Tierna locura sensorial
En el 2003, una puesta en escena destacó nítidamente dentro de las
celebraciones por el décimo aniversario del Centro Cultural Mocha Graña:
Tiernísimo Animal de Juan Carlos Méndez, a cargo del grupo Espacio Libre, fue
toda una lección de teatro, con la creativa dirección de Diego La Hoz que
utilizaba los cuerpos de los inspirados actores Emilio Montero, Roxana Yépez y
Franklin Dávalos, en favor de un atípico texto lleno de surrealismo y lirismo
por partes iguales. Tuvieron que pasar 12 años para que Tiernísimo Animal
volviera a los escenarios, esta vez de la mano del joven actor y director Fito
Bustamante, a quien vimos en papeles secundarios (y con diferente fortuna) en
Ifigenia y otras hijas (2012) y en Día de campo o cómo sobrevivir al mundo
(2013) y que además, ya había debutado como director dentro del taller de
dirección Gramática del primer espectador, conducido por el mismo La
Hoz. Pues bien, las comparaciones resultan odiosas, obviamente; pero el hecho
de enfrentar con valentía un texto tan particular y a la sombra de una puesta en
escena de antología, convierte de entrada el esfuerzo de Bustamante en un
proyecto teatral para celebrar.
Denominada ahora Tiernísimo Animal/La Luz de la Lluvia, la pieza reduce
su elenco a solo dos actores, pero mantiene la trama original: Enmanuel,
afectado por un severo cuadro de locura y esquizofrenia, vive como un soberano
absoluto dentro del imaginario reino de Ugbe, para así escapar de su fracaso;
mientras que su leal compañera Desiré trata de recuperar a su amado y
devolverlo, a toda costa, a la realidad. La puesta en escena nos remite a
Naturaleza muerta de Claudia Sacha (reestrenada en mayo de este año), también
con una pareja que busca comunicarse en medio de un contexto surrealista. En
ambas piezas, las acciones pierden sentido frente a las palabras, que lejos de
acercar a los personajes, generan el distanciamiento. El conflicto entonces se
torna difuso y la puesta se convierte en una experiencia netamente sensorial.
Bustamante aprovecha el íntimo espacio que dispone la Casa Nunaywasi en
Barranco, pero sin llegar al extremo de La Hoz, que inclusive les negó las
butacas a los espectadores que visitaron Ugbe aquella vez. Con escasos
elementos (cajas, libros y un colchón), acompañados por luces y sonidos
puntuales, el director genera de manera atinada la atmósfera irreal que el
texto reclama.
Los jóvenes actores Alonso Romero y Daniela Trucíos realizan una labor
muy estimable: él, esforzado y enérgico, creando varios momentos de auténtica
locura y sinrazón; y ella, contenida y convincente, interpretando a un
personaje dentro del otro para acercarse a su amado. Tiernísimo animal/La luz
de la lluvia es una pieza que requiere irremediablemente de gran sensibilidad y
total complicidad por parte del público para su disfrute; de lo contrario, la
magia de Ugbe no surtiría efecto. Se trata pues, de un espectáculo teatral destinado
a “sentirlo” y no tanto a “entenderlo”. Por otro lado, no es fácil olvidar un
montaje tan completo y sólido como el original de La Hoz (acaso Ximena Arroyo lo
haya logrado a su manera con Función Velorio), pero Bustamante sí que sale
airoso de la prueba y le imprime su propia personalidad a este interesante
texto de Juan Carlos Méndez, que llegó con buen pie a nuestra cartelera
independiente.
Sergio Velarde
08 de octubre de 2015
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