domingo, 29 de septiembre de 2019

Crítica: LOS CACHORROS


Fidelidad al material original

Hace exactamente diez años, Oficio Crítico asistió al Centro Español del Perú para apreciar la teatralización de Los cachorros, capital novela corta de Vargas Llosa, adaptada y dirigida por Miguel Pastor, con la colaboración de su esposa Carmela Izurieta y su productora El Juglar. El resultado: un notable ejercicio escénico que no solo se enriquecía del trabajo actoral en conjunto, con un inspirado Juan Carlos Pastor (hijo del director) a la cabeza, sino que se ajustaba con mucho respeto al material original. Armado de unos cuantos cubos, sillas y una mesa, el director Pastor consiguió una conmovedora puesta en escena, con la tragicómica historia de “Pichula” Cuéllar, quien tras ser castrado por un perro siendo un niño en su colegio, debe sobrevivir en una conservadora ciudad, como lo fue la Lima de los años 60.

Acaso el mayor logro de Pastor sea el de generar, en complicidad con su elenco, una real atmósfera de aquella época, a través de una correcta valoración del texto. Las acciones de los actores son fluidas y consiguen veracidad en escena. Los personajes secundarios son interpretados por los mismos actores con bastante convicción. Eso sí, Pastor vuelve a apostar por grabaciones de las voces de los padres de Cuéllar, que interfieren, aunque sea por algunos segundos, con el desenvolvimiento general de la puesta; que los mismos actores asuman estos personajes podría ser una opción. Siempre es posible mejorar aún más la precisión de los cambios en escena, aquellos detalles se irán afinando a lo largo de las funciones que le restan a esta temporada itinerante.

En cuanto al nuevo elenco, la elección de Sergio Armasgo como el Cuéllar de esta década no pudo ser más acertada: enérgico, carismático y conmovedor, Armasgo logra un perfecto equilibro entre la tragedia que le tocó vivir a su personaje, sin descuidar su lado humano, matizado con un agradecido sentido del humor. A su lado, el cuarteto conformado por David Camargo (Lalo), Alejandro Baca (Choto), Manuel Baca Solsol (Mañuco) y Gabriel Soto (Chingolo) ejecuta con mucha convicción y precisión su rol de narradores de las peripecias de Cuéllar, delineando bien a sus respectivos personajes. Las damas, Viviana Pereyra, Estefanía Cortés, Abril Cárdenas, Sofía Espantoso y Carolina Infante (única “sobreviviente” de los elencos originales), suman a la puesta a pesar del corto tiempo que disponen en escena para desarrollar sus personajes. Los cachorros mantiene y respeta el espíritu de nuestro premio Nobel en sus primeros años como literato y esa es su principal fortaleza.

Las funciones de Los cachorros continuarán en el Teatro del Centro Cultural CAFAE-SE y en la Asociación de Artistas Aficionados.

Sergio Velarde
29 de septiembre de 2019

Crítica: LOS CERDOS NO MIRAN AL CIELO


¡Mi reino por mi cerdo!

El Cauchero (Alaín Salinas), un narcotraficante de la selva obsesionado con su cerdito bautizado Babe Tercero, es seducido por un par de periodistas desempleados y en desgracia: Esteban (Micky Moreno) y Ricardo (Braulio Chappell). La creación de una revista exclusiva para narcos es la salvación de sus problemas económicos, pero la acción dramática empieza cuando surge una disputa por el amor de Sofia (Kukuli Morante), la novia del Cauchero y además, amante secreta de Esteban. La obra fue escrita por el periodista Carlos Portugal.

El auditorio estuvo completamente lleno y como comentaban algunos de los asistentes, lo que más les conminó a asistir al espectáculo fue la llamativa infografía de la publicidad y el título tan particular. Por otro lado, es interesante lo influenciada que estuvo la ambientación y la caracterización del personaje del Cauchero, que a veces correspondía a una inspiración de los personajes de series como “Narcos” o “El Chapo”. En ese sentido, con excepción de la dicción que le da el actor al Cauchero, el resto de los elementos (ambientación, sonidos, luces) de una vida de narcos no se veían creíbles del todo y, por momentos, exagerados con el fin de generar risas. Salinas es el actor que más destaca del elenco, debido a una transformación completa que hace de su personaje de manera muy clara.

Durante los intermedios, jóvenes de producción entraban para cambiar los elementos, pero lo hacían bailando sin sentido al ritmo de un jazz infantil tipo “The Entertainer” de Scott Joplin; causaba risa en el público, a pesar de la extrañeza que provocaba. Por otro lado, en general, la dramaturgia de la obra abusa de lo sencillo, donde los conflictos se resuelven fácilmente y los diálogos son más informativos, en lugar de generar más acciones.

Se puede afirmar que Los cerdos no miran al Cielo alcanza a arrancar risas entre los asistentes y lo hace con mucha facilidad, pero se abusa mucho de ella, debido a que prácticamente cada diálogo fue seguido de una actuación absurda solo para generar risas. Personalmente, creo que la risa es muy fácil de alcanzar usando la herramienta del absurdo (no al concepto teatral, al estilo de Esperando a Godot, ya que esta obra no es absurda), lo cual se puede ver, por ejemplo, todo el tiempo en la televisión con programas como “El Especial del Humor” o la extinta “Risas y Salsas”; sin embargo, el género teatral de la comedia implica un trabajo más profundo. Lo menciono con mucho respeto, pues en vez del absurdo, habría sido interesante utilizar la ironía como una herramienta escénica para narrar una historia de este tipo, como por ejemplo, en Más pequeños que el Guggenheim.

Finalmente, solo mencionar que, sin duda, Los cerdos no miran al Cielo es una opción de entretenimiento muy divertida, enfocada en el público adulto para ver un fin de semana.

Enrique Pacheco
29 de septiembre de 2019

jueves, 26 de septiembre de 2019

Crítica: MEDIAS NARANJAS


Las variantes del amor

Ocho micro historias cuentan las diversas formas en las que el amor, el desamor, la ilusión y el desengaño se manifiestan en la vida de los seres humanos. Esta vez, Long Play Colectivo teatral, presenta “Medias Naranjas”, obra escrita por el dramaturgo español Carlos García Ruiz, la cual transita por los enrevesados caminos del amor y las relaciones de pareja.

El montaje dirigido por Manuel Díaz Ibañez, propone a dos actores en escena: Priscila Espinoza y Yamil Sacín, quienes con empeñoso esfuerzo, interpretarán las ocho historias que constan de intervenciones en pareja y monólogos. En el discreto escenario acondicionado en Amaru Casa Cultural, se encuentran algunos cubos de colores, los cuales se utilizan en todas las escenas; además, una pequeña estructura que alude a un campo de flores; un maniquí del torso femenino y otro masculino; así como los cambios de vestuario, componen la propuesta visual.

La obra se divide en dos actos (cuatro historias en cada uno). En la primera parte, vemos la historia de un hombre y una mujer que coquetean, se gustan pero no tienen una relación, entonces él decide declararse. La siguiente historia nos presenta a una mujer de carácter y muy resuelta (interpretada por Espinoza) quien habla acerca de algunas tácticas de seducción y de cómo conocerá a un hombre. Luego vemos otro monólogo, interpretado por Sacín, quien revela a una mujer casada que ha perdido el interés por su marido y cuenta una particular anécdota del día de su matrimonio, así como un oficio impensado. Para finalizar, está la historia de una terapeuta y su paciente, este último tiene problemas matrimoniales; sin embargo, nada es lo que parece. En el segundo acto, la primera escena nos muestra a dos esculturas humanas, que discuten acerca de su separación por causa de una infidelidad. Luego, viene a escena un conferencista muy extraño (interpretado con fuerza por Sacín), quien pregona que el amor no existe y describe algunas formas para escapar de él; no obstante, esconde más de una perversión. El siguiente, es un monólogo interpretado notablemente por Espinoza, quien vestida enfundada en un traje de flor, revela con toques de ternura y rabia, temas que van desde el amor y el enamoramiento que despierta un galán de telenovela, hasta el engaño y el desamor. El cierre de la obra, es una suerte de regreso al principio, pues la primera pareja que coquetea pero no se compromete, vuelve al escenario y esta vez, es ella quien se le declara a él, pero las cosas no terminan como podríamos preverlo.

Los cambios de luces y la canción al inicio y al final de la puesta, complementan el juego escénico, que nos revela las distintas caras del amor y las formas de amar. Los detalles más resaltantes se observan en las interpretaciones, los cambios de voz, tonalidades y personalidades fueron correctamente trabajas por los actores. Sin embargo, una única observación sería respecto al decaimiento en la energía y dinámica de la obra, producida por los cambios de escena y vestuario, lo cual no deja de ser comprensible porque son dos actores resolviendo todos los cambios.

“Medias Naranjas”, es una obra compuesta por historias cómicas e hilarantes, que exploran las distintas aristas de un sentimiento universal y complejo como es el amor. 

Maria Cristina Mory Cárdenas
26 de setiembre de 2019

sábado, 21 de septiembre de 2019

Crítica: SEÑORITAS A DISGUSTO


Dos hermanas, un inquilino

Estrenada en 1960, Señoritas a disgusto fue la primera obra teatral escrita por el destacado dramaturgo, director y pedagogo mexicano Antonio González Caballero. Una sencilla comedia, con tintes muy nacionalistas, en la que la tradicional represión y el cuidado por las apariencias en un pueblo alejado de la capital causan estragos en dos recatadas hermanas ya entradas en años, quienes se ven obligadas a alquilar una habitación de su casa y entran en crisis al aparecer después un galán otoñal que desea rentarla. Estrenada en la Sala Joven de la Alianza Francesa en 1994, con la actuación de Haydeé Cáceres y la dirección de Rafael Blossiers, la pieza tuvo un reestreno en 2007 y actualmente se presenta en temporada en el Teatro Auditorio Miraflores. A veinticinco años de su estreno y a casi sesenta de haberse escrito en primer lugar, el texto de González Caballero corría el riesgo de dejar de ser actual y simpático, para volverse anacrónico y muy ingenuo. A pesar de contar con la misma actriz y director, la Señoritas a disgusto del 2019 sí que ha perdido la fuerza y la magia de antaño; sin embargo, algunos aciertos puntuales sostienen su duración.

Acaso el gran problema con esta nueva reposición a cargo de Blossiers sea el de sus valores de producción. Una comedia románticamente agradable y conscientemente anticuada necesitaba de un empaque sólido y creativo para hacerla pertinente y actual. Sin embargo, simples detalles como la gigantografía en la recepción (que palidece frente a las de las otras temporadas en el mismo teatro), las fotos promocionales y hasta el programa de mano (con un par de gazapos, incluida una imperdonable confusión en el reparto de personajes) pudieron ser presentados artísticamente de mejor manera. La estética del montaje también pudo estar mucho mejor: la pantalla blanca de fondo no está justificada, salvo para un par de proyecciones de video, pobremente realizadas (esas locaciones no parecen ni por asomo un pueblo de provincia) e inevitablemente innecesarias. Ese espejo sostenido por hilos de pescar resulta también muy prescindible. Los zapatos brillantes de taco que usa al inicio una de las actrices no corresponden con la personalidad que ella misma se encarga de anunciar. Una consistente adaptación, de la realidad mexicana de los años sesenta a la nuestra de hoy en día, no debe permitir que los actores digan “soles” y “pesos” en el mismo contexto.

Por el lado positivo, destaca nítidamente nuestra primera actriz Cáceres; ella conoce su personaje de sobra, interpretándolo con su energía característica y ese controlado “desborde” que una comedia de este tipo le permite. A su lado, Silvia Bardalez (la hermana) y Marcelo Oxenford (el inquilino) acompañan con mucha corrección, mientras que Anita Esquivel como la simpática criada y Antonio Aguinaga, en una esforzada caracterización como uno de los pretendientes de Cáceres ya entrado en años, consiguen muy buenos momentos. Es así que Blossiers logra rescatar la esencia de Señoritas a disgusto, un divertido y añejo texto de González Caballero, que bien podría levantar vuelo con una mayor creatividad artística en su puesta en escena.

Sergio Velarde
21 de septiembre de 2019

jueves, 19 de septiembre de 2019

Crítica: ESTE LUGAR NO EXISTE


Valiente llamada de atención

La terrible realidad que enfrentamos como nación, a todo nivel, resulta una fuente inagotable para que nuestros artistas concreten proyectos teatrales que busquen la reflexión en el espectador. En este año, desde discretos montajes como Siguiente, que pone sobre el tapete lo tremendamente irregular que es nuestra sistema de salud pública, hasta sugerentes y trepidantes espectáculos como Bagua, ni grande ni chica, que denuncia el escandaloso desalojo de nativos amazónicos por parte del gobierno aprista en beneficio del tratado de marras con los Estados Unidos, se encargaron de hacer un pertinente llamado de atención a la sociedad y a sus líderes. A este grupo se le une Este lugar no existe, obra escrita y dirigida por la joven Alejandra Vieira, ganadora del Concurso Nacional “Nueva Dramaturgia Peruana 2017” del Ministerio de Cultura y que formó parte del Centro de Formación Teatral Aranwa en su Programa “Directores en acción” 2016.

Este lugar no existe sostiene su historia en la ingenuidad de la pareja protagónica: Julia (Yaremis Rebaza) y Ernesto (Santiago Torres) habitan en un pueblo amazónico tomado por la minería ilegal; ella sobrevive como prostituta y él soporta las duras e inclementes condiciones de este trabajo informal e inhumano. Durante sus encuentros, en los que al inicio solo se dedican a conversar, surge una estrecha relación que los lleva a imaginar un futuro lejos de todo el infierno en el que viven día a día, un futuro en la capital, una ciudad a la que idealizan de manera obviamente equivocada. La Sala Tovar de Miraflores, así como el Teatro Ricardo Blume de Aranwa, le permite a Vieira trabajar de manera circular, con mínimos elementos y centrándose en las muy correctas actuaciones de los jóvenes Rebaza y Torres, quienes con mucha frescura sacan adelante sus personajes y hacen creíble su romance en escena y su inequívoco y trágico destino. Además, la notable Irene Eyzaguirre siempre impone su presencia, a pesar de lo reducido de su papel.

Siendo la puesta en escena de tono intimista, se corría el riesgo de perder de vista su contexto social y político específico (sugerido en breves imágenes proyectadas al inicio), en beneficio de esta historia de emprendimiento imposible por parte de estos cándidos jóvenes, en literalmente cualquier espacio y tiempo. Sin embargo, Vieira logra integrar con coherencia las diversas (y tan nuestras) problemáticas que nos aquejan, no solo en lo concerniente a la minería ilegal, sino también a los profundos abismos culturales que separan nuestras regiones, en donde campea la corrupción, la violencia y la explotación. Ya desde el título se nos anticipa que esa “Tierra Prometida” de la que hablan los protagonistas, en efecto, no existe. Producida por Onírica Teatro Independiente, Este lugar no existe es una digna y valiente llamada de atención sobre las terribles condiciones que viven nuestros compatriotas en otras latitudes; seres humanos con anhelos y esperanzas que se ven perdidos por la inoperancia y atraso de nuestro sistema.

Sergio Velarde
19 de septiembre de 2019

martes, 17 de septiembre de 2019

Crítica: UN AMOR COMO EL NUESTRO


El acelerado amor contemporáneo

No pensé que era amor (2018) fue un irregular aunque interesante ejercicio escénico dirigido por el joven artista Rodrigo Falla Broussett en el MALI, que consistió en la presentación de siete piezas cortas de autores nacionales e internacionales diversos, interpretados por solo dos versátiles actores, quienes luchaban contra el reloj (literal) para cambiarse de vestuario y entrar en nuevos personajes entre escena y escena, todas ellas dedicadas al acelerado amor de nuestros días. Pues bien, Falla Broussett, ahora de la mano de Arjé Producciones, estrenó en el Teatro Auditorio Miraflores el espectáculo titulado Un amor como el nuestro, que guarda grandes semejanzas con el montaje antes mencionado, pero que consigue salir airoso gracias no solo a la nueva propuesta de dirección, sino también a la divertida actuación de la pareja protagonista.

Entre las grandes coincidencias que se dejan ver entre Un amor como el nuestro y el espectáculo anterior del director, figura el hecho de presentar nuevamente una sucesión de escenas cortas (ahora solo cinco y de autores norteamericanos) dedicadas a los problemas de pareja e incluso repitiendo dos de ellas: las muy entretenidas Dueto matrimonial de Lauren Wilson y No hay problema de David Ives. La gran diferencia que propone el director es apostar por integrarlas todas dentro de la misma historia de una joven pareja (Natali Zegarra y Micky Moreno), a manera de flashbacks dentro de una terapia de grupo. Esta propuesta es acertada: los actores adaptan sus únicos personajes a las diferentes escenas, todas ellas simpáticas y fluidas, desde que se conocen por primera vez, pasando por la pedida de mano, hasta su matrimonio.

Sin embargo, la idea de la terapia de grupo no es desarrollada del todo, pudiendo haberse aprovechado mucho más. Los anfitriones con mandiles blancos y los stickers que pegan en el público anticipaban una dinámica mucho más interesante. También se puede atisbar algún tipo de historia entre la pareja de tramoyistas, quienes tienen una cierta personalidad apenas bosquejada y que luce desdibujada durante los cambios de escena. Estos además, bien pueden agilizarse, utilizando en mayor medida, por ejemplo, el recurso de la voz en off. Eso sí, la gran fortaleza del montaje recae en los inspirados trabajos de Zegarra y Moreno, quienes forman una carismática dupla en escena que ejecuta sin tacha todas las escenas, haciendo creíble su love story. Un amor como el nuestro es una interesante puesta en escena, sin duda superior a la anterior de similar temática dirigida por Falla Broussett, que promete una divertida reflexión sobre el amor en estos tiempos tan acelerados y despreocupados.

Sergio Velarde
17 de septiembre de 2019

lunes, 16 de septiembre de 2019

Crítica: TÍTERES DE LA MAR BRAVA


Aventuras y enseñanzas en el mar

Por una breve temporada, volvió a escena el Proyecto Ganador de Estímulos Económicos para la Cultura 2018: “Títeres de la Mar Brava”, que el año pasado obtuvo este reconocimiento por parte del Ministerio de Cultura.

Esta obra familiar es una creación colectiva a cargo del músico Rafo Ráez y el titiritero José Padilla (‘Pepito Ron’), quienes unieron sus talentos para darle vida a una historia compuesta netamente por títeres, hechos a base de papel y cartón, entre los que destacan diversos animales marinos. El tema central de la puesta gira en torno a nuestro mar del Callao, específicamente, en la playa Carpayo, donde Miguelito y Sarita, dos niños que se pasean por el litoral, han escuchado las historias de su abuelo y de los pescadores chalacos acerca de ‘Amaru’, una serpiente marina que llega al mar en forma de río. En su intento por descubrir los secretos que guarda el mar y en compañía de los pelícanos, los pingüinos, las gaviotas, los lobos de mar y una tortuga, se sumergen en una aventura que los llevará a conocer el peligro que corren estas especies, sobre todo por la gran cantidad de basura que se alberga, dentro y fuera del territorio marino.

La Casa de la Creatividad fue el espacio elegido para llevar a cabo el montaje. En la sala principal de este recinto se acondicionó un pequeño escenario de color negro, estructurado para el desplazamiento de los titiriteros y los títeres propiamente, que en su mayoría eran de tamaño regular y buen diseño (realismo en el vestuario y composición física). El acompañamiento de las canciones se hizo utilizando una combinación de sonidos, junto a la guitarra y voz en vivo de Rafo Ráez. El diseño de las luces se contrastó para destacar a los títeres, que se realzaban en el fondo oscuro, manejados con destreza por los titiriteros también vestidos de negro. Los movimientos precisos y cadencia en la creación de cada figura llamaron la atención de grandes y pequeños. Los diferentes personajes/títeres dominados por José Padilla y Carmen Delgado calaron no solo por su composición, color y presencia, sino también por el claro mensaje convertido en anécdota teatral: preservar el mar y sus especies para su supervivencia. En una de las escenas más resaltantes, los protagonistas de esta historia encuentran en la red que sale a la superficie peces y terriblemente, también botellas de plástico. Una realidad que no es ajena a nosotros.

“Títeres de la Mar Brava”, al ritmo de la música y los muñecos, nos acerca a una problemática latente y que parece no tener cuando acabar. El mar y sus recursos están en constante peligro por el desinterés, la falta de conciencia y cultura de los seres humanos. De forma didáctica y con claridad, la obra nos muestra una historia cierta, de todos los días, que está en nuestras manos cambiar.

Maria Cristina Mory Cárdenas
16 de septiembre de 2019

domingo, 15 de septiembre de 2019

Crítica: SAINT-EX EL HOMBRE DETRÁS DE "EL PRINCIPITO"


Saint o no Saint, he ahí el dilema

Función 14/09/2019

Escrita por Rafael Anselmi y dirigida por Carlos García Rosell.

Este montaje rinde un tributo merecido al creador de El principito, obra que ha marcado la vida de generaciones en todo el mundo, porque muestra la complejidad de la conducta humana, la soledad extrema en que sobre-vivimos, construida desde la infancia. Una crítica de Saint-Exupéry a todos los adultos por perder la esencia del niño que todos llevamos dentro alguna vez, pero que se va evaneciendo de manera cruel para dar paso a una sombría adultez.

El montaje inicia con largos discurso de Hitler, anunciando que Alemania conquistará el mundo; luego Churchill y Roosevelt. Después entra a escena tardíamente Consuelo, quien de espalda al público, pronuncia textos que no logran escucharse y es interrumpida por una voz en off: es el locutor de radio que anuncia la desaparición del avión de Saint…

Este trabajo escénico está compuesto por escenas tan cortas que no logran desarrollarse, ni aportan al avance de la línea dramática, todo se hace lento. Aunado a esto, como las “escenas” son casi efímeras, los tediosos y repetitivos cambios de escena que se hacen a tiempo real, boicotean aun mucho más el ritmo, esto se repetirá hasta el final. Los tramoyistas deben acelerar el ritmo de los cambios. Otro factor son los apagones tardíos, los actantes finalizan su “escena” y esperan largamente que la luz se apague; en ese caso, la luz alumbra, mas no ilumina. La transitabilidad de los actores y personal técnico por la entradas, salidas y espacio escénico está como el tráfico de nuestra ciudad.

El trabajo actoral de García Rosell es sobresaliente, compone muy bien su personaje (al parecer, esta obra ha sido escrita principalmente para que sobresalga el protagonista), se le cree. Su partner no logra lo mismo, transmite una incomodidad; su cuerpo, que habla antes que la palabra, antepone ese malestar. Los demás actores mantienen un registro básico y no tienen tiempo para evolucionar como personajes ni relacionarse entre ellos, porque la dramaturgia no les favorece ni está clara; en realidad este montaje podría concebirse escénicamente como un unipersonal. García Rosell, aparte de actuar, asume también la dirección; en algunas experiencias como estas, uno de los roles es el que flaquea.

El final no es creíble, Consuelo no logra desgarrarse ante la “muerte” de Saint.

Es terrible hacer un montaje en un auditorio que no tiene las condiciones mínimas para realizar un montaje profesional, y eso se aprecia en este trabajo; la producción sabiendo todo esto, ha debido crear las condiciones mínimas favorables para esta puesta.

Dra. Fer Flores
15 de setiembre de 2019

sábado, 14 de septiembre de 2019

Crítica: III FESTIVAL DE ESCENAS CORTAS - JÓVENES DIRECTORES


Unas de cal y otras de arena, parte II

Función 13/09/2019

El III Festival de Escenas Cortas -Jóvenes Directores, organizada por la Producción Artística de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático, en su tercera edición, es un evento que año a año viene desarrollando una gran labor para promocionar proyectos escénicos, dentro de la gran Comunidad Ensadina de alumnos y ex alumnos, para desarrollar capacidades en la dirección, actuación y diseño escenográfico. Cuatro obras fueron seleccionadas y están en temporada en Roma-Ensad.

Honorarios exitosos de Daniel Subauste
Dirige: Miguel Torres

Este trabajo del joven director nos muestra, de manera muy sencilla y funcional, lo que un montaje de corta duración debe ser: desde la elección de la obra, que es el punto de partida para una buena creación escénica, el diseño espacial para el transito actoral, las imágenes que se componen, así como también el vestuario y maquillaje, la música, los efectos sonoros y visuales, por citar algunos puntos, contribuyen a que toda la propuesta tenga una unidad; pero la elección de los actantes pudo ser mejor.

Este montaje, muy lúdico desde el inicio, nos recuerda una “performance formulística” usada por los políticos, donde “invierten” para una reelección en este caso municipal y donde todos somos culpables por los elegidos, porque muchas veces no tenemos conciencia al emitir nuestro voto. Es lo que ocurre en nuestro país, plagada de la corrupción en todas las esferas y Torres nos lo refriega en nuestro ser con su propuesta.

Este trabajo lleva un ritmo ascendente hasta casi llegar al clímax, donde el protagonista, desde un inicio, no sostiene el personaje y recurre a un “gestus” sin creación de sentido, mas sí de un “cliché gestual”, un texto sin vida.  En cambio, vemos a una Patricia, quien de inicio a fin lleva el ritmo de la obra, es la perfecta ladrona escénica, quien compone, maneja la creación de sentido correctamente, una voz agradable y es la “piquichona” del político; con todo lo mencionado, ella avasalla de lejos a su partner; el escenario la quiere.

Un trabajo que puede dar mucho más para redondear. 

Dos vidas, basada en la obra Dos mujeres de Javier Daulte
Dirige: Manuel Conde

Siempre es un riesgo caer en el cliché cuando se componen personajes gays: los amujeramientos y amaneramientos son recursos tan gastados y tan mal usados que, en vez de aportar, deslucen lo que se pretende componer.

Dos vidas muestra la extrema soledad de las parejas gays, que son obligadas a confinarse/autoexiliarse, en muchos casos para poder sobrevivir en una sociedad tan “shit” y violenta como es la nuestra y para buscar salir de la rutina, se busca un tercero para salir de la monotonía y muchas veces, conflictiva relación.

Este montaje no tiene un objetivo claro, los actantes no logran expresarlo por medio de sus acciones o actividades que realizan, se muestran muy inseguros ellos como actores, sus textos no tienen el efecto de acción/reacción y si eso no está, no es posible la comunicación orgánica, la creación de sentido y el desarrollo dramático. Manipulan los muebles toscamente y eso entorpece aún mucho más su “in-objetividad”.

¿Cómo es posible que el personaje de Ale, se “acomode” el pañuelo como corbata en todo el montaje? Él emite el mensaje, como personaje y como actor que no lo sabe hacer, que no ha investigado lo suficiente para poder hacerse la corbata. En ese “pequeño” detalle mal ejecutado se resume las falencias de este trabajo: mala comunicación entre ellos, mal uso de los elementos escénicos, manejo pobre del texto, una desesperación que realmente no desespera. Un trabajo totalmente sin vida escénica.

La transición para llegar al final, donde Danny se suicida, es totalmente inorgánico, ridículo, aún mucho más cuando aparece travestido (sin llegar a ser travesti), negado para el ritmo, sin sentido, totalmente anti funcional.

Dra. Fer Flores
13 de setiembre de 2019

P.D. Por otra parte, la estructura que posee el escenario ha estado presente en los cuatro montajes y eso no contribuye al desarrollo de los montajes, estéticamente no contribuye a crear nuevos lenguajes escénicos; los cuatro montajes han estado forzadamente uniformizados en el plano escénico.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Crítica: MARIBEL DICE LOS PIESES


Un encierro “casi” irreal   

Un misterioso encierro tiene a tres personas atrapadas en lo que parece ser un juego irreal. Se encuentran bajo el control de un hombre al que deben convencer de liberarlos. Para lograrlo, deben elaborar una ‘ingeniosa historia’ y presentarla a su carcelero. Bajo este argumento se desarrolla la obra “Maribel dice los pieses”, escrita por Alfredo Bushby y dirigida por Diego La Hoz. Su reestreno tiene lugar en el Club de Teatro de Lima.  

Nuevamente, el Club de Teatro de Lima y EspacioLibre se unen para trabajar en un montaje que los involucra tanto en la producción como en la dirección y las actuaciones. Cabe recordar que este año ambos espacios teatrales y la Asociación de Artistas Aficionados presentaron la obra “Bagua, ni grande ni chica”, texto póstumo de la recordada Sara Joffré (cuyas funciones volverán por un corto periodo en octubre).

Ahora bien, la historia de “Maribel dice los pieses” nos muestra a tres personajes luchando por su libertad: Charlie (Paco Caparó) es un hombre sencillo, que revela su carácter en momentos de tensión; por su parte, Begonia (Eliana Fry García-Pacheco) es una mujer segura y de carácter fuerte, que aprovecha sus encantos para conseguir lo que quiere; y finalmente, Aurelio (Karlos López Rentería) es un muchacho tímido y creativo, pero con muchas ganas de rebelarse. Sometidos al encierro bajo las mismas reglas, son controlados por medio de fármacos, y el argumento que podría liberarlos desvelará más de una verdad acerca de ellos mismos.

El escenario está acondicionado para que los espectadores se distribuyan en tres ángulos distintos; en medio de estos, se encuentra una estructura cuadrada, cubierta en los lados por cortinas transparentes (que aluden al encierro). Dentro del cuadrado están los actores y el resto de la escenografía, compuesta por sillas, espejos y un teléfono, como elementos resaltantes. Aunque en buena parte de la puesta las cortinas están cerradas y el público puede ver lo que sucede a través de ellas (lo cual es complicado pese a la distribución de los asientos), este detalle se justifica, pues la atmósfera recreada junto al juego de luces donde predominaba el amarillo-naranja, fueron detalles acertados, que además, enriquecieron la interacción con los asistentes.

El pequeño universo escénico que se revela a través del montaje, coincide ampliamente con la esencia del texto, que nos acerca a una suerte de juego de poder y dominio, versus la resistencia y el hartazgo. Este juego se presenta como algo irreal e ilusorio; sin embargo, confronta a seres humanos que deben reconocerse a sí mismos viendo primero al otro. Otro matiz que se evidencia es la todavía presente división de clases, la misma que sale a relucir en medio del conflicto que se desencadena por la historia que empiezan a crear los personajes.     

“Maribel dice los pieses” deja a la imaginación de cada quien su propio final, tal vez como símbolo de esa libertad tan realista como utópica que perseguían Charlie, Begonia y Aurelio; encarnados por actores comprometidos y de alto nivel. Sin duda, la obra nos permite identificarnos de una u otra manera como una sociedad que todavía tiene mucho camino por evolucionar.

Maria Cristina Mory Cárdenas
13 de setiembre de 2019

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Crítica: ESCUELA PARA HOMBRES


Futuros empoderamientos femeninos

Vaticinar el futuro se ha puesto de moda, especialmente si se quiere avizorar el papel de la mujer en la sociedad del mañana. Por ejemplo, solo en este año, un par de montajes teatrales se animaron a proponer al espectador estos posibles escenarios: en Intimidad atómica de Leonardo Maldonado, una aclamada y empoderada artista está dispuesta a sacrificar a su único actor en un “explosivo” espectáculo; mientras que en La Gris, una creación colectiva de egresados del Club de Teatro de Lima, las naciones han sido tomadas por el sexo femenino, teniendo a los varones como simple carne de cañón, exclusivamente utilizados para fines reproductivos o de entretenimiento. Pues bien, una de las últimas apuestas de Microteatro se titula justamente, Escuela para hombres, escrita por Daniel Zárate y dirigida por Jesús Oro, quienes también tienen algo que ofrecer, así sea solo en quince minutos.

Es el año 2114 y, ¡oh, sorpresa!, todo el mundo está regido por el “hembrismo”, particular modus vivendi en donde el hombre se encuentra dedicado exclusivamente a las tareas domésticas y al uso de su fuerza en beneficio de las mujeres. Es más, si alguna dama encuentra algún tipo de desperfecto o molestia en su sumisa pareja, entonces este es inmediatamente enviado a la institución correctiva por excelencia, la Escuela para Hombres de Lima. Los asistentes al espacio cultural de Barranco son divididos en dos filas para entrar la Sala 5 y acomodarse en un par de sectores: uno de hombres, otro de mujeres. Propuesta como una sesión en un consultorio psicológico, la microobra nos presenta a una guapa doctora (Ale Reyes Freitas) a punto de atender a un desconcertado caballero (Miguel Soriano Talaverano), que será posiblemente un candidato a abandonar la sociedad reinante, debido a su rebeldía frente al sistema establecido.

Zárate y Oro apelan al sarcasmo y a la continua interacción con el público para sacar adelante  su miniespectáculo, divertido y fluido, que esconde un pertinente llamado a la conciencia debido a la escabrosa realidad nacional en la que vivimos actualmente, en la que día a día el número de feminicidios y ataques de todo tipo contra la mujer se elevan de manera alarmante. Reyes y Soriano, jóvenes pero experimentados, interpretan sus personajes con mucho carisma y gracia. Si bien el formato no permite realizar grandes producciones en sus reducidos espacios, las luces blanquecinas, el aséptico vestuario y las correctas proyecciones sumaron a la microobra, para conseguir la atmósfera futurista que esta requería. Escuela para hombres es un simpático miniestreno producido por Idea Internacional, que depara quince minutos de esparcimiento bien ejecutado y que nos recuerda, por cierto, que todo extremo siempre resulta inadecuado.

Sergio Velarde
11 de septiembre de 2019

Crítica: PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA

A la muerte, no

Prohibido suicidarse en primavera es un clásico de la comedia hispanoamericana escrita por Alejandro Casona y esta vez, dirigida por Daniel Flores en dos actos. Las actuaciones estuvieron a cargo de Alonso Cook (Hans), Diana Vergara (Chole), Gianmarco Loli (el Amante Imaginario), Jorge Aguayo (Fernando), Marjorie Malca (la Dama Triste) Mauricio Sotomayor (Juan, hermano de Fernando), Maylin Contreras (Alicia) y Pedro García (Doctor Roda).

En primer lugar, hay que destacar lo más resaltante del montaje, que fue definitivamente la dirección de Daniel Flores, debido al orden en el que aparecen los personajes y la coherencia narrativa de la historia. Luego de leer la obra original, se puede concluir que ha sido adaptada de tres a dos escenas y resumido algunos diálogos, pero no ha perdido la esencia del contenido ni en la acción dramática, y lograr esto es algo a admirar en un director tan joven. Además, es de reconocer haber llevado esta comedia al teatro de una manera limpia y sin caer en el simplismo, ya que, hacia el final del montaje, la temática cambia radicalmente y concluye en una reflexión sobre los trastornos psicológicos y el suicidio; esto último, Flores lo logró con mucha responsabilidad.

De igual manera, la escenografía es de felicitar, pues a pesar de componerse de elementos simples y sucintos, estos estaban llenos de simbolismo y se relacionaban con la tragedia. Por ejemplo, fue muy interesante la representación de una serie de cuadros, como “La Muerte de Sócrates” de Jacques-Louis, todos sobre la temática del suicidio. Todo transcurre en la ironización de un sanatorio: un lugar donde la gente no va a curarse, sino a buscar el momento de suicidarse. La escenografía y la luz logran transmitir ese ambiente.

Hubo actuaciones que fueron más potentes que otras, pero el personaje de Aguayo, como el periodista agudo e inquisidor, fue el más resaltante, tanto por el potencial y su voz en el escenario, sino también por el excelente material de su vestuario: una casaca clásica colorida. Fernando es también un mitómano cuando quiere llamar la atención, situación que muchas veces genera carcajadas, -sobre todo cuando es descubierto- en el público y que logró transmitir muy bien.  Por otro lado, la interacción de los personajes del doctor y su ayudante Hans llegan a desarrollarse de una manera muy histriónica y hacen una dupla que genera muchas risas, sobretodo el personaje de Cook. Sin embargo, hubo escenas y situaciones a las que les faltó más fuerza, como el intento de suicidio de Chole, así como la enfermedad metal que atraviesa Alicia. Malca destaca con su papel de la cantante, con situaciones que propone y que fueron creíbles e hilarantes. Sotomayor le puso mucha fuerza a su personaje, sobretodo en la escena en la que demuestra su amor a Chole, la cual fue muy emotiva. Hace unos meses, desempeñó un buen papel como Mr. Tenendy en Colacho Hermanos.

Prohibido suicidarse en primavera, si bien es cierto ironiza circunstancias sobre el suicidio, nunca llega a vulgarizar el tema, y, más bien, aporta un mensaje sobre la importancia de la cordura y la empatía por estas situaciones, sobre todo tipo de circunstancias. Estuvo en temporada en el teatro Mocha Graña.

Enrique Pacheco
11 de septiembre de 2019

Colaboración regional: YURI, VASOS Y CUCHILLOS

Una mirada

El arte cura, cobija, nos renueve, aviva el recuerdo de cada célula en nuestro cuerpo con memorias más allá de nosotros; memorias de una comunidad, hechos que se vienen repitiendo una y otra vez en diferentes tipos de ciclos; algunos llenos de vida y otros, de sangre que en muchas ocasiones los dejamos pasar o  simplemente cerramos los ojos, creyendo que así no nos afecta, pero el circulo sigue y nos golpea una y otra vez. Por eso, es que trabajos como “Yuri, Vasos y cuchillos” son importantes.

El teatro no es un mero instrumento de usar y dejar, es más bien, un maravilloso camino donde en diferentes hitos vamos mejorando, creciendo, curándonos, intentando ser mejores personas,  sucediendo al andar el camino a consecuencia de la disciplina y el amor al oficio; es por ello que cuando un trabajo está bien hecho, este nos da una flor donde en cada pétalo se puede ver el esfuerzo, la investigación y pasión, y de este modo, nos transmite sentidos y sentimientos que nos hacen reflexionar, cuestionar sin que este sea un acto de moraleja o visión moral.

Yuri, Vasos y cuchillos

Los vasos son símbolos de contención, dentro de nuestro cotidiano, de líquidos y fluidos que tomamos, echamos y escondemos como los pequeños frascos que Yuri llena de sangre y secretos que encierra, con la ilusión de que desaparezca o que nunca hayan pasado. Los cuchillos que están afilados a punto de cortar ante la mínima provocación, no solo a otro, sino que también están dispuestos a cortarnos para dejar escapar la sangre mala, como los primeros doctores haciéndonos una sangría, esos mismo cuchillos, cuidan, protegen, amenazan para que nadie se acerque sin ser invitado.

Los momentos de trasgresión en la obra nos hacen vivir la incomodidad de un bus lleno en hora punta en Lima o cuando el personaje pasa la cerveza de manera impositiva diciéndonos con la mirada “vas a tomar o no”; en otro momento, nos tira la pelota en búsqueda de una posible mejor amiga, nos revela la incomodidad de la capital, la violencia permanente de las calles, los seres maleducados y tiernos que solemos ser, un Perú  que se revela en cada acción que pinta,  situaciones comunes que nos roban sonrisas y (a)tensiones, reafirmando nuestras empatías y antipatías con los personajes.

La inocencia de Yuri puede contar las violencias más intensas y fuertes, con una naturalidad que estremece las fibras más sutiles; si bien la dualidad está presente en ella, pues la fuerza, la lisura, el cuchillo, las chelas, la habitan, también está en ella no dejar de ser una niña que mira el mundo con ojos grandes llenos de esperanza, que cuando se le pregunta: “Yuri ¿cuál sería tu sueño?”, ella responde: “Yo no tengo. Yo solo quiero ser y poder reír para siempre”. Esto la vuelve un personaje completo lleno de matices.

Claudia Mori, actriz, directora, gestora cultural y fundadora de Mamacha Mori, es quien lleva a escena este unipersonal  que a través de los años, sigue creciendo y madurando Y a pesar que  pasa el tiempo, no pierde vigencia, pues la violencia en nuestro país sigue en incremento y casos como los de violencia infantil (física, psicología y sexual), siguen siendo el pan de cada día en  todos los rincones de esta tierra.

Claudia supera la dificultad que representa ser quien escribe, dirige y actúa esta obra, quizá por la necesidad de exponer esta historia siendo una tarea difícil, pues no es solo representar (desde la técnica), sino también es encontrar un nivel de identificación con los personajes que nos dan una vista de Lima (periférica), que toma cerveza de pico, que tira el concho al suelo, que escucha música chica para recordar y olvidar, siendo también una constante preguntarse: ¿Quién soy? Una constante transformación. Av. Perú. ¿Quién es? Es un país, es un lugar, es un sitio, es un mito…  el Perú se olvidó mí.

Miguel Gutti Brugman
Cusco, 11 de setiembre de 2019

sábado, 7 de septiembre de 2019

Crítica: TRA.BA.JO. ESTE PROGRAMA PERJUDICA TU LIBERTAD


Solicito soñar, por favor

El Tuétano Teatro presenta TRA.BA.JO. Este programa perjudica tu libertad, una breve comedia que reflexiona sobre la carga laboral del día a día y la lucha íntima y personal de un funcionario por alcanzar sus sueños. Se compuso de tres escenas de 10 minutos cada una, escritas por los dramaturgos Angie Ferrero, Gian Paulo Canale y Josefa Mora; y cuenta con las actuaciones de Germán Pecar, Úrsula Rodríguez y Luciana del Carmen.

El escenario fue alimentado de objetos sucintos: un par de sillas, un escritorio, una mesa de oficina, luces tipo bombilla, como simulando un ambiente de oficina y sobre la pared del fondo, un cuadro que representa el poder en cada escena. Por otro lado, la vestimenta fue ropa formal y casual de colores muy vivos. Con excepción de la segunda escena, la música fue un elemento que faltó potenciar.

La primera escena abordó el conflicto de un candidato político al enfrentarse ante un escándalo: su homosexualidad, en la cual Pecar (el candidato) supo componer a profundidad su personaje. Sus intenciones fueron claras y sus silencios iban acompañados por miradas de desasosiego y sorpresa muy creíbles. Por otro lado, los diálogos con el personaje de Rodríguez, como la asistenta Giuliana, sucedían muy rápido, de tal manera que era complicado entender la trama. Esto último provocó que el conflicto de la historia pareciese difuso, pues el candidato está dispuesto a revelar su identidad sexual y el conflicto se resuelve muy rápidamente.

La segunda escena es visualmente estrambótica: Irene (Del Carmen) es una joven adicta al trabajo quien se queda dormida y luego al despertar, tiene que enfrentarse a una serie de íncubos (Pecar y Rodríguez) que la atacan. El enfrentamiento no es del todo claro, así como el contenido de este; y por momentos, esta escena pasa de la comedia al drama muy rápidamente. A pesar de que los personajes trataban de ser irónicos y los actores haciendo movimientos simpáticos y algo cómicos, el público se mostraba perplejo ante lo que se presentaba. Por momentos, la escena transmitía más terror que risa.

Finalmente, la tercera escena fue la más intensa y potente. Parte de un simple conflicto burocrático entre vecino-funcionario, pero termina transmitiendo un mensaje sobre la búsqueda de la felicidad a pesar de las dificultades que nos pone el sistema. Del Carmen y Pecar se lucen con sus personajes, debido a que llegan a interactuar muy bien: cada diálogo tiene una respuesta en acción muy original, creando una atmósfera actoral agradable y una historia altamente atractiva. Pecar destaca por su voz, la cual sabe darle una dicción perfecta correspondiente a su personaje; y Del Carmen destaca por el manejo de su energía y sus actuaciones, creíbles de angustia y compasión. Por sí misma, esa escena podría convertirse en una obra de una hora y media tranquilamente, además, seguramente sería muy prometedor.

TRA.BA.JO. Este programa perjudica tu libertad está en temporada en Amaru Casa Cultural en Barranco.

Enrique Pacheco
7 de setiembre de 2019