martes, 14 de noviembre de 2023

Crítica: PROYECTO LULÚ


Lentes de Ruido

La estética de la obra brinda una experiencia distinta desde el inicio: al ingresar al espacio observas a un músico programando sonidos desde una computadora y realizando riffs roqueros con una guitarra. Después de ser impactado desde lo sonoro, el escenario también cobra vida, los colores y las formas de los diseños causan una atmósfera fría y tenebrosa.

Al empezar, la música va calando junto a los textos, los personajes son peculiares desde la vestimenta y el maquillaje. Parecen sacados de un lugar único, de un universo que existe solo para ellos, esa sensación es bastante impactante al momento de crear, por supuesto desde mi perspectiva.

El elenco está conformado por cinco intérpretes, las historias giran en torno a Lulú, todos doblan personajes o por lo menos la mayoría. Lulú (Kelly Estrada) se mueve desde maneras naturalistas, su fuerza energética es adecuada para la textura de la obra, su amigo Moritz (Gian Paul Miranda) da un excelente ritmo, juntos consiguen buenos momentos.

 El uso de las vestimentas, la utilería y la música consiguen conexión y ritmo; es fácil empatizar con el personaje desde la proximidad de lo que cuenta. La forma en que los artistas van cambiando de roles interpretativos mantiene con expectativa al observador, interesado por saber qué deparará para ese mundo, qué final o cuestionamiento puede someter. La madre (Ale Saba) consigue modificar su energía para manifestar personajes opuestos, la hermana (Astrid Villavicencio) acompaña el ritmo de Lulú, tiene la energía adecuada para ser la que siempre está ahí o por lo menos lo intenta, hasta que la frialdad y la misma extrañeza de Lulú, la resignen con trágica ternura.

Algunos detalles en el sonido pueden mejorar, especialmente en volumen y atención, pero son aspectos casi imperceptibles que han sido llevados de muy buena manera. La música en vivo y el canto dan una personalidad propia a la puesta escénica y esto lo vuelve particular.

El momento en que muere uno de los personajes es mi favorito, pues el escuchar cantar al actor consiguió remover fibras dentro de mi ser, pensamientos que acompañan al sentimiento. Fue bien manejado, de acuerdo a las figuras interpretativas que se construyen; visualmente y lumínicamente se logra una coherencia con el escenario y el vestuario en general.

La obra está llena de símbolos que causan reflexiones en el que observa, los lentes de Lulú, por ejemplo. Ella mintió cuando fue al médico, decía que no veían, por lo tanto, tuvo que usar unos lentes con medida; sin embargo, no le correspondía usarlos porque ella sí veía. Esta situación hace que el personaje todo el tiempo este con unos lentes de luna gruesa, que desvirtúa lo que observa y suavemente vamos ingresando a un mundo que es solo visto a través de ojos distintos. Las metáforas son parte de la subjetividad del espectador, pero la obra está bien construida y mantiene cuerpos activos en el espacio.

El director Víctor Hugo Coveñas ha realizado un buen trabajo al diseñar y crear las escenas a partir de un texto francés llamado The Lulu Projekt, escrito por Magali Mougel. La elección de la adaptación y la búsqueda de los perfiles actorales calzan muy bien con la propuesta planteada. Una obra para disfrutar y apreciar perspectivas distintas de creación, la gran posibilidad de las distorsiones de la guitarra y las atmósferas, el diseño de luces y lo gótico, una obra divertida con un mensaje potente y un ininterrumpido volcán de emociones sonoras.

Moisés Aurazo

14 de noviembre de 2023

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