Plantaremos otro jardín, y será más bonito: Cuando la destrucción significa un nuevo comienzo
Es usual en nuestros días pensar en el pasado como algo lejano que ya no tiene incidencia en nuestro presente; que los problemas sociales, por ejemplo, quedaron atrás, que todo está superado o que todo va a mejorar solo con el tiempo. Sin embargo, llegan obras como esta a interpelarnos y hacernos notar que los problemas del pasado siguen más presentes que nunca, que las heridas sociales aún están abiertas y posiblemente lo seguirán estando por un buen tiempo.
Siguiendo con esta premisa es que llega a los escenarios de Lima la obra Niños caen de los árboles, una adaptación libre de El jardín de los cerezos, un clásico de Chéjov, a cargo de la dramaturga Mariana de Althaus que nos hace reflexionar sobre nuestras acciones como seres humanos, como sociedad y como país, específicamente uno que sigue arrastrando traumas del pasado y sobreviviendo con sus consecuencias.
Así, la trama se centra en la decadente situación de una familia adinerada que ve cómo poco a poco lo va perdiendo todo. Mientras que personajes que antes no tenían nada, como la hija de sus antiguos empleados, van adquiriendo más poder, alterando la jerarquía social a la que estaban acostumbrados y que no llegan a comprender hasta que se chocan con la realidad.
Los personajes de Angélica (Kareen Spano) y Leonidas (Lucho Cáceres) representan a esa antigua clase alta que tratan de aferrarse a las comodidades y privilegios de su estatus, como es su gran casa familiar con un jardín de cerezos. En contraste están los personajes de Alma (Mar Balarezo) y Antonio (Sammy Zamalloa), quienes también pertenecen a una clase acomodada, pero en el caso de Alma es de esa generación que le tocó encargarse del negocio familiar, sin tener la opción de realizarse profesionalmente en lo que quisiera, lo cual de alguna manera la hace esclava de sus privilegios. En cuanto a Antonio, representa al típico joven estudiante que cree aún en la justicia social y en la posibilidad de generar un cambio; en ese sentido, es el personaje que logra diferenciarse en mayor medida del resto. Por otro lado está Julio (Brian Cano), un joven empleado que, a diferencia de Antonio, no aspira a un futuro mejor para todos, solo le interesa construir una imagen de sí mismo que se aleje de su verdadero origen humilde, encarnando de esta manera la alienación. Siguiendo con esa línea está Cindy Lauper (Kiara Quispe), otra empleada de la hacienda que aspira dedicarse a la música, pero no tiene los recursos para hacerlo, por lo que su meta se limita a poder casarse con alguien que la saque de la pobreza.
A diferencia de ellos está Dalila (Carolay Rodríguez), hija de empleados que ha logrado hacerse un espacio en la clase alta al mejorar su situación económica; es ella quien desestabiliza este “orden natural” de las cosas y de alguna manera representa una amenaza para la familia al querer comprar la casa para salvarlos de la bancarrota y de paso deshacerse del jardín de los cerezos, tan apreciado por Ángela. Dalila se diferencia del resto de empleados por enorgullecerse de sus orígenes, y es por eso mismo que pretende reivindicarlos al comprar la casa familiar. Finalmente está Fidel (Augusto Casafranca), el típico mayordomo fiel a la familia que lo acogió y que resiste a cualquier cambio que implique abandonar la casa familiar. Cada uno de los actores representó su papel de manera bastante orgánica y lograron conectar con el público, su profundidad recae en que no es una historia que te plantee personajes buenos o malos, cada uno tiene sus matices, sus motivaciones y problemas.
Cabe destacar la innovación de la puesta con escenas que van en cámara lenta. Una nueva forma de representar los momentos movidos o de tensión y confusión, puesto que logra captar la atención del público y engancharlo. Asimismo, la escenografía resalta la importancia de la naturaleza, pues hay una sección del escenario donde se ubica un pequeño monte que abarca casi la mitad del espacio, además de la música de ambiente, al igual que el mismo jardín de los cerezos, el cual representa esta decadencia de la familia o, de manera general, de dicha antigua clase acomodada.
Es una obra que destapa los problemas sociales aún existentes, que demuestra que un tema que se creía pasado sigue estando más actual que nunca. Es un espejo de cada uno de nosotros y nos llama a la reflexión. También logra abordar lo que implica dejar atrás un pasado que no querías soltar, pero que en parte es necesario para no perder el presente, sin plantearte que una opción es mejor que la otra, sino es como sentirse entendido por la historia que se nos está contando.
Barbara Rios
18 de mayo de 2025
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