Un goce envolvente
De los montajes más interesantes que he visto hasta el
momento, donde destaca lo colectivo, la propuesta estética y la mezcla de
distintas técnicas. El goce shakesperiano
es una obra que sabe aprovechar la riqueza de los textos clásicos de
Shakespeare, además de actores que saben interpretarlos con soltura y gran
entendimiento.
En primer lugar, observando el montaje desde su apuesta
visual, nos topamos con un trabajo cuidado, desde lo luminotécnico y el
vestuario. Las luces entran en juego con la música utilizada para el montaje;
estamos frente a un rave envolvente e
inquietante para el espectador, generador de estados físicos y gestuales para
los intérpretes. El vestuario se muestra como una contraposición a este rave, y que nos recuerda de dónde vienen
los textos, una tradición clásica que se dispone a interpelarnos en el
presente. Sin duda, todos los elementos se complementan, no sobran detalles,
captan nuestra atención.
Se ve, por otro lado, una propuesta de dirección audaz. Con
momentos corales limpios, y monólogos interpretados por distintos actores, que
le otorgan dinamismo y distintos niveles de complejidad al montaje. Se logra
que estos mantengan el sentido de la historia, que no se pierda de intérprete a
intérprete. Se refuerza el carácter envolvente de la obra con coreografías y
gestualidades del cuerpo que inundan al espectador y lo atraen a esa danza.
El profesionalismo y entrega de los jóvenes actores es
precioso de ver. En esa línea, el trabajo interpretativo es muy destacable en
cuanto a su disposición para los planteamientos estéticos que se muestran, y de
una pasión que desde su juventud es clave para evocar la misma pasión que
exigen los textos dramáticos de Shakespeare. Pero así como resalta esa pasión,
y además, siendo un montaje que parece priorizar lo colectivo, es fácil
identificar cuando, por momentos, algunos no terminan de entender la propuesta,
o no encuentran un sentido a lo que hacen en escena. Esto, por supuesto, son
detalles, escapes intermitentes de la mente del actor. De lo contrario, no
hubiera sido posible momentos tan precisos y llenos de personalidad. Hay mucho
talento en todos y, en su mayoría, una entrega inmediata al juego, al texto y
un atrevimiento maleable. Más temprano que tarde, sabrán encontrar, si es que
no es esta, su manera de hacer teatro.
¿Se goza, finalmente, la obra? Un sí rotundo. Desde el
tratamiento del texto hasta la capacidad interpretativa; desde la danza hasta
el drama vivo que atraviesan los personajes. El goce shakesperiano es una apuesta compleja, llena de música,
danza, juego, que atraviesa los sentidos y da un nuevo aire a lo dramático. No
se trata de tomar a Shakespeare desde su solemnidad, se trata de atreverse a
buscar nuevos caminos y equilibrar la balanza de lo clásico y lo contemporáneo.
En ese sentido, la obra, en efecto, es un goce, pero también un regalo.
Omar Peralta
9 de noviembre de 2023
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