Cuando la nostalgia no se quiere ir
A más de uno le ha pasado que, a veces, la nostalgia se encuentra justo a nuestro lado, y sin haberlo notado, tratando de meter recuerdos en tu cabeza, algunos felices, otros dolorosos, pero están ahí, y es tu parte racional intenta botarla, aunque a veces sin éxito. Este es el tema que aborda Gia Rosalino en su unipersonal Encajada, una creación colectiva de Lu Carrasco, Farah Salaverry y la misma Gia, bajo la codirección de Susana De La Cruz.
La obra nos presenta a Nostalgia, una payasa que personifica este sentimiento, pero sin caer en dramas o momentos de tensión, por el contrario, se sirve del humor para lograr conectar aún más con el público. La historia inicia a raíz de que le comunican que debe dejar el lugar en el que habita, porque será demolido, esto desencadena en Nostalgia una desesperación y preocupación por no poder decidir qué cajas llevarse consigo, pues cada una de ellas contiene recuerdos difíciles de dejar atrás, es así que, junto con el público, Nostalgia abre algunas cajas y nos lleva a revivir momentos de su vida que la marcaron.
La manera en que narraba sus recuerdos envolvía al público de tal manera que uno se sentía parte del acontecimiento, como si también lo hubiese vivido y sentido; creo que ese es un gran punto fuerte de la obra: la capacidad y habilidad con la que puede hacer que el espectador empatice con Nostalgia y darse cuenta que, de alguna manera y en algún momento, todos hemos sido ella, nos hemos sentido como ella y hemos actuado igual que ella, es como estar conectados sin habernos percatado de ello. Te recuerda la facilidad con la que una persona puede romperse o sentir que está viviendo el día más feliz de su vida, la fragilidad que caracteriza a la condición humana y que fácilmente olvidamos.
Respecto a la escenografía, tiene sobre las tablas la cantidad justa y necesaria de elementos, principalmente un montículo de cajas, pero dentro de ellas hay más objetos, algunos de ellos bastante personales, como un saco de su abuelo, quien, si bien no tenía una presencia física sobre el escenario, sí tenía una gran importancia para la historia del personaje, pues es con quien tiene los recuerdos que le permitirán seguir adelante y avanzar sin temor. Además, hay un ingenioso uso de estos objetos, como un muñeco de Topo Gigio para ayudar a representar un momento vivido con su abuelo, o una pulsera que, tan solo con verla, evoca un recuerdo totalmente distinto.
Además, Armando Abanto y Valeria Aragón nos regalaron una selección de canciones conocidas y, por supuesto, nostálgicas, como Un beso y una flor de Nino Bravo, entre otras, que sumió al auditorio en un ambiente melancólico, pero no en un sentido triste, era más con una intención de evocar esos recuerdos que nos conforman, pero que por alguna razón, al igual que Nostalgia, habíamos dejado al fondo de la caja.
Sonará cliché, pero es una obra que se sintió como un abrazo, te recuerda que está bien dejar pasar a la nostalgia de vez en cuando y extrañar, pero siempre avanzando y sin dejarse derrumbar.
Barbara Rios
10 de mayo de 2025
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