asistente. Los dos son los herederos del recordado mago Faustomán y están dispuestos a continuar con su legado: entretener a los asistentes a su función con el arte del ilusionismo. Sin embargo, en medio de los divertidos actos (que incluyen la activa participación de niños y adultos por igual), los espectadores se percatan de un llamativo detalle: Faustolín no logra concretar nunca sus trucos, excepto cuando recibe la ayuda involuntaria de CJ. Finalmente, el misterio es develado en el último tramo de la algo dilatada puesta, en una conmovedora escena que redondea un sólido espectáculo teatral, con humor, sorpresas y un mensaje aleccionador.

Machuca (premio al mejor trabajo de dirección para Oficio Crítico 2016 por Padres de la patria) consigue un entretenido montaje familiar, con una escenografía sencilla y los justos elementos para cada truco (incluida la asistente desaparecida dentro de una caja), siendo su verdadera fortaleza, en todo caso, la insuperable dupla actoral con la que cuenta: Soldevilla (mejor actor para Oficio Crítico 2013 por Los últimos días de Clark Kent) interpreta sin tacha a este soberbio remedo de mago, que logra redimirse al final; pero la verdadera sorpresa es la presencia de Rubio, quien se roba el protagonismo en muchas escenas, con su gran habilidad para hacer magia “de verdad” sumado a su innegable carisma. Hagamos magia, con la producción de Maryfé Asparria, se sirve del ilusionismo para crear un muy recomendable espectáculo con valores. Termina este fin de semana, muy recomendable.

Sergio Velarde
20 de julio de 2018

jueves, 19 de julio de 2018

Crítica: EL DIARIO DE ANA FRANK

Entrañable homenaje a la libertad

El 2015 fue el año teatral de Patricia Barreto, joven actriz que se llevó por derecho propio todos los premios de actuación (en realidad, todos menos uno) y el unánime aplauso de público y crítica por su magistral interpretación en Piaf, pieza inspirada en la vida de la famosa cantante francesa y escrita por la dramaturga británica Pam Gems. De allí en adelante, Barreto solo podía competir consigo misma para siquiera alcanzar la brillantez con la que llevó a cabo su cometido. Hace algunos meses, terminó una nueva temporada, que igualaba a la antes mencionada y en la que nuevamente encarnaba a otro emblemático personaje: se trató de El diario de Ana Frank, obra con texto de los norteamericanos Frances Goodrich y Albert Hackett (cuyo estreno fue en 1955), en la que colaboró otra vez con el experimentado Joaquín Vargas Acosta en la adaptación y dirección, como ya lo hiciera en la notable Piaf.

Acaso el mayor mérito del montaje presentado por la productora VNP en el Teatro Mario Vargas Llosa sea el de haber llevado a escena, sin mayores contratiempos, la esencia de esta obra literaria de importancia capital, escrita por esta muchacha de 13 años: las crueles implicaciones que conlleva una guerra (la invasión nazi a Holanda, en el presente caso) y lo dura que es la vida para aquellos niños y adolescentes que tuvieron la desdicha de atravesarla; pero también que, sin importar las edades, se debe defender nuestras posiciones y creencias, así como ser valientes para enfrentar los problemas y cumplir nuestros sueños. Ana nos enseñó que cada palabra, escrita o hablada, puede convertirse en testimonio de nuestra propia historia; además, ella se convirtió en el símbolo de la paz, la igualdad y la libertad, frente al dolor y tristeza que representa la guerra.

Vargas orquestó un entretenido y conmovedor montaje, con escenografía y vestuario muy cuidados, así como un oportuno uso de proyecciones en video, ya vistas en Piaf o en El Hombre Elefante (2013). Barreto se convirtió en una creíble y enérgica Ana Frank, rodeada de un elenco muy sólido, como los inmejorables Gerardo García Frkovich y Magali Bolivar (como sus padres), la sólida Laura Adrianzén (como su hermana) y los entrañables Ricardo Goldenberg y Lilian Nieto (como la pareja mayor de refugiados). Completaron el reparto  David Carrillo, Gonzalo Tuesta, Minou Adolph y el joven Martín Velásquez, todos ellos impecables. El diario de Ana Frank fue, sin duda, uno de los montajes del año, con un lucimiento actoral parejo de Barreto y elenco, y además, un emotivo canto de esperanza y valentía en favor de la paz.

Sergio Velarde
19 de julio de 2018

martes, 17 de julio de 2018

Crítica: LA CANTANTE CALVA


La tragicomedia del lenguaje

Pudo ser acaso el sorpresivo éxito de público y crítica de la lograda versión 2017 de Esperando a Godot, estrenada en la AAA con la dirección de Omar Del Águila, el disparador para el estreno de otra interesante e imprescindible puesta en escena del Teatro del Absurdo: La cantante calva, que estuvo en temporada en el Club de Teatro de Lima, dirigida por Paco Caparó y que curiosamente incluía en su elenco al mismo Del Águila. Sus respectivos autores y capitales dramaturgos, el irlandés Samuel Beckett y el franco-rumano Eugene Ionesco, fueron los precursores de esta corriente teatral, que incluía obras con tramas que parecían carecer de significado, llenas de diálogos redundantes e impertinentes, y que a través del humor ofrecían una corrosiva crítica hacia la sociedad y su disparatada incomunicación.

Prácticamente todo se ha escrito ya sobre la versión 2018 de La cantante calva. En todo caso, mencionar el delirante origen de la pieza, como el mismo Ionesco se encargó de compartir: su afán por aprender inglés le hizo memorizar una serie de oraciones en dicho idioma, que le revelaron verdades sorprendentes, como que hay siete días en la semana, o que abajo está el piso, o que arriba se encuentra el techo. Y precisamente, esos son los sesudos “temas” de los que hablan los protagonistas de su texto, los Smith y los Martin. ¿Y la cantante calva? Pues así tituló Ionesco su creación, por la sencilla razón que dicha artista jamás hace su aparición. Se trató de una obra que fue catalogada como “una suerte de pieza” o “antipieza” o “una verdadera parodia de una pieza de teatro” o “una comedia de la comedia”.

Mérito de la propuesta de Caparó el mantener el tono surrealista y absurdo acorde con el planteamiento inicial del autor, no solo en los esforzados decorados, vestuarios y utilería, sino también en la caracterización e interpretación de los actores. Tanto Cintia Díaz del Olmo y José Ferguson (como los Smith), así como Fabiola Coloma y Jhosep Palomino (como los Martin), ejecutan sus acciones sin tacha en sintonía con la propuesta; del mismo modo lo hacen Del Águila, interpretando al galante bombero, y el joven Santiago Giraldo, como el criado, cambiándole el género a la sirvienta Mary original. El uso de celulares, que contrasta nítidamente con el vestuario vintage, suma al desconcierto general de toda la puesta. La cantante calva, así como lo fue Esperando a Godot, fue una muestra de la total vigencia y disfrute de una corriente teatral, tan imprescindible como inagotable.

Sergio Velarde
17 de julio de 2018

Crítica: SUEÑO DE VERANO


El uso de la comedia y el drama en escena

En el Teatro Auditorio de Miraflores se está presentando la comedia Sueño de Verano, escrita y dirigida por Osvaldo Strongoli, la misma que forma parte de la segunda Fábrica de Creación.

Esta pieza narra la historia de Mauricio, quien desea demostrarle a su padre que puede hacerse cargo del proyecto más importante de su empresa constructora, llamado Sueño de Verano. Para lograrlo, tendrá que convivir con los curiosos personajes que habitan en aquella propiedad, desatándose situaciones hilarantes y un desenlace inesperado.

El montaje no proponía mucho. Una mesa, el juego de luces y un acompañamiento de sonido (que por momentos no fue preciso y tampoco aportaba demasiado) iniciaban la trama, que giraba en torno a cinco peculiares personajes: una cocinera, una mujer religiosa al límite, otra que sueña con casarse, una obsesiva de la limpieza y un muchacho que quiere llegar a la luna. Aunque algunas construcciones en los personajes cayeron en la ingenuidad y predictibilidad, otros, como el de Blanca (Pamela Paredes, quien mutó de acento y papel por momentos), el de Niel (Sebastián Lazo, quien trabajó una particular voz) y el de Nancy (Martha Muñoz) fueron más notorios.

Particularmente, considero que la simplicidad y el poco riesgo deslucieron la puesta de cierto modo; además, algunos de los parlamentos no fueron consistentes. Sin embargo, la línea de comedia se mantuvo y supo combinarse con una dosis de drama –en el trasfondo de la narrativa-, lo cual sostuvo la secuencia de hechos que se describían.

Cabe resaltar la diversidad de temas que se tocaron en la obra: la violencia contra la mujer, la discriminación y el abandono a los hijos. El hecho de utilizar la comedia para reflejar situaciones cotidianas (problemas sociales) fue manejado con precisión y sutileza, definitivamente, logró no solo hacer reír sino también conmover.

Finalmente, podrían implementarse más recursos para potenciar la puesta, aunque este detalle no disminuye el trabajo y esfuerzo del reparto, que mostró en puridad las historias del día a día (sobre todo en esta coyuntura).

Maria Cristina Mory Cárdenas
17 de julio de 2018

lunes, 16 de julio de 2018

Crítica: ÁFRICA (UN CONTINENTE…)


Política, libertades e incomunicación

La producción dramática de la premiada autora argentina Patricia Zangaro es netamente política: así lo fueron Pascua rea (1991), con grotescos inmigrantes de los años treinta dentro de un sistema político-social trastocado; Auto de fe... entre bambalinas (1996), con tres actores de la época virreinal, que se sumergen en una lucha entre el arte y el poder; o A propósito de la duda (2000), con la incertidumbre acerca de la identidad biológica y simbólica que aqueja al protagonista, en su búsqueda de memoria. Pues bien, los jóvenes directores Abel Enríquez y Bryan Urrunaga estrenaron en mayo África (Un continente…) en La Casa Recurso de Barranco, texto escrito por Zangaro en el 2008, ofreciendo un interesante espectáculo con muchos aspectos a favor.

Como lo mencionó la autora en una entrevista, “África es la metáfora de la asimetría profunda que se vive en el mundo”. Y es que dicho continente no solo es uno de los más pobres y maltratados, sino que el futuro de sus habitantes pareciera no importarle a nadie. Y justamente, dentro de la obra propiamente dicha, mientras un negro se desangra en la calle, cuatro personas deambulan en la solitaria azotea de un edificio aledaño: un muchacho desequilibrado con ínfulas de francotirador (Roy Zevallos), una profesora en estado de depresión (Leticia Narvarte), un artista que se regodea en su propia perversidad (David Huamán) y una muchacha furiosa resuelta a tomar un drástica decisión (Rocío Olivera). Los textos, contados y sencillos solo en apariencia, son contundentes para desnudar la profunda incomunicación entre estos seres, inmersos en sus propias frustraciones.

Gran parte del mérito del montaje es el aprovechamiento del íntimo espacio de la Casa Recurso. Si bien es cierto, faltó crear con mayor precisión por parte de los actores la impresión de estar en una azotea, sus interpretaciones fueron lo suficientemente solventes como para involucrarnos en el drama, especialmente, al enterarnos de la relación madre-hija entre las dos mujeres. A destacar las actuaciones de todo el elenco, especialmente la de la muy competente Narvarte. Los cuatro elementos clásicos (agua, fuego, aire y tierra) dentro de baldes en cada esquina, así como su sencillo pero efectivo diseño de luces, mientras los personajes caminan o corren por los bordes, sumaron a generar una atmósfera de opresión y melancolía. Tal como lo mencionó Zangaro, “el teatro no puede transformar la realidad, pero sí transformar nuestra mirada”. África (Un continente…) fue un apreciable montaje que le hizo justicia a su autora, con un claro mensaje político sobre las libertades individuales, el absurdo racismo y las relaciones tirantes y distantes entre los miembros de una sociedad.

Sergio Velarde
16 de julio de 2018

domingo, 15 de julio de 2018

Crítica: 4 MUJERES EN CRISIS


Tímida mirada al universo femenino

Estrenada en el Centro Cultural CAFAE en un triste año en el que la “cosificación” de la mujer en el Perú se ha normalizado a niveles realmente alarmantes, la comedia 4 mujeres en crisis, escrita por la debutante en estas lides y abogada Helen Hesse y dirigida por el experimentado Américo Zúñiga, presentó a sus protagonistas femeninas envueltas en ingenuas e inofensivas tribulaciones con el sexo masculino. Si bien es cierto es necesario un compromiso por parte de nuestra comunidad teatral el enfrentar este nocivo lastre que no nos permite crecer como sociedad justa y con igualdad de oportunidades para todos, también lo es el legítimo derecho de cada creador el de proponer un espectáculo de sano entretenimiento sin mayores complicaciones, como aspiraba a ser esta propuesta escénica.

Presentada como una “terapia de shock psicológica, franca, corajuda y políticamente incorrecta”, 4 mujeres en crisis exploró cuatro contextos bien definidos y en el papel, por lo menos, interesantes: una artista conceptual le reclama a su novio los tan necesarios tiempo y atención para el bien de su relación; una inescrupulosa y guapa mujer, que vive el día a día entre el marido y el amante, recibirá una desconcertante noticia; una abogada, aquejada por el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), deberá tomar una decisión; y una empoderada y brillante empresaria se prepara para disertar en una conferencia. Sin embargo, salvo el interesante atisbo metateatral (el público dentro de la misma conferencia) o alguna actuación por encima del promedio (como la de Jhuliana Acuña), la ejecución de las historias sobre el escenario nunca terminó de despegar, manteniéndose dentro de lo tibio y superficial, sin siquiera rozar las verdaderas posibilidades dramáticas que los cuadros anunciaban.

La dirección artística, para futuras presentaciones, también debería revisarse urgentemente: es cierto que el auditorio del primer piso del centro cultural nunca fue acondicionado para una representación teatral, pero la utilización de sillas de la platea sobre el escenario, de gigantografías en color brillante imposibles de leer debido a las luces o los escasos elementos para ambientar los diversos espacios (como en el caso del bar) no contribuyeron a conseguir la necesaria estilización que un montaje como este requería. 4 mujeres en crisis no fue para nada la histérica y controvertida obra que prometía ser en su material publicitario, pero sí se convirtió en una ingenua y amable propuesta, con un par de buenas ideas, que le debería servir a Hesse para presentar en el futuro proyectos teatrales más arriesgados, complejos y por supuesto, necesarios, si es que desea abordar nuevamente el cautivante imaginario femenino.

Sergio Velarde
15 de julio de 2018

Crítica: AQUÍ NO HAY LUGAR PARA UNICORNIOS


La increíble institucionalización de la violencia contra la mujer

No es un secreto que vivimos actualmente uno de los peores momentos de nuestra vida republicana: no solo por toda la corrupción, delincuencia e impunidad que pareciera regodearse a cada minuto de nuestra existencia, sino que también la violencia contra la mujer alcanza, en estos momentos, niveles de sadismo insospechados y desconcertantes, que bien podrían sugerir su increíble institucionalización en nuestra tan arbitraria y pacata sociedad. Nuestro teatro (y es evidente) no puede permanecer impávido ante estas preocupantes circunstancias que nos afectan a todos: los esfuerzos realizados en provincias, como lo vienen monitoreando nuestros colaboradores regionales, por ejemplo, en Mujeres de arena (2017), así como los estrenos de los últimos años en la capital, dan fe del serio compromiso de una gran parte de nuestros creadores escénicos por llevar a la reflexión a sus respectivos públicos sobre este tema tan álgido como desconcertante.

Si bien todavía pueden estrenarse obras como Después de casados (2017) de Gianfranco Mejía, las interesantes y oportunas puestas en escena de autoría peruana, como Carne de mujeres (2013) de Paco Caparó, con sus cuatro actrices ejecutando un lúdico entretenimiento sobre el machismo, para rematar con sus conmovedores dramas particulares; Diario de un ser no querido (2015) de Celeste Viale, que inicia con el cobarde asesinato de una mujer y sus posteriores consecuencias; Vergüenzas: Cajamarca, 1953 (2017) de Alfredo Bushby, un sentido unipersonal sobre el maltrato físico y psicológico a la que es sometida una solitaria mujer; o la reciente RECONSTRUCCIÓN_Nombre Femenino (2018), que cuestiona los paradigmas sociales que rodean a la mujer peruana de hoy, a través de una creación colectiva dirigida por  Paloma Carpio Valdeavellano y Coralí Ormeño Michelena, proponen la necesaria visualización de esta terrible problemática para buscarle de inmediato una necesaria solución.

A esta lista de espectáculos habría que añadirle la interesante creación colectiva Aquí no hay lugar para unicornios, estrenada a inicios del presente año, a cargo de la promoción del tercer año del Club de Teatro de Lima, con la dirección de Paco Caparó. Siguiendo la misma estructura de La ola (2016), Caparó, junto a la habitual asistencia de Jhosep Palomino, orquesta un sólido collage de historias paralelas, en las que el machismo, los estereotipos y los prejuicios generan el contexto ideal para la instalación de la violencia de género más radical. Y es que como lo sugiere trágicamente su título, el final feliz en esta historia resulta tan factible como la existencia de los unicornios. Narrada como una gran escena retrospectiva, que parte dentro de una comisaría en la que la malhumorada agente le espeta el típico “¿Qué habrás hecho tú?” a la denunciante por violación, el montaje articula esmeradamente diversos cuadros en los que hombres y mujeres, padres e hijos, esposos y esposas, conviven diariamente con la normalización de los atropellos contra el género femenino, en una ordenada y estilizada puesta en escena en rojo y negro.

Acaso el mayor logro de la nueva apuesta de Caparó, sea el de darle a cada uno de sus nóveles actores el personaje indicado para potenciar sus capacidades individuales. Así, tanto Adriana Burga, Oriana Canales, Levi Castillo, Javier Deza, Estefanía Gallegos, Kevin Gonzáles, Flavia García, José Gallo, Yuliana Huallanca, Daniel Marcone, Manuel Muñoz, Verónica Narro, María Isabel Rojas, Jordana Ramos, Joe Silva, Jackeline Soto y Milagros Yupanqui consiguen bosquejar muy bien sus roles cotidianos, aprovechando con solvencia sus líneas, pero también los silencios, las pausas y las miradas, igual de importantes que este texto, que se convierte por derecho propio en otro valioso aporte nacional contra este alarmante y mayúsculo problema que es la violencia institucionalizada contra la mujer, la cual no puede serle ajena, bajo ninguna circunstancia, a nuestra comunidad teatral.

Sergio Velarde
15 de julio de 2018

sábado, 14 de julio de 2018

Crítica: HAGAMOS MAGIA


Una moraleja mágica

“Quien tiene magia, no necesita trucos” es uno de los mensajes de los personajes de la última creación del joven iniciado en la dramaturgia y actor, Alexander Rubio: Hagamos Magia. La obra cuenta la historia de una divertida pareja de hermanos, que se dedica al arte de montar espectáculos de magia: CJ (el mismo Rubio) y Faustolín (Mario Soldevilla); estos están prestos a presentar un espectáculo familiar, pero suceden una serie de imprevistos y situaciones cómicas durante el show, que generan una narración y ambiente muy divertidos para los espectadores. La dirección está a cargo del actor Armando Machuca y la musicalización, por el improvisador Armando Abanto. Es importante mencionar que tanto  Soldevilla como Machuca ya fueron galardonados por el comité de Oficio Crítico: el primero, como el mejor actor de comedia del 2013 por su participación en Los últimos días de Clark Kent, producida por el colectivo Ayepotamono; y el segundo, por el mejor trabajo de dirección 2016 en el mismo rubro, por el espectáculo interdisciplinario Padres de la patria.

Las puertas del auditorio AFP Integra del Museo de Arte de Lima están próximas a abrirse a la hora indicada, ante un público principalmente conformado por padres e hijos. Desde un primer momento, los actores hacen partícipes del espectáculo a los asistentes y a sus hijos, con muchas intervenciones durante la función de maneras muy simpáticas y graciosas sin crearles incomodidad; por el contrario, los padres que eran conminados a subir al escenario lo hicieron con mucho entusiasmo y sorpresa, posiblemente debido al ambiente de química que logran Alexander y Mario con sus personajes que generan confianza. Por otro lado, los niños, como es habitual en los montajes de teatro infantil, tienen una constante interacción con los actores, a quienes les trasmiten sus emociones con efusividad, a pesar de que el espacio no permite al público una comunicación visual plena con los actores, ya que el escenario es muy elevado en relación con las butacas. Se trata de un teatro adaptado para obras solo para apreciación del público.

El cuidado que le es reservado a la escenografía, la vestimenta y la utilería de los actores es realmente destacable, pues se logró que la presentación sea lo más parecido a un verdadero espectáculo de magia; en ese sentido, es destacable el trabajo complementario de Alexander, que hizo una performance muy buena y original de su talento como mago. Además, la misma escenografía se compone de una serie de elementos muy creíbles, como telas, utensilios de cocina, vasos, luces, sillas, entre otros, que dejan la sensación de un gran trabajo colectivo del equipo de Machuca. La obra tiene una narración cómica durante casi todo el espectáculo hasta el momento final, en el que existe un quiebre dramático cuando Faustolín hace una confesión a su hermano: no es mago. Lejos de aprovechar la vulnerabilidad del personaje de Mario, CJ se compadece de él y lo conmina a seguir en su proyecto de llevar obras de magia a los niños del mundo, pues como él mismo dice: “Quien hace magia no necesita trucos”. Es una moraleja muy valiosa y pedagógica la que deja el trabajo de Rubio y el equipo de Machuca.

Hagamos Magia se encuentra en temporada los días sábados y domingos a las 4pm hasta el 29 de julio en el teatro AFP Integra del Museo de Arte de Lima, Paseo Colón 125, Parque de la Exposición, Cercado de Lima.

Enrique Pacheco
14 de julio de 2018

Crítica: DESDE MI PECERA


La pecera de los sueños

Desde mi pecera, una obra que se presenta en el Teatro Ensemble, está escrita por Daniela Salas, dirigida por Gabriela Gallegos y en ella actúa la misma autora, junto a Cindy Quispe. Ami y Clock son dos seres que trabajan en una dimensión paralela produciendo los sueños de las personas. Ami es la más experimentada y Clock, su aprendiz. No obstante, algo está cambiando. Hace días que Ami está en huelga y Clock se encuentra preocupada por ella. Así empieza esta historia que toca temas como el paso de la infancia a la adultez, la amistad y la valentía.

La escenografía consistía de dos camas, una mesa y unos estantes que remitían a las habitaciones de niños, lo cual reforzaba la idea de que estos seres son como pre-humanos, en ese tránsito a convertirse en individuos. Además, los cambios de iluminación acompañaban a la perfección tanto sus disquisiciones sobre su naturaleza, como los momentos en que estaban creando los sueños y hablando con sus superiores.

La construcción del mundo de la “pecera” funcionó en casi todo momento. Había detalles divertidos, como el hecho de que los sueños se recibían en sobres de distintos colores dependiendo su importancia, que aportaban a la trama. También las aparentemente inanes discusiones sobre temas como el origami o la preparación de recetas mostraban mejor los atributos de las dos protagonistas.

La relación entre Ami y Clock era interesante. No obstante, caía demasiado en generalidades. Se notaba que Ami era la más lista para hacer la transición y que esto le generaba dudas, mientras que Clock veía todo como nuevo y excitante. Hubiese podido haber más especificidad en sus características para ahondar en sus contrastes.

El mayor problema de la obra fue el texto. Si bien la premisa era interesante, el guion caía demasiado en parlamentos panfletarios sobre la dificultad de crecer y la importancia de tener un niño interior. Asimismo, la visión de la humanidad dependía de demasiados lugares comunes y hacía que la idea se quedara en la superficialidad.

Esto fue más claro hacia al final, cuando Ami recibió el sobre que le indicaba que debía renunciar a la “pecera” y nacer. En ese momento, ella tenía un monólogo en el que habla sobre cómo no olvidará a Clock y cómo está ansiosa por dejar una huella en el mundo en términos demasiado vagos que no aportaban información nueva.

En suma, Desde mi pecera habla sobre la dificultad de crecer, el dolor que implica dejar a amigos atrás y adentrarse en el mundo de la adultez. Lo importante es no olvidarse del niño que llevamos dentro para luchar contra la velocidad de las cosas y no renunciar así a los sueños.

Stefany Olivos
14 de julio de 2018

Crítica: DESHUESADERO


El cuerpo frente al mundo

Deshuesadero, escrita por Carlos Gonzales Villanueva y dirigida por Fernando Castro, que se presentó en el Teatro de la Universidad de Lima, cuenta la historia de Esteban Cruz, un hombre abrumado y obstaculizado por su incapacidad de desenvolverse en el mundo real. La obra se cuenta a partir de técnicas del teatro físico, con imágenes que constantemente nos muestran el mundo interior de Esteban a partir de la exageración y el absurdo.

Por teatro físico entendemos todo aquel cuyo medio principal de creación y expresión es el cuerpo. Por ello, más que la trama y la construcción de personajes aristotélicos, lo que prima son las sensaciones que el cuerpo genera. La obra empieza con una serie de movimientos de distintos personajes que van difuminándose para culminar en la primera escena, en la que observamos a Esteban con su madre (interpretada por un hombre como una mujer que aparenta ser comprensiva) y su padre (gracioso en su implacabilidad). Desde ahí la relación queda clara. Esteban es un joven quien no entra dentro de la vida “normal”. Acaba de ser despedido de su trabajo, está nervioso por una nueva entrevista, no se siente cómodo siendo uno más entre el montón y vive bajo la sombra de su hermano, quien murió de adolescente y era un joven ejemplar.

La historia se va desarrollando con base en imágenes corporales que en varias ocasiones funcionan a la perfección, pues logran simbolizar la esencia del mundo capitalista en el que nos desenvolvemos. Las más logradas de estas suceden cuando el humor absurdo y la estética tenebrosa combinan bien, como en las escenas entre Esteban y el hombre de la banca o en el retorno alucinatorio del hermano de Esteban a la mesa familiar.

El reparto es bastante sólido, pero sí destacan las actuaciones de Rodrigo Rodríguez, como el padre; Telmo Arévalo, como el hombre de la banca; y París Pesantes, como la madre, pues fueron quienes mejor supieron aterrizar los símbolos y los movimientos corporales a la materialidad de la obra. No obstante, el problema fue que esto no siempre se logró. Las imágenes, si bien interesantes por sí solas, llegaron a saturar, sobre todo en la entrevista de trabajo de Esteban y en la sobresexualización del personaje de su jefa. La tensión se quedaba por momentos en la estética y no llegaba al contenido. Esto convertía a la obra en superficial.

Asimismo, si bien la crítica a la sociedad capitalista estuvo clara, hacia el final los monólogos constantes de Esteban resultaron demasiado repetitivos y más bien afectaron el ritmo de la puesta. En ese punto, el texto traicionó la propuesta física de la obra, relegó al cuerpo a un segundo plano y esto produjo también una sensación de saturación.

Dentro de todo, Deshuesadero resulta en este contexto un experimento interesante. Partiendo de ideas de maestros como Jacques LeCoq, la obra encuentra una manera distinta de responder a su tiempo y de comprobar así que el sistema capitalista en el que nos encontramos afecta en nuestra corporalidad y nos moldea como individuos.

Stefany Olivos
14 de julio de 2018

Crítica: MOMENTOS II


Algunos momentos de la Asociación de Artistas Aficionados (Parte II)

La Asociación de Artistas Aficionados está celebrando sus ochenta años de existencia trayendo a escena fragmentos de ocho obras representativas de su trayectoria. La temporada se ha dividido en dos partes, Momentos Parte I y Parte II. En esta oportunidad, se hablará acerca de Momentos II, que mostraba los fragmentos de Romeo y Julieta, Panorama desde el puente, Collacocha y La vida es sueño.

Las obras transcurrían en diferentes espacios de la casa de Jirón Ica, lo cual daba la sensación al espectador de estar haciendo un tour por la AAA. La primera obra fue Romeo y Julieta, dirigida por Yasmín Loayza. Se hizo una buena selección de momentos emblemáticos de la obra, que estuvieron coreografiados de tal manera que se parecía estar viendo un buen resumen del drama. Todo esto estuvo acompañado por marcaciones de baile, luchas escénicas orgánicas que funcionaron a la perfección para dar a entender, de manera más efectiva y no tradicional, las peripecias de los personajes. Lo único que evitó que se llegara más allá del texto fueron los actores, quienes no le dieron un valor agregado a la construcción de personajes, los cuales podían parecer demasiado generales.

La segunda obra fue Panorama desde el puente de Arthur Miller, dirigida por Omar del Águila. Al ser una obra tan larga, la selección de momentos (varios de ellos bastante cortos) fue acertada. No obstante, lo que más destacó fue la marcación. Por ejemplo, el uso lúdico de distintos biombos hacía que el tránsito de una escena a otro no perdiera ritmo y que en cuestión de segundos se supiera que los personajes se encontraban en un espacio distinto. Esto fue utilizado orgánicamente. En cuanto a la interpretación no hubo mucha oportunidad de ahondar en los personajes. Sin embargo, el personaje principal, pese a que debía pasar por un cambio drástico del inicio al final, se sintió un poco plano, su energía no cambió durante toda la puesta.

La tercera obra fue Collacocha, escrita por Enrique Solari y dirigida por Ximena Arroyo. En este caso, solo se escogió una escena en la que el ingeniero Echecopar tiene una conversación álgida con uno de sus compañeros de trabajo sobre un túnel recién elaborado que conecta la selva con la costa, algo que nunca había sucedido hasta entonces. En ese contexto, se habla acerca de la importancia de este proyecto, que logrará la comunicación entre la selva y la costa, es decir, la unificación del Perú. Lo trágico radica en que el túnel está mal construido. A partir de las interpretaciones, el fragmento se entiende perfectamente y da su mensaje con claridad. No necesitó información previa para definir la alegoría de un país que intenta construir una identidad, una unidad, pero que, a pesar de los esfuerzos, no lo logra, dejando la interrogante del porqué en las cabezas del público.

La última obra fue La vida es sueño, dirigida por Oscar Carrillo. En este caso, el fragmento, que se presentó al aire libre, se centró en el sentir de Segismundo. La interpretación del texto por parte del actor no fue muy efectiva, ya que por momentos se dejaba llevar más por la sonoridad de las palabras que por su intención. En general, la energía estuvo desbordante hasta tal punto que saturaba.

Esta selección de obras dio cierre a la celebración de los ochenta años de la AAA. Lo que se logró fue mostrar la trayectoria de una institución tan importante como esta, que nos recuerda que, pese a que cada vez parece ser más difícil hacer arte en nuestro país, hay esfuerzos que se mantienen en el tiempo y tienen un verdadero impacto en la sociedad.

Stefany Olivos
14 de julio de 2018

miércoles, 11 de julio de 2018

Crítica: SOBRE LA TIERRA


Poesía que salva

“La poesía no debe ser un arma, debe ser un abrazo, un invento, un descubrir a los demás lo que les pasa por dentro, eso, un descubrimiento, un aliento, un aditamento, un estremecimiento. La poesía debe ser obligatoria” (Gloria Fuertes)*. Al leer esta publicación, vinieron de inmediato los flashbacks (escenas retrospectivas) de la obra Sobre la Tierra, escrita y dirigida por Vanessa Vizcarra, la cual se presentó en el Teatro de Lucía.

Teniendo como escenario al Perú de principios de los años sesenta, Ricardo (Eduardo Camino) y Abraham (Alaín Salinas) son poetas, que tienen una misión que el partido al que pertenecen les ha encomendado; un tercer compañero, llamado Miguel, ha huido en medio de la confusión. Ricardo y Abraham, por orden del partido, son encerrados en una habitación para esclarecer lo que ocurre; es allí donde estos dos revolucionarios harán frente a sus ideas sobre la justicia, el amor y la poesía.

Aludiendo claramente a los poetas Pablo Neruda y César Vallejo, encarnados en estos dos personajes, la puesta se desarrolla en un escenario simple, con elementos básicos que aluden a una habitación abandonada. En medio del tedio, surgirá en ellos la necesidad de escribir, en un intento quizá, por sobrellevar la incertidumbre, por soportarse a ellos mismos. Aparece entonces Albertina (Olivia Manrufo), quien será la musa que inspirará los versos románticos.

Con interpretaciones correctas y un control de la energía adecuados, el montaje destacó por la fuerza interpretativa de la propia narrativa, es decir, la descripción del texto (que en mi opinión, era lo que más debía resaltar y así fue). Considero que las dos fuerzas –la de Ricardo y la de Abraham- se contraponían constantemente, como el ímpetu y el desaliento; finalmente, al saber de la pérdida de su compañero, aparece una especie de reconciliación entre ellos, que los lleva a reconocerse de una nueva forma.

Una pieza genuina, en la cual la poesía es la protagonista y su desarrollo, es el camino que conduce a sus intérpretes a perder el miedo a confiar en sus creencias y en sí mismos. Me quedo con algunas frases del texto: “Nuestra unidad está sobre la tierra”, “No quiero el honor prefiero la confianza” (Abraham a Ricardo) y, finalmente, “La poesía es la fuerza”, nada más cierto en aquellos y sobre todo, en estos tiempos.

Para terminar, me permito añadir que la poesía también salva, como a estos dos personajes. Nos salva del olvido y la conformidad, nos impulsa a revolucionarnos una y otra vez.

*Tomado del blog: La poesía es un cuento  http://www.lapoesiaesuncuento.es/2015/03/celebramos-la-poesia-verso-limpio.html

Maria Cristina Mory Cárdenas
11 de julio de 2018