Contundente retrato de violencia
Luego de la estimable reposición de Números reales hace algunos meses,
el Museo de Arte de Lima – MALI vuelve a ser escenario de un excelente espectáculo,
que aprovecha con sabiduría el potencial de la historia, los elementos técnicos
del auditorio y el talento del elenco involucrado. Falsarios nos transporta a
un demencial viaje hacia el mundo de las mentiras y las apariencias, como si se
tratara de una verdadera road-movie de pesadilla, en la que asistimos al
desarrollo de un súbito secuestro,
perpetrado por dos subversivos amateurs (Manuel Gold y Lizet Chávez), con
trágicas consecuencias; y al progresivo desmoronamiento de una infeliz pareja
(César Ritter y Mónica Madueño). Escrita por Gino Luque (autor de Los Número Seis, una puesta en escena acaso adelantada para su época) y dirigida por
Carlos Galiano (director de Newmarket y actor de la extraordinaria Demasiado poco tiempo), Falsarios salpica dolor, violencia y sangre en cada cuadro,
constituyéndose en uno de los montajes imperdibles de este año.
A destacar el elenco: Manuel Gold (notabilísimo en A ver, un aplauso) y
Lizet Chávez personifican
convincentemente a la pareja de jóvenes
terroristas, servidos por las ingeniosas líneas de Luque, que juegan mucho con
la redundancia y el despropósito. Gold aprovecha su registro para la comedia
para construir un sólido personaje con varios niveles dramáticos; y Chávez tiene la difícil
tarea de atravesar por toda una gama de emociones, saliendo airosa del reto, especialmente en la escena en el cine.
Acompaña un César Ritter en plena evolución, demostrando sus grandes avances
como actor dramático: sus escenas con Mónica Madueño son exigentes y
contundentes.
En suma, una conmovedora historia que acierta en su presentación llena de rupturas temporales, que así como logró con creces Números reales, nos
permiten sentir una inmensa compasión por los antagonistas de la historia. Una
funcional escenografía y el moderado pero acertado uso de las proyecciones,
estilizan en gran forma el montaje. Una amalgama de felices aciertos técnicos,
con sonidos y luz precisos, que junto al competente reparto, realzan la puesta
en escena. Un espectáculo de visión imprescindible. Virtuosismo teatral crudo, puro
y duro. Eso es Falsarios.
Sergio Velarde
24 de octubre de 2013
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