Sara Joffré, presente
A un año de la partida de Sara Joffré, la Asociación de Artistas
Aficionados tomó la acertada decisión de recoger el primer texto de la autora y
crítica chalaca para convertirlo en su montaje institucional para el 2015. En el jardín de
Mónica (1961) es acaso la obra más conocida de Sara (la niña en mención juega
en un jardín imaginario y entra en contacto con otros dos niños), pues no en vano se
ha venido presentando intermitentemente a lo largo de los años, en versiones de Ernesto Cabrejos (2003), de Gustavo Cabrera (2009) y de Mirella Quispe (2011). Incluso
el año pasado tuvo una breve temporada en los descentralizados del Británico,
llevando por título simplemente El jardín de Mónica, dirigida por Claudia Rúa.
En el presente montaje en la AAA, sorprende el tratamiento utilizado por parte
del director Omar del Águila, regalándonos una propuesta diferente en la que su
mayor virtud sea acaso la de haber materializado (si cabe la palabra) la
presencia de Sara Joffré sobre el escenario.
Buscando escapar del lugar común que otros directores podrían optar, Del
Águila rescata las acotaciones de Sara y las introduce en el montaje,
especialmente la extensa primera. Es así que siguiendo los mismos preceptos que
Sara aplicó en su dramaturgia infantil, una narradora nos presenta a Mónica cuando
esta última aparece en escena. Este logrado momento no solo nos acerca al personaje
principal, sino que es en el que la misma autora parece “presentarnos”
su propia obra. El resto del montaje es muy rico en imágenes y símbolos, aunque
con ciertos desbordes, especialmente en el recargado vestuario. También sorprende
el hecho que la obra cuente ahora con cuatro actores, pero la propuesta es
completamente válida, pues estos se turnan los papeles de narradores y
niños.
El papel principal recae en una actriz tan versátil como Ximena Arroyo,
quien aprovecha las líneas de Sara (tan sencillas en el papel, pero con tanto
contenido en escena) para captar la atención del espectador y arrancarle
sonrisas durante la puesta. Mónica mantiene esa dualidad, ora riéndose ora
llorando, mostrando aquellas básicas emociones que tienen los niños abandonados
a su suerte, especialmente la resignación ante la violencia con la que
seguramente son tratados. Le dan a Arroyo la justa réplica Ana Santa Cruz, Jamil
Luzuriaga y Sergio Ota. La imagen final que nos ofrece el presente montaje de
En el jardín de Mónica, no hace otra cosa que constatar la magia que produce
ver un texto en escena de una verdadera mujer de otra como lo es Sara Joffré.
Sergio Velarde
12 de enero de 2016
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