lunes, 6 de noviembre de 2023

Crítica: EL AVARO


El mundo de Harpagón y una propuesta de deconstrucción

La Alianza Francesa de Lima y Éxodo Teatro presentaron El avaro de Molière, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra. Esta obra maestra del dramaturgo francés cuenta la historia de Harpagón, comerciante adinerado pero avaro por completo, viudo y padre de Elisa y Cleantes. El director ha propuesto ambientar la historia en nuestros días, ubicando a los personajes dentro de una familia disfuncional, donde se ve al jefe de familia querer tomar decisiones desde su evidente apego al dinero. La codicia lleva a Harpagón a situaciones que captan al espectador entre risas y sorpresas de principio a fin.

La propuesta escénica daba a entender que la historia de El avaro se daba en nuestro mismo contexto, y se basó en elementos diversos para darlo a notar. El espectador apenas entra a la sala puede ver la escenografía grandilocuente que dará lugar a la representación: una especie de terraza encementada, un jardín lleno de solamente arena y unas plantas secas, unos cercos con letreros con frases de “se alquila cochera”, dando a entender que es el último piso de un edificio sin acabados. Vemos, además, a Harpagón (Alfonso Santiesteban), recibiendo cuidados estéticos por parte de sus hijos. Todos estos elementos mencionados cumplían una estética clara; sin embargo, considero que no fue funcional para el desarrollo de la representación. Todos los actores que se desplazaban por la arena se notaban incómodos, pues su vestuario, además de ensuciarse, no era adecuado para caminar en esa superficie. Hubo una escena en especial en la que el personaje principal se echa en la arena, algo que particularmente lo vi poco funcional para fines de la obra. Se notó más a un actor ensuciándose incómodo, no se notó el valor agregado de esta indicación de movimiento. Los letreros y demás elementos no fueron tampoco funcionales, más allá de denotar que el director quiso señalar que la obra se ambientaba en algún distrito populoso de la ciudad.

La caracterización de los personajes fue variopinta, y parecía que cada uno tenía un código único y distinto entre sí: mientras que Elisa utilizaba ropa más conservadora, Frosina utilizaba prendas tan excéntricas como su forma de desarrollarse en escena. Estas diferencias fueron claras, y a propósito muy distintas de lo que el espectador podría haber esperado desde que entró al teatro. Cada actante parecía esconder referentes en su construcción. El que más se dio a notar fue el personaje de Cleantes (Fernando Luque), quien utilizaba el cabello largo y ropa que resaltaba rasgos femeninos principalmente. Cada personaje brilló de manera individual, pues demostraron crear un mundo de personaje claro y justificado. Si bien entiendo que esta propuesta pretende usar referentes con el mundo actual, la propuesta finalizó desordenada entre tantos elementos simbólicos agregados desde la dirección.

Es interesante tomar al dramaturgo francés en estas épocas y deconstruirlo totalmente. Este ejercicio comprueba que este clásico de Moliere resiste el pasar del tiempo, y es material de experimentación que puede brindar elementos para la imaginación infinita. El espectador que vio esta versión de El avaro ha podido encontrar identificación con algún personaje, alguna situación, o incluso con el ambiente socioeconómico propuesto. Definitivamente Harpagón, en 2023, nos sigue dejando risas y preguntas a partir de su historia universalmente conocida.

Stefany Olivos

6 de noviembre de 2023

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