sábado, 12 de julio de 2025

Crítica: BODAS DE SANGRE


Bodas en la AAA

Aprovechando bien la arquitectura del teatro Ricardo Roca Rey, de la AAA,  la voz de un pregonero nos introduce en el patio de una vieja casona andaluza de comienzos del siglo XX. A modo de introducción, nos recibe con una escena previa con figuras de personajes que aparecen desde las sombras blancas que inundan la sala a donde nos invitan a ingresar para ser parte de un rito.

Lo sombrío no solo es minimalismo, sino que crea una atmósfera trágica en cada momento. Unas linternas atraviesan la sala y proyectan la silueta de puñales, como amenaza constante de muerte. Es que el dolor y la muerte están presentes siempre como consecuencias de los desatinos del amor. Y no solo son temores sino también premoniciones de una madre que siente la muerte cerca.

La boda de una joven convoca la pasión de los novios y otros sentimientos. La madre del novio aún sufre la pérdida de su marido y otro hijo en manos de parientes cercanos a la novia. En medio de recelos, aparece un antiguo novio a reavivar su pasión nunca extinguida y escapa con la recién casada, provocando así sucesos catastróficos. 

Repudiada por ser la causa del conflicto fatal, la novia alega que ningún hombre - ni el recién casado ni el novio antiguo con quien fugó – ha mancillado honor: "ningún hombre se ha mirado en la blancura de mis pechos", frase que resalta su virginidad como símbolo de la pureza aún intacta en una sociedad que es muy religiosa y severa con la mujer.

Omar del Águila introdujo a su elenco en el universo poético de Federico García Lorca con La casa de Bernarda Alba, puesta en este mismo teatro. Ahora, con Alondra Contreras, Angelica Torres, Beleny Gomez, Joshua Vasquez, Grecia Rojas, Sol Gonzales, Miguel Oliva y Neydi Pereyra, afrontan la primera de las tres obras que conforman la trilogía trágica rural del autor granadino: Bodas de sangre, drama basado en un caso real, ocurrido en Almería, en 1928.

El elenco conoce ya el contexto social y cultural al que fácilmente nos sumerge la obra y logra crear y mantener ese ambiente en el que se cumple el doloroso destino que traían consigo los personajes, como "herencias" de sus sangres de origen.

El lenguaje poético de la obra se maneja con cuidado y los efectos de luz creando sombras o acentuando el dramatismo de la escena contribuyen a que esta puesta, como la anterior, sean respetuosos homenajes al autor.

Una buena puesta de un clásico del teatro español que merece los aplausos que recibe.

David Cárdenas (Pepedavid)

12 de julio de 2025

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