martes, 17 de julio de 2018

Crítica: LA CANTANTE CALVA


La tragicomedia del lenguaje

Pudo ser acaso el sorpresivo éxito de público y crítica de la lograda versión 2017 de Esperando a Godot, estrenada en la AAA con la dirección de Omar Del Águila, el disparador para el estreno de otra interesante e imprescindible puesta en escena del Teatro del Absurdo: La cantante calva, que estuvo en temporada en el Club de Teatro de Lima, dirigida por Paco Caparó y que curiosamente incluía en su elenco al mismo Del Águila. Sus respectivos autores y capitales dramaturgos, el irlandés Samuel Beckett y el franco-rumano Eugene Ionesco, fueron los precursores de esta corriente teatral, que incluía obras con tramas que parecían carecer de significado, llenas de diálogos redundantes e impertinentes, y que a través del humor ofrecían una corrosiva crítica hacia la sociedad y su disparatada incomunicación.

Prácticamente todo se ha escrito ya sobre la versión 2018 de La cantante calva. En todo caso, mencionar el delirante origen de la pieza, como el mismo Ionesco se encargó de compartir: su afán por aprender inglés le hizo memorizar una serie de oraciones en dicho idioma, que le revelaron verdades sorprendentes, como que hay siete días en la semana, o que abajo está el piso, o que arriba se encuentra el techo. Y precisamente, esos son los sesudos “temas” de los que hablan los protagonistas de su texto, los Smith y los Martin. ¿Y la cantante calva? Pues así tituló Ionesco su creación, por la sencilla razón que dicha artista jamás hace su aparición. Se trató de una obra que fue catalogada como “una suerte de pieza” o “antipieza” o “una verdadera parodia de una pieza de teatro” o “una comedia de la comedia”.

Mérito de la propuesta de Caparó el mantener el tono surrealista y absurdo acorde con el planteamiento inicial del autor, no solo en los esforzados decorados, vestuarios y utilería, sino también en la caracterización e interpretación de los actores. Tanto Cintia Díaz del Olmo y José Ferguson (como los Smith), así como Fabiola Coloma y Jhosep Palomino (como los Martin), ejecutan sus acciones sin tacha en sintonía con la propuesta; del mismo modo lo hacen Del Águila, interpretando al galante bombero, y el joven Santiago Giraldo, como el criado, cambiándole el género a la sirvienta Mary original. El uso de celulares, que contrasta nítidamente con el vestuario vintage, suma al desconcierto general de toda la puesta. La cantante calva, así como lo fue Esperando a Godot, fue una muestra de la total vigencia y disfrute de una corriente teatral, tan imprescindible como inagotable.

Sergio Velarde
17 de julio de 2018

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