miércoles, 26 de octubre de 2016

Crítica: EL DOLOR

La resistencia de la espera  

Cuando uno sabe que está a punto de ver una obra de teatro dirigida por Alberto Isola, en este caso un unipersonal,  las expectativas nunca son pocas, pues estamos hablando de uno de los mejores directores de nuestro medio. Pero si a eso le agregamos que dicho unipersonal es actuado por la actriz Alejandra Guerra, las expectativas se vuelven el doble, mucho más para los que hemos tenido la suerte de ver al director y la actriz trabajando juntos, como en “El continente negro”, gran estreno del año pasado.

En esta oportunidad Isola y Guerra se juntan en la obra “El dolor” de Marguerite Duras, escritora francesa, quien nos narra sus vivencias en el París de finales de la Segunda Guerra Mundial, una época difícil para el mundo, qué duda cabe, y que para Duras significó tener su vida atrapada en la incertidumbre del tiempo que avanzaba y noticias que no llegaban.

Alejandra Guerra se mete en la piel de la escritora en un gran despliegue actoral, y en un espacio muy íntimo y acompañada solo por un diario, un teléfono y un abrigo, nos hace vivir esa gran incertidumbre y nos hace pedir al destino que nunca nos haga pasar por una experiencia similar. Guerra nos conmueve, incluso cuando se nos presenta como una mujer fuerte. Sí, es fuerte, pero está desolada y eso nunca se deja de sentir. Por ejemplo, no podemos más que sentirnos cómplices de sus temores y dudas cuando se pregunta si debiera seguir esperando a Robert, su esposo. Han pasado seis años de la guerra y quizás ella ya deba esperar a alguien más, quizás ya deba recomenzar su vida. ¿Qué haríamos nosotros?, ¿hasta cuándo esperaríamos a que vuelva ese amor?

Para terminar, diré que creo que “El dolor” es una obra llena de verdad, de realidad y la dirección y la actuación están totalmente a la altura de tan duro texto. La crítica social está presente en todo momento y es como si los años no hubieran pasado, ya que las injusticias son las mismas: “Roosevelt ha muerto y el gobierno declara tres días de duelo nacional, pero ni uno solo para los inmigrantes muertos. No hay luto para los pobres”. Con cuánta exactitud pudiéramos repetir esa línea hoy.

Me quedo con un mensaje final que esta obra nos deja y es que mientras la humanidad siga viendo las grandes injusticias como algo que solamente le debe importar al grupo afectado y no a todos, estas seguirán ocurriendo y se seguirán repitiendo.

“El dolor” va todos los fines de semana, sábados y domingos, en la Alianza Francesa de Miraflores y hasta el 13 de noviembre. Es altamente recomendada.

Daniel Fernández
26 de octubre de 2016

lunes, 24 de octubre de 2016

Crítica: KAMASUTRA

Hazlo bien y sin mirar con quién  

Más que una obra de teatro, Kamasutra es una conferencia sobre los temas que nacen del libro del mismo nombre, el que va más allá de las poses sexuales. Se tocan distintos temas del libro y del sexo de una manera muy divertida e ilustrativa; y tal como su nombre lo dice, Kamasutra es el arte del contacto sexual, la técnica de seducción básica para entregarle a la pareja toda la pasión y amor que precisa una relación.

Todo empieza con la explicación de cinco conferencistas (entre magísteres y doctores, todos ellos expertos en el tema) que tratan de ilustrarnos y educarnos, tocando temas de tendencias  de una manera divertida. Hoy en día hablar del Kamasutra causa un poco de temor en las personas, algo que no debe ser así, sino todo lo contrario: debemos de aprender a conocer nuestro cuerpo y el de nuestra pareja, para vivir con plenitud sexual.

Nos enseñan a tener más sexo, a tener más orgasmos, a dejarnos llevar, a disfrutar de la sexualidad humana, aquella que va más allá de procrear; que tengamos la oportunidad de jugar y salir de la rutina del estrés, que hoy en día es responsable de que tanto los hombres como las mujeres estén cada vez solos.

Cada conferencista, según a su propio estilo pícaro, aborda un tema donde habla de todo un poco con respecto a la sexualidad, como el sexo duro, el sexo apasionado, la importancia del beso, la función de la lengua, algunos juegos eróticos, los orgasmos y otros más. Cabe resaltar la importancia que dan los conferencistas a lo que la mujer quiere a la hora de intimar con su pareja, como por ejemplo, desear tener un clímax más prolongado, buen  sexo o sexo romántico, ya que perderse en el sexo es un placer y encontrarse en él, una bendición. 

En esta conferencia, los expositores interactúan con el público asistente. Nos hablan de algunas fantasías e ideas que quizás muchos nos hacíamos, pero por pudor no preguntábamos con respecto a las poses sexuales, así como la manera correcta de llevarlas a cabo; es ahí donde nos llevamos más de una sorpresa, ya que es un arte de conocer a la pareja y de cómo intimar con ella.

El texto usado en el montaje es el resultado de investigación e improvisación desarrollado por los actores y liderado por el director. Así es que amigo lector, te invito a que te pongas cómodo y disfrutes de esta conferencia, porque la mesa ya está literalmente servida.

Kamasutra es dirigida por Gilbert Rouviere, con las actuaciones de Lizet Chávez, Miguel Iza, Jimena Lindo, Norma Martínez y Roberto Ruiz. Se presenta de jueves a lunes a las 8:30pm en el Teatro de la Universidad del Pacífico. Las entradas se encuentran a la venta en Teleticket.

María Victoria Pilares
24 de octubre de 2016

domingo, 23 de octubre de 2016

Crítica: EXTRAÑOS

Formas sobre fondos teatrales  

Extraños (1997), obra de Daniel Dillon que participara en el II Festival de Teatro Peruano Norteamericano ICPNA, viene presentándose en una novedosa versión en el Teatro Mocha Graña, bajo la dirección de Beto Miranda, a quien vimos como actor en Fando y Lis (2009) y Tus amigos nunca te harían daño (2014). La pieza de Dillon consta de cinco escenas cortas, en las que siempre participan “Él” y “Ella”: un peligroso y amoral coqueteo en un parque, una sencilla conversación acerca de la inminente separación, una violenta discusión en una cocina, un tenso diálogo con final trágico en un día de campo, y una relación que se queda en meras intenciones dentro de una cafetería. Textos sencillos que exploran, paradójicamente, la complejidad del ser humano; eso sí, cargados de mucho lirismo y sutileza.

Pues bien, la novedad del montaje de Miranda es que los actores no saben qué personajes interpretarán hasta que no se realicen los sorteos antes del inicio de cada escena en el mismo espacio. Es decir, los jóvenes Eli Duarte, Antonia Amorós, Gonzalo Alonzo Ruiz y David Otazú deberán estar preparados para interpretar en total a los diez personajes de la obra, cinco como máximo o acaso ninguno, si la “suerte” les es esquiva en cada función. Esta designación aleatoria en la que los “Él” y “Ellas” de cada escena sean intercambiables, vale decir, puedan ser actuados por ejemplo, por dos actores o dos actrices, da pie a una serie de interpretaciones: desde premisas tan simples como la de mantener en tensión al espectador y al actor durante los sorteos, hasta la nula importancia que tiene el rol de género para describir las tribulaciones del ser humano.

Acaso los más puristas podrían afirmar que este juego de azar de roles privilegia demasiado las formas sobre el verdadero fondo que Dillon deseó expresar en su texto en primer lugar. Y el que el mismo Miranda decida incluir, al final de la puesta formal, la repetición de una de las escenas con los actores que el público elija para representarla, podría ser tomado como una banalización del concepto mismo de la obra. Sin embargo, tanto las cuidadas actuaciones como la dirección en general (contados elementos escénicos, estética urbana, disposición espacial  que coquetea con el teatro circular) cumplen una solvente labor, convirtiendo a Extraños en un curioso y recomendable espectáculo.

Sergio Velarde
23 de octubre de 2016

Crítica: EL ROSTRO

En la búsqueda de identidad  

En la puesta en escena de Todos mis miedos, estrenada en el Auditorio ICPNA de Miraflores y escrita por los argentinos Nahuel Cano y Esteban Bieda, el protagonista (un escritor) se ve inmerso en una complicada relación sentimental con una joven admiradora, bajo la atenta mirada de uno de sus personajes de ficción. Curiosamente en el mismo espacio se presentó, en el marco del XIII Festival de Teatro Peruano Norteamericano, la obra El rostro, escrita por el joven dramaturgo peruano Ricardo Olivares, en la que el protagonista (ahora un arqueólogo) se debate también entre una enfermiza y trágica obsesión amorosa y una inquietante presencia que esconde su rostro, proveniente de los confusos recuerdos de su pasado. Más allá de estas someras coincidencias, que incluyen además la disposición cuadrangular del espacio escénico, ambos montajes exploraban a su particular manera la psicología de cada uno de sus personajes principales, pero acaso acertando más (a nivel dramatúrgico y actoral) en la segunda puesta mencionada.

Luego de leer la muy pertinente crónica de Pepe Santana en Advenedizo Digital, poco queda por agregar. Premiada en el Concurso Nacional Nueva Dramaturgia Peruana 2014, El rostro está estructurada en desorden temporal: después de observar a una mujer con una máscara blanca desplazándose aleatoriamente en el escenario lleno de arena (mientras los espectadores esperábamos la tercera llamada), el montaje inicia con un momento climático, en el que el arqueólogo Ramón, presa de un ataque de pánico, apunta amenazadoramente con un arma a su psicoanalista. Poco a poco, la trama se va desenredando, acertadamente dirigida por Yanira Dávila y Alejandro Guzmán, quienes resuelven la puesta con sencillez y efectividad, valiéndose de escasos elementos y el diseño de luces. Y es que Ramón, que regresó a Perú para escribir sus memorias, tiene serios asuntos de identidad sin resolver con su pasado, que involucran principalmente a su misteriosa madre.

A destacar la sentida y precisa interpretación de Carlos Acosta en el rol protagónico: se trata de un interesante director (responsable de dramas contemporáneos como Un verso pasajero o de clásicas comedias como Los dos hidalgos de Verona)  que demuestra en este montaje una gran versatilidad, interpretando limpiamente a su personaje en diferentes edades y a su propio padre cuando corresponde; bien secundado por un sólido Eduardo Ramos como su psicoanalista y la perturbadora presencia de Alicia Mercado, como su madre y su despreocupada amante. Ricardo Olivares consigue con El rostro un interesante retrato psicológico de un ser humano en la búsqueda de su verdadera identidad.

Sergio Velarde
23 de octubre de 2016

domingo, 16 de octubre de 2016

Crítica: IPACANKURE

Entre el misterio y la precariedad  

“Ipacankure” de César Vega es la segunda obra en competencia en el XIII Festival de Teatro Peruano Norteamericano y es dirigida por José Antonio Buendía, de buen trabajo.

La puesta en escena es sencilla, un dormitorio sin nada más que una cama, una bacinica y una caja de madera llena de naranjas. Todo es pobre y sucio, lo que nos da desde el inicio la sensación de precariedad y es fácil asumir que esta nos acompañará durante toda la obra, pero aún no sabemos cómo ni de qué forma.

Sin embargo, ni bien entra en escena el primer personaje (llamado “Uno” en el programa de mano, aunque luego nos enteraremos de que se llama Raúl), las dudas acerca de la manifestación de la precariedad empiezan a disiparse. ¿O quizás las dudas solo empezarán a aumentar?

Y es que creo que, a grandes rasgos, eso es lo que es Ipacankure: un gran misterio que se desarrolla en medio de la más grande precariedad. Es precaria la situación económica de ambos personajes, ya que Raúl acepta que “Dos” entre en su vida porque no puede pagar por sí mismo el cuarto en donde quiere vivir. Es precaria su relación de amistad, en la cual “Dos” ejerce un extraño poder sobre Raúl y la violencia no es algo extraño entre ellos. Es precaria la relación que Raúl tiene consigo mismo, ya que él no consigue ser sincero y decir lo que realmente quiere. Es precaria su relación con el mundo exterior, en el cual Raúl es un vendedor ambulante alcohólico y “Dos” no entiende su lugar. Y, por supuesto, está Ipacankure, este nombre que “Dos” recuerda pero del que no logra recordar ni su origen ni quién es. Ipacankure solo es.

Se me hace difícil intentar explicar concretamente algo más. Esta obra no es para buscar interpretaciones ni subtextos. Creo que esta obra es para dejarse llevar y hundirse con los personajes en su propia vorágine y salir a flote de cuando en cuando, en medio de esta danza en donde el amar y odiar se alternan constantemente.

Me parece también que esta obra es definitivamente una de personajes y está hecha para el lucimiento de los mismos. En base a eso, diré que los actores hacen un buen trabajo y logran que el público entre en su perturbador mundo.

Ipacankure termina su corta temporada el día domingo 16. Al salir, el público puede calificarla, así que anímense y vayan al festival.

Daniel Fernández
16 de octubre de 2016

jueves, 13 de octubre de 2016

Crítica: UNA HISTORIA DE AMOR ISRAELÍ

Un amor sin fin  

MaCla Yamada es una actriz de teatro y cine con experiencia en baile, que a su corta edad (22 años) ha robado y sigue robando más de un corazón por sus presentaciones. Ha participado en las películas peruanas “Afuera” y “Loco cielo de Abril”, como también la hemos visto en series como “Al fondo hay sitio” y “Avenida Perú”, entre otras. Hoy nos trae su primer unipersonal, que es Una historia de amor israelí, escrita por Pnina Gary, dramaturga y actriz israelí, basada en su propia historia de amor.

Tras el éxito de esta pieza en Francia e Israel, llega por primera vez a Hispanoamérica. En Una historia de amor israelí, veremos a más de veintidós personajes interpretados por Yamada, que logra la instantánea conexión con el público, sin perder detalles, a pesar de que la historia dura más de una hora y media. Esta narra la vida de Margalit, una joven de 16 años que se  enamora a primera vista de Eli BenZvi, un muchacho de 20 años, quien al principio parecía no estar interesada en ella, pero por cosas del destino se encuentran nuevamente cuando ella ya tiene 22 años de edad.

Más adelante, Margalit se convertiría en el amor verdadero de Eli BenZvi a pesar del conflicto israelí-palestino en el que se encontraban estos países en los años cuarenta. Ellos intentarán mantener su relación pese a que sus vidas y de las personas que más quieren corran peligro. Para esta puesta en escena solo contaron con una maleta, una silla y una radio. La atmósfera que crea esta artista es mágica, pues las risas que nos roba, los llantos de alegría y otros de tristeza, conmueven más de un corazón. A pesar de los problemas que enfrenta, Margalit  siempre mantuvo la esperanza de que la guerr a terminara y que se casaría con Eli BenZvi.

Me gustaría poder decir que tuvo un final feliz, pero no es así. Margalit siempre vivirá con el recuerdo de su gran amor y eso nos motiva a creer que a pesar de los años, los verdaderos amores no mueren; aunque no estén presentes, siempre los llevaremos en nuestros corazones, ya que solo amamos una vez. Me siento afortunada de haber presenciado este unipersonal con MaCla Yamada e invito a todos mis amigos lectores a venir a ver esta puesta en escena que tiene un hermoso mensaje de amor.

La obra se podrá ver todos los martes y miércoles en el Teatro de Cámara del Centro Cultural El Olivar, hasta el 2 de noviembre. Las entradas están a la venta en la boletería del Teatro de Cámara del Centro Cultural El Olivar (Calle La República 455, San Isidro) con un costo de 30 soles general y 20 soles estudiantes o a través de PAPAYAPASS. La dirección es de Gonzalo Tuesta y la asistente de dirección y productora es Nazaret Ortiz. Es una obra recomendada para mayores de 14 años.

María Victoria Pilares
12 de octubre de 2016

miércoles, 12 de octubre de 2016

Crítica: LA ESTACIÓN DE LA VIUDA

Digna despedida en el Teatro de Lucía  

Las despedidas siempre serán tristes. Siempre y cuando estas no se realicen a través de una simpática comedia de enredos, como lo es La estación de la viuda (La Station Champbaudet, 1862) del dramaturgo francés Eugène Labiche, autor de un puñado de pequeñas joyas del vodevil, en donde se despide de los escenarios Lucía Irurita. Nuestra primera actriz, quien ha participado en más de cien montajes teatrales (que incluyen clásicos como Seis personajes en busca de autor, La fierecilla domada, Electra y Flora Tristán) y trabajado para los más prestigiosos directores (como Sergio Arrau, Luis Álvarez, Carlos Gassols y Pepe Velásquez), elige un texto sencillo pero muy disfrutable en la puesta en escena en su Teatro de Lucía, gracias a la limpia dirección de Norma Berrade y a un sólido elenco.

La estación de la viuda no hace referencia por cierto, a ningún periodo del año, ni a ningún establecimiento de servicio, ni a ninguna emisora radial: es el simbólico nombre que le da el pícaro arquitecto Paul Tacarel (un fresco y divertido Claudio Calmet) al departamento de Madame Champbaudet (Irurita), pues en ese lugar es donde espera la señal para subir a visitar a su amante (una mujer casada), mientras este coquetea con la viuda usando el pretexto del diseño de un mausoleo para su difunto esposo. Las cosas se complican cuando el delicado mayordomo (Jose Antonio Buendía) es despedido y el marido engañado (Kike Casterot) comienza a sospechar, pues comienzan a sonar misteriosas melodías (las señales de los amantes) en ambos pisos cada vez que este sale a trabajar.

Tal como lo explicara Alberto Isola, quien dirigiera el espectáculo vodevil El dedo en el ojo (1996) que incluía una obra de Labiche, la farsa francesa tiene “un ritmo vertiginoso, anécdotas complicadas, precisión matemática al servicio de una historia que desnuda, sin intenciones moralistas sino más bien con despiadado cinismo, la mezquindad, la avaricia, la hipocresía y la vanidad de una burguesía que el autor conoce muy bien.” Berrade, habitual colaboradora de Isola en la dirección, cumple a cabalidad su cometido, eso sí, debiendo ajustar las entradas de las canciones en vivo para no alterar demasiado el ritmo de su puesta. Completan el elenco una recuperada Mirna Bracamonte, el siempre divertido Nicolás Fantinato, la joven Adriana Cuba y el veterano César Padrón. La estación de la viuda es una digna despedida de una gran actriz como lo es Lucía Irurita, capaz de elevar la calidad de una puesta en escena por más sencilla que esta sea.

Sergio Velarde
12 de octubre de 2016

Crítica: LA SANGRE DEL PRESIDENTE

Polémica y desconcertante historia política 

Luego de ser duramente criticada cuando se dio a conocer en el Festival Sala de Parto 2015 a través de una lectura dramatizada con conversatorio incluido con el autor, la pieza La sangre del  presidente del dramaturgo Aldo Miyashiro llega por fin al escenario teatral de la AAA. Escrita por encargo en aquella oportunidad (Miyashiro era homenajeado en el mencionado festival), el texto fue catalogado públicamente durante el evento por el veterano dramaturgo Alonso Alegría como una “posible buena obra futura” consistente en un “primer y muy apurado borrador”. Sin embargo, es conocido también que una acertada dirección puede acaso sumar puntos valiosos al respectivo montaje teatral; y este es precisamente el caso, sin duda, con el trabajo en conjunto del director Miyashiro y Ximena Arroyo, interesante directora responsable, entre otras puestas en escena, del inolvidable reestreno de Función velorio (2008), brillante pieza del autor Miyashiro que se mantiene todavía, en calidad, muy por encima de La sangre del presidente.

La historia que presenta Miyashiro en su última pieza recicla diversos eventos ocurridos durante las pintorescas y delirantes campañas presidenciales que hemos presenciado en los últimos años. Si acaso el título de la obra prometía una especie de thriller político, con el candidato favorito a la Presidencia de la República Ricardo (interpretado por un notable Lucho Cáceres) enfrentándose a los demenciales ataques de sus contrincantes, los derroteros que toma el texto resultan muy diferentes: la “sangre” en cuestión se refiere más bien a la repentina aparición de una supuesta hija no reconocida por el candidato llamada Abril (feliz debut de Daniela Nunes), recluida en un centro de rehabilitación y que pondrá en serios aprietos a la futura Primera Dama (Kathy Serrano) y al leal asesor de Ricardo (David Carrillo).

El vuelo creativo de los directores y la habilidad de los intérpretes maquillan muy bien la poca profundidad dramática y el estereotipo de algunos personajes, con un ágil y fluido montaje que incluye además secuencias de video con los variopintos aspirantes a la presidencia que hemos tenido el (dis)gusto de conocer. Imágenes que por cierto, lucen incongruentes con la intachable personalidad de Ricardo: ¿será realmente el único político honesto que nos queda? Por su parte, los actores cumplen a cabalidad su función: los experimentados Serrano y Carrillo asumen con dignidad sus personajes, quienes enfrentan problemas de salud y el resentimiento de vivir siempre a la sombra de otro, respectivamente; mientras que los sensibles personajes de Abril y su novio Marcos (André Silva) se escapan por los pelos de caer en el trillado cliché, gracias al esfuerzo de sus intérpretes.

Mención especial para el personaje de Manolo Rojas, quien debuta formalmente en las tablas interpretando a un cómico ambulante con problemas de adicción llamado “El Chupos”. Si bien es cierto su personaje resulta secundario (su alianza proselitista con Ricardo solo es el pretexto para que el candidato conozca a su desconocida hija), su presencia se impone durante todo el montaje, y el  trabajo de dirección consigue que por varios momentos este personaje aparezca en escena y no el divertidísimo actor cómico. En ese sentido, el duelo de chistes entre Ricardo y “El Chupos” (momento antológico del montaje y además, prescindible dramáticamente) resulta revelador: Rojas arranca sonoras carcajadas, pero Cáceres (dominando la escena) recibe generosos aplausos por su chiste y por estar al 100% en personaje.

El último escollo de La sangre del presidente es el final, catalogado durante su primera lectura como una “contradicción argumental”. Y es que en la penúltima escena, tres personajes centrales mueren cruelmente en un incendio provocado; sin embargo, estos aparecen al final, acompañando al resto de personajes, como si nada (supuestamente) hubiera pasado. Pues bien, Miyashiro y Arroyo se las ingenian no solo para mantener este ambiguo desenlace, sino que valiéndose de los recursos escénicos con los que cuentan logran sorprender al espectador con una perturbadora imagen de claro mensaje antipolítico. La sangre del presidente no alcanza los anteriores brillos de su autor (creador también de piezas de alto calibre como No amarás o Un misterio, una pasión), pero su puesta en escena sí que es perturbadora, desconcertante y altamente entretenida.

Sergio Velarde
12 de octubre de 2016

martes, 11 de octubre de 2016

Crítica: SIN ALIENTO

Cuando el hombre llega al límite   

Cuatro actores, dos obras, un gran tema. Estos son los elementos que componen “Sin Aliento”, proyecto escénico desarrollado y actuado por cuatro talentosos y jóvenes actores, a quienes hay que ponerles una marca para poder seguirles los pasos y que no se nos pierdan, y no solo por su trabajo actoral sino porque si su interés está en trabajar obras cuya intención sea la de llevar al espectador a una dimensión oscura, a un lugar del que uno quisiera salir lo más pronto posible, pues yo se los agradezco.

Las dos obras que componen “Sin Aliento” son “Con los pies en el agua” de Gregor Díaz, gran dramaturgo peruano, y Maratón de Nueva York de Edoardo Erba. Ambas obras tienen un tema en común: La resistencia humana, que también se puede traducir, como los mismos actores nos dicen en el programa de mano, en la voluntad de seguir adelante sin mirar atrás. Yo creo que también las dos obras tienen mucho que ver con la aceptación, con aceptar la situación. Es decir, ya se resistió, ya se llegó hasta donde el cuerpo y la mente permitieron, ya se hizo el máximo esfuerzo. Después de aquello, solo queda aceptar que ya no se puede más.

En “Con los pies en el agua”, el espectador se debe preparar para una historia que nos hace transitar entre situaciones extremas y decidir por una de ellas. ¿Qué es mejor sentir?, ¿qué duele menos?, ¿de qué forma es mejor rendirse? Creo que el trabajo actoral de Nicolás Valdés y Guillermo Rendón es tan potente como el texto mismo y si bien hay audios que pudieran tener una mejor calidad, el trabajo no se ve afectado.

“Maratón de Nueva York”, actuada por Daniel Cano y Valentín Prado, puede que sea menos agobiante que la primera obra, pero no por eso es menos sorprendente ni real. Creo que nos lleva más que nada a un estado de reflexión, a pensar en qué momento de nuestra vida creemos que estamos y hacia donde debemos seguir en adelante. ¿Podremos seguir adelante?

Definitivamente esta es una de esas obra en que, al encenderse las luces, nadie se levanta de sus asientos de golpe, y es que nos cuesta un tiempo asimilar lo que hemos visto, lo que hemos sentido. Y este hecho puede ser un tanto injusto para los actores pues los aplausos no son tan fuertes o tan largos, y no, no es porque no nos gustó lo que nos dieron. Es que estamos en shock. Y pido disculpas por eso. Quizás debimos esforzarnos un poco más en volver a la realidad y premiarlos con aplausos más fuertes. Quizás nos debimos poner de pie.

La obra está en el teatro Ensamble en Barranco y aún quedan cinco funciones más. No se la pierdan.

Daniel Fernández
11 de octubre de 2016

lunes, 10 de octubre de 2016

Crítica: DIVERTIDAMENTE

Por nuestro niño interior   

Divertidamente es una adaptación de la película "Intensamente". Nos muestra las emociones de Riley, una niña de nueve años y de cómo ella es guiada por sus emociones: Alegría, Tristeza, Temor, Desagrado y Furia. Ellos viven en la cabeza de Riley y desde ahí la ayudan y aconsejan  a tomar sus decisiones. Pero la noticia que recibe por parte de su padre sobre que se mudarán a una nueva ciudad, y que por ello deberá dejar a sus amigos y las cosas que ella más quiere, genera en ella una gran confusión, en donde sus emociones chocan al decidir cómo actuar, llevando así a Alegría y Tristeza a recorrer todos los recuerdos de Riley. Es así que llegan a encontrar a Bing Bong, quien las ayudará a volver a casa para poner orden en el centro de control y ayudar a la pequeña Riley a estar feliz con su nueva vida.

Esta obra, más que estar dirigida para niños, es un verdadero regalo para las personas mayores que podrán entender con facilidad lo que sucede en la cabeza de Riley, algo que acaso los más pequeños no lograrán comprender con facilidad. Los personajes nos muestran las emociones que tienen al momento de resolver algún conflicto. Divertidamente es una obra emotiva y entretenida, donde nuestro niño interior se divertirá con cada ocurrencia de estos personajes. Me encanta el mensaje que nos puede dejar esta obra: de que crecer es disfrutar las alegrías, pero también aprendemos de nuestras tristezas y que con ayuda de nuestros seres queridos,  podremos aprender a ser felices.

Solo me queda decir que gracias por la función, que solo tengan un poco de cuidado en los cambios de escena (por ahí, un poco de coordinación en el baile). Por lo demás, invito a que vengan a disfrutar de esta gran obra que es para los niños, pero pensada para los adultos. La obra es presentada por el grupo de teatro Amarionetta, fundado por Wendy Montoya Chacón, quien además de ser protagonista y escenógrafa de la puesta, la codirige al lado de Jorge Carrión. El vestuario es responsabilidad de Christie Chacón Yparraguirre y participan los actores Vivian Irribarren, Lady Arbildo, Hermilio Vega, Nick Delgado, Jairo La Rosa Guzmán, Jasmine Soria, Richard Reyna y Stefani Ruiz. Solo quedan dos funciones, los sábados 15 y 22 de octubre en el Auditorio ICPNA Lima Centro.

María Victoria Pilares
10 de octubre de 2016

martes, 4 de octubre de 2016

Crítica: INTOLERANCIAS

Cuando los miedos de otros nos cortan las alas   

Es de lo más natural que nuestros padres sean las primeras personas que nos enseñen la diferencia entre el bien y el mal, nuestros primeros valores, la primera forma de ver y valorar el mundo. Pero, ¿qué ocurre cuándo lo que se nos inculca tiene más de miedos que de valores?, ¿qué pasa con la mente de un niño cuando lo que se le enseña tiene más de odios que de amor? ¿Qué pasa cuando trasmitimos intolerancia como si esto fuera lo correcto?

La obra “Intolerancias”, basada en el libro “Una plegaria para Bobby” de Leroy Aarons y adaptada y dirigida por Gerardo Fernández, propone una respuesta: Pasa lo peor, y en lo personal, comparto su postura.

Y es que esta obra nos muestra cómo una familia puede destruirse cuando sus integrantes se niegan la oportunidad de entender que las personas no nos hacemos en moldes ni tenemos la obligación de pensar ni sentir solamente de una forma, y aunque quisiéramos no podríamos hacerlo, simplemente, porque no somos iguales.

Es así que Bobby, el personaje principal de la obra, bien interpretado por Jorge Gestro, desde pequeño se da cuenta de que la única forma que tiene para encajar en su familia es la mentira, empezando por mentirse a sí mismo respecto a sus verdaderos sentimientos, a su verdadero ser. Sin embargo, los problemas surgirán cuando Bobby ya no pueda soportar el dolor que siente al saber, o más bien creer, que lo que siempre dice su madre es cierto: “Los homosexuales arderán en el infierno”. De manera que no importa cuánto Bobby se oculte de los demás, no importa cuánto intente mentir. Él sabe que está condenado por ser quien realmente es y este temor le perseguirá por siempre, al igual que el rechazo que su madre empieza a sentir hacia él una vez que se entera de la verdad.

En una crítica pasada mencioné que yo creo que las obras de teatro son, siempre, una gran oportunidad para darle al espectador algo en qué pensar. Creo que una obra teatral es muy valiosa cuando, además de su dramaturgia, dirección actuación, montaje, etc., hacen que el público se enfrente consigo mismo y se cuestione sobre diversos temas, y no importa si es desde el drama o la comedia. También creo que es una lástima cuando una obra de teatro pierde esa oportunidad de “presionar los botones” en el público, pero respecto a “Intolerancias” he quedado más que complacido.

“Intolerancias” es una obra necesaria que muestra una realidad que existe y que es terrible pues deja bien en claro lo que puede ocurrir cuando se pretende amar a alguien, un hijo, un hermano, un amigo, desde el miedo, el odio y la ignorancia.

“Intolerancias” está hasta el 16 de octubre en el teatro Esencia de Barranco. Creo que es importante apoyar propuestas valientes como esta.

Daniel Fernández
4 de octubre de 2016

lunes, 3 de octubre de 2016

Crítica: DE TODO, EN UN DÍA

Conversaciones en el Teatro Larco   

Teatro Plan 9 presenta un espectáculo teatral creado a partir de 5 obras cortas, dirigido por David Carrillo, con las actuaciones de Sandra Barbosa, Piera Del Campo, Rodrigo Falla Brousset, Airam Galliani, Talía Ganoza, Andrés Luna, Iñigo Luna, Alicia Mercado, Jean Paul Neyra, Henry Peláez, Valentín Prado y Martín Velásquez.

La noche empieza con el primer montaje: “Espacio” de Donald Marguilies, que a pesar de ser algo denso tiene un final muy "feeling". El suceso empieza en la madrugada, cuando Andrés le cuenta a su amigo el proceso de su viaje al desierto y de cómo terminó con su novia; al escuchar esto, su amigo le cuenta su experiencia para reconfortarlo, hasta que él se queda dormido.

El segundo es “La secretaria” de M. Lynda Robins. La protagonista se ve envuelta en unos enredos al ser llamada por su jefe, el cual le pide explicaciones por las fuentes que usó para entregar su reporte. Es una escena muy graciosa, también realista, en donde en la mayoría de los casos se refleja una realidad que existe aún en las compañías o centros de trabajos: el minimizar el trabajo de una mujer. Por otro lado, la historia termina con una gran sorpresa que nos roba más de una sonrisa.

En el tercero, “Dúo Matrimonial” de Lauren Wilson, unos recién casados tienen algunos problemas en la luna de miel: todo transcurre antes de entrar al umbral, que es una tradición en la que el novio carga a la novia, pero sin querer la hace caer; en consecuencia, se verá la furia de la novia. Suceden cosas que uno no se puede explicar, además refleja cómo a veces podemos llegar a ser algunas  mujeres. Es una escena muy cómica y realista, que nos hace reflexionar sobre cómo el amor siempre triunfa a pesar de los problemas.

El cuarto montaje es de David Carrillo, llamado “Sombra nada más”. Empieza con la mudanza de Jackelin al departamento de su enamorado Manuel. Ella se molesta por ver ahí la presencia de una mujer y le pide una explicación a su pareja. Él le dice que es el recuerdo de su ex; Jackelin no logra entender hasta que la ex le dice que no se puede ir, porque está atrapada en los pensamientos de Manuel. Al ver este cuadro, Jackelin también recuerda a su ex y este aparece, así de la nada. Es entonces donde los cuatro empiezan a entender algunas cosas, que después de terminar una relación esta se vuelve parte de sus propias sombras, que los persiguen a donde vayan; además, que no se puede reemplazar a una  persona con otra.

Finalmente, el quinto es “El control” de Mark Harvey Levine. Esta es la historia de una pareja que vive en la monotonía, que sin darse cuenta su relación va de mal en peor. Una noche, como de costumbre, se ponen a ver TV y al cambiar de canal, uno de ellos se ve poseído por el espíritu del aparato, haciéndole hablar solo comerciales. En esa lucha por quitarle el control remoto y por ayudarse uno al otro, ambos comprenden que para salir de cualquier problema deben permanecer juntos y deciden no volver a prender nunca más ese aparato.

Quiero agradecer tanto talento en las puestas en escena, me encantó también el buen elenco. Aunque a mi parecer, me hubiera encantado que el orden de las obras hubiesen sido otro, ya que si empezó la obra con algo de "feeling", esta termina igual, como que le quita la emoción de un final satisfactorio. A pesar de eso, la vida es como una caja de bombones: uno nunca sabe lo que va a encontrar.

María Victoria Pilares
3 de octubre de 2016