¿Cada cual atiende su juego?
Carente de maquinaria y escenografía, como
bien lo apunta el texto, Clownarte nos ofrece una obra escrita por Sergio
Arrau. Obra de teatro que recopila lo “más” significativo de dramaturgia en el
Perú, desde el siglo XVI hasta inicios del siglo XX, pasando así por la
representación de Ollantay, Décimas de Fray Francisco del Castillo, Constitución política de Felipe Pardo y
Aliaga, Ña Catita de Manuel Ascencio
Segura y finalmente, La de 4 mil de
Leonidas Yerovi, entre otras.
El elenco propone una recreación didáctica como
mecanismo escénico. A través del discurso se entiende bastante bien; nos
indican de esta manera que existirán momentos de representación puntualmente y
a la vez, está implícita la metateatralidad de ficcionar ser un elenco de
actores que se encuentran en plena labor de creación. Sin embargo, las acciones
que se realizan son bastante desordenadas y desorientadas, dificultando así
diferenciar los momentos de escenificación dentro de la representación. Entonces,
¿cuál es el objetivo de poner en escena dicho espectáculo? ¿Hacía qué público
está dirigido? ¿Sacia alguna necesidad?
Inicialmente, las entradas y salidas de las
actrices y actores denotan una gran falta de composición escénica, las transiciones
son abruptas, se amparan por los cambios de “vestuario” que dejan mucho que
desear. Ya sea por estar mal acomodados, por el material del cual están hechos,
los colores y accesorios remiten a estar presenciando un trabajo realizado para
otro tipo de espacios y público. Sin desmerecer, pero deja mucho que reflexionar.
Si bien existe cierto grado de compromiso
por parte de los actores y actrices de componer rasgos, imágenes vocales,
posturas y comportamientos para representar las pequeñas escenas de las
distintas obras mencionadas, estas pierden valor estético, físico y rigurosidad
por la casi nula acción. Sucede que, gran parte de los textos se perciben
recitados, independientemente de su estructura en verso, la labor estaría en
comunicar eso al público y componer en relación a la comprensión de ser estos diálogos
los que conllevan la acción y modificación para con el otro en escena, pero sobre
todo con el público al denominarse didáctico. Lamentablemente, esto no sucede.
No obstante, no todo es tan amargo, el
espectáculo contiene ciertos momentos entretenidos a partir de las Décimas, con una entrada singular por
parte de Félix Balvín, quien gracias a las características corporales de su
personaje invidente, logra detenernos para apreciar la labor del fraile a quien
está jugando a representar. De igual modo, destacar la potencia de Rocío Castañeda
quien, como Ña Catita, nos ofrece una vehemencia con la cual se tendría que
iniciar y sostener todo el elenco durante todo el espectáculo. A ello, sumarle
el carisma de Cristina Barreno y el riesgo en las propuestas de los personajes abordados
por parte de Rodrigo Núñez. Y, finalmente, invitarles a revisar el para qué de
ofrecer este espectáculo, hoy, y de esa manera.
Conny
Betzabé
18 de junio de 2023
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