viernes, 4 de julio de 2025

Crítica: LA ÓPERA DE LOS TRES CENTAVOS


Brecht se alza sobre las tablas limeña

Brecht escribe La ópera de los tres centavos con la intención de abordar una problemática urgente que no solo habla de su mundo, sino algo que globaliza a toda la humanidad: temas como el cinismo, la explotación laboral y, sobre todo, la corrupción capitalista. Y bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra, observamos un punto de vista ácido, crítico hacia nuestra realidad peruana y especialmente, entretenido. Una coproducción entre Teatro Británico y Éxodo Teatro.

En escena, André Silva como el inherentemente encantador Mackie Navaja; María Grazia Gamarra como la inocente y astuta Polly Peachum; Alonso Cano siendo la pragmática Señora Peachum; Leonardo Torres Vilar, el empresario mendigo adulador Señor Peachum; Óscar Yépez encarnando al curioso Tigre Brown y a la seductora Jenny Towler; Amaranta Kun siendo la vehemente Lucy Brown y el gran Bertolt Brecht. Hay mucho que decir de este montaje que para algunos es aberrante y para otros, Brecht lo aplaudiría.

En primera instancia, la obra como texto escrito responde a una lucha que está liderada por masas, es decir, que no solo le pertenece a un individuo, sino a muchos. Esto es el teatro épico, un teatro que propone cuestionar y confrontar al espectador para que despierte ante la mágica teatral que sucede cuando vas al teatro.

Al entrar al Británico, la propuesta escenográfica por Lorenzo Albani te causa cierta inquietud a través de un golpe visual en el buen sentido. La escenografía no busca situar la obra en espacios determinados, sino que alterna y juega lógicamente con los lugares que permiten que los actores entren en un estado de convención en relación al espacio diegético.

Por otro lado, la dirección lúdica de Gamarra permite exponer lo que Brecht quiere lograr, en relación con los personajes que son liderados por actores que, más que actuar, buscan arquetipos: personajes desdibujados que no tienen una identidad concreta. El teatro épico propone personajes que no son buenos ni malos, sino imágenes visuales para que el espectador despierte.

Estos efectos de distanciamiento teatral se observan en toda la obra. Realmente, un montaje muy sólido, lleno de momentos divertidos y grandilocuentes. Eso es lo que esta obra busca: divertir con consciencia para interpelar. En general, un montaje que lleva todo al límite y que pone al espectador como un actor más de la obra.

Continuando con el cuerpo musical de orquesta a cargo de Jaime Bazán, es interesante cómo Gamarra introduce su visión operística para hacerle honor a La ópera de los tres centavos; es decir, no podría faltar ópera. Recordemos que Brecht escribe esta obra con el propósito de interpelar. En ese sentido, la propuesta musical de estilo expresionista es muy oportuna, no solo porque embellece a la obra como tal, sino porque acompaña el ritmo de la obra. Asimismo, deliciosamente se observa cómo el timing está tan cuidado y todo encaja de una manera precisa y directa, como diría Mackie, “justo en el blanco”.

No hay que olvidar a los actores. Es que en escena no se ven actores como tal, y esto le hace honor al pensamiento brechtiano. El elenco está conformado por actores que tienen personalidad. En esencia, la obra no quiere simplemente priorizar el “hacer”, sino que esta propuesta apuesta por mostrar y evidenciar los roles que cumple cada personaje dentro de la historia.

Por un lado, está el encantador Mackie Navaja de la mano de Silva, siendo un aprovechador y encantador que es capaz de sacudir a todo el barrio de Soho. Y seguidamente está Polly Peachum, que para algunos puede ser inocente y virtuosa, pero la señorita Peachum es mucho más que eso; se podría decir que es el personaje que tiene claro lo que sucederá con todos al final, siendo la más astuta, interpretada por María Grazia Gamarra. No hay que olvidar a los padres pintorescos, el señor Peachum y la señora Peachum, haciendo una mención especial, ya que aquellos personajes en los cuerpos de Torres Vilar y Cano se vuelven una dupla totalmente brillante. Kun y Yépez, por su parte, se consolidan como actores completamente versátiles, llenos y dispuestos a evidenciar una denuncia capitalista. 

En general, un montaje que, sobre las tablas, muestra ironía, sátira y una crítica directa hacia las fuerzas autoritarias. Un espectáculo que lleva todo al límite, con una estética brechtiana muy bien cuidada. En esta versión, Gamarra nos convoca a ser espectadores activos, alejados de la ilusión teatral, para pensar en la ópera como un llamado a la acción. Éxodo lo hace una vez más: presenta una puesta de escena muy sólida y osada.

Juan Pablo Rueda

4 de julio de 2025

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