viernes, 3 de marzo de 2023

Crítica: LA OMISIÓN DE LA FAMILIA COLEMAN


Una familia donde todo es posible

Una familia donde todo es posible: la madre es hijo/a, las hijas son madre, los hijos son hermanos de la madre y la abuela, la abuela es hermano/a y compañera de juego de los que debieran ser su hija y sus nietos/as, etc.; sin embargo, nadie quiere ser ni la abuela ni el padre. Eso, y más, es La omisión de la familia Coleman, escrita por Claudio Tolcachir y dirigida por Lucero Medina Hú.

En el hecho escénico, no hay una gran historia que esté constituida de acuerdo a la concatenación de acciones que inevitablemente se dirijan a la resolución de su conflicto. La representación contiene varias historias que están constituidas de acuerdo a los deseos de cada personaje. Memé —madre de Verónica, Gabi, Damián y Marito, hijos de diferentes padres— desea encontrar un novio, ser joven, a alguien que la proteja —objetivo que intenta conseguir al coaccionar a la hija que no creció junto a ella, Verónica—; Gabi desea superarse económicamente y salir de la casa, razón por la que tiene un taller de sastrería en la casa; Damián desea salir de la casa, pero las pertenencias que sustrae de la gente no le es suficiente; Verónica, quien se ha criado fuera del entorno de la familia Coleman, la más “cuerda”, lucha entre ayudar o no ayudar, entre presentar o no presentar a sus hijos a su familia; la abuela, la matriarca de la familia, desea vivir tranquila, razón por la que sobrelleva los conflictos familiares, y de alguna u otra forma, sostener a la familia, a través de los pagos que realiza de los gastos de la casa; y Marito —así en diminutivo—, ¿qué desea?, las palabras y las acciones de este personaje son sintomáticos: habla, de a medias o de entero, de los secretos de la familia, lo cual pasa desapercibido dejando un eco silencioso; por otro lado, lucha contra los hijos de Verónica, su hermana, a quienes los llama enanos de manera peyorativa.

Todas esas historias colisionan una tras otra en el hecho escénico. Como parte de esa colisión, la puesta en escena muestra el taller de sastrería, la sala, la cocina, el excusado, la ducha, el tocador de maquillaje, entre otros, en el mismo espacio de la casa —visible al espectador. Asimismo, las escenas en la clínica, de acuerdo a la convención teatral, tienen lugar en la misma casa pero bajo códigos teatrales que lo diferencian. La familia, tanto en la casa como en el hospital, el mayor tiempo están juntos, y luchan una tras otra por imponer al otro su deseo, generando así todo un caleidoscopio de voces; toda una polifonía. De esa manera, podemos notar que “No se trata de un momento excepcional de la existencia, sino de la misma existencia” (Maeterlinck, como se citó en Zarrazac) que avanza cual tropel de manera intempestiva en un devenir discontinuo. Todo este caleidoscopio y el desorden del lugar —las ropas por doquier—, desde la propuesta escénica y el trabajo de los actores/actrices, muestran ya el seno desestructurado de la familia Coleman. Una familia que lucha entre el deseo de mantenerse unidos y abandonarse, donde lo que determina es la situación, que está constituida, uno, por la costumbre de los años de convivencia conflictiva y dos, la solvencia económica de parte de la abuela.

Sin embargo, a pesar de sus deseos, nadie es capaz de abandonar la casa. ¿Por qué? ¿Se debe a la fuerza que ejerce la situación? Si la abuela no se hubiera enfermado, si la abuela se hubiera desinteresado de los gastos de la casa, ¿hubieran seguido en la casa? ¿La abuela es el eje que sostiene a la familia? De alguna u otra forma, sí, puesto que solo después de que haya caído enferma, la familia empieza a desmoronarse más de lo que ya estaba. Ahora la abuela ya no puede pagar los servicios de la casa, como la electricidad, por consiguiente, no hay agua caliente en la casa. La familia confabula, en la clínica, para bañarse y pedir comida, como parte de los gastos de la abuela, a expensas de Verónica, quien se ha ofrecido para apoyar económicamente.


¿Por qué, a pesar de sus deseos de irse de la casa, nadie hace la retirada? En este punto hay un común denominador que atraviesa a toda la familia: el placer. Tienen una casa con los gastos pagados y la “comida servida”, y, a la vez, funciona como taller de sastrería. La realización del deseo de cada personaje, de alguna manera, involucra enfrentarse al displacer, a la realidad. Parafraseando a Freud, la realidad dice: “Alto, no puedes tener todo y ahora mismo lo que quieres. Tendrás que esperar y sacrificarte; tampoco eres el único, hay muchos que esperan”. Ninguno está preparado para afrontar la realidad, de lo contrario, ya se hubieran mudado de la casa. Mientras la casa, bajo el amparo de la abuela, alberga el principio del placer, nadie es, ni será, capaz de abandonar su comodidad. Sin embargo, cual niños batallan contra grandes monstruos en su imaginación, luchan por abandonar la casa. Se baten entre el deseo de permanecer en la casa y ser parte en la estructura social. Por otro lado, Hernán, taxista y pretendiente de Gabi, y el Doctor se presentan no solo como “integrados y funcionales” de la sociedad, sino también como desveladores de la situación problemática de la familia Coleman. Por ejemplo, ante el interrogatorio del Doctor por la conformación sanguínea de la familia, pretenden esconder el secreto que late en la superficie: “Una familia normal, como todas, con sus cosas. Anótelo (Tolcachir)”, la abuela responde al Doctor. Obviamente, las palabras de la abuela revelan una verdad que la familia pretende negar: todo lo contrario a una “familia normal”.

La desestructura de la familia Coleman y la estructura de la sociedad. En el seno de la familia Coleman, hay una gran ausencia: el límite. La estructura de la sociedad está llena de límites, de leyes. La única que se encuentra dentro de la estructura social es Verónica, la hija que no se ha criado con la familia. Solo dos miembros de la familia buscan ser parte de la estructura social: Gabi y Damián. Gabi, a través de su taller de sastrería y del pretendiente; y Damián, de la usurpación. Memé no hace más que buscar protección para satisfacer sus deseos, en su microcosmos, no le interesa ser parte de la estructura social. Marito, ¿qué se puede decir de él?, está protegido por la misma casa, es hijo de la casa, quizá por eso, al final, está solo en la casa; la casa lo acoge con una iluminación potente. La abuela, la matriarca, juega cual niña, o hermana, con sus nietos. Ante los conflictos familiares, solo trata de calmar y sobrellevar la situación. Quizá tal función, la de imponer el límite, le es pesada, razón por la que solo desea vivir tranquila. Incluso, cuando cae enferma, juega con la idea de la muerte frente a su hija y nietos/as. Lo cierto es que la ausencia del límite, en la obra, se vuelve central, hasta el punto de constituir la naturaleza desestructurada de la familia Coleman. Lugar que nadie desea asumir; lugar que, quizá, ya no tiene lugar.

La abuela, en la obra, funciona como el problema y la solución frente a su hija y sus nietos/as en relación al límite de la estructura social. Mientras vive, y en cuanto cubre los gastos de la casa, consciente o inconscientemente, mantiene a los demás dentro del principio del placer y fuera de la estructura social. Tras su muerte, al no haber nadie que cubra los gastos de la casa, se acaba el caldero del placer; por consiguiente, todos, a excepción de Marito, no tienen otra opción que buscar en otro lugar. Todos hacen la retirada, a su modo. Marito, quien se parece mucho a la abuela —si tan solo pudiera cubrir los gastos de la casa como la abuela, quizá no terminaría solo—, al no serle útil a los demás, sino más bien una carga, por su condición psicológica y la leucemia, termina solo y abandonado en la casa; omitido por la familia. Finalmente, la casa lo acoge como a su hijo con un potente rayo de luz, que también podría significar el camino hacia la muerte. 

Con La omisión de la familia Coleman, sin duda, una obra que refleja a muchas familias, por no decir a todas, en menor o mayor cantidad, uno termina por entender, quizá también comprender, en el fondo de su saber, que la familia es la institución más primitiva de la especie humana para su propia conservación. La familia salva, protege, al crío humano que nace prematuro, que no puede valerse por sí mismo; asimismo, pone límite para formar parte de la estructura social. De esa manera, la especie humana se perpetúa; o, en el peor de los casos, se destruye. En otras palabras, la familia, en su génesis y en su seno, contiene ya la protección y el límite, el placer y el displacer, la armonía y el conflicto, la conservación y la destrucción, con sus respectivas zonas grises. Lo que marca la diferencia, en lenguaje psicoanalítico, es la cantidad. Quizá, por esa razón, a pesar de las circunstancias y las adversidades, nadie está exento de abandonar con facilidad a la familia; salvo en casos excepcionales.

Ficha técnica

Dramaturgia: Claudio Tolcachir

Dirección: Lucero Medina Hú

Elenco: Pilar Núñez, Miguel Alvarez, Gerald Espinoza, Miguel Murray, Stephany Orúe, Yolanda Rojas, Angelita Velásquez Campos y Martín Velásquez.

Lugar: Teatro La Plaza

Bibliografía

Sarrazac, J.P. (2019). Poética del drama moderno. Artezblai S. L.

Freud, S. (2021). El malestar en la cultura. Alianza Editorial, S. A.

Tolcachir, C. (2005). La omisión de la familia Coleman. (s. ed.) https://pdfcoffee.com/la-omision-de-la-flia-coleman-2-pdf-free.html

Godo Lozano Ruiz

2 de marzo de 2023

Godo Lozano es Magíster en Estudios Avanzados de Teatro por la UNIR, España, y licenciado en Formación Artística, Especialidad Teatro, Mención Actuación por la ENSAD.

 

No hay comentarios: