viernes, 24 de noviembre de 2023

Crítica: FELIZ CUMPLEAÑOS, DOÑA ZOILA


Un abrazo al corazón

Feliz cumpleaños, Doña Zoila es una obra sólida, vertiginosa, con alta dosis de comedia, pero con la clave precisa para remover y sensibilizar al espectador. Además, con un aire “jaranero” se disfruta en su totalidad y nos hace atravesar distintos estados de emoción. Una obra que se convierte en una verdadera fiesta, tras los desplantes y complicaciones de una familia que bien podría ser la nuestra.

Gran decisión la de optar por un espacio sin escenario, configurando una sala de estar en el espacio de representación. El espacio acoge y acompaña, la iluminación de tonos cálidos nos acerca y anima a mirar más a detalle cada uno de los conflictos de los personajes. Las actrices Attilia Boschetti, Amparo Brambilla y Mónica Torres fueron, sin duda, de lo más destacable respecto a la actuación; demuestran una química en escena maravillosa, una destreza y dominio del espacio, pero, sobre todo, ese juego que nos hace reír, llorar, que nos atrapa en ese caos del hogar. Por otro lado, Francisco Luna y Omar Cruz son capaces de darle otros matices a la obra; desde otros códigos, entran en el juego, se atreven a proponer y crear nuevas capas de sentido.

Si hay alguien a quien observar, con otro tipo de detenimiento, es a Diego Salinas, quien en esta oportunidad parece ser que su conocimiento del texto le ha jugado en contra. Se ve, sin duda, una actuación clara, determinada, pero que por momentos se escapa hacia la banalidad, la búsqueda de la gracia y termina siendo una copia de la vida, más que de entrar a los tiempos del arte que proponen sus demás compañeros. No por ello decae la historia, pero no hay duda de que puede dar mucho más.

Desde la dirección vemos que se presenta un juego predominante de los focos de atención, se mezclan distintos tipos de gestualidad y cada pico dramático es llevado con mucha soltura y dinamismo. Todo esto funciona casi con gran sincronización. Lo que sí, tal vez, pueda marear un poco al espectador, quién tendrá que decidir qué es lo que quiere ver (o en su defecto lo que más le llame la atención en el desarrollo de cada escena), corriendo el riesgo de perder detalles importantes. Así, por otra parte, la obra presenta algunos momentos vacíos, mínimos, pero que con entradas más rápidas de sus personajes, se puede solucionar perfectamente.

Al final, la obra acepta estos riesgos, los asume y nos entrega un montaje cuidado, enternecedor, pero también lleno de alegría y sensibilidad, que termina siendo un baile bellísimo y por qué no, un abrazo al corazón.

Omar Peralta

24 de noviembre de 2023

Colaboración regional: MUESTRA REGIONAL DE TEATRO DE LA MACRO SUR


Una mirada a la Muestra Regional Sur del Teatro Peruano

La Muestra Regional de Teatro de la Macro Sur posee un espíritu maravilloso, donde el ayni aún está presente, liderado por un carguyoc que, en este 2023, fue el Centro de Investigación Cultural Yachaq Illa, que llevó a Puno, después de más de una década, este evento primordial de nuestro teatro. Esto rompe con la visión miope que limita el teatro solo a Lima, o mejor dicho, a solo cuatro distritos capitalinos.

Cuando hablamos de la Macro Sur, nos referimos al bloque conformado por Cusco, Arequipa, Moquegua, Tacna y Puno, regiones fecundas en el arte con tejidos, cerámicas, danzas, música y, por supuesto, el teatro. Existe la necesidad de expresar lo que está sucediendo, a veces de formas directas y casi panfletarias, otras más solapadas y algunas contradictorias. Este diverso panorama se refleja en los 27 grupos que fueron seleccionados para participar.

Esta se posiciona como una de las Muestras más grandes de nuestro país, reflejando el entusiasmo de las nuevas generaciones que encuentran en ella una ventana para visibilizar sus trabajos, compartir experiencias y confrontar otras realidades y puntos de vista. Pues para muchos de ellos, sus temporadas terminan en el estreno, los pocos circuitos que existen están cerrados y el Estado los invisibiliza con mera indiferencia.

Hablar de este evento, inevitablemente, endulza la boca con sabores románticos de idealización que saben brotar de los labios frases como: “a pesar de todo se hace la Muestra”, “no hay apoyo del Estado y de la empresa privada, pero igual sale adelante”, “no importa la comida, vinimos por el teatro”, “faltan camas para dormir, pero sobra el cariño”, “así es siempre, a veces es peor”. No hay luces, no hay público, no abren el teatro, no comienza a tiempo la función, no hay técnicos, no, no; noes que cada vez encallecen el oficio, la profesionalidad y el respeto que le debemos a nuestro arte que no deberían ser negociables. Si sale adelante es por el espíritu y ganas de los grupos, pero basta con la romantización de la miseria.

Sería fácil atribuir la culpa al carguyoc de turno, que casi siempre termina endeudado o desbordado por la magnitud del evento y las exigencias de los participantes. Como reza el dicho en este tipo de situaciones: "¿Quién nos mandó a organizar esto?" Más allá del entusiasmo y amor con el que se lleva a cabo, la responsabilidad debe recaer en la profesionalidad de la gestión, buscando recursos públicos. No me refiero al préstamo de un teatro municipal mal equipado y mal construido, sino a recursos cuantificables y reales, tanto del Estado como de la empresa privada, que tienden a invisibilizar eventos trascendentales como este.

Una descentralización real y efectiva debería ser una medida prioritaria en nuestro país, y el teatro no se escapa de ello. En nuestras regiones, no existen escuelas, institutos ni universidades de arte dramático, es decir, de teatro. La única opción es ir a Lima o salir del país en busca de herramientas reales para el desarrollo de nuestro oficio. Esta posibilidad está reservada únicamente para privilegiados que pueden mirar más allá de sus ombligos. Sin embargo, al regresar, se produce una disonancia entre quienes vuelven y quienes se quedaron, estos últimos generalmente refugiándose en lo ya conocido y negando o ignorando nuevas visiones.

Lamentablemente, esto se refleja en la mayoría de los trabajos expuestos, que carecen de técnicas básicas de voz, cuerpo, movimiento e iluminación. ¿Y qué decir de la composición y la dramaturgia? Se comprende que existen carencias estructurales, pero esto no exime de responsabilidad a los ejecutantes. Aunque puedan ser hábiles en el uso de nuevas tecnologías y redes sociales, no son capaces de dirigir esas habilidades hacia la investigación. En estos tiempos en los que la información está a un clic de distancia, se opta por la negación de la técnica sin siquiera conocerla. Esto solo porque resulta más fácil buscar el aplauso rápido, el discurso panfletario sin reflexión y la imagen por la imagen.

No malinterpreten mis palabras; todos tenemos la necesidad de crear a nuestra manera, pero como bien dice Luis de Tavira: "Solo el teatro es teatro, porque si todo es teatro, nada es teatro". Por lo tanto, debemos respeto a nuestros públicos, quienes ya están saturados de noticias policiales, políticas de miedo, propaganda y un sistema que no nos quiere pensantes, sino que, por el contrario, desea que la reflexión no exista y teme un pensamiento crítico. Aquí radica la importancia del teatro en estos y en todos los tiempos. Como señala Jorge Dubatti: "El teatro como acontecimiento abarca el convivio, la poeisis y la expectación". No debemos perder de vista esta perspectiva, más allá de buscar únicamente el aplauso de los amigos.

La muestra es "un espacio plural donde todas las expresiones teatrales se reúnen para celebrar el teatro", nos comenta Diego la Hoz. El nombre "Muestra" está acertado, ya que es real, crudo y maravilloso, permitiéndonos vernos en el espejo de la realidad y reflexionar sobre lo que estamos haciendo. En 1974 se inicia la Muestra de Teatro Peruano, un encuentro teatral de gran relevancia creado por la maestra Sara Joffre, con el objetivo de abordar la pregunta fundamental: ¿Existe un teatro peruano? Esta interrogante sigue resonando en nuestras mentes con respuestas de múltiples aristas y una construcción constante.

Este es un espacio maravilloso, diseñado para aprender y compartir, como evidencian las mesas críticas donde los grupos se reúnen para escuchar con paciencia las visiones de los miembros de la mesa y de los compañeros que desean contribuir al oficio. Lamentablemente, en esta ocasión, no se cumplieron los lineamientos básicos exigidos por las bases, tanto en términos de experiencia como de equidad de género. Aunque los miembros de la mesa siempre demostraron entusiasmo y dedicación, lo cual se agradece, sus perspectivas estaban muy alejadas de la crítica teatral, a excepción liminal del director de Decierto Pincate, Tacna, Roberto Palza.

Aquí se pone de manifiesto otra de nuestras carencias: la crítica de teatro, que actúa como puente entre el espectador y el creador. Esta función nos proporciona herramientas para el desarrollo, señalando aspectos que a veces pasamos por alto y tal vez el miedo que nos hace cuidar el detalle, profundizar y seguir mejorando. Se echó de menos la presencia de Mary Soto, quien tiene un compromiso apostólico con todas las Muestras en nuestro país. Incluso está dispuesta a costear de su propio bolsillo los pasajes y el hospedaje cuando sea necesario, siempre que haya una coordinación previa con tiempo y respeto. Mary Soto es una de las pocas críticas que ha seguido con constancia y, sobre todo, con interés de investigadora, las Muestras de teatro peruano (nacionales y regionales) durante décadas, siendo fundamental para la memoria contemporánea de este evento.

La muestra es una plataforma para visibilizar a grupos, colectivos, productoras, etc. La mayoría de estos trabajan en espacios independientes, salas pequeñas con no más de 70 espectadores, como Casa Darte en Cusco, La Negra en Puno, Teatrando en Arequipa, Centro Cultural Cuadra 21 en Tacna, por mencionar algunos ejemplos. Son salas íntimas donde la relación con el espectador abarca todos los sentidos gracias a la cercanía. Por esta razón, deberíamos considerar la posibilidad de establecer alianzas entre los espacios independientes y las Muestras de teatro, en lugar de limitarnos a los teatros municipales, que a menudo se convierten en armatostes dedicados más a ceremonias políticas que al teatro en sí. Fortalecer los espacios independientes es fortalecer el colectivo, ya que son fundamentales para nuestro oficio. Por lo tanto, deberíamos abogar por políticas culturales como las SALAS CONCERTADAS.

Parafraseando a Vallejo: "Señora Ministra de Cultura, ¿qué hacer? ¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer". El camino en nuestro oficio es largo; los impulsos jóvenes nos renuevan, mientras que los mayores nos fortalecen, y cada día se sigue parcelando, renovados y con muchas ganas de seguir creciendo. La Muestra es un ser vivo que continúa a pesar de todo. Está en nosotros fortalecerla y hacerla crecer.

Miguel Gutti Brugman

Cusco, 22 de noviembre del 2023

Crítica: CADÁVER EXQUISITO


Para jugar, hay que entender el juego

La Escuela Nacional Superior de Arte Dramático da inicio a la temporada de Prácticas Escénicas Pre Profesionales 2023 con el montaje Cadáver exquisito, dirigido por José Ruiz Subauste y con la participación de sus estudiantes del ciclo VIII - B.

Esta puesta en escena propone la fusión de distintas disciplinas artísticas, entre estas, el teatro, la danza, el collage, la multimedia y la narración. Con toques de humor, testimonio y ficción. Compuesto a partir de lo que ofrecen tres textos dramáticos contemporáneos: Tebas Land de Sergio Blanco, El Dragón de Oro de Ronald Schimmelpfennig y Cacúmenes de Alejandro Alva.

Los participantes de la puesta en escena se perciben frescos, inocentes, entregados a un juego que parecen estar descubriendo al mismo tiempo que las y los espectadores. Asimismo, se logra observar algunos cuerpos con más destreza que otros, pero generando un balance escénico que cumple con la función de componer imágenes representacionales que acompañan la narrativa escénica, por ejemplo. O cómo desde sus especificidades logran objetivos grupales mediante el coro, la coreografía e inclusive, fragmentos de representación teatral.

De esta manera, los estudiantes tejen desde un inicio una propuesta amena, lúdica y contemporánea, iniciando con una breve explicación y presentación del juego que jugaran y del cual seremos partícipes como público. Por esta razón, dan a conocer una acepción del título de la obra: Cadáver exquisito, además de una particular presentación individual donde se describen de manera consecuente, pero que por temas técnicos de sonido, vocalización y proyección de volumen se perdieron en el espacio y quedaba la información suelta al aire, lo que, como público, no permite sentirnos parte. Y que si bien manejaba una tensión entre lo automático que puede ser el pensamiento para este código medianamente surrealista, el público necesita enterarse de qué va lo que están jugando en el espacio escénico las y los participantes, sino se pierde el entretenimiento y aquello que están proponiendo: cambiar la vida y la sociedad dado que terminamos sin enterarnos de qué va lo que nos están contando.

No obstante, separando los detalles técnicos de sonido, el material audiovisual resalta creando una especie de realidad alterna que acompaña muy bien la acción escénica y que potencia el juego de cada representación hecha por los estudiantes. Así, las atmosferas de cada problemática social tales como la violencia infantil, domestica, psicológica, la migración, la búsqueda de éxito, la marginalidad, el parricidio si se perciben latiendo aún más fuerte en el espacio y resonando totalmente en el tiempo en el que vivimos.

Conny Betzabé

24 de noviembre de 2023

Crítica: 5 HOMBRES EN ZUNGA


Un casting fuera de lo común

Es muy probable que muchos de los que escucharon el nombre o vieron el material promocional de la última obra de Ayepotámono, con el nada sutil título de 5 hombres en zunga, esperaron ver una puesta en escena con un contenido cómico acaso simplista y gratuito. Nada más alejado de la realidad. Esta comedia, escrita y dirigida por Alexander Pacheco, toca temas trascendentes como la recesión económica que nos golpea día a día, la inestabilidad laboral y el muy difícil camino del artista escénico, en medio de una curiosa audición a la que acuden cinco actores en horas bajas y de diversas procedencias.

Los carismáticos Juan Carlos Díaz, Mario Rengifo, Elihu Leyva, Alberto Vidarte Márquez y Alberto Jc Castillo (El Lord) interpretan sin tacha sus respectivos roles, cuidando los detalles en sus caracterizaciones, cada uno con sus propios problemas y frustraciones. Este quinteto de actores desempleados, que se las ingenian a diario para sobrevivir en otras labores, llegan a este extraño casting en una zona alejada de la ciudad, en donde se les solicita pasar la prueba vistiendo solo una zunga. Las cosas no salen como esperaban y sin revelar demasiado la historia, los cinco son despojados de sus prendas y celulares, en medio de la nada. La trama se sigue con interés, gracias a la química entre los intérpretes para salir ilesos de las situaciones tan descabelladas que se suceden, pero que se justifican al final.

El espacio del Teatro Mocha Graña es aprovechado con funcionales elementos para distinguir los varios lugares en donde se desarrolla la historia. La fortaleza del montaje se encuentra, sin duda, en sus personajes: estos se encuentran bien delineados, especialmente el del experimentado Díaz, con un componente dramático que el actor sabe aprovechar muy bien. 5 hombres en zunga, divertida comedia del prolífico Pacheco, es una muy recomendable propuesta teatral, que además de las risas que arranca del público, nos muestra la precaria situación del artista nacional, y los mil y un problemas (y peligros) a los que se enfrenta a diario.

Sergio Velarde

24 de noviembre de 2023

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Crítica: NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES


Entre lo cuidado y lo extraño

Nuestra señora de las nubes es una obra que me deja sensaciones mixtas. De aspectos muy bien logrados y otros que parecen difuminarse en el escenario cuando más se necesita. La obra inicia con una musicalización potente, no en el sentido de estridencia; es música que cala en lo íntimo, que despierta y prepara al espectador para estar despierto en sus sentidos. Un momento bellísimo: pese a no haber nada aún visible en el escenario, la obra se hace presente. Cala tanto, que se hace extrañar durante el montaje. En especial, durante los momentos de cambios de escena, donde inunda un silencio que, si bien en un momento aprecié, pues ayudó a darme un espacio para aterrizar las acciones e ideas de un texto lleno de riquezas, se hizo insostenible por los tiempos que se tomaban de cambio a cambio y por un espacio que acrecentaba esa sensación de vacío.

Fuera de ello, en cada escena, ambas actrices han sabido desenvolverse con soltura, apropiándose del texto la mayor parte del tiempo. Alessandra Dedekind y Greccia Ipenza logran encontrarse en el momento a momento. Vale la pena destacar el carisma que ha logrado imprimir Ipenza a su trabajo en escena. Al final, ambas juegan dentro de la propuesta estética planeada por Gabriela Gallegos. Desde la dirección se plantea eso: el juego. Se logra plasmar un desarme de los personajes, de sus motivaciones y convicciones: están en una situación constante de desestructura y reelaboración de los sentidos de pertenencia. Indaga también en una lectura del texto desde ciertos aspectos de la comedia, aunque no suelta esa carga dramática y termina inclinándose más hacía esas tragedias que viven los personajes.

¿Qué busca, entonces, el montaje? Sin duda, hay un tratamiento cuidado del texto, una propuesta visual interesante y una dinámica en escena, cautivadora por momentos, conflictiva por otros. Hay muchos detalles, muchas capas que, en algunos casos, funcionan más que otras. Hace falta unificar estos elementos, que parecen disparar a zonas no tan claras y que terminan por hacer de esos detalles cuidados, algo extraño. Hay momentos que no importa entenderlos más que sentirlos y viceversa. La maestría, en todo caso, está en saber identificar o decidir cuáles quiero que se entiendan o no.

En ese sentido, la obra termina siendo un viaje de sentidos, un experimento que mezcla la extrañeza con lo cautivante, que llega al espectador con cuidado e intimidad, pero que no termina de cimentarse en un espacio que, en este caso, juega en contra de esa intimidad y termina siendo un peso para la obra.

Omar Peralta

22 de noviembre de 2023 

lunes, 20 de noviembre de 2023

Crítica: MUDARSE DE SÍ (POLLITO CON PAPAS)


Autoficción con sentimiento

Con cada vez más exploraciones escénicas siguiendo este formato, la autoficción supone una novedosa manera de crear espectáculos cargados de hechos verídicos, pero mezclados con bienvenidos aportes producto de la imaginación. No es teatro testimonial o autobiográfico, pues el espectador sabe que no todo lo que ve en escena ocurrió realmente. Vale decir: este pacto ambiguo, que le propone una obra de autoficción al espectador, consiste en que los creadores no compartirán necesariamente la verdad, aunque se representen a sí mismos. En ese sentido, la puesta autoficcional Mudarse de sí (pollito con papas), escrita y protagonizada por Tirso Causillas, y dirigida por Nani Pease, es una delirante secuencia de escenas repletas de “sinceras exageraciones”, paridas desde el corazón.

Mérito de Causillas, quien con arrojo y valentía se adentra en sus propios recuerdos, para presentarnos, con el apoyo de dos solventes actores como Mariana Palau y Bruno Espejo, a (su) una familia tan disfuncional como perfectamente reconocible en la actualidad, con padres e hijos enfrentados todo el tiempo. Además, el autor/actor ya nos había presentado a su padre en otra puesta de características similares, en Cómo criar dinosaurios rojos (2019). Esta vez, la coartada dramática elegida por Causillas es la de darnos a conocer a Tirsito (su propia versión de joven) escribiéndole cartas al Tirso del futuro, con el propósito de armarse de valor y dejar atrás la habitación que compartía con su padre y su madre, en la que la violencia y el caos eran pan de cada día.      

Por supuesto, mérito también el de Pease, quien desde la dirección sabe extraer la comicidad que se produce de lo absurdo de la situación, incluso al tratarse temas tan espinosos y sensibles, como los maltratos sexuales y la violencia intrafamiliar. La puesta en escena, con los tres actores todo el tiempo en el espacio y turnándose con gran versatilidad los personajes, se apoya además en la música en vivo a cargo de Loko Pérez y Alfredo Anderson. Notable la secuencia en la que para celebrar una “tregua” familiar, se consume en vivo y en directo nuestro plato de bandera: el pollito con papas. 

Excelente trabajo de Palau y Espejo, comprometiéndose a fondo con la aventura escénica del colectivo; pero es Causillas quien logra con(re)movernos el corazón, en una interpretación emotiva y visceral, más aun tratándose de su propia historia. Ganadora de los Estímulos Económicos para la Cultura 2023 del Ministerio de Cultura y del Concurso Anual de Proyectos de Creación del Vicerrectorado de Investigación de la Pontificia Universidad Católica del Perú del 2022, Mudarse de sí (pollito con papas) es una muestra patente que la autoficción es el vehículo perfecto para reinterpretar pasajes de nuestra propias vidas, compartirlas de manera audaz en escena y así encontrar nuevas maneras de llegar al espectador y motivar su reflexión.

Sergio Velarde

20 de noviembre de 2023

domingo, 19 de noviembre de 2023

Crítica: PERRO Y ACTOR


Un ácido símil de la realidad

Perro y actor es una pieza teatral compuesta por dos ácidos e intensos monólogos escritos por el autor y director británico Steven Berkoff, bajo la dirección de Carlos La Rosa e interpretados por el actor Sandro La Torre. Las funciones se llevaron a cabo en distintos auditorios del Británico Cultural, de manera gratuita, teniendo una última este miércoles 22 en la sede de Camacho.

La propuesta escénica es simple y minimalista, siendo predominantes los colores rojo y negro. Así, el primer monólogo titulado Perro narra las vivencias de un hincha de fútbol junto a su mascota de raza pitbull, quien lo acompaña a todos lados, revelándose más de un conflicto cuando el can, fanático de “Rambo”, desata su ferocidad, lo cual detona temas como la discriminación, los prejuicios sociales y la violencia. Respecto a la interpretación, La Torre partía del uso del cuerpo y la voz para distinguir tanto al humano como al perro, con un vestuario deportivo y neutro que ayudaba a la rapidez en el cambio de roles, que resultaron orgánicos y precisos. También el uso de la banderola con la frase: “No nos quieren – No nos importa”, como diferenciador de ambientes y lugares aportó en el desarrollo del monólogo. Otro recurso aprovechado por el actor fue romper por completo la cuarta pared en ciertos momentos, conquistando la complicidad del espectador.

Por otro lado, el segundo monólogo titulado Actor, nos presenta a un hombre obsesionado con el oficio y con el anhelo de interpretar a “Hamlet” de Shakespeare. En ese sentido, La Torre continúa con el trabajo corporal, cambiando el tono y la energía anterior, interpretando a este actor sin trabajo, lleno de frustraciones en distintas facetas de su vida; es decir, interactuando con otros colegas, con sus padres y algunas parejas. En algunos fragmentos también ejecuta a los demás personajes, mostrándonos picos casi delirantes, que evidencian el abandono de los vínculos personales de un actor que ha preferido luchar por sus metas profesionales. El cambio en el escenario –quitando la banderola- y poniendo una tela roja en el piso, así como el vestuario negro, aportan para la ejecución de las acciones; sin embargo, el mayor reto está en la potente interpretación de La Torre. Vale mencionar, el toque musical entre un monólogo y otro, con canciones de Feffo Neyra.

Perro y actor es una interesante comedia, que desde la narrativa nos ofrece una serie de metáforas y símiles con la realidad, tratando temas muy duros con una dosis alta de humor ácido. Por ejemplo, en Perro encontramos la exaltación de una masculinidad ruda y violenta, desencadenando otros problemas sociales que siguen latentes. Actor, por su parte, desnuda un secreto a voces en el medio de la interpretación, pues muchas veces la incertidumbre e inestabilidad laboral afecta directamente en la vida personal.

Maria Cristina Mory Cárdenas

19 de noviembre de 2023

Crítica: UN MONSTRUO VIENE A VERME


La experiencia que nos deja Connor

El Teatro Británico está dando lugar a la obra Un monstruo viene a verme, una traducción de la obra de teatro original en idioma inglés A monster calls. Esta pieza está basada en la novela de Patrick Ness, inspirada en una idea original de Siobhan Dowd; con adaptación de Sally Cookson y Adam Peck. Se trata de la historia de Connor, un adolescente de trece años que vive con su madre. El espectador podrá ver distintos sucesos que están afectando y modificando la vida del protagonista: su madre está enferma, su padre vive lejos de él con una nueva familia, su relación con su abuela no es del todo saludable, y en el colegio vive episodios de bullying por parte de sus compañeros. En este contexto, Connor recibe la visita inesperada de alguien que parece ser un aliado, un monstruo, quien le cuenta historias de tiempos pasados. Sin embargo, dicho visitante le advierte al adolescente que él mismo tendrá que contar su propia historia, atravesando así todos los miedos originados por los sucesos recientes. Esta representación es dirigida por Nishme Súmar, y cuenta con la dirección adjunta de Verónica Garrido Lecca. El elenco está conformado por Mario Cortijo, Marcello Rivera, Ana Cecilia Natteri, Fiorella de Ferrari, Sebastián Rubio, Brayan Pinto, Bea Heredia, Daniela Zea y Eduardo Pinillos.

La representación inicia con una pista de elementos importantes para la historia: la relación de Connor con su madre, y aquel árbol que pueden ver desde la ventana de su hogar. Esta escena es una pieza clave que va cobrando sentido a lo largo de la obra. Fue una buena decisión la serie de secuencias corporales que el elenco fue realizando, pues aportaba peso a los momentos más trascendentales de la obra. La precisión técnica de los actores fue impecable, tanto en calidad de movimiento como en el cumplimiento de marcaciones en el espacio. Un detalle que parece haber sido muy cuidado es la entrada inicial de cada personaje, de modo que quedaba claro desde el inicio qué lugar ocupaban en la historia, gracias a la construcción detallada que logró el elenco en su totalidad. El uso del espacio incluyó unas estructuras que permitieron a los actores jugar con los planos del escenario en distintos momentos, de modo que resultaba estimulante observar el dinamismo que ocurría gracias a los desplazamientos. Ello, además, se vio potenciado a los pulcros cambios de escena y escenografía que los propios actores realizaban. En definitiva, la calidad del montaje fue indudablemente alta en todo sentido. 

Un monstruo viene a verme es una experiencia estimulante en muchos sentidos, tiene un sentido del juego bastante llamativo para el espectador, quien estará momento a momento atento a la dinámica que la obra alberga, gracias al uso de recursos sensoriales y estéticamente atractivos. Este trabajo escénico llega a ser conmovedor, pues pone sobre la mesa temas como los vínculos entre padres e hijos, la muerte, la resiliencia, y las actitudes que se pueden tomar frente a los cambios trascendentales en la vida. Un niño de trece años se encarga, desde la ficción, de evidenciar emociones tan universales y vigentes, de modo que el espectador haya cumplido un rol de testigo, acompañante y cómplice del secreto entre Connor y aquel monstruo. Finalmente, Un monstruo viene a verme ha logrado constituirse como una pieza artística pletórica en nuestro tiempo. 

Stefany Olivos

19 de noviembre de 2023

jueves, 16 de noviembre de 2023

Crítica: EL BOTÓN DE PLATA


Fuga de talentos

El legado teatral del maestro Ismael Contreras sigue presente con nosotros, gracias a la incansable labor del colectivo Palosanto, la directora Marisa Contreras y la productora Cecilia Zapata, con la continua presentación de espectáculos dirigidos a toda la familia. El Botón de Plata es muestra de ello. Ganadora en el XXVI Concurso Nacional de Obras de Teatro para Niños y jóvenes de la UNMSM, la puesta estrenada en el Alianza Francesa de Miraflores utilizó la técnica de teatro negro, con lo que la simpática historia adquirió una nueva y sugestiva dimensión en el escenario.

La trama involucra a un pez inventor de nombre Paichito, que habita una pequeña laguna en la que no tiene ninguna posibilidad de desarrollarse intelectualmente. Es así que decide abandonarla y probar suerte fuera, topándose con fantásticos personajes y aprendiendo grandes lecciones. Todo esto es narrado por una cuentacuentos, quien acompañada por una curiosa criatura llamada Bicho, será la que conduzca a los espectadores por la historia. Interesante la temática, poco explorada en el teatro para niños, acerca de la llamada “fuga de talentos”, en la que se demuestra que no todos “son profetas en su tierra”.

Bien resuelta escénicamente por la troupe habitual de Palosanto, la directora Contreras consigue con la técnica mencionada una serie de atractivas imágenes para representar la odisea de Paichito, con los actores vestidos de negro en el escenario a oscuras, manipulando diversos objetos, títeres y telas de colores, y usando varios niveles en el espacio. Algunos detalles que afinar en el apartado técnico, como el uso de pistas musicales, son perfectamente superables. El Botón de Plata, como todas las obras de Ismael, acompaña su desarrollo con el siempre necesario y valioso mensaje ecologista. La puesta en escena tendrá una merecida reposición en el auditorio del CAFAE de San Isidro.

Sergio Velarde

16 de noviembre de 2023


martes, 14 de noviembre de 2023

Crítica: PROYECTO LULÚ


Lentes de Ruido

La estética de la obra brinda una experiencia distinta desde el inicio: al ingresar al espacio observas a un músico programando sonidos desde una computadora y realizando riffs roqueros con una guitarra. Después de ser impactado desde lo sonoro, el escenario también cobra vida, los colores y las formas de los diseños causan una atmósfera fría y tenebrosa.

Al empezar, la música va calando junto a los textos, los personajes son peculiares desde la vestimenta y el maquillaje. Parecen sacados de un lugar único, de un universo que existe solo para ellos, esa sensación es bastante impactante al momento de crear, por supuesto desde mi perspectiva.

El elenco está conformado por cinco intérpretes, las historias giran en torno a Lulú, todos doblan personajes o por lo menos la mayoría. Lulú (Kelly Estrada) se mueve desde maneras naturalistas, su fuerza energética es adecuada para la textura de la obra, su amigo Moritz (Gian Paul Miranda) da un excelente ritmo, juntos consiguen buenos momentos.

 El uso de las vestimentas, la utilería y la música consiguen conexión y ritmo; es fácil empatizar con el personaje desde la proximidad de lo que cuenta. La forma en que los artistas van cambiando de roles interpretativos mantiene con expectativa al observador, interesado por saber qué deparará para ese mundo, qué final o cuestionamiento puede someter. La madre (Ale Saba) consigue modificar su energía para manifestar personajes opuestos, la hermana (Astrid Villavicencio) acompaña el ritmo de Lulú, tiene la energía adecuada para ser la que siempre está ahí o por lo menos lo intenta, hasta que la frialdad y la misma extrañeza de Lulú, la resignen con trágica ternura.

Algunos detalles en el sonido pueden mejorar, especialmente en volumen y atención, pero son aspectos casi imperceptibles que han sido llevados de muy buena manera. La música en vivo y el canto dan una personalidad propia a la puesta escénica y esto lo vuelve particular.

El momento en que muere uno de los personajes es mi favorito, pues el escuchar cantar al actor consiguió remover fibras dentro de mi ser, pensamientos que acompañan al sentimiento. Fue bien manejado, de acuerdo a las figuras interpretativas que se construyen; visualmente y lumínicamente se logra una coherencia con el escenario y el vestuario en general.

La obra está llena de símbolos que causan reflexiones en el que observa, los lentes de Lulú, por ejemplo. Ella mintió cuando fue al médico, decía que no veían, por lo tanto, tuvo que usar unos lentes con medida; sin embargo, no le correspondía usarlos porque ella sí veía. Esta situación hace que el personaje todo el tiempo este con unos lentes de luna gruesa, que desvirtúa lo que observa y suavemente vamos ingresando a un mundo que es solo visto a través de ojos distintos. Las metáforas son parte de la subjetividad del espectador, pero la obra está bien construida y mantiene cuerpos activos en el espacio.

El director Víctor Hugo Coveñas ha realizado un buen trabajo al diseñar y crear las escenas a partir de un texto francés llamado The Lulu Projekt, escrito por Magali Mougel. La elección de la adaptación y la búsqueda de los perfiles actorales calzan muy bien con la propuesta planteada. Una obra para disfrutar y apreciar perspectivas distintas de creación, la gran posibilidad de las distorsiones de la guitarra y las atmósferas, el diseño de luces y lo gótico, una obra divertida con un mensaje potente y un ininterrumpido volcán de emociones sonoras.

Moisés Aurazo

14 de noviembre de 2023