martes, 20 de junio de 2023

Crítica: APÁTRIDAS, CICLOS DE PERFORMANCE, CONFLICTO Y PODER


Poder sin capacidad

Hechos y verdades y Prometheia: la odisea del ser apuntan a ser dos experiencias escénicas performáticas que componen un diálogo estético y físico, a través de las performers en relación a cómo es que maquina lo social y cultural en su entorno.

El primer espectáculo consta de una revisión a la memoria política a través de la herramienta audiovisual para evidenciar una crisis por inestabilidad constante desde la canción del “chino”, pasando por otros tantos ex presidentes, así como también alianzas que se formaron en el transcurso del tiempo para alcanzar la banda presidencial. Además, se utiliza la entrevista como ficción y de manera superpuesta para narrar, señalar e incentivar el cuestionamiento, sobre todo, aquello que consumimos gracias a los medios de comunicación. Aparecería de este modo la representación de un presidente y una periodista que mediante su interacción van compartiendo ciertos acontecimientos no muy alejados de la realidad de algunos ex presidentes. Asimismo, se mencionan temas como los derechos LGTBIQ+, educación sexual, entre otros, pero quedan muy pasajeros. Siendo así que el material audiovisual, en relación al hacer de los performers de forma paralela, se agota y quedaría como opcional. 

Por otro lado, las acciones que realizan los performers complementa la narrativa audiovisual hasta cierto punto, puesto que las acciones que realizan podrían desde cierta perspectiva y sensorialidad componer aquello que comunican tal presidente y periodista. Sin embargo, el inadecuado manejo de los elementos y del cuerpo con el otro, como embalar, “hacer como que” con la manipulación del cuchillo o las “pitas” con las que dirige la performer al otro y la representación del acto de felación, entre otros, como supuesto “postporno”, ¿autoficción?, dejan la pregunta abierta de cuán capaces son realmente los “artistas” de entrar y hacer en performance y que, sobre todo, se sostenga todo aquello que apuntan a ofrecer en dichos espectáculos.

De igual manera ocurriría con el segundo, donde se encuentran tres performers entrando y saliendo del escenario, aparentemente movilizadas por el audio. El manejo físico es de inicio a fin al igual que los sonidos. No obstante, la calidad de movimiento entre las tres performers no se logra diferenciar del todo. El recurso de la iluminación como cambio de acción también se agota, especialmente porque no se percibe una mínima transformación en las performers, sino hasta casi el final del espectáculo donde interactúan con el público a través de un mecanismo de juego tan sencillo como el “piedra, papel o tijera”. Tan sencillo, pero que tiene un objetivo claro y establecido: involucrar al público en la acción, generando un cambio de rol. Así pues, la atención pasa al interlocutor, presentándose esto como tarea para las performers que se han de modificar realmente a partir de lo que cada, ahora participante, decida. 

Destacando de esta manera, la mirada activa de cada una de las performers, de igual modo la escucha; se logra apreciar cuerpos dispuestos, porque ya existe un vínculo creado. Volviéndose interesante, atractivo y se pasa de un público pasivo a, de veras, un hacer activo donde todas y todos llevan o están bajo “micro” poderes. Para finalizar otorgándonos, al público, la toma de un poder mayor, y con ello, evaluar cuán capaces somos de coger la luz. 

Conny Betzabé

20 de junio de 2023

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