sábado, 26 de julio de 2008

Crítica: EL ENFERMO IMAGINARIO ¡VERSIÓN LIBRE Y CRIOLLA!


Un enfermo imaginario con truco: gato por liebre  

Analicemos juntos el siguiente afiche:

Se trata, sin duda, de un afiche simpático, colorido y que llama la atención en muchos aspectos. A continuación ordenaré sus elementos sin ningún orden en particular:

a) La Municipalidad Metropolitana de Lima, obviamente con el alcalde Castañeda Lossio a la cabeza, auspicia el montaje, por lo que podemos deducir que se trataría de un producto que tiene como objetivo llevar entretenimiento y cultura a los espectadores.

b) También figura como promotor del espectáculo el Proyecto Era Azul, dirigido por Daniel Manchego (creador, entre otras obras, de "El orquestador"), quien también actúa en la obra (el segundo empezando por la derecha) y quien tiene además la responsabilidad de formar jóvenes actores en talleres dictados en el Teatro Segura y auspiciados por la Subgerencia de Cultura de la Municipalidad de Lima. Manchego, de quien pueden apreciar su extensa hoja de vida aquí, también funge de crítico teatral, y aunque no dirige el presente montaje, sí participa activamente como actor y productor del mismo.

c) “El enfermo imaginario”, título de la puesta en escena, es tal vez la máxima y última creación cómica del genial Moliere, y una de las mayores sátiras escritas en contra de los falsos médicos. Por ende, se trata de una pieza teatral altamente recomendable para centros educativos y universidades, con la finalidad de difundir las virtudes de este gran clásico francés entre los más jóvenes.

d) El nombre del autor de la pieza, Moliere, está escrito con letras pequeñas y se ubica en la esquina derecha superior del afiche.

e) El vestuario de los actores sugiere que la obra es de época, o por lo menos, que no está ambientada en nuestro presente.

f) Arriba a la izquierda se indica que estamos frente a una comedia.

g) Dirige el montaje Jesús Donayre y la temporada se realiza en la Sala Alzedo.

h) En un pequeño recuadro con fondo rojo, ubicado en la parte inferior derecha, se nos advierte (con signos de exclamación) que estamos ante una “versión libre y criolla”.

Cuando todos estos detalles que nos anticipa el afiche, no son suficientes para impedir la sorpresa y el asombro del que escribe estas líneas al apreciar la puesta en escena, sólo queda ser completamente objetivos al comentar este espectáculo:

a) Resulta desconcertante (por decir lo menos) que la Municipalidad de Lima pueda apoyar un proyecto de esta envergadura. Es cierto que el público se ríe, aplaude y vitorea, pero ¿acaso no lo hacían también los asistentes al Coliseo Romano al ver masacrados a otros seres humanos por bestias feroces? ¿Cuál es el requisito que debe cumplir entonces, una obra de teatro para tener el tan necesitado apoyo de las autoridades de turno?

b) El proyecto Era Azul tiene la siguiente misión: Formar actores con una clara visión del medio, capacitándolo a través de una metodología actualizada y de alta exigencia. También, generar espectáculos de calidad para el público peruano. Además tiene la siguiente visión: Llegar a consolidarnos como una escuela de investigación teatral a nivel internacional, a través de la formación de actores y la creación de espectáculos de alta calidad, capaz de competir en los mercados más exigentes del mundo. ¿Creerá el director del mencionado proyecto que en ambos casos, los objetivos se cumplen en escena?

c) Esta puesta recién sale a la luz pública en Julio del 2008, pero luego de haber sido presentada para funciones vendidas en el teatro Julieta y difundida ampliamente en centros educativos, institutos y universidades (!) desde el 2007, y cuyos tempranos espectadores de hoy en día se convertirán, nada menos, que en el público del futuro que elegirá qué obras apoyar con su presencia. ¿Vaya responsabilidad, no lo creen?

d) Moliere es considerado un autor clásico, y como tal, cualquier obra de su autoría es requerida en instituciones educativas, por estar dentro de la currícula escolar. Para ello, los directores de teatro que acepten este gran reto, en el que se involucra la percepción de los más pequeños hacia el arte teatral, deben ser conocedores en la materia y cuidar rigurosamente su propuesta y los contenidos que ofrecen a los cientos (o miles) de niños que adquieran el valor de su entrada. Otra cosa: ¿porqué el nombre de Moliere figurará en letras de menor tamaño en el afiche, siendo éste el que más renombre tiene de los implicados en la obra?

e) Si bien los vestuarios son de época, las referencias de los personajes pertenecen a nuestro contexto actual. Por ejemplo, el Sr. Descompuestus (Manchego) le dice a Angélica (Kinder Pouplatevich), que felizmente no sale su fotografía en el Comercio, sino en la contraportada del Trome. ¡Ah! Una aclaración: no todos los personajes actúan con trajes de época, la mencionada actriz Kinder se despoja de su traje durante la función.

f) Se trata de una comedia. Y como toda comedia que se respete, el público debe reír. Y sin duda, lo hace. Escandalosamente. Sobre todo cuando a una actriz se le escapó el seno derecho de su corsé. Y los diálogos no se quedan atrás, para muestra un botón: un personaje dice: “¡Me duele el pezón!”, “¡¿Cómo?!” grita el otro y rápidamente le contesta: “¡Que tienes razón!”. “¡Aaaahhhh!” Típico de Moliere.

g) El nombre del profesor y director Jesús Donayre, quien tiene a su cargo la formación teatral integral de los alumnos que debe tener a su cargo, luce un mayor tamaño de letra que el de Moliere. Sin duda, esto se debe a que estamos, en primer lugar, ante la particular visión que tiene Donayre sobre la obra (¿o sobre el teatro en general?).

h) “Hay que poner el parche antes que reviente el chupo”, dice un conocido refrán. Pues bien, llegamos ante la principal causa de la existencia del presente espectáculo, cuatro sencillas y desprevenidas palabras que rezan: “Versión libre y criolla”. De autoría, no del director de la obra, sino del productor y gestor del Proyecto Era Azul, quien así se libra de dar explicaciones de los “mínimos” excesos de la puesta, como lisuras, imprecaciones, calateos y gestos obscenos, que “adornan” y “criollizan” el más bello texto de Moliere.

Algunas interrogantes sobre la puesta en escena:

¿De qué vale que algunos correctos actores como Paul Darrigo (Argán) y Mayra Lee Valdez (Belina) se esfuercen por sacar adelante sus personajes y en última instancia, por contar una sencilla historia (¿no se trata de eso principalmente el teatro?), cuando el resto de actores sólo persigue hacer reír al auditorio a cualquier precio, mientras la vedette Kinder espera turno para salir y despojarse de alguna de sus prendas?

¿Acaso esta “adaptación libre” consigue que el mensaje de Moliere llegue al espectador en forma clara y comprensible? Sólo una actriz logra salir con dignidad de entre todo el caos, y esa es Laura Brain (Tonina), quien armada únicamente de su gran carisma y personalidad, logra darle siquiera algo de sentido a la puesta en escena y es a través de ella, de sus palabras y acciones, que el espíritu de Moliere logra atisbar por momentos en el escenario y que la convierten en el único atractivo del montaje.

Ahora mi recomendación totalmente subjetiva: a cuidarse de este “Enfermo imaginario” aquellos incautos espectadores que esperen ver en el escenario una comedia de Moliere, o una comedia de arte clásica, o una versión libre o improvisada, o simplemente un sano entretenimiento. Estamos ante una obra grosera en su propuesta y fallida en su ejecución, de cuya existencia no renegamos, pero sí advertimos que el espacio en el que se presenta actualmente y los promotores que ostentan, no están a la altura de un montaje de pobre calidad, nulo contenido teatral y un parecido demasiado evidente al peor de los montajes de Alex Otiniano. Y ojo que Otiniano también hace reír, ¿pero a qué precio?

¿Por qué la Municipalidad de Lima no apoya otro tipo de espectáculos de mejor calidad y que verdaderamente cumplan con la doble función de entretener y culturizar? Hoy en día existen puestas en escena que merecieron esa oportunidad, entre ellos:

a) Un autor peruano clásico en manos de un grupo independiente: como Manuel A. Segura y su “Sargento Canuto” de Eureka Teatro.

b) Un grupo reconocido con un hermoso texto clásico peruano: como Cuatrotablas y “Los ríos profundos” de Arguedas.

c) Nuevas propuestas de teatristas jóvenes con gran proyección: como “N. A. Ninguna de las anteriores” de Mario Ballón y Carolina Barrantes; o como “Interruptor” de Roberto Sánchez Piérola.

Tal vez esta sea una crítica excesivamente extensa, pero ello se debe a que guardo un gran respeto por ciertos actores y actrices del presente montaje, y debo ser muy cuidadoso al redactar y exponer mis puntos de vista, sin que el aspecto personal entre a tallar. Es la inquebrantable promesa que les hace su fiel y seguro servidor...

Sergio Velarde
26 de julio del 2008

P.D. Gracias a la gran acogida del presente blog (y aprovechando las vacaciones de medio año) pronto podrán conocer a los verdaderos protagonistas de mi espacio virtual, a través de entrevistas que pronto publicaré en breve. Nuevamente gracias por su confianza y felices fiestas patrias.



miércoles, 23 de julio de 2008

Crítica: N.A. NINGUNA DE LAS ANTERIORES

N. A. Ninguna de las Anteriores: expectativas cumplidas

Demasiada expectativa siempre puede jugar en contra, y esto era a lo que se enfrentaba Mario Ballón al presentar su siguiente proyecto teatral: N. A. Ninguna de las Anteriores, luego de la notable revelación del año pasado Generación en liquidación, estrenada en el Teatro de Cámara. Ahora es el nuevo espacio “El Galpón” el lugar elegido para su segunda aventura, con la producción de la Universidad Católica y la co-dirección de Carolina Barrantes (actriz en Generación liquidación), y hay que decir que las expectativas fueron cubiertas largamente, pues se trata de un inteligente montaje que aborda nuevamente un tema trillado (en “Generación…” fue la sociedad de consumo), que es el del trato injusto y condenable hacia los homosexuales.

La puesta en escena, que sigue la vida de tres hombres diferentes (o tal vez el mismo), juega en un inicio con dos temas aparentemente irreconciliables: la inexorable legalización de los DD.HH.HH (Derechos Humanos Homosexuales) y la construcción del personaje. Y es la condición homosexual de los protagonistas lo que señala el punto en común entre ambos tópicos: día a día deben lidiar contra el resto del mundo, interpretando cada uno su mejor papel de heterosexual. A través de las diferentes escenas organizadas limpiamente en el espacio escénico, llenas de danza contemporánea, música, multimedia, abundantes y clarísimos simbolismos, alcanzamos a entender a plenitud el mensaje de concientización sobre una realidad que ya no se puede ignorar.

Los actores César Gólac, Sandro la Torre, Tania Ruiz y el mismo Ballón ejecutan con absoluta seguridad, pulcritud y energía cada uno de los episodios que conforman esta creación colectiva: los talleres didácticos sobre los gays, la familia disfuncional con la madre sobreprotectora, el travesti que busca parecerse a su amiga, el sufrimiento caleta del patán del barrio, entre otros cuadros tan contundentes como comprensibles.

N. A. Ninguna de las Anteriores es un montaje que nos devuelve la esperanza sobre la necesaria existencia de nueva sangre teatral, que debe siempre renovarse para mostrarnos espectáculos originales, atractivos, transgresores y de gran calidad que sacien las expectativas de los espectadores más exigentes.

Sergio Velarde
23 de julio del 2008

domingo, 20 de julio de 2008

Crítica: LOS RÍOS PROFUNDOS


Para entender a Cuatrotablas   

Para aquellos que no tuvimos la oportunidad de conocer al mítico grupo Cuatrotablas en sus inicios, siempre bajo la dirección de Mario Delgado desde hace 30 años, resulta difícil entender a cabalidad el más reciente espectáculo del grupo: “Los ríos profundos”, basado en la obra de José María Arguedas, por toda la historia que lleva a cuestas y que queda estancada en el recuerdo de quienes presenciaron los hechos escénicos en su momento. La magia del video no es aún lo suficientemente fidedigna para transmitirnos la verdadera trascendencia del grupo en la historia del teatro peruano, como en el video disponible de “Oye” (1979).

La labor de investigación y trabajo en equipo, le ha brindado a Cuatrotablas una notoriedad que traspasa fronteras. “Los ríos profundos” aborda la historia de Ernesto, un niño que debe vivir entre dos culturas (la andina y la occidental), pues su padre abogado se ve obligado a viajar con regularidad. Es en ese contacto con la cultura andina, que el niño aprende a querer ese mundo, especialmente sus usos y costumbres ancestrales, pero también debe enfrentar la maldad del ser humano personificada en diversos personajes. Delgado busca entonces, como principal objetivo en su montaje, “ernestizar” al Perú, es decir, buscar que la obra de José María Arguedas sea reconocida a nivel nacional.

La puesta teatral está basada en los tres primeros capítulos del libro de Arguedas y cuenta para su ejecución escénica con un coro arguediano de lujo: Fernando Fernández, Flor Castillo, José Carlos Urteaga y Juan Maldonado, quienes interpretan a los diversos personajes, empleando magistralmente la voz, la expresividad corporal, el manejo del espacio y de los elementos en el escenario, y alternan las variadas representaciones: el adulto, el adolescente, el niño y la mujer, en una hermosa mezcla de teatro-danza-música.

Argumentando que en este último montaje, Cuatrotablas no ha podido adaptar sus principios de actuación a la interpretación de un texto narrativo ya preestablecido, Santiago Soberón escribió en El Dominical: “Por el momento, Los ríos profundos demuestra que en todos estos años no ha habido (…) proceso de reinvención en el propio grupo.” Tal vez para quienes siguen el grupo desde su fundación esta premisa puede ser válida, pero para quienes recién podemos disfrutar de sus espectáculos en la actualidad, podemos afirmar que Cuatrotablas mantiene no sólo su vigencia, sino también la posibilidad de presentar montajes de gran calidad, con un sello propio que les conseguirá nuevos adeptos en estas nuevas generaciones.

Sergio Velarde

20 de julio del 2008

jueves, 10 de julio de 2008

Crítica: PERU VAS TWO MUCH


Segundo paradero  

El concepto de la “obra de teatro escenificada dentro de un bus” no es nuevo, pero tampoco malo. Y vaya que el espectáculo resultante, “PERU VAS” (2007), logró un singular éxito de público en su primera versión, que lo llevó a mantenerse varios meses en cartelera. Recordemos que allá, por los cada vez más lejanos años noventas, hubo un intento previo, pero que no tuvo la suficiente trascendencia de la que goza hoy en día. “PERU VAS” salió a la luz de la mano de Kike Torres, creador de “Evocaciones”, otra puesta en escena en espacios alternativos. La productora FACTUM busca ahora reeditar el éxito anterior con el estreno de “PERÚ VAS TWO MUCH”, esta vez con la co-dirección de Renato Iberico.

El tema central del presente montaje gira en torno a la (a estas alturas) demasiado trillada “Guerra de las sexos”, en la que por enésima vez nos vemos enfrentados a los estereotipos y clichés que se suceden en las relaciones de pareja. Diversos personajes: la aeromoza desubicada, la chica superficial, la vieja achorada, el novio bobalicón y el defensor del género masculino, chillan, bailan, discuten y se vacilan dentro del vehículo en movimiento, logrando algunos momentos divertidos, que pueden llegar a serlo aún más, cuando la temporada arranque motores.

El humor de las situaciones puede resultar algo ingenuo, pero es funcional, especialmente en el caso de la aeromoza. Más tosca y excesiva resulta la vieja, interpretada por un actor que seguramente ve los programas cómicos sabatinos religiosamente, pero que en todo caso logra levantar la energía y el ritmo de la obra, cuando las acciones pierden fuerza. Innecesaria la presencia de los inverosímiles vendedores ambulantes, que rompen la precaria armonía que se logra a mitad del viaje. “Perú vas Two Much” puede ser el placer culposo de muchos, pero que no deja de ser un entretenido divertimento de fin de semana, un intento válido de creativos ávidos por encontrar nuevos espacios para desarrollar sus propuestas. Y demuestra que con una pizca de ingenio se pueden realizar espectáculos tan novedosos como atractivos para el público. Estamos ante el nacimiento de una nueva franquicia. Ya se viene "Peru Vas Kids".

Sergio Velarde
10 de julio del 2008

domingo, 6 de julio de 2008

Crítica: LA CASA DE BERNARDA ALBA


Demoliendo la casa  

¿Dónde se encuentra la delgada línea que separa el dirigir una obra citando al autor como fuente primaria de la puesta en escena y el crear un espectáculo tomando el texto como vaga referencia y entregar una versión libre del mismo? Valgan verdades, toda obra de teatro resulta una evidente "adaptación" de parte del director sobre el texto, es decir, una visión particular del universo que propone el autor. Sin embargo, el demoler las bases principales de una pieza clásica de la literatura universal como es el caso de "La casa de Bernarda Alba", convierte a cualquier resultado obtenido en una versión libre del mismo. Pero para Jorge Guerra, director de la más reciente puesta en escena del clásico de Lorca en el Centro Cultural de la Católica, su trabajo es "antes que nada, un desciframiento del texto", lo cual convierte al presente montaje en una estocada más hacia los cimientos más básicos de la dramaturgia lorquiana.

El esposo de Bernarda Alba ha muerto y con él las esperanzas de libertad de las cinco hijas que habitan la casa. Angustias, la mayor, espera casarse con Pepe el Romano para huir de esta prisión, pero ignora que Adela, la menor, no puede contener sus instintos por mucho tiempo. Al interpretar esta obra, Guerra pretende "evitar el anquilosamiento y el melodramatismo y seguirle dando una mirada fresca, vital y provocadora, que es lo menos que se puede esperar." Estos controvertidos conceptos que maneja el director lo lleva a convertir esta casa de paredes blancas en una suerte de escenario artificial y atemporal, en el que estas mujeres lloran sus penurias a la manera de un performance en medio del humo que precede al conflicto y con una distractiva música de fondo.

¿Y dónde queda el personaje de Bernarda en medio de este caos? Pues completamente aplastado en medio de toda la parafernalia que rodea el montaje. Milena Alva luce demasiado débil para ceñirse el ajustado corsé de la severa y autoritaria Bernarda. El resto del elenco cumple, más por mérito propio que por la dirección de actores. Sofía Rocha como la sirvienta mayor Poncia tiene un poco más de suerte que Magali Bolívar como la criada. Tal vez lo más delirante de este montaje sea la caracterización de las hijas de Bernarda. Según el "desciframiento del texto de Lorca" que aplica Guerra, las muchachas lucen hermosas, espectaculares y altamente apetecibles, lo que pone en evidencia las envidiables dotes detectivescas del director, pues no existe ni rastro de ese concepto en el texto. Desde la vieja Angustias (Bertha Pancorvo), pasando por la jorobada Martirio (Kareen Spano), hasta la incontenible Adela (Urpi Gibbons), las actrices destilan glamour, visten arrebatadores vestidos con telas transparentes, recargado maquillaje y hasta nos deleitan con pasos de flamenco al acercarse la presencia de Pepe el Romano.

Todos los artificios y simbolismos que emplea Guerra para contrarrestar el "melodrama" en el que se encuentra este "anquilosado" texto de Lorca, hacen que sea imposible tomarse en serio el espectáculo, lo cual provoca las inconvenientes e incontenibles risas del auditorio, que celebran las bufonadas y equívocos de estas cinco calenturientas bailaoras, cada una con un dejo español más inverosímil que el otro. Es así que este oscuro drama de encierro a la fuerza se convierte en un divertido y previsible enredo de alcoba. Y es que el mayor "mérito" del actual Coordinador del Centro de Formación del TUC es el haber tenido en sus manos a un puñado de nuestras mejores actrices nacionales y haberlas hecho cómplices de la mayor hazaña teatral jamás realizada: convertir el drama más clásico de Lorca en la mejor comedia del año. Albricias y que siga la demolición. ¡Y olé!

Sergio Velarde
9 de Diciembre de 2005

Crítica: EL ORQUESTADOR


Un ambiguo Orquestador: ¿ángel o demonio?  

Cursando el último año en el Club de Teatro de Lima, Daniel Manchego actúa, escribe y dirige "El Orquestador", presentándose actualmente en su casa de estudios. El personaje central que le da el título a la obra es un inescrupuloso ser superior con oscuros poderes que busca cuestionar en los seres humanos su fe y su creencia en Dios, mediante la abrupta irrupción en sus vidas y en las decisiones trascendentales que éstos eligen seguir. Su ambigua naturaleza (pues por momentos parece sentir compasión por sus personajes–víctimas) será revelada al final de manera sorpresiva y algunos desenlaces de los conflictos terrenales quedarán inconclusos o con final abierto. Se trata pues de un interesante montaje que logra conjugar aquella creencia religiosa de la existencia de seres superiores con la frágil condición del ser humano, siempre preso de sus emociones e instintos más básicos.

Jessica (Romina Chávez) está a punto de casarse, pero se resiste a entregarse del todo a su novio Erasmo (Daniel Ochoa), pues aún siente amor por su primo desempleado Gabriel (Roberto Huamán). Verónica (Margarita Huanqui) y Mateo (Edisson Sánchez) afrontan graves problemas en su dilatado y aburrido matrimonio. Miguel (Víctor Ahumada) y Tony (Franz Azañero) no pueden reprimir sus instintos homosexuales con el riesgo de reprobar cursos en sus estudios. Personajes y situaciones comunes y silvestres, que son trastocados a su antojo por el Orquestador, una especie de titiritero que mueve los hilos (las vidas) de los personajes para su propia conveniencia. Así, por ejemplo, la romántica Jessica termina embarazada luego de entregarse a Miguel y Verónica encuentra un trágico final en manos de su esposo Mateo.

Una mención aparte merece el personaje central de la obra: el Orquestador, que es interpretado por el propio Manchego. Su primera aparición es efectiva, pero sus motivaciones iniciales no llegan a ser del todo claras, aunque sí intrigantes y sugerentes en cierta forma. Una vez que los demás personajes son presentados se acentúa el grueso contraste entre la existencia etérea de este "ángel caído" y las mundanas tribulaciones de hombres y mujeres demasiado estereotipados y lineales. Sin embargo, resulta un mérito que la constante presencia en escena del Orquestador no opaque el desarrollo de las diferentes historias que poco a poco ganan interés y que algunos conflictos tomen el suficiente vuelo para generar expectativa en el público.

Los esporádicos furcios, olvidos de letra, regular dicción y bajo volumen no empañan el trabajo en conjunto de un grupo de entusiastas actores aún en formación. A destacar algunos personajes como la divertida prostituta de Isabel Castañeda o el conflictuado desempleado de Roberto Huamán. Una correcta disposición escénica y un interesante diseño de luces le otorgan dignidad a la puesta. Esperamos en el futuro un nuevo trabajo de Forasteros y de su hombre-orquesta Daniel Manchego, de quien se espera una propuesta aún más precisa y coherente, que logre pulir las irregularidades y afinar los detalles propios de una ópera prima. Toque otra pieza pronto, maestro.

Sergio Velarde
06 de noviembre de 2005

Crítica: NO AMARÁS

Miyashiro inicia

Aldo Miyashiro es ahora una estrella de televisión. Ya no sólo aparece en las páginas culturales y literarias, sino que también es ahora "víctima" de la prensa de espectáculos. Luego de finalizada su polémica miniserie "Misterio", que generó tantos adeptos y detractores como los tiene el actual Presidente de Universitario de Deportes, resulta muy interesante volver a sus orígenes y apreciar este último montaje sobre el primer texto que presentara como dramaturgo, actor y director hace casi media década en la Sala Joven de la Alianza Francesa. "No amarás (último mandamiento)" fue un correcto y discreto debut, al que le seguirían la formidable "Función Velorio" y otras obras más que perfilarían a Miyashiro como una de las jóvenes promesas de la dramaturgia nacional. Con la dirección de Haysen Percovich, estrecho colaborador del autor, llega este nuevo montaje protagonizado por egresados del taller de iniciación actoral que dirigiera el propio Miyashiro.

¿Qué es amar? ¿Qué es querer? ¿Qué es desear? Son las preguntas que apremian a Iván (limpio trabajo de André Silva), un joven que se debate entre los brazos de Paula (Helga Vega), su confiada enamorada y la Loca (Anahí Vargas), su despreocupada amante, mientras es hostigado por el Cura (Paul Beretta), enamorado en secreto del muchacho. Si bien es cierto las cuidadas actuaciones logran otorgarle interés a este singular triángulo amoroso de cuatro vértices, son los personajes periféricos los que descollan del conjunto, como la Madre de Iván (Silvia Majo), una prostituta retirada que mantiene un tórrido romance con Sergio (Emilio Berrocal), el mejor amigo del joven. Además figura Francis (Óscar Abril), el hermano homosexual de Iván, quien aporta la cuota humorística a la pieza y finalmente un personaje sorpresa (el niño Pablo Ucañay) que cierra el círculo de la azarosa vida de Iván con un demoledor final.

La historia mantiene un ritmo y energía muy parejo, sostenida únicamente por las actuaciones dentro un escenario desnudo con algunos ocasionales muebles. Muy bien Emilio Berrocal como el díscolo Sergio, divertido y creíble en cada una de sus intervenciones. También destaca Óscar Abril como Francis, un personaje que bien pudo caer en el fácil estereotipo, pero que Abril compone con contenida sobriedad, aunque debe afiatar más su relación con el Cura. Pero las palmas se las lleva la magnífica Silvia Majo como la Madre, logrando dos momentos notables: el encuentro sexual con Sergio, debatiéndose entre lo chocante y lo poético, y más tarde, con la justificación de su proceder a Iván y la "prueba" final de su profesionalismo.

La sólida dirección de Percovich logra que su elenco supere largamente (y felizmente) el nivel actoral de sus pasadas muestras del taller de iniciación actoral, permitiendo (ahora sí) evaluar los progresos conseguidos y entregando una puesta en escena sumamente digna y profesional. Una interesante revisión, así como lo hiciera anteriormente Ximena Arroyo con "Función Velorio", que permite conocer la evolución en el tiempo de Miyashiro como dramaturgo y que nos deja con las ganas de apreciar lo que vendrá en el futuro.

Sergio Velarde
28 de julio del 2005

sábado, 5 de julio de 2008

Crítica: LOS NÚMERO SEIS

El absurdo de la violencia  

“Los número seis” es una de esas obras que generan tantos adeptos como detractores. Prácticamente se han formado dos bandos bien definidos; uno, conformado por aquellos que aplauden no sólo la dramaturgia, sino también la extravagante y psicodélica puesta en escena (entre ellos, Santiago Soberón); y otro (encabezado por Alonso Alegría), por los que sólo pueden rescatar algunas imágenes y ciertas actuaciones de un montaje que nunca llega a cuajar y que no logra su principal objetivo en primer lugar. Luego de ver esta sátira futurista de Gino Luque Bedregal, obra ganadora del I Concurso de Dramaturgia Peruana 2007, producida por la Asociación Cultural Peruano Británica y dirigida por Ricardo Morán, debo permanecer irremediablemente en este último bando.

La anécdota de la historia, cuyo sugerente afiche delata desde el comienzo, es ya sabida: en un estado totalitario, no muy lejano de nuestro tiempo, una mujer acusa a un hombre, el número seis, de ser el autor de un terrible crimen, lo cual generará una arbitraria escalada de violencia presidida por un curioso policía en contra de un inocente ciudadano.

No puedo ser tan visceral como el “crítico” de “Palmas y palos”, pero no puedo dejar de hacer notar las serias deficiencias dramáticas que el buen director Ricardo Morán no pudo compensar sobre un texto superficial y sin vuelo, que ganó un sorprendente primer lugar en un prestigioso concurso público. La idea no está mal, pero el desarrollo de la historia pierde fuerza conforme la acción avanza (el primer interrogatorio se vuelve repetitivo y monótono), el supuesto tratamiento del teatro del “absurdo” banaliza la esencia misma de la obra (las inflexiones de voz y los tartamudeos de los actores vuelven prescindibles los diálogos) y prácticamente durante todo el transcurso del montaje las recargadas y fulgurantes escenografía, iluminación y elementos multimedia (además de máscaras, efectos de voz, graffiti, etc.) sepultan al verdadero protagonista: el texto, dejando sólo muchas imágenes de gran belleza, pero indescifrables al fin y al cabo, para quienes no compren el programa o no vean el trailer promocional.

Sería mezquino negarle las pocas virtudes del montaje, pero la principal (la dirección de Ricardo Morán) recarga el espacio escénico hasta saturar al espectador. A destacar el buen oficio actoral de Leonardo Torres Vilar en el papel principal, muy cercano a la caricatura; la expresividad corporal de Carmen Aída Febres; y a un actor que viene destacando de un tiempo a esta parte: Manuel Gold en el papel de Carlitos, el hijo del policía, que continuará sus pasos y hará creíble el desenlace de la historia, confirmando que la violencia no sólo es absurda, sino que no tiene fin y continuará en un círculo vicioso hasta el infinito. “Los Número Seis” se convierte en un hermoso y fallido montaje, que nos prueba, una vez más, que no importa cuán talentosa y creativa pueda ser la propuesta de dirección, si no está acompañada por una sólida dramaturgia que la sostenga. A tener más cuidado los miembros del jurado para futuras convocatorias.

Sergio Velarde
05 de julio del 2008