El contraste entre texto y puesta en escena
Las Niñas de Abril Cárdenas nos trae una reflexión interesante sobre el despertar de una mujer, la maternidad, la cosmovisión femenina y la magia, a través de un grupo de brujas que forman un aquelarre. Actualmente, el montaje se encuentra disponible en el Club Teatro de Lima. Está dirigido por Joan Manuel Girón e interpretado por Abril Cárdenas, Alejandra Saba, Cristina Renteros, Carla Gamero y Viviana Pereyra.
Hay mucho que decir acerca de esta propuesta: en primer lugar, se presenta un texto innovador que introduce lo mágico como eje principal, con momentos de interesante creatividad; sin embargo, la dirección no le hace justicia y recae en recursos clichés y débiles que dificultan la comprensión de la historia, generando una desconexión entre el texto y la puesta en escena. Además, la dramaturgia de Cárdenas se ve envuelta en una serie de escenas que no aportan al desarrollo del conflicto; hay un interés mayor por rellenar que por contar, especialmente en las escenas en que invocaban a la entidad de la Madre. A veces, menos es más.
En cuanto al plano interpretativo, no queda del todo clara la construcción de personajes por parte de las actrices. No queda tan claro si se trata de un problema de dirección o de ejecución, pero llega un punto en que la actuación no mantiene un código coherente; por el contrario, se vuelve forzada, lo que impide seguir con claridad la lógica del conflicto planteado.
Resulta curioso cómo una obra puede tener un inicio tan icónico como el de Las Niñas, al establecer una atmósfera intrigante con los cuerpos dormidos, y luego transformarse en una propuesta que transmite poca profesionalidad. Las estrategias estilísticas utilizadas para narrar no son coherentes con la estructura, lo que fragmenta la experiencia del espectador.
Respecto al elenco, se percibe que las actrices intentan salvar la obra desde su entrega en escena. Sin embargo, un mejor casting habría funcionado mejor; quizás indagar más en los perfiles de cada personaje hubiese sido útil. Existe una visión imaginaria sobre “la niña” que enturbia la obra, ya que se evidencian interpretaciones imitativas que no necesariamente representan con fidelidad esta figura.
Por otro lado, se adopta una mirada excesivamente teatralizada a lo largo de la puesta. Este recurso no se plantea desde el inicio como una elección estética, sino que parece utilizado para cubrir momentos inconclusos. Una recomendación: hacer drama no es gritar. A veces, el drama surge con más fuerza desde el silencio. Hay que tener cuidado con recurrir a elementos que no necesariamente aportan tensión real ni son indispensables para construir una escena intensa.
Finalmente, una mención especial: considero que el montaje se sostiene durante la hora que dura gracias al canto. Son muy pertinentes los momentos en los que una de las actrices canta; nos permiten vislumbrar la interioridad de su personaje y su vínculo con lo que ocurre en escena. Me parece que es de los pocos elementos que se pueden rescatar de la obra. En general, una dirección floja, actrices que resuelven en escena pero que se ven afectadas por un código interpretativo inconsistente. Una obra que promete desde lo simbólico, pero que se pierde en la forma en la mayor parte de la propuesta.
Juan Pablo Rueda
18 de mayo de 2025
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