lunes, 21 de abril de 2025

Crítica: LA TERNURA


Mucho más que una "guerra de los sexos"

El trillado conflicto hombres vs mujeres puede ser tratado de manera genial, cuando un dramaturgo como Alfredo Sanzol (Pamplona, España, 1972) se inspira en textos de comedias de Shakespeare y se ubica en España durante el siglo XVI para divertirse y divertirnos con enredos de género, que van mucho más allá de la disputa, para confrontarnos con las capacidades humanas para vencer miedos, prejuicios y censuras y alcanzar la armonía; allí donde los seres humanos gozan de eso que llaman ternura.

Luego del éxito de esta obra en España, La ternura llega al Perú y, con la mano maestra de Alfonso Santisteban, la genialidad del dramaturgo se desarrolla en el escenario con la sapiencia, humor y genio también que pone Santistevan a sus obras. Desde el inicio, meciéndose como si estuvieran en la balsa de La tempestad, la reina Esmeralda (Magali Bolívar) nos introduce en su fantasía, gracias a que "tiene un plan" (en la obra tiene varios) para evitar el casamiento forzado de sus hijas por conveniencia política.

Si has leído sobre de la derrota de la Grande y Felicísima Armada Española (la “invencible”), te reirás con el vuelco que le da el autor a esa historia con el hechizo de la reina, cuyo plan de aislarse con sus hijas del mundo de los hombres se ve frustrado al descubrir que la isla elegida como refugio está poblada por tres hombres que, por su odio a las mujeres, viven solos. Lo que sigue es una sucesión de enredos hilarantes, cuyo ritmo y sentido no decaen en ningún momento.

Una manta es suficiente para la imaginación. Pero se agregan elementos como el atinado vestuario y aunque al principio nos parecen grotescas las barbas de las disfrazadas, luego este aparente descuido se explica perfectamente. Todo ha sido cuidadosamente elegido en esta puesta.

La obra nos presenta un elenco solvente, donde el peso mayor recae en "los padres" (Bolívar y Roberto Ruiz), pero excelentemente secundados por sus hijas e hijos. Aunque al inicio es evidente la interpretación superior de la experimentada Amaranta Kun respecto a su "hermana menor" Danitza Montero, el decurso de la historia le da a esta última la oportunidad para mostrar su talento. Los "hermanos" Gabriel Gonzales y Renato Rueda encarnan con precisión, gracia y equilibrio sus respectivos papeles.

Las ocurrencias son tan hilarantes que varias veces el público parece excederse en risas y hasta comentarios, pero eso es señal de que está disfrutando plenamente de la obra y se lleva esa sonrisa hasta salir del teatro, con la satisfacción de haber gozado de un buen trabajo escénico, además de la diversión misma.

Gracias por darle alegría al teatro.

David Cárdenas (Pepedavid)

21 de abril de 2025

Crítica: UNA NOCHE EN ESTAMBUL


Entre realidades y fantasías

Los alumnos de cuarto año de la carrera de Actuación de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático, bajo la dirección de Luis Sandoval, nos trajeron una versión libre de la obra La noche árabe de Roland Schimmelpfennig, y tuvo lugar en el Hall del Museo Metropolitano de Lima.

La trama de por sí es bastante envolvente y llamativa, pues prometía una serie de sucesos que llevaron al público a un viaje en el tiempo entre lo contemporáneo y la antigüedad; todo esto dentro de una locación tan común, como es un edificio que está sufriendo un misterioso corte de agua en plena noche de verano. Es una historia que oscila entre la realidad y la fantasía, y es el personaje de Francisca el que lo logra traspasar. Su presente es el de una mujer científica que vive independientemente junto con una amiga. Sin embargo, su pasado se remonta a los tiempos de los grandes sultanes, donde las mujeres no tenían tanto valor, generando un contraste bastante llamativo. Además, otro elemento interesante fue la forma en la que estaba narrado; es decir, los diálogos, en cómo cada personaje relataba las acciones que hacía el otro y las propias, como si fueran sus propios narradores.

Sobre la escenografía, esta era sencilla, pero con lo justo y necesario para dar a entender el contexto en el que estaban. El uso del espacio para dar la ilusión de que uno de los personajes se había encogido y estaba atrapado en un recipiente fue algo bastante llamativo en el buen sentido, pues denotaba el buen dominio del espacio de los actores, además de sus buenas interpretaciones. Otro elemento que le sumó bastante a la obra fue la música, pues ayudó a ambientar y a darle ritmo a los acontecimientos. Incluso el lugar en el que se encontraban los músicos era idóneo, como una especie de escondite, no se distinguían, solo eran sombras detrás de las sábanas. Asimismo, el elenco de baile fue otro gran elemento, pues contribuía a la fluidez.

Pese a que la puesta en escena fue innovadora y llena de bastantes talentos, lo que le jugó en contra fue el local: los asientos estaban al mismo nivel, lo cual no le permitía al público apreciar bien lo que pasaba en el escenario y se sentía más como una radionovela. Una estructura que permitiera que los asientos estuvieran de forma escalonada hubiera sido lo ideal, ya que no se pudo apreciar bien el buen trabajo que se estaba desarrollando.

Barbara Rios

20 de abril de 2025

sábado, 19 de abril de 2025

Crítica: EL MUNDO DE SHAKESPEARE


Crossover shakespeariano

Alumbra Producciones viene con otra obra en su formato de El mundo de…, con la que suelen adaptar obras de autores reconocidos. En esta ocasión, en lugar de adaptar una obra de William Shakespeare en singular, Marcos García Tizón dirige una suerte de fusión que adapta principalmente La fierecilla domada y Romeo y Julieta, con personajes de El mercader de Venecia y Hamlet aportando a la propuesta. El resultado es una mezcla divertida y simpática en su autorreferencialidad, aunque dispar en lugares que impiden alcanzar el potencial de un “All Stars” de Shakespeare.

Al entrar al teatro, el público se encuentra con los actores ya sentados entre el público con ropas negras y máscaras blancas. El motivo de esto es explicado ni bien inicia la obra por el personaje de Roger Luna: los personajes de Shakespeare tienen una universalidad que los hace reconocibles en muchos de nosotros. La obra se enmarca desde aquí en la metateatralidad de re-analizar las obras y darles un nuevo final que desafía los destinos originales. El set-up y la ejecución de este cambio es consistente gracias a esta primera ruptura y permite interesarse por los nuevos desarrollos mezclados y la diversión que tienen los actores con esta autorreferencialidad.

El potencial de estas historias, aun así, no es explorado tan profundamente como uno desearía. Evidentemente, cuatro obras de Shakespeare resumidas en un montaje de cuarenta y cinco minutos va a tener que hiperresumir la mayoría de sus tramas, usualmente pasando del inicio del conflicto a su resolución, pero aun así otorgándole a su elenco la oportunidad de encarnar los monólogos más recordados de sus personajes. Ofelia y Shylock, en particular, tienen roles bastante reducidos que solo pueden abordar los aspectos más popularmente conocidos de sus personajes (la locura y la usura, respectivamente). La fuerza actoral y la química entre el elenco se siente dispar, pero destacan Anabel Pérez como Ofelia, Rosa Portugal como Catalina y Marcelo Prado como Petrucho.

El fuerte de la obra, sus añadidos y momentos lúdicos, sirven para introducir al público con toques modernos a las historias clásicas. La vestimenta, los bailes y las referencias nunca llegan a sentirse desmedidas como para distraer del grueso principal de la trama. Diría incluso que toman el principal sentir de la propuesta: Shakespeare es universal, y en lugar de verlo como un antiguo intocable y reservado, tenerlo cercano y actualizado a nuestras perspectivas y moralidades es necesario para construir, paso a paso, nuevas teatralidades.

José Miguel Herrera

19 de abril de 2025

Crítica: NO QUIERO OLVIDAR


En la salud y en la enfermedad

Estrenada en el 2022, No quiero olvidar es, sin duda, la mejor apuesta teatral creada por Gerardo Fernández desde su Teatro Esencia. La salud mental, manifestada en un actor entrando en sus cincuentas y diagnosticado con Alzheimer de inicio precoz, es el disparador para que Fernández actúe, escriba y dirija una conmovedora historia que no se limita a describir los tempranos síntomas de la enfermedad y el inexorable final del protagonista, sino que además explora los difíciles momentos que le toca vivir con su pareja homosexual más joven, quien a su vez se encuentra cansado de su vida monogámica. Esta nueva versión de la pieza, con algunas acertadas afinaciones y un renovado elenco, sigue funcionando como una tierna celebración del amor, a pesar de las mayúsculas dificultades.

Acaso la mayor diferencia con el montaje original sea el equilibrio más conseguido entre los dilemas que afectan a Lucio (Fernández) y Álvaro (Gabriel Soto); ambos personajes logran manifestar sus inquietudes con mayor eficacia y fluidez: el primero, con los constantes olvidos que afectan sus clases y sus grabaciones; y el segundo, con las dudas acerca del compromiso y de su libertad sexual reprimida. Con un contado mobiliario, el íntimo espacio de Esencia es bien aprovechado para darle un total protagonismo a la pareja y su historia, una que a pesar de su todavía dilatada duración en escena, logra condensar con acierto todos los años desde que aparece la enfermedad hasta el conmovedor desenlace.

Fernández, en esta nueva reposición teatral de su autoría, ofrece una sólida actuación llena de detalles y sutilezas, con un par de momentos realmente conmovedores, bien acompañado por Soto, quien destaca por su naturalismo y contención en las secuencias dramáticas. Mención especial para la carismática Miluska Eskenazi en los cinco personajes clave que le toca interpretar en la historia, todos muy conseguidos y diferenciados, desde la alegre amiga de Álvaro hasta la despiadada directora de Lucio. No quiero olvidar sigue siendo una oportuna reflexión acerca de las decisiones que deben tomarse en pareja, ante la aparición de enfermedades que ponen en riesgo incluso a las relaciones más estables.

Sergio Velarde

19 de abril de 2025

Crítica: LA PERSONA DEPRIMIDA


La salud mental en escena

El título nos revela anticipadamente el tema: la salud mental. El escenario minimalista - apenas una mesa y una silla en medio de la oscuridad, ambos blancos - concentran nuestra atención en el personaje que ingresa, también de blanco, para contarnos sobre una persona que sufre un problema de salud mental y su relación con su terapeuta y antes, con su familia. La ausencia de más elementos nos revela su soledad y su angustia.

Un relato contado en tercera persona es difícil, pero desarrollar todo un monólogo en este formato es un gran reto. En este caso, la adaptación del relato del mismo nombre de David Foster Wallace, a cargo de Daniel Veronese, nos presenta a un personaje que cuenta la historia de otra persona que no es otra que ella misma, pero con un efecto de distanciamiento, como quien se niega a aceptar que es su propia realidad y el efecto es contundente. A modo de conferencia, el personaje anuncia: “Hoy voy a hablarles de la persona deprimida” y con lenguaje más formal que coloquial nos introduce al universo de esa persona y sus angustias. Su nombre carece totalmente de relevancia, como si hubiera perdido identidad y solo importara su condición. 

Pero ¿quién es esa persona que habla sobre la persona deprimida, cuenta el origen de sus traumas y hasta se deja poseer por las emociones de la persona deprimida mientras narra, sin pausa, su historia? Ese enigma, como recurso dramático, logra atraparnos. 

El contacto con el público es permanente, desde que el personaje ingresa por el pasillo lateral, o cuando, de pronto, pide un poco de agua y aparece un asistente (como si fuera un espectador más) con una jarra y un vaso. En Argentina, en la versión original, había una taza de café que algún espectador espontáneamente debía servir. La gestualidad de la actriz es fundamental para no perderse en los vericuetos de su narrativa y es que, en verdad, hay momentos en que cuesta no confundirse.

Pero hay más personajes: la familia, fundamental para exponer sus traumas infantiles; la terapeuta, cuya relación resulta trascendental por un hecho que es narrado desde el pasado hacia atrás para remarcar su efecto. Y también están presentes las amigas, como un grupo de apoyo terapéutico que representa la infructuosa búsqueda, por parte de la persona deprimida, de vínculos con los cuales reconectarse con el mundo.

Quizás es el papel más exigente en los 30 años de carrera de Katia Condos, que mantiene la atención del público a sus cambios de ánimo y tonos de voz en un largo texto de 50 minutos. Un par de parpadeos de luz, a los que responde el personaje, anuncian que en pocos minutos llegará el final, para no sorprender a quienes no leyeron que la obra es relativamente corta (en realidad, siendo un monólogo no es corta) y prepararnos para un final que no pretende resolver algo o dar un giro sorpresivo a la historia, sino que es simplemente el final del relato, como decir “Esto es lo que tenía que contarte”. Fin. Aplausos para Katia y para la directora Carla Valdivia.

David Cárdenas (Pepedavid)

19 de abril de 2025

jueves, 17 de abril de 2025

Crítica: LA CASA DE BERNARDA ALBA


Sombras y libertad

Un escenario blanco y algunas sombras chinescas nos sumergen en el dominio de Bernarda, una viuda que vive con sus cinco hijas y su madre, a las que somete a una prisión doméstica con la fuerza de una moral autoritaria. Ella es “el hombre” de la casa y como tal, representa su orden absoluto e implacable y la censura a toda libertad que ponga en peligro la pureza de las mujeres.

Esas sombras se repiten, de varias maneras y siempre de manera atinada, para ingresar a la intimidad de las jóvenes enclaustradas y llevarnos más allá del texto. Resulta irónico el uso de este recurso escenográfico, por cuanto precisamente su uso en China se debía a que a las mujeres no se les permitía asistir a las representaciones de teatro. Siglos después, el teatro de sombras llegó a Europa a través de las rutas de evangelización de los jesuitas y a España a principios del año 1800, inspirando a pintores como Goya.

La buena dirección de Omar Del Águila nos permite percibir la profundidad del mensaje de Federico García Lorca que, con esta obra (parte de la trilogía que se completa con Yerma y Bodas de Sangre) escrita a inicios de la Guerra Civil española (1936), revela la represión sexual y la lucha por el poder en una sociedad patriarcal y duramente conservadora, como lo fue los años siguientes a la guerra. El feminismo combativo de las españolas de hoy refleja la rebeldía de la joven Adela. Ella es capaz de vestirse de verde luminoso cuando es obligatorio el luto riguroso. En ese momento somos conscientes de que estamos viendo una obra en blanco y negro, como los sueños o acaso, las pesadillas. 

La puesta en escena se sostiene en la actuación solvente y vigorosa de Virginia Mayo (Bernarda), que representa el poder censor. Junto a ella, Angelica Torres (Poncia) y Noraya Ccoyure (La criada) cumplen con creces sus respectivos papeles de personal del servicio que todo lo ven y saben y Claudia Iglesias, que encarna a la abuela recluida por su aparente locura, pero realmente por sus sueños de libertad, ya convertidos en delirio.

La presencia de las cinco hijas de Bernarda va creciendo incesantemente en el transcurso de la historia, desde un grupo informe de jóvenes sumisas hasta revelar cada cual su personalidad. Entre ellas, resaltan Angustias, la hermana mayor (Grecia Rojas) y Martirio (Beleny Gómez), pero es Adela (Sofía Rojas) la encargada de representar la rebeldía, hasta las últimas consecuencias. Adela no acepta el destino impuesto, pero no se entrega al hombre amado sino a la libertad. Ella es capaz de enfrentar al poder, representado por su madre Bernarda, a quien despoja de su bastón, en verdad un bastón de mando, en un gesto cargado de simbolismo y serán las sombras, nuevamente presentes, las que nos revelen su final. 

Buen desempeño también de Alondra Contreras (Amelia) y Peggy Carhuallanqui (Magdalena), las otras hermanas que asumen su miserable condición, pero no tienen la valentía para rebelarse.

Queda un fin de semana para verlo en el teatro Ricardo Roca Rey de la Asociación de Artistas Aficionados.

David Cárdenas (Pepedavid)

17 de abril de 2025

Crítica: MUCHA M!ERD%


El juego de actuar

El pasado sábado 12 de abril se presentó Mucha M!erd%, obra escrita y dirigida por Marco Palomino, con un elenco rotativo de ocho actores que hace que cada función sea una experiencia única. En esta ocasión, accionaron Camila Yong como Cloe, Julio César PG como César, Nicolás Chinchilla como Carlos y Jenry Ramírez como Chris.

La puesta se desarrolla en un formato de 360°, aprovechando la totalidad del espacio y permitiendo una interacción constante con el público. Este formato no solo genera cercanía, sino que también refuerza el carácter lúdico del teatro.

La trama sigue a cuatro actores convocados a un casting que promete cambiar sus vidas. Frente a ellos, un solo reto: tienen treinta minutos para mostrar “lo mejor de lo mejor”. A partir de esta premisa, los personajes se enfrentan a un dilema creativo que los lleva a explorar y deformar historias clásicas —Romeo y Julieta, El Génesis, Caperucita Roja, Cenicienta, y El Mago de Oz— a través del juego escénico y recursos del teatro contemporáneo.

Cada personaje encarna una visión distinta del oficio actoral: Cloe (Camila Yong), una influencer con aspiraciones escénicas; Chris (Jenry Ramírez), el joven despreocupado que apuesta por la espontaneidad; Carlos (Nicolás Chinchilla), el actor formado en Perú que defiende con seriedad su vocación; y César (Julio César PG), quien se ha formado en el extranjero y se autodefine como innovador y multidisciplinario. Cada intérprete logra transmitir con claridad y consistencia estas perspectivas, lo cual permite que el público identifique con facilidad los conflictos y tensiones que emergen en escena.

En este juego de egos, estilos y posturas frente al arte, Mucha M!erd% logra no solo hacernos reír, sino también hacernos pensar. La obra se plantea como un metateatro que desnuda al actor y, con él, a todo el aparato teatral. ¿Qué es “lo mejor de lo mejor”? ¿Qué se valora hoy en día en una audición? ¿Es suficiente con tener talento? La obra no da respuestas cerradas, pero sí deja una inquietud vibrante sobre el lugar del artista en un sistema que lo exige todo y le garantiza poco.

Si bien la propuesta mantiene un tono humorístico durante la mayor parte del montaje, no se priva de dar lugar a la reflexión. Mucha M!erd% pone sobre la mesa los sacrificios, frustraciones y contradicciones que atraviesan quienes se dedican al arte escénico. Así, entre risas, también se revela la vulnerabilidad del actor: su esfuerzo constante por sostener una vocación que, muchas veces, exige más de lo que ofrece. Mucha M!erd% es, entonces, una celebración del teatro desde sus entrañas más caóticas y sinceras. Y también es una confesión.

Daniela Ortega

17 de abril de 2025

domingo, 13 de abril de 2025

Crítica: LA GRAN AVENTURA DEL GATO Y SU TÍA


Una aventura escénica hacia la libertad

En el marco de la 24ª edición del festival Saliendo de la Caja, organizado por la Especialidad de Creación y Producción Escénica de la Facultad de Artes Escénicas (FARES - PUCP), se presentó una innovadora propuesta de teatro físico con tintes musicales dirigida por Mariale Zumaita. El festival reunió una variada muestra de espectáculos creados por jóvenes artistas en formación, dentro de las disciplinas de teatro, danza y música. Destacándose esta obra en particular, por su sensibilidad, riesgo escénico y el notable desempeño de su elenco.

La historia gira en torno a Mariquita, interpretada por Gianella Soto, quien atraviesa sus miedos más profundos dentro de un universo escénico planteado como un juego. A través de niveles simbólicos, la protagonista enfrenta a sus adversarios —personificaciones de sus recuerdos y prejuicios— con el objetivo de ganar autonomía y poder vivir el amor que desea.

La puesta en escena se apoya en el humor y la fisicalidad como ejes principales. Desde el inicio se percibe la tensión que atraviesa Mariquita, en contraste con el disfrute casi lúdico de sus oponentes, lo que genera un buen equilibrio entre lo dramático y lo cómico. El primer nivel del juego muestra el vínculo afectivo con el personaje interpretado por Fiorella Bastidas. El acercamiento entre ambas se ve interrumpido por los temores internos de Mariquita, representados en escena con imágenes y sensaciones muy bien logradas.

Con el avance de los niveles, la excentricidad crece y se vuelve un recurso clave. Daniela Segura y Ruth Barba interpretan a personajes que suman humor y ritmo a la historia. Además, los momentos musicales refuerzan ese tono satírico que atraviesa toda la obra, generando un ambiente festivo que contrasta con el conflicto interno de la protagonista.

Las imágenes tienen un papel central en cada etapa del juego. Los recursos visuales y escénicos están pensados con claridad y funcionan con naturalidad, lo que habla de decisiones arriesgadas pero bien ejecutadas desde la dirección. El trabajo gestual y físico de las actrices se sintió sólido y expresivo en cada escena, especialmente en los enfrentamientos. Se lucieron Soto, con una interpretación sensible y precisa, y Segura, que aportó gran energía y humor.

En definitiva, La gran aventura del gato y su tía nos presenta una historia de amor, miedo y liberación a través de un juego escénico que invita al público a acompañar a su protagonista en cada logro desbloqueado. Con una dirección dinámica de Mariale Zumaita, el acompañamiento en asistencia de Gonzalo García, y una producción a cargo de Clau de la Torre, la obra logra entretener, emocionar y cuestionar prejuicios sin perder dinamismo, gracias también al compromiso y la creatividad de todo su equipo.

Abigail Salvador Jaime

13 de abril de 2025

sábado, 12 de abril de 2025

Crítica: JUEGO DE ROLES


Titiriteros de titiriteros

Siete años después, Abel Enríquez y Martín Velasquéz Marvelat regresan a Juegos de Roles, con un montaje que mantiene un sentido de ruptura creativo y constantemente adaptándose, y con un estilo de dirección y actuación que se apoyan mutuamente para lograr una experiencia que no todas las obras metateatrales logran: mantener al espectador dudando de principio a fin.

Esto se logra a través de la subversión constante. Carlos, interpretado (aparentemente) por Dante del Águila, es un dramaturgo frustrado intentando escribir su magnum opus, cuando se le ocurre la idea de utilizar su propia realidad para escribir la obra. Uno piensa tras entender esto, que la obra ya jugó todas sus cartas y no tendría mucho que ofrecer. Pero a medida de que la obra avanza, entendemos que muy por el contrario, ha habido entre Enríquez, Marvelat y su elenco un pacto astuto para lograr que el espectador se mantenga enganchado intentando deducir qué es real y qué no (si es que algo lo es).

La obra es, valga la redundancia, una experiencia teatral. Rehuye de estrategias más cinematográficas para expresar esta realidad ambigua (como uno podría aprender de Birdman o Bojack Horseman) para sumar al espectador en el juego. Los cambios en los cuadros, los vestuarios, los códigos de actuación cambiantes. La obra aprovecha sus recursos sin desgastarlos, sino creando una narrativa a través de las piezas entremezcladas del dramaturgo y los personajes de su vida.

A esto se apoya que dichos personajes no son solo piezas a su merced, sino seres propios con un viaje y una progresión interesante. El propio Del Águila pasa de causarnos lástima a rechazo y hasta empatía por el espiral en el que ha llevado su semificticia vida. Gia Rosalino aprovecha un paraguas de tonos para su personaje, no quedándose solo en monólogos o caricaturas sino dotando de color cada faceta. María del Carmen Sirvas y Gianni Chichizola (este último el único retorno de la primera versión y, quizás por eso, el del código más histriónico) otorgan fuerza y sustancia que ayuda a la comedia al igual que a lo momentos dramáticos. A medida que avanza su temporada, las fases de los cuatro personajes se irán sintiendo más únicas y aportarán a un público que quiera ver la obra más de una vez para buscar los detalles.

En general, se siente en esta versión de Juego de Roles un texto que ha ido madurando a lo largo de los años, y cuidada desde cada lado del equipo. Desde el ojo metateatral del dramaturgo, sería quizás fácil darle un lente puramente heroico o puramente desagradable a un protagonista también escritor. Pero requiere autoconocimiento mostrarlo como un humano fallido, dueño de sus ficciones tanto como estas de él, y forzado a entender que en su vida no hay ensayos ni reescrituras. Si alguien más es escritor, sentirá ese golpe (y la curiosidad de saber cómo se explicó todo esta historia en las acotaciones).

José Miguel Herrera

12 de abril de 2025

viernes, 11 de abril de 2025

Crítica: LA TRAGEDIA DE RICARDO III


Un Ricardo diferente

Ricardo III es un clásico del teatro, que en esta ocasión llega a nosotros gracias a Alumbra Producciones y el Teatro Barranco. En general, esta adaptación se mantiene fiel al texto original de Shakespeare, pero nos ofrece algunas variantes interesantes. En primer lugar, al contar con un elenco mayoritariamente femenino, la dirección propuso que sean las actrices quienes encarnen a los personajes masculinos, que son los predominantes en la obra. Así, el Ricardo III que interpreta Grecia Simon destaca por la fuerza de su expresión, mostrando un personaje tan profundo como maquiavélico. Como plantea la tragedia, a pesar de que Ricardo es parte de la realeza, presenta una deformidad que se comprende como un castigo de la naturaleza; aun así, en principio, es estimado por su familia y el pueblo al que gobiernan. Lo que veremos a lo largo de la obra es el desarrollo de los sentimientos que lo llevan a pelear por el trono, sin tener mayores límites en su actuar. Por eso, su apariencia física termina siendo la proyección de una moral distorsionada, motivada por un deseo de poder, que igual domina a algunos de sus allegados. Por otra parte, destacan la reina Isabel y Lady Ana, interpretados por Douglas Faria y Eduard Zapata, que son representadas con gran sensibilidad. Ello nos permite conocer los efectos de las complejas situaciones, políticas y familiares, que enfrentan las mujeres de la obra.

Finalmente, queremos llamar la atención sobre el uso del espacio, que consideramos se realizó de excelente modo. Por una parte, en el escenario se contaba con dos ventanas, que permitían mostrar eventos simultáneos. Esto es particularmente conveniente para una tragedia en la que se dan tantos encuentros y secretos, y que además suele ser extensa por el mismo motivo. A la par, el uso de una plataforma que se encontraba cerca del público fue utilizada en acontecimientos clave, y permitía renovar la atención de quienes nos encontrábamos viendo la obra. En ese sentido, y por todo lo que hemos mencionado antes, consideramos que se mantuvo un dinamismo que resulta muy valioso al presentar una tragedia como las de Shakespeare. Por ello, creemos que la propuesta puede ser de gran agrado principalmente para quienes disfrutan de los clásicos del teatro. Sin embargo, la recomendamos ampliamente también para aquellos que sientan curiosidad por este tipo de obras, ya que en todo momento se mantuvo al público a la expectativa de la suerte de personajes tan elevados y, al mismo tiempo, humanos, con virtudes y defectos.

Barbara Rios

11 de abril de 2025