lunes, 18 de marzo de 2024

Entrevista: ARMANDO SALAZAR


“Las oportunidades pueden llegar por suerte, pero la forma de mantenerse es con disciplina.”

¿Quieres estar conmigo?, ya un clásico de la dramaturgia peruana, con autoría de Roberto Ángeles y Augusto Cabada, llega nuevamente a escena con la dirección de Johan Robles y presentada por Primer impulso y La escena producciones. Oficio Crítico conversó con uno de sus jóvenes actores, Armando Salazar, acerca de la muy breve temporada de dos funciones, el 3 y 10 de abril en el Teatro Auditorio Miraflores.

En esta comedia agria, ambientada durante los años 70 y 80 en Lima, el público se hace presente frente a una década de la vida de nueve jóvenes de clase media, que luchan por concretar sus sueños en medio de un contexto de inestabilidad económica y violencia política. Acompañan a Armando los jóvenes intérpretes Alisson Alonso, Carlos Córdova, Almudena Yeren, Franco Solis, Gerardo Coveñas, Andrea García, Alberto Almeyda y Cristina Marichi.

Las funciones serán el 3 y 10 de abril a las 8 p. m, en el Teatro Auditorio Miraflores (Av. José Larco 1150 Miraflores). Las entradas están a la venta escribiendo a @1er_inpulso, @djjazzoficial o @la_escena_producciones.

Sergio Velarde

18 de marzo de 2024


miércoles, 13 de marzo de 2024

Crítica: EL DÍA QUE QUEMÉ A MI PADRE


Reescribiendo una historia

Diversos proyectos teatrales han abordado los grandes conflictos que giran en torno a la familia; esta vez, Proyecto 88 y La Eme Colectivo estrenaron la obra El día que quemé a mi padre, escrita por Henry Sotomayor y Mónica Talavera, quien también la dirige. La temporada tiene lugar en el Club de Teatro de Lima.

El elenco está conformado por Luisa Caldas, Luis Acuña y Henry Sotomayor, este último interpreta a Enrique, un escritor conflictuado por su infancia y la ausente figura paterna, situación que lo lleva a repetir los mismos errores con su propio hijo. Su intención de borrar el pasado lo lleva a transitar por sus recuerdos, en compañía de un irreverente conejo y la figura de la muerte. Ahora bien, la narrativa plantea un drama con varios momentos cómicos, los cuales sirven para refrescar al público y aportan dinamismo a la puesta; sin embargo, se corre el riesgo de perder el sentido del relato, el cual se recupera cuando el drama aparece, y el protagonista toma decisiones. Respecto a las actuaciones, tenemos construcciones de personajes bien delimitadas, con características específicas desde el manejo corporal, los elementos de vestuario y el universo emocional de los mismos.

Una escenografía funcional, diseñada en base a cajas de cartón, haciendo uso de elementos sencillos, el juego de luces y la música en vivo, que bien podría considerarse un personaje más, debido a las precisas intervenciones dentro de la historia.

El día que quemé a mi padre es una sobrecogedora pieza de teatro, que a través del humor oscuro e incómodo nos revela la oportunidad para reescribir una historia, en este caso la de Enrique, que lucha contra su pasado atravesando diversas emociones, que permiten identificarnos de alguna u otra forma con este personaje. Además, refleja la necesidad atender el tema de la salud mental y la forma en la que influye en todos los ámbitos de nuestra vida. Sin duda, estos temas nos llevan a infinitas reflexiones, no solo como individuos, sino también como sociedad.

Maria Cristina Mory Cárdenas

13 de marzo de 2024

Crítica: HAMLET


Shakespeare medieval

Es la primera vez en mi vida que veo una versión de Hamlet tan pedagógica y empática con la sociedad limeña. Lo que más me gustó de la propuesta es que no se tuvo que recurrir a un humor chabacano para llegar a alegrar al diverso público del Nuevo Teatro Julieta. Con humor sutil y fresco, la productora Mercadillo Medieval de la Asociación Diez Talentos de Bruno Odar ha innovado de manera mayúscula. Acaso varios de los espectadores nunca en su vida habían escuchado del famoso drama escrito por Shakespeare y sin duda, esto despertó muchas curiosidades entre el público, que daba por sentado que el lenguaje empleado sería denso. De hecho, Hamlet es un drama universal que habla acerca del valor de la lealtad en contraposición de la venganza. Es un mérito que hayan logrado adaptarlo a un lenguaje peruano, como comedia para toda la familia. Creo que el montaje debería se consumido por público escolar que necesita conocer esta parte de la historia del teatro.

Por otro lado, las actuaciones estuvieron a la altura de un montaje profesional. Destacó el protagonista Jorge Guerra como Hamlet, quien me impresionó por desarrollar su personaje de una manera equilibrada, parsimoniosa y sin exageraciones, pues era necesario demostrar el odio y el dolor en sus escenas. También fue resaltante el rol de Elena Castillo como la madre de Hamlet, pues me gustó la seriedad de la actriz frente a una serie de situaciones cómicas que ocurrían a su alrededor. Soportar el humor es un talento pocas veces reconocido en un actor. Quien brilló por su presencia escénica, picardía y dominio en el escenario fue Jorge Moretti como Shakespeare.

Adicionalmente, debo felicitar a la productora por realizar una escenografía muy acorde con el mundo medieval “hollywoodense”, que fue lo primero que nos conecta con el público, principalmente porque los peruanos, al igual que otras sociedades, hemos sido muy consumidores de películas de ese mercado. Es entendible pues, como mencionó una colaboradora de la producción: “Gracias por venir a vernos, aun estando en momentos muy difíciles como sociedad”. Es fundamental que el teatro peruano se aleje de sectarismos de teatro clásico y se adapte de una manera inteligente y entretenida a los nuevos tiempos. Muchos éxitos en futuras presentaciones.

Enrique Pacheco

13 de marzo de 2024

Crítica: LA PIEDRA DEL MAL


Dramaturgia del terror

Me acuerdo aún del estreno, en el verano pasado, de la agrupación independiente Bramarte Producciones titulado Pol, en el Teatro Aforo de Pueblo Libre. A pesar de contar con una escenografía sucinta, este tuvo un gran impacto psicológico sobre el público, pues abordaba el tema controversial de la posesión demoniaca. El terror es un género poco explorado, incluso si se tiene una perspectiva histórica, pues casi todo ha girado en torno al drama (lo real, lo que sucede) o la comedia. Incluir el terror en una puesta teatral es un gran reto e implica mucha creatividad.

En primer lugar, mencionar que mi crítica hacia la puesta en escena de La piedra del mal es constructiva, pues considero que nuestro deber como Oficio Crítico es el de ser sinceros y respetuosos en nuestros comentarios. Uno de los mayores teóricos del teatro latinoamericano, el mexicano Edgar Cevallos, mencionó en su libro Principios de Construcción Dramática: “La construcción dramática nos enseña también que todos los hechos se irán a dar sobre una base de relaciones complejas e intrincadas”. Por eso, es peligroso elegir un determinado elemento de la historia y forzarlo de manera exagerada que desequilibre a los demás, como los personajes de la obra de teatro. En ese sentido, la mayor debilidad de la propuesta fue la falta de unidad en la historia dramáticamente hablando, pues sinceramente el conflicto era poco creíble y todo ocurría en un espacio-tiempo muy breve y rápido.

Como aspecto positivo, debo mencionar que la escenografía fue realista y se evidenció el esfuerzo de la productora por un vestuario acorde con la historia presentada. En cuanto a la actuación de José Ticse, como el asistente del sacerdote, debo resaltar que esta fue creíble y transmitía la sensación de desconcierto del ambiente casi religioso. Me gustó mucho su interpretación por su veracidad. Por otro lado, al resto de actores les faltó transmitir la energía necesaria para el ambiente de terror propuesto por el director César Carrión. El mejor ejemplo de que estaba fallando dramáticamente lo propuesto fue que, ante las escenas donde el demonio (Víctor Collantes) u otros personajes entraban en posesión por la Piedra Horadada, el público estallaba en carcajadas.

Sinceramente creo que debió escogerse otra historia para representar. Tal vez una comedia, en donde la Piedra Horadada sea solo parte de la historia, habría funcionado mejor. Como menciono al inicio de esta crítica, el terror es muy retador para el teatro. Sin embargo, felicitaciones a la producción por lo logrado.

Enrique Pacheco

13 de marzo de 2024 

domingo, 10 de marzo de 2024

Crítica: EL PRÓXIMO AÑO, A LA MISMA HORA


Doce años después, a la misma hora

Imposible para mí olvidar, allá por el 2012, aquellas actuaciones de nuestro hoy recordado Diego Bertie y de una increíble Gianella Neyra, en las que, bajo la dirección de Osvaldo Cattone, nos regalaron química, soltura, pasión; hoy, Connie Chaparro y Sergio Galliani hacen lo propio, con mayor dulzura, matices de picardía y un humor muy íntimo que manejan de forma maravillosa y que logran transmitir a los espectadores. Todo ello en el mítico teatro Marsano y con la misma obra de Bernard Slade: El próximo año, a la misma hora.

Una comedia romántica como pocas, muy bien contada, de un texto maravilloso que exige de una química especial entre los protagonistas y que David Carillo ha sabido encontrar en sus actores. Hay ternura y un contacto desde la fascinación y el deslumbramiento mutuo. Si bien la comedia nos hace reír a partir de un humor pícaro pero tierno, también nos captura con escenas emotivas de añoranza y tristeza, por ciertos acontecimientos que atraviesan sus protagonistas.

La obra tiene un carácter mágico, que te permite llorar, reír, asombrarte. Si bien en un inicio los procesos se muestran un poco lentos, los actores logran sobreponerse a ello y encontrar el ritmo adecuado, según la intimidad vaya dictando. Claramente se entienden, es innegable la presencia que tienen ambos en el escenario, además de ese carisma especial para congeniar con el público. Con Galliani con momentos inmejorables; no bajo el ojo perfecto, inmejorables en lo humano que logra plasmar en el escenario. Por otro lado, Chaparro deslumbra con un personaje que crece, se transforma a partir de sus experiencias; logra desarrollar la madurez y el aprendizaje de toda una vida.

El próximo año, a la misma hora es una obra preciosa. Cuánto más hermoso ha sido para mí verme envuelto en ese romance, pero como un espectador hacia la obra, que vuelve una vez más, al mismo lugar de encuentro, el Marsano, a dejarse deslumbrar, ya con nuevos actores, pero con la misma esencia de amor y cariño. Ojalá no pasen tantos años para volverla a ver. Y si es que ocurre, que siga manteniendo esa magia. Esta es una obra que tiene todos los méritos para perdurar en el tiempo.

Omar Peralta

10 de marzo de 2024

Crítica: CUÉNTAME


Una bella historia con la música a medias

Cuéntame, obra musical para todo público, nos regala una historia emotiva, divertida, pero que cojea de su aspecto musical. A pesar de ello, mantiene una historia clara dentro de un juego fantasioso, aunque no por ello menos verdadero. Partiendo de la propuesta luminotécnica, el montaje se muestra preciso, con unos efectos visuales destacables, que le otorgaban a las escenas este juego infantil necesario. Además, la propuesta de escenografía es versátil, y desde ella, los actores se apoyan para generar coreografías que mantienen el dinamismo de la obra.

A nivel actoral, se puede decir que todos se prestaban para el juego que planteaba la obra, había un entendimiento del texto preciso y la interacción entre los personajes era lo que se podría esperar por las circunstancias dadas. A quien parece haberle costado más entrar en esta dinámica fue a Manchi Ramírez, cuyo personaje, si bien guarda un carácter más opaco frente a los otros, se desconectaba cada vez que terminaba su acción en la escena o su diálogo. Su corporalidad escénica desaparecía en sus traslados por el espacio y volvía cuando tenía que intervenir. Además de presentar dificultades en el aspecto musical, la falta de claridad y afinación perjudicaban el entendimiento de las canciones. Teniendo en cuenta que los momentos musicales de la obra se desarrollan tanto con una pista musical como por los actores cantando, no hacía un buen empalme la pista con la voz de Ramírez.

Mejor dominio musical presentaron Daniel Menacho y Daniela Olaya, aunque no fue suficiente. Brillaron más por su dominio escénico, lo cual sí vale la pena resaltar. Quien sí nos otorgó, de manera notable, un dominio musical, fue Guadalupe Farfán: con una voz potente, afinada, lograba brillar en cada canción.

Ya desde la dirección, no se entiende muy bien por qué la primera canción no tiene una pista al igual que las demás; no presenta una carga dramática importante, no logra entenderse muy bien, porque la calidad vocal tampoco la acompaña, y engaña un poco al espectador, que en consecuencia esperaría que el tratamiento para la demás canciones sea el mismo. De igual forma el preámbulo de la obra choca un poco en su estridencia, y se entendería mejor si no fuera interrumpido por las llamadas a la sala.

Luego de estas consideraciones, la obra se desenvuelve mejor, va afianzándose a medida que avanza la historia, y logra capturar ciertos momentos emotivos, que desembocan en la resolución final de los personajes. Sin duda, todos atraviesan por un viaje de transformación. Esta es una historia que sí logra evocar ciertos aspectos olvidados de las tradiciones orales, de los cuentos, pero lejos de buscar pretensiones, los aterriza a través de las experiencias de vida de cada uno de estos chicos, ya no tan chicos, y la necesidad de recordar lo que significa narrar, contar y soñar.

Omar Peralta

10 de marzo de 2024

Crítica: MI PRIMER BAILE - AMAIA


Cómo los vínculos pueden ayudarnos a trascender

En la librería Café Casa Tomada se presenta una recopilación de dos propuestas artísticas denominadas Microteatro Mestizo III, a cargo del colectivo independiente Telón Mestizo.

La primera de estas propuestas en presentarse es titulada Amaia, escrita por Mauricio Figueroa, y que pone en escena el vínculo afectivo entre Amaia y Lu, quienes se encuentran dentro de un contexto de conflicto armado interno en el Perú. Este vínculo denota un amor tierno, de cuidado a la vez que intenso, con una promesa de no dejarse la una a la otra; que a pesar de una guerra fuera, el amor prima por dentro y eso es más fuerte, un amor con convicción, con compromiso, que trasciende a la muerte, y que aun después de ella ese amor nunca fenece. Esto está bien representado por la propuesta del director Víctor Lucana, en un espacio bastante íntimo en los cambios de ritmos entre la crudeza del conflicto de afuera y el cuidado del amor visto por dentro. Las actrices Helen Domínguez y Milagros Campos tienen una muy buena conexión en escena y en cada acercamiento puedes sentir toma una gama de emociones entre lo que dicen, los silencios, los cantos y las pesadillas.

La segunda pieza teatral se llama Mi primer baile, obra corta escrita por Federico Abrill y que cuenta la historia de Patricio, un adolescente con discapacidad auditiva, que por obvios motivos está impedido de comunicarse con sus compañeros como él quisiera y por lo tanto, se siente apartado en muchas ocasiones. Hasta que conoce una compañera en la escuela que le cambiará la perspectiva acerca de su discapacidad. Los actores en escena, Briana Campos, Rodrigo Delgado y Victor Lucana dirigidos por Jiro de la Vega, logran con muy buena energía y entrega contar una historia divertida, siendo al mismo tiempo muy aleccionadora, ya que muchas veces las discapacidades físicas no son tan profundas como las de pensamiento o del alma de quienes juzgan a quienes se ven “diferentes”. Esto se logra ver muy bien en escena y cómo se logra integrar y hacer sentir bien a Patricio, observando que la mayor discapacidad siempre será la de la limitación de nuestros pensamientos, y que solo la empatía puede hacer que todos nos veamos funcionales. Muy recomendable.

Manuel Trujillo

10 de marzo de 2024

Crítica: RESPIRA


Cuando ¨Respira¨ se queda sin aire

La obra Respira, escrita por Eduardo Adrianzén, aborda temas potentes y universales como la guerra interna, la influencia de la religión en la sociedad, la pedofilia en la iglesia católica y los desafíos en la comunicación familiar, resonando no solo a nivel local sino también global. La dirección de Johan Robles, junto con las actuaciones de Carlos Gabriel, Pamela Alisson, Diego Fernando, Wendy Antonella, Armando Salazar, Adrián Hermoza, Munay Davila, Adrían Gutierrez, prometía una entrega apasionada al material complejo y desafiante.

En términos de actuación, se notó que los chicos en escena realmente se esforzaron por vincularse con el texto, esforzándose para dar vida a un guion tan exigente y vibrante. Sin embargo, a pesar de su compromiso, se percibió una necesidad de mayor profundidad y experiencia actoral, lo cual resultó en momentos de rigidez y monotonía. La intención de representar personajes mayores no se materializó con la autenticidad esperada.

El viaje en el tiempo que intentaban los personajes era una idea genial, pero desafortunadamente no alcanzaron a transmitir su intención claramente, afectados tanto por la inexperiencia actoral como por la excesiva cantidad cambios de escena que más parecían distracciones, disminuyendo su ritmo.

La presencia de músicos en vivo, una oportunidad invaluable para enriquecer la atmósfera, no fue explotada adecuadamente, relegando su potencial impacto al parecerse más a una banda sonora pregrabada por la repetición constante de la misma melodía y su ubicación oculta.

El aspecto de producción, especialmente el vestuario, no logró capturar la esencia de la época representada, y junto con la caracterización inadecuada de los actores, restó credibilidad al conjunto. Los errores técnicos, como el manejo inoportuno de las luces, distraían y deslucían momentos clave de la representación. Lamentablemente, una obra tan bien escrita fue, en su mayoría, escenificada de manera poco adecuada, por donde la hayamos querido ver.

A pesar de la fuerza del texto de Adrianzén, la obra no logró transmitir su potencial impacto, afectada por decisiones de dirección que no favorecieron el desarrollo de la misma y por interpretaciones que requerían de un mayor peso emocional y técnico. Es una pena que una pieza con tanto potencial dramático y temático no haya resonado como se esperaba.

Milagros Guevara

10 de marzo de 2024

martes, 27 de febrero de 2024

Crítica: PARAÍSO PERDIDO


La caída de un Ángel en clave rockera

Paraíso Perdido emerge como una reinterpretación audaz del clásico poema épico de John Milton, originalmente publicado en 1667. Esta adaptación, llevada a las tablas bajo la dirección de Fernando Luque, nos sumerge en una reflexión sobre los difusos límites entre el bien y el mal a través de una propuesta escénica innovadora.

La obra destaca por su acompañamiento musical en vivo, a cargo de Roberto Rodríguez en la guitarra, Luis Felipe Ortega en la batería, Renzo Solimano en el bajo y Andrés Herrera en el teclado. Su ejecución impecable y la energía vibrante que aportaron en cada pieza musical se entrelazaron de manera sublime con la naturaleza salvaje de la escenografía, creando una atmósfera envolvente para el espectador.

La escenografía, diseñada por María Hilaje, transformó el teatro en una selvática utopía que facilitaba la inmersión en el universo propuesto. La integración de los músicos en este entorno, ocultos entre ramas, fue un acierto que realzó la experiencia visual y auditiva. El trabajo de iluminación merece una mención especial, por complementar a la perfección la música y la escenografía, culminando en un espectáculo de gran cohesión artística.

El elenco, liderado por Luque en el papel de Lucifer, mostró una notable solidez. El también director de la obra demostró una impresionante capacidad para manejar la complejidad de su personaje, manteniendo un alto nivel de energía y expresión a pesar de los desafíos físicos que implicaba cantar y actuar simultáneamente. El coro, integrado por Akemi Toma, Francesco Bacilio, Maria Fernanda Misajel, Manuel Valdivieso, Jose Soto, Hanks Sarmiento, Verónica Infantes, Ana Paula Galvez, Katia Uriol, Nick Delgado, Valeria Fumagalli, Rommileth Coronado y Fabian Suni, realizó una labor encomiable, destacando tanto en sus intervenciones vocales como en las coreografías. No obstante, es justo señalar que, en ciertos momentos, la dicción no fue del todo clara, lo que restó algo de fuerza a su actuación.

Por lo experimentado en el Teatro Británico, se trata de una producción teatral interesante y limpia. Paraíso Perdido se configura como un espectáculo que, mediante una fusión de elementos musicales, escenográficos y de actuación, logra un diálogo profundo con el público sobre temas eternos, manteniendo al mismo tiempo una frescura y originalidad.

Milagros Guevara

27 de febrero de 2024

lunes, 26 de febrero de 2024

Crítica: EL GRITO DE NARCISO


Triángulo de vanidad

Para todos los que, por innumerables razones, no podemos asistir a espectáculos teatrales estrenados en las diversas regiones de nuestro país, resulta  muy gratificante el poder verlos en alguna sala limeña. Tal fue el caso del estreno, en el Teatro Esencia de Barranco, de la pieza itinerante El grito de Narciso, escrito y dirigido por Lina Ninamango, bajo la producción de Serendipia Teatro, colectivo arequipeño. Se trata de un grupo escénico que busca proponer una fusión de técnicas vanguardistas para darles así vida a experiencias teatrales atípicas y con un sello característico. La mencionada puesta en escena es, sin duda, un muy auspicioso debut para esta agrupación, de trama sencilla pero de interesante ejecución sobre el escenario.

Basándose en el conocido mito de Narciso (personaje mitológico que queda prendado de su propia belleza frente al reflejo en el agua), Ninamango crea una interesante propuesta teatral, muy atinada en estos tiempos de empoderamiento femenino y lucha frontal contra el machismo, así como de ciertos escándalos mediáticos protagonizados por personajes narcisistas. Con cámara negra y dos pequeños asientos del mismo color, un hombre (Diego Pacheco) se debate entre el amor de dos mujeres (Nathalia Herrera y Pamela Corahua), ubicadas a cada lado del escenario; una, con blusa blanca y la otra, de color negro. Es durante sus interacciones físicas que podemos identificar mejor las personalidades de cada uno de los personajes, más que por los diálogos cargados de lirismo que recitan.

De trama sencilla y duración justa, Ninamango juega y despista al espectador desde el inicio: ¿son acaso ambas mujeres las caras de una misma moneda dentro de la febril mente de Narciso o realmente son personalidades independientes? Una emotiva conversación entre las dos deja en el espectador un final esperanzador y una pertinente reflexión. El grito de Narciso, más que una interesante puesta en escena minimalista e itinerante, es una prueba que se vienen gestando valiosas propuestas en nuestras regiones, como esta de Arequipa, y ojalá que podamos disfrutar de más de ellas en nuestros espacios teatrales. Lima no es el Perú.

Sergio Velarde

26 de febrero de 2024