domingo, 27 de octubre de 2013

Crítica: ESCUELA VIEJA

Todo lo que quiso olvidar sobre la educación peruana

Una de las mejores comedias del año pasado fue Ficción: un divertidísimo espectáculo, producto de una consumada investigación a cargo de la directora Luisa Fernanda Lindo, sobre las mentiras y apariencias de nuestra vida diaria, interpretadas por tres actrices, que en un momento de la obra desnudaban sus propios complejos y temores. Una de estas actrices, Patricia Biffi, es la encargada de estrenar, nuevamente con el apoyo de la Casa de España y su proyecto de Ayudas a la Producción y Exhibición de Artes Escénicas en Perú, la creación colectiva Escuela vieja: todo lo que quiso olvidar sobre la educación peruana, pertinente crítica a la dolorosa realidad que vive nuestra educación.

Existe en la obra una clarísima alusión al concepto de fábrica como metáfora para definir nuestra educación. La insistencia en basar el aprendizaje a base de la constante repetición sin innovación, a lo largo de los 11 años que pasa el joven dentro de las aulas, para conseguir la supuesta “productividad escolar”. A través de ingeniosos cuadros, que tienen como protagonistas a cuatro escolares, somos testigos de lo absurdo que resultó (y todavía resulta) el esquema educativo memorístico y anacrónico, a la vez que reconocemos el arquetipo de alumno que alguna vez fuimos. La labor del docente (que nunca aparece en escena) es criticada de manera ácida y relevante, pues no le importa (acaso jamás le importó) el verdadero desarrollo emocional de su pupilo.

La puesta en escena cuenta también con un buen aprovechamiento del proyector multimedia de la sala. El elenco convence como el variopinto grupo de escolares: Alexa Centurión (a quien vimos este año en Opción múltiple), Henry Sotomayor (actor protagónico de Cacúmenes y director de Árido), Gisella Estrada (cómplice de Sotomayor en Solo dime la verdad) y un sorprendente Claret Quea, se divierten a sus anchas recreando las penurias de los estudiantes dentro de la escuela. La ahora directora Patricia Biffi, con la dirección adjunta de Carlos Delgado, consigue con Escuela vieja... una contundente propuesta en la misma línea de Ficción, en la que se aprecia la sólida base producto de una feliz investigación, sobre la triste realidad de la educación en nuestro país.

Sergio Velarde
27 de octubre de 2013

jueves, 24 de octubre de 2013

Crítica: FALSARIOS

Contundente retrato de violencia

Luego de la estimable reposición de Números reales hace algunos meses, el Museo de Arte de Lima – MALI vuelve a ser escenario de un excelente espectáculo, que aprovecha con sabiduría el potencial de la historia, los elementos técnicos del auditorio y el talento del elenco involucrado. Falsarios nos transporta a un demencial viaje hacia el mundo de las mentiras y las apariencias, como si se tratara de una verdadera road-movie de pesadilla, en la que asistimos al desarrollo de  un súbito secuestro, perpetrado por dos subversivos amateurs (Manuel Gold y Lizet Chávez), con trágicas consecuencias; y al progresivo desmoronamiento de una infeliz pareja (César Ritter y Mónica Madueño). Escrita por Gino Luque (autor de Los Número Seis, una puesta en escena acaso adelantada para su época) y dirigida por Carlos Galiano (director de Newmarket y actor de la extraordinaria Demasiado poco tiempo), Falsarios salpica dolor, violencia y sangre en cada cuadro, constituyéndose en uno de los montajes imperdibles de este año.

A destacar el elenco: Manuel Gold (notabilísimo en A ver, un aplauso) y Lizet Chávez  personifican convincentemente  a la pareja de jóvenes terroristas, servidos por las ingeniosas líneas de Luque, que juegan mucho con la redundancia y el despropósito. Gold aprovecha su registro para la comedia para construir un sólido personaje con varios niveles dramáticos; y Chávez tiene la difícil tarea de atravesar por toda una gama de emociones, saliendo airosa del reto, especialmente en la escena en el cine. Acompaña un César Ritter en plena evolución, demostrando sus grandes avances como actor dramático: sus escenas con Mónica Madueño son exigentes y contundentes.

En suma, una conmovedora historia que acierta en su presentación llena de rupturas temporales, que así como logró con creces Números reales, nos permiten sentir una inmensa compasión por los antagonistas de la historia. Una funcional escenografía y el moderado pero acertado uso de las proyecciones, estilizan en gran forma el montaje. Una amalgama de felices aciertos técnicos, con sonidos y luz precisos, que junto al competente reparto, realzan la puesta en escena. Un espectáculo de visión imprescindible. Virtuosismo teatral crudo, puro y duro. Eso es Falsarios.

Sergio Velarde
24 de octubre de 2013

sábado, 19 de octubre de 2013

Crítica: CONFESIONES DE UN TONTO ADOLESCENTE

El encubierto fallido de Charlie Brown

Se presenta actualmente en el Teatro Mocha Graña una puesta en escena muy particular: Confesiones de un tonto adolescente, versión libre de Dog Sees God, Confessions of a Teenage Blockhead, escrita por Bert V. Royal y basada en las tiras cómicas de Peanuts (Charlie Brown y sus amigos). Y es particular, porque el autor la escribió en el 2004 con el propósito de explorar el supuesto futuro de los personajes principales de aquella famosa tira cómica, pero evitando cualquier referencia literal al original, como por ejemplo, cambiando los nombres. Pero, ¿cuál habrá sido el motivo de esta destreza dramatúrgica? ¿Acaso escapar del cobro de derechos de autor, por la obvia utilización de personajes creados por Charles Schulz? En todo caso, la puesta en escena limeña tiene aciertos y deméritos que vale la pena mencionar.

Los estereotipos aparecen bosquejados con trazo grueso, tanto en los carteles regados por el escenario como en la caracterización de los personajes: CB (Estefano Buchelli) acaba de perder a su perro (¿imaginan el nombre?) y se cuestiona sobre la idea de morir; mientras que su insoportable hermana Sally (Alesia Delgado) busca una identidad propia. En medio de ellos, el matón Van (Augusto Gutiérrez), la frívola Tricia (Olenka Castro), el drogadicto Matt (Antón Ram), la insegura Marcy (Daniela Mayurí) y la trastornada Lucy (Flor Loli), llegan a tocar fondo en la búsqueda del cliché perfecto. Un personaje aparece para trastocar su apacible tranquilidad: el delicado Beethoven (André Moyo), que generará en CB una verdadera y trágica crisis de identidad sexual.

La directora Rose Mary Oxley elige un texto demasiado norteamericano y no logra otorgarle la naturalidad necesaria a la obra, como sí lo haría David Carrillo con cualquier montaje de Plan 9. Si se trata de una adaptación libre, se debió manejar mejor algunas líneas específicas del texto (ese “¡Habla con mi trasero!”, entre otras frases, deben revisarse urgentemente). Resulta también incomprensible cómo muestra sin tapujos a Matt drogándose en escena y queriendo iniciar a la engreída Sally; pero sí se rehúsa a mostrar con la misma claridad el acercamiento homosexual de CB y Beethoven. Los actores, por otro lado, sí lo dan todo en escena y la mayoría logra muchas escenas fluidas y convincentes, destacando el trabajo de Castro y Loli. Confesiones de un tonto adolescente es una verdadera curiosidad en nuestra cartelera, con muchos ratos entretenidos, que bien valen la pena un vistazo, especialmente para los fanáticos de Charlie Brown.

Sergio Velarde
19 de octubre de 2013

jueves, 17 de octubre de 2013

Crítica: UN DIOS SALVAJE

La irracionalidad en la clase alta

Roberto Ángeles nos deleitó gratamente el año pasado con dos magníficas puestas en escena: A ver, un aplauso y Laberinto de monstruos, ambas escritas por nuestro destacado dramaturgo nacional César De María. Era de esperarse que su más reciente estreno, Un Dios salvaje de Yasmina Reza, en el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, generara mucha expectativa. Y el resultado no pudo ser más auspicioso: un sólido y efectivo montaje, que es capaz de generar emociones extremas en el espectador, valiéndose de una sencilla historia y contando con cuatro formidables intérpretes que lucen inmejorables en sus roles.

Estrenada en el 2008, la pieza fue recibida con gran éxito de público y crítica, llegando a su consagración al año siguiente, con el codiciado Premio Tony a la mejor obra del año. En el 2011, el veterano realizador Roman Polanski la llevó al cine con un reparto multiestelar. La trama es simple: ambientada en el París actual, una pelea entre dos jovencitos provoca que sus padres se reúnan en casa del agredido, con el propósito de conversar y llegar a un acuerdo sobre lo sucedido. Veronique (Jimena Lindo) y Michele (Javier Valdés) reciben a Anette (Vanessa Saba) y a Alain (Leonardo Torres Vilar). Sus contenidas personalidades poco a poco van aflorando al no conseguir ese anhelado “acuerdo” entre ambas parejas, a través de ingeniosos diálogos llenos de sutilezas.

Grandes e inagotables temas, como la intolerancia, el machismo y nuestra eterna dificultad para lograr una pacífica convivencia, son puestas sobre el tapete de manera contundente y estilizada. Extraordinario trabajo del elenco, especialmente del inspiradísimo Torres Vilar. La cuidada escenografía, presentada dentro de un cuadrilátero en medio del escenario negro, asemejando un ring de box, es el marco coherente para este duelo actoral, perfectamente orquestado por el director. Un Dios salvaje es una de las comedias mejor escritas y dirigidas en lo que va del año, confirmando a Ángeles como un consumado director y gran conocedor de la psicología humana.

Sergio Velarde
18 de octubre de 2013

domingo, 13 de octubre de 2013

Crítica: EL CANTO DEL CISNE y CAMILA CANTA A LA VIDA

Reflexiones sobre la condición del artista

Luego del estreno, este mismo año, de la entretenida ¡Baila con lamuerte! Tragicomedia de arquetipos, el director de la ENSAD, Jorge Sarmiento, viene presentando dos obras dentro de un mismo espectáculo: El canto del cisne, de Antón Chéjov; y Camila canta a la vida, de Ernesto Ráez. Dos piezas que giran en torno al arte escénico, al teatro dentro del teatro, y especialmente a la dura vida que enfrentan los actores de trayectoria, que durante años han dedicado sus vidas a entretener a las demás, descuidando las propias. El mensaje es bastante claro y comprometido con la labor pedagógica que viene realizando Sarmiento en la institución que dirige, y el montaje nos muestra una oportuna reflexión sobre la condición del artista.

El canto del cisne fue concebido por su autor como un “estudio dramático” escrito en 1886, es decir, hace 127 años. Chéjov nos presenta en esta pieza corta a Vacili Vacilich (Rafael Hernández), un actor entrado en años, que reflexiona sobre su profunda soledad en el foso, aquel oscuro lugar bajo el escenario, luego de haber recibido un homenaje por su carrera artística. La aparición de Nikita Ivanich (Arturo Villacorta), el apuntador del teatro, le permite a Vacili recrear fragmentos de las obras clásicas que le tocó representar durante su dilatada trayectoria. Se trata de su sentido canto de cisne (estas aves cantan al acercarse su fin), ya que la muerte merodea acercándose el final de la escena. Oportuna reflexión sobre la sacrificada labor del actor de teatro, pero ejecutada de una manera muy densa y dilatada, debido principalmente a las solemnes actuaciones de Hernández y Villacorta.

Mejor suerte tiene Pilar Núñez en Camila canta a la vida, en la que el autor Ernesto Ráez la presenta como una veterana actriz, que se rehúsa a aceptar un papel menor en una próxima temporada teatral, mientras escenifica clásicos de nuestra dramaturgia peruana, en complicidad con un aprendiz de actor (Emilio Montero) y la joven asistente del teatro (Laura Pereyra). Así vemos extractos de Ña Catita, El Sargento Canuto, Domingo Siete, entre otras obras; escenificadas con bastante energía y vitalidad. Eso sí, algunos vestuarios resultan incongruentes con el supuesto contexto contemporáneo. El canto del cisne y Camila canta a la vida pueden ser considerados como dos espectáculos independientes, pero que comparten la misma reflexión sobre el importantísimo papel del arte teatral que tuvo, tiene y tendrá en nuestra sociedad.

Sergio Velarde
13 de octubre de 2013

sábado, 12 de octubre de 2013

Crítica: MI BUEN AMIGO JUDAS

Lograda comedia divina y reflexiva

El grupo Pasión Mystica Teatro viene desarrollando una trayectoria interesante, presentando montajes que van mejorando de calidad en cada uno de sus proyectos estrenados. Desde su muy irregular debut con La pasión de Cristo (2008), el avance resulta evidente: Réquiem para 7 plagas (2008) de Gregor Díaz fue la necesaria corrección que enrumbó el camino; y las dos temporadas de Tereza, la Bruja, el Sapo y el Lago (2009, 2012) constituyeron dignos esfuerzos que consolidaron al colectivo. Acaso su mayor logro escénico sea Octubre Negro (2010), una entretenida adaptación del Otelo a la realidad peruana, escrita por Martín Abrisqueta y dirigida por Juan Carlos Díaz. Justamente la dupla regresa con recargados brillos en el estreno de Mi buen amigo Judas, versión  libre del cuento costumbrista A la diestra de Dios padre del colombiano Tomas Carrasquilla, que también fue llevado a escena por Enrique Buenaventura.

Ambientada en la sierra peruana, específicamente en el Yungay actual, la historia se centra en la vida de dos hermanos llamados Judas y María Magdalena, sobrevivientes del terrible terremoto que azotó el lugar en 1970. Él regresó a su pueblo para dedicarse a ayudar a los más necesitados, mientras que ella está más preocupada en conseguir marido. Judas es puesto a prueba; pero al evitar la tentación, recibe un inusual premio: tres deseos, que le permitirán detener indefinidamente a la Muerte, liberar a las almas del Purgatorio, y juntar en el Cielo a justos y pecadores. El mismísimo Todopoderoso aparecerá al final para poner orden y escuchar la versión de Judas, que finalmente alcanzará la redención.

Como ya es costumbre en los montajes dirigidos por Díaz, el ritmo no decae en ningún momento y se aprecia una dirección de actores que potencia sus capacidades. Santiago Moreno y Jacqui Chuquillanqui resultan excelentes como la pareja protagónica; él, enérgico y convincente; ella, carismática y divertida. Los mendigos que interpretan Ángel Morante, Paul Beretta y Kike Saco Vértiz definen bien sus personalidades. Martin Abrisqueta y Javier Quevedo se divierten a sus anchas, cada uno en su doble papel. Y Américo Zúñiga y Azucena Prieto interpretan con corrección a los representantes del bien y del mal, respectivamente. Mi buen amigo Judas no puede empezar mejor, con la concurrida procesión seguida de la fiesta patronal, en el patio de la Asociación de Artistas Aficionados. Una divertida y conmovedora historia es la que nos presenta Pasión Mystica Teatro, que bien vale la pena apreciar.

Sergio Velarde
12 de octubre de 2013 

lunes, 7 de octubre de 2013

Crítica: LA PIEDRA

Sólido montaje con quiebres temporales

Siguiendo con la tradición de acercarnos a la dramaturgia alemana contemporánea, el director Jorge Villanueva nos ofreció La piedra, un sólido drama de Marius von Mayenburg (autor de El Feo y Parásitos, excelentes puestas estrenadas el año pasado) en el confortable espacio que ofrece la Asociación Campo Abierto de Miraflores. Actuaron los integrantes del IV Taller de Formación Actoral del grupo Ópalo, quienes consiguieron un conmovedor espectáculo, cuyo mayor mérito radica acaso en haber engranado con coherencia, el fondo y la forma que planteaba el autor en su concepción.

La piedra (Der Stein, en idioma original) tiene como telón de fondo la propia historia del país germano, presentada en escena en tres tiempos diferentes, dentro de una misma casa. En los años 30, una familia judía se ve obligada a vender el inmueble a otra de origen alemán; en las décadas posteriores, el sistema político se ve alterado y las feroces persecuciones no se hacen esperar, así como también las visitas y recuerdos del pasado; ya en los años 90, una verdad que parecía sólida como una piedra, se desmorona ante nuestros ojos. El drama histórico, vivido en Alemania a través de generaciones, se aprecia en toda su abominable dimensión; y la forma de ser presentado, con 34 escenas en constantes saltos del pasado al futuro, pone a prueba la capacidad de los intérpretes.

Con gran precisión, Villanueva dirige a su elenco, muy parejo y convincente, especialmente aquellos que deben recrear los quiebres temporales, interpretando al mismo personaje, en cuestión de segundos. Algunos de sus integrantes ya han demostrado su versatilidad en anteriores montajes, como Miriam Guevara (a quien vimos en las comedias infantiles Un trébol mágico y Lobo, ¿qué estás haciendo?), Yasmine Incháustegui (integrante de Palosanto, grupo dirigido por Ismael Contreras) y Mayra Olivera (de Opción múltiple y Lasmujeres y Wallace). La piedra es nuevo acierto del grupo Ópalo, que ofrece verdaderos retos a los integrantes de sus talleres, a la vez que presenta montajes de calidad de autores germanos.

Sergio Velarde
08 de octubre de 2013

sábado, 5 de octubre de 2013

Crítica: ¿A QUÉ HAS VENIDO?

Divertidísima charla motivacional

El grupo Puesta y su director Luis Gustavo Gonzales vienen presentando cada año, una nueva propuesta de clown e improvisación teatral, tocando diferentes temas de actualidad. Estrés (2011) fue una urgente advertencia de los problemas que acarrea el tomarse los problemas muy en serio; y Le Petit PanPan (2012) fue una divertida historia de amor ambientada en el restaurante del mismo nombre. Esta vez, con el estreno de ¿A qué has venido?, Gonzales enfila su puntería hacia las muy publicitadas capacitaciones motivacionales, que promueven la realización y excelencia profesional, por encima del verdadero desarrollo personal y espiritual que todos nosotros deberíamos practicar. El resultado es una ácida crítica, llena de humor negro, sumamente disfrutable.

Creando un divertidísimo personaje, inspirado acaso en Miguel Ángel Cornejo y similares, Gonzales encarna a Mr. Excélsior, el más exitoso capacitador profesional, que llega al Perú a compartir sus experiencias, todas ellas alejadas de su entorno familiar y la verdadera realización personal. Asistimos como espectadores a esta charla motivacional, en la que se revela como secreto del éxito, la total supremacía de la razón sobre el corazón durante todo nuestro tiempo en el planeta, en donde los bienes materiales son los artífices mayores de nuestra felicidad. La historia avanza sin tropiezos y es verosímil en el cambio de registro, cuando Mr. Excélsior descubre su error y le es concedida una segunda oportunidad.

Muy buenas actuaciones del elenco: Fabiola Tamburini y Ricardo del Río, colaboradores habituales del grupo Puesta, se divierten a sus anchas al lado de Gonzales, interpretando diversos personajes. Como todo espectáculo de Puesta, el contacto con el público es imprescindible; es por ello que todos formamos parte activa en cada una de las escenas. El ingenioso aprovechamiento del espacio del CAFAE y del uso del proyector multimedia, suman puntos al montaje. ¿A qué has venido? sigue la misma línea de los espectáculos de Puesta, muy divertidos, productos de laboratorios de investigación que emiten hilarantes pero meditados juicios de valor sobre diversos temas. Aprovechemos nuestro tiempo y pasemos un grato momento en el CAFAE con ¿A qué has venido?

Sergio Velarde
06 de octubre de 2013