Feroz crítica a la burguesía
20 años antes de Ionesco, el escritor
francés Roger Vitrac alcanzó los brillos escénicos con su obra Victor o Los
niños al poder (1928), preparando el camino para la llegada oficial del Teatro
del Absurdo. Con una fuerte afiliación al surrealismo y declarado admirador de
Alfred Jarry (autor de Ubu Rey), Vitrac pasó a la posteridad con esta historia
sobre el niño de 9 años que le da el nombre a su texto, criado en medio de
lujos e hipocresía, y dedicado a desenmascarar a sus padres, criados e
invitados en su fiesta de cumpleaños. Una de las últimas puestas al día de la
pieza fue en 2013, dentro de las Temporadas Teatrales de la ENSAD, dirigida por
Carlos Acosta y protagonizada por un descollante Sammy Zamalloa. Y antes que
acabara el 2015 nuevamente llegó al escenario, esta vez el de la Alianza Francesa,
con la dirección del comediante Gonzalo Torres y a cargo de Moliarte
Producciones.
Las relaciones familiares y la ridícula
vida de la burguesía son retratadas con trazo grueso, con una puesta en escena
que privilegia la exacerbación en todos los aspectos, desde los recargados
maquillajes y vestuarios hasta la escenografía que va descomponiéndose
literalmente conforme avanza el montaje. Los secretos que esconden las familias
burguesas (desde los amoríos de la mucama con el señor de la casa hasta la
doble moral de los padres de la niña Esther) salen a la luz de manera hilarante
por obra y gracia de Victor, decidido a destruir el status quo de su rutinario
modo de vida.
A destacar la excelente performance de un
“enorme” Roberto Ruiz en el papel protagónico. El actor ya había dado muestras
de su talento en Metamorfosis y Un fraude epistolar, y en el presente montaje alcanzó
momentos brillantes, bien secundado por una especialmente inspirada Stephanie Orúe
en el rol de Esther. El resto del elenco no desentona, especialmente Joaquín de
Orbegoso, Carolina Barrantes y Fiorella Pennano, acompañados por Jean Paul
Neyra, quien se encarga de los sonidos y ruidos en escena en vivo. Con Victor o Los niños al poder, Torres logra
un sólido y divertido montaje, muy en la línea del absurdo que ya anticipaba
Vitrac, y que funciona como una feroz crítica a la vida burguesa.
Sergio Velarde
2 de enero de 2016
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