Apocalíptico círculo vicioso
Tú no entiendes nada fue un discreto montaje del 2011, escrito por el joven Juan José Oviedo, que tuvo un estreno en simultáneo en España, Argentina y Perú. Y si bien se trataba de un sencillo texto, en el que se privilegiaba la repetición ad infinitum de los mismas frases y que podía recibir virtualmente cualquier tipo de lectura por parte del director de turno, sí nos permitió conocer a esta nueva promesa de la dramaturgia. Pues Oviedo viene presentando actualmente, gracias a su compañía teatral Cientos Volando en su primera incursión en nuestra capital, su nueva pieza, que recibe el nombre de Árido, dirigida por Henry Sotomayor, de quien vimos el año pasado El dolor por tu ausencia de Jaime Nieto.
Tú no entiendes nada fue un discreto montaje del 2011, escrito por el joven Juan José Oviedo, que tuvo un estreno en simultáneo en España, Argentina y Perú. Y si bien se trataba de un sencillo texto, en el que se privilegiaba la repetición ad infinitum de los mismas frases y que podía recibir virtualmente cualquier tipo de lectura por parte del director de turno, sí nos permitió conocer a esta nueva promesa de la dramaturgia. Pues Oviedo viene presentando actualmente, gracias a su compañía teatral Cientos Volando en su primera incursión en nuestra capital, su nueva pieza, que recibe el nombre de Árido, dirigida por Henry Sotomayor, de quien vimos el año pasado El dolor por tu ausencia de Jaime Nieto.
El espacio elegido para el montaje de Árido no pudo ser mejor, pues el húmedo
y claustrofóbico sótano del Centro Cultural Juan Parra del Riego (escenario también de Pedro y el capitán) se presta enormemente para crear la
atmósfera apocalíptica que la historia reclama. En un futuro no muy lejano, en
el que los seres humanos se han visto reducidos a convertirse nuevamente en un
puñado de salvajes sin escrúpulos ni razón, dos seres que responden a los
nombres de Abel (Alberto Nué) y Daniel (Juan José Oviedo), viven escondidos en
un almacén con provisiones. Abel es la figura dominante, mientras que Daniel es
relegado a ser el obediente esclavo; ambos atrapados en un interminable círculo
vicioso de poder y sumisión. La llegada de una mujer extranjera (Grace Humire)
produce un peligroso quiebre en la rutina de los dos hombres.
La repetición de los textos tiene aquí, sin embargo, un tratamiento
diferente al de la versión peruana de Tú no entiendes nada: los diálogos no se
sienten redundantes, pues las acciones que realizan los personajes tienen diversos
sentidos en escena y no se sienten para nada forzados. La fluidez y el ritmo de
la puesta se notan muy trabajados. Y el final de la obra, no hace otra cosa que
reafirmar la sospecha que algunas de nuestras nocivas costumbres jamás podrán
ser cambiadas, pues el quiebre que realiza la mujer provoca que el mismo orden sea
restablecido, aunque con diferentes personajes. El rol de Daniel es clave
entonces, para entender la conversión de víctima a victimario.
Sotomayor, con estudios en la ENSAD y un sólido entrenamiento corporal,
dirige con vehemencia el montaje, aprovechando las posibilidades vocales y
físicas de los actores, además de lograr imágenes duras y estilizadas a la vez,
como el brutal ataque de Abel hacia la mujer. El vestuario y el maquillaje refuerzan el ambiente hostil y dantesco. Las actuaciones de elenco son
excelentes, especialmente el mismo Oviedo, quien acaso por ser el autor, llega
a exprimir del todo a su personaje, pues encuentra muchos matices en su
caracterización. Árido es un discreto e impecable montaje, que constituye una
verdadera sorpresa dentro de nuestro teatro independiente. Muy recomendable.
Sergio Velarde
06 de setiembre de 2013
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