domingo, 15 de julio de 2012

Crítica: HAIRSPRAY, EL MUSICAL

Sí se puede   

De un tiempo a esta parte, en este blog se estila comentar solo obras de teatro independiente. 

Pero quién puede resistir la tentación de reseñar uno de los musicales contemporáneos más populares, aprovechando su paso por los escenarios limeños. 

Especialmente con inspiradas letras como ésta:

“You can’t stop an avalanche
As it races down the hill
You can try to stop the seasons…
But ya know you never will…

'Cause you can’t stop
The motion of the ocean
Or the sun in the sky…

You can't stop a river
As it rushes to the sea…

You can try and stop the hands of time
But ya know it just can't be…”

La traducción más adelante.

Para muchos, la cinta Hairspray (1988) es considerada como una de las más “visibles” del director de culto John Waters, tomando en cuenta sus anteriores trabajos, especialmente las revulsivas e icónicas Pink Flamingos (1972), Female Trouble (1974) o Desesperate Living (1977). Hairspray se aleja de los excesos acostumbrados de Waters, para contarnos un ingenuo cuento de hadas, en el que la regordeta protagonista Tracy Turnblad cumple el sueño de ser elegida como bailarina en un programa de televisión de moda en Baltimore, se gana el corazón del galán de dicho programa y por si fuera poco, acaba con la segregación racial contra los afroamericanos en plena década de 1960. Semejante argumento no podía pasar desapercibido para los desesperados productores de Broadway de aquel entonces (¿?), que ante la escasez de ideas nuevas y originales, deciden reciclar en el 2002 dicha historia y adaptarla para teatro. Como resultado, el musical Hairspray, con guión de Mark O'Donnell y Thomas Meehan, música de Marc Shaiman y letras de éste y Scott Wittman, arrasó con los premios Tony de ese año y sirvió a su vez, para llevar la historia de Tracy nuevamente al cine en el 2007, dirigida esta vez por el coreógrafo Adam Shankman y protagonizado por un versátil John Travolta, en el papel de la descomunal madre de Tracy.

Pues bien, siguiendo con la buena racha que atraviesa nuestro teatro peruano (¿?), Hairspray, el musical llegó a nuestra cartelera local, de la mano de Los Productores (marca hermana del Teatro la Plaza) y con la dirección general del multinominado y premiado (por el diario El Comercio) Juan Carlos Fisher. Los resultados no pudieron ser más espectaculares. Toda la parafernalia posible acompaña a este enérgico y contundente musical, cuyo ritmo no decae en ningún momento, con una escenografía, iluminación, vestuario y orquesta en vivo excelentes, que no tienen nada que envidiar a producciones extranjeras. A mencionar algunas actuaciones sobresalientes, como la de la debutante Oriana Cicconi como Tracy, acompañada por la notabilísima Gisela Ponce De León, en el papel de su ingenua amiga Penny. El resto del elenco se divierte a sus anchas, con Sergio Galliani como la voluminosa madre de Tracy a la cabeza. Un engranaje milimétrico para un estreno pluscuamperfecto. Pero un director de la talla de Fisher no puede sólo limitarse a seguir el patrón escénico y musical que le imponen sus creadores norteamericanos. ¿Es que acaso estamos hablando de un director o de un puestista? Pero he aquí la contribución de Fisher al Hairspray limeño: salvo Bettina Oneto, su hija Shantall y un par más, Fisher convoca a actores blancos para “actuar” de negros, en una obra que habla precisamente sobre lo despreciable y ridículo que es la discriminación racial.

No entiendo (y creo que nunca podré entender) cómo algunos distinguidos actores y directores peruanos pueden entusiasmarse con este musical. Nadie niega el virtuosismo de todos los involucrados en escena para darle vida a la historia, pero Hairspray es un musical que busca reivindicar a los discriminados por su color de piel. ¡Ésa es la razón de ser del concepto de Hairspray! ¿Pueden afirmar los responsables de este musical que no existen en el Perú actores de color que puedan actuar, cantar y bailar como el formidable Luis Baca en el papel de Seaweed? Resulta inconcebible aprobar un espectáculo que se traiciona a sí mismo desde su concepto básico, con actores blancos pintados de negros clamando por la igualdad racial. Y los casos abundan y abundarán en nuestra cartelera, mientras existan teatristas que busquen estrenar obras sólo por estrenar lo que supuestamente está de “moda”, sin entender el mensaje original del autor. Quedarán para el recuerdo la vedette que interpretó en lencería a la virginal heroína de El enfermo imaginario o a las actrices más guapas del medio recreando a las hijas de Bernarda Alba. Hairspray, el musical, estrenado en el Teatro Peruano Japonés, no hace más que confirmar que el teatro comercial peruano está atravesando una crítica etapa creativa. El afán de estrenar obra tras obra a toda prisa para no perder a su público ya cobra factura. Sin embargo, así como lo afirma Gustavo von Bischoffshausen en su blog Bizarrías de Talía, Teatro y Sociedad en Lima, este detalle de actores blancos caracterizando a negros en una obra sobre el racismo “aparentemente no importa a la población limeña, la que sí queda gratificada por un argumento ágil y una dionisiaca propuesta de buen baile y coreografía”. Es preocupante pues, el no poder generar una visión crítica en el espectador común. Responsabilidad que en este blog, amable cibernauta, encontrará sin miramientos.

Mientras tanto, Fisher puede sentirse orgulloso de ser acaso el único director de teatro en el mundo, que teniendo bajo su responsabilidad el estreno oficial de Hairspray, le dio el papel del galán de color a un excelente actor blanco, quien ahora comparte su personaje con los otros “Seaweeds” negros Corey Reynolds, Chester Gregory II, Tevin Campbell, Adrian Hansel, Corbin Bleu y el argentino Felipe Herrera.

¿Acaso los responsables de este musical no entendieron el simbólico mensaje al traducir las notables canciones?

Aquí está la traducción:

"No puedes detener una avalancha
cuando se desliza por la colina,
puedes tratar de detener las estaciones,
pero sabes que no podrás…

No puedes detener
el movimiento del mar
o el sol en el cielo…

No puedes detener un río
al acercarse al mar…

Puedes tratar de detener las manos del tiempo,
pero sabes que no se puede.”

Sin embargo, para los responsables de Hairspray, sí se puede.

Sergio Velarde
15 de julio de 2012

P.D. Incluyo este afiche aparecido en Taberna Crítica de Zejo Cortez, en donde vemos a la pareja protagónica de Matalaché en el año 1988, con el actor Rafael Cabrera completamente maquillado de negro. En pleno 2012 podemos preguntar: ¿acaso los tiempos han cambiado?


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