domingo, 7 de julio de 2019

Crítica: BAGUA, NI GRANDE NI CHICA


The critic has to write… about Bagua

¡Sara Joffré, presente!

Sara nunca deja y dejará de sorprender, ni siquiera a cinco años de su partida terrenal (y a diez del “Baguazo”). En el 2011, organizó un Taller de Crítica Teatral en el ICPNA de Miraflores, cuya conclusión la dejó entrever a sus asistentes en la última clase, al comentar un artículo sobre una obra de Brecht que decía en inglés: “And the critic has to write… (Y el crítico tenía que escribir…)”. Dicha conclusión no pudo ser mejor interpretada por Diego La Hoz, director de Bagua, ni grande ni chica, en su crónica de aquel entonces: “Esa era la clave. Has to. El crítico tiene que escribir. Ver una obra de teatro es un hecho histórico que despierta un deseo por prolongarlo y registrarlo. El teatro cuando sucede, ya pasó. Su carácter efímero y su posible desvalorización en el tiempo hacen que alguien tenga que escribir sobre él”. El valor histórico del hecho teatral es innegable, así como también este mismo se convierte en la tribuna ideal para ejercitar la memoria, y así no olvidar tragedias de nuestra historia reciente, algunas escandalosas como las ocurridas en Bagua y que Sara acerca al espectador, como solo ella es capaz de hacerlo.

La presencia de Sara Joffré en nuestra historia teatral es indesligable e indispensable, como dramaturga, crítica, directora y promotora de un teatro de resistencia entre los más jóvenes. Ahí están sus entrañables textos para niños con el toque “brechtiano” de rigor, con la creación del grupo Homero - Teatro de Grillos (1963) y sus intermitentes temporadas a cargo de diversos colectivos, como Las nuevas ropas del rey (2007), La leyenda de Sleepy Hollow (2012), Almendrita (2013) y La leyenda del pájaro flauta (2017). En los últimos años, además, asistimos a distintas temporadas en las que apreciamos la amplia diversidad temática de la obra de Sara: desde sus primeras creaciones, como la incomprendida Cuento alrededor de un círculo de espuma (2011) y la notable En el jardín de Mónica (2015), hasta sus últimos textos con alto contenido social, como la inquietante Especies (2010), así como Aparecen las mujeres (2018). Sara logra con Bagua, ni grande ni chica una paradoja extraordinaria: unir de manera insólita a tres emblemáticas instituciones teatrales limeñas (Club de Teatro, AAA y EspacioLibre), a través de uno de los hechos más vergonzosos de nuestra historia republicana, en la que la falta de comunicación y entendimiento, más allá de la corrupción y los atrevidos intereses creados, cobró la vida de treintaitrés personas (veintitrés policías y diez nativos) y una aún desaparecida, en uno de los lugares más bellos de nuestro país.

Amazonas, 5 de junio del 2009. Miles de nativos amazónicos bloqueaban la carretera Fernando Belaúnde Terry, en medio de violencia, confusión, intereses creados, grupos radicales y verdades a medias, durante el segundo gobierno de García Pérez, que promovió una política de inversiones como parte de la ejecución del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. La incapacidad del Estado para entender la verdadera situación que venía ocurriendo y el nulo entendimiento con los compatriotas de la región que desencadenó la masacre al querer resolver el bloqueo a la fuerza, son llevados al escenario de la AAA por ocho actores de dos generaciones, que buscarán explicaciones y respuestas (o al menos, intentarán) a los mencionados acontecimientos, servidos con las poéticas y contundentes palabras de este texto póstumo de Sara, el que escribió cuando ya no quería escribir cosas que no le fueran de interés. Y es que para Sara, la tierra y la importancia de administrar sus recursos o no, es de interés. Desde siempre, la historia lo confirma.

La Hoz, todo un entendido de la dramaturgia de Sara, presenta acaso su montaje más ambicioso, cuidadosamente ejecutado por una intachable troupe, en la que la joven actriz Ilda Polo no desentona al lado de los consumados Ximena Arroyo, Manuel Calderón, Paco Caparó, Omar Del Águila, Eliana Fry García-Pacheco, Karlos López Rentería y Jhosep Palomino. Vestuario, iluminación, diseño escenográfico, voces y cuerpos de los actores al servicio de una historia que no se detiene, desde la presentación por parte de representantes de cada institución rogando que el público apague sus celulares, hasta la última imagen con Fry García-Pacheco con sus senos al descubierto, anunciando el “fin de la comedia” delante de sus compañeros. La pertinente reflexión de Rubén Quiroz lo explica seguramente mucho mejor. Un montaje hipnótico, potente, surrealista, sarcástico y provocador, que hace patria, como lo quiso su autora, con demasiadas preguntas y ninguna respuesta certera. Como debe de ser. La ficción teatral en feliz comunión con la necesaria reflexión para recordar. Arte con memoria. Y por todo lo anterior es que Oficio Crítico reseña Bagua, ni grande ni chica. No por completismo. No por eso. Porque se tiene que hacer. The critic has to do it.

¡Sara Joffré, presente!

Sergio Velarde
7 de julio de 2019

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