domingo, 14 de julio de 2019

Crítica: NOS VOLVEREMOS A ENCONTRAR


Tibia adaptación de Bollywood

Cine y teatro mantienen demasiados puntos en común, pero también grandes diferencias que los convierten en dos estilos de hacer arte muy particulares. El teatro, eminentemente tradicional desde épocas remotas, compite en la actualidad, entre otras plataformas, con el cine y su relativamente nueva manera de contar historias a través de imágenes en una pantalla. Mientras que en el cine estamos condicionados a observar la historia a través del punto de vista del director (y de su cámara) y lo que este permite que veamos, el rango de atención y observación del espectador en el teatro debe manejarse de otras maneras creativas. De igual manera, las actuaciones en el cine llegan a través de varios filtros, mientras que en escena, el trabajo actoral es directo y sin retomas, pero con la posibilidad de reaccionar: la colectividad que debería haber en las butacas para ambas disciplinas artísticas son necesarias, pero evidentemente más en el teatro que en el cine.

Son precisamente estas notables diferencias las que se deben tomar en cuenta al adaptar un texto dramático a la pantalla grande y también, a la inversa. Y por supuesto, tener muy en claro las verdaderas motivaciones para realizar dichas versiones. Y no nos engañemos, acaso dichas motivaciones sean más lucrativas que artísticas. Y que además, las ideas acaso se agotan. Con igual número de aciertos y fallos a lo largo de los años, las numerosas adaptaciones del cine (generalmente norteamericano) al teatro han llamado poderosamente la atención, habiéndose estrenado en nuestra capital, por citar algunos ejemplos: Hairspray, el Musical (2012), La Tiendita del Horror (2014), La Jaula de las Locas (2014), Full Monty (2015), Fiebre de sábado por la noche (2015) y más recientemente, Billy Elliot, el Musical (2018), sin contar las innumerables versiones (supuestamente autorizadas) de cintas familiares realizadas en teatro para la infancia. Pues bien, se encuentra en cartelera nada menos que la adaptación de una de las cintas indias más populares de los últimos tiempos: Rab ne bana di jodi (Una pareja hecha por Dios, 2008) titulada Nos volveremos a encontrar, una simpática comedia musical con resultados tan correctos como discretos, en el Teatro Auditorio Miraflores. Pero, ¿cuál fue la motivación para esta temporada: llevar la colorida y alegre cinta hindú a los escenarios limeños como puro entretenimiento o centrarse en su mensaje lleno de positivismo y esperanza que sugiere?

Adaptada y dirigida por un atípico Mikhail Page (su último trabajo, La película, se encuentra en las antípodas del presente montaje) y con la producción de Cabac Teatro, Nos volveremos a encontrar presenta la historia del tímido Suri (Jean Pierre Sullón), quien es “invitado” a casarse, debido a una promesa que involucra a su maestro, con Tani (Sary Álvarez), sin estar ella realmente enamorada de él; así que el joven decide hacerse pasar por un personaje totalmente opuesto, de nombre Raj, que termina siendo la pareja de baile de su propia esposa para un concurso. La romántica película de la que parte, protagonizada por el ídolo Shahrukh Khan, el “Rey de Bollywood”, rompió records de taquilla no solo por su sencilla y entretenida trama, sino también por sus pegajosas secuencias de canto y baile, indeleble marca de fábrica del nuevo cine hindú. Y es que el imperio de Bollywood ha sabido alcanzar altos niveles de calidad y además, reconocimiento internacional, gracias a sus historias con un delicado equilibrio entre romances e hiperbólicas coreografías, danzas y cantos, como un verdadero espectáculo musical. La puesta en escena de Page parece centrarse acaso más en la lucha de Suri por conquistar el corazón de Tani y cuidar su doble personalidad hasta el anticipado final, que en el apartado musical, contenido pero correcto.

El peso entero de la trama de Nos volveremos a encontrar recae entonces en el doble papel de Suri/Raj, interpretados con convicción por Sullón, que sabiamente evita cualquier tipo de semejanza con su contraparte cinematográfica. El resto de actores cumple muy bien en los diversos personajes de apoyo para hacer avanzar la trama, aunque el elenco femenino no sea del todo aprovechado. La coartada religiosa que desencadena el romántico final pasa desapercibida y podría revisarse. Con elementos mínimos que rodean el escenario vacío y un funcional juego de luces por encima del promedio, las tibias coreografías se ejecutan de manera solvente, pero no al nivel de un concurso de baile que la historia menciona. Nos volveremos a encontrar no alcanza los estándares de producción de las adaptaciones del cine al teatro antes mencionadas, pero sí se convierte en un simpático y discreto entretenimiento con un aleccionador mensaje con las mejores intenciones.

Sergio Velarde
14 de julio de 2019

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