Sí, sí, Sí, sí, Sí, sí
El teatro es un juego; los cuerpos se
divierten, imaginan, vuelan o quizás se caen; un cúmulo de emociones y
movimientos desfilan bajo las luces y se arrullan entre los aplausos. Recreo del colectivo Teatro del juego es
una muestra de ello -alguien alguna vez dijo que la revolución también se puede
hacer con la risa- pues así es. En esta ocasión ingresé a un espacio en donde
llovía risas y los espectadores destemplaban el cuerpo, dejándolo laxo y sublime
para permitirse ser arrastrado por esa tormenta.
Muchas veces lo denso se apodera de la
escena y los espectáculos están cargados de locura y de dramatismo; pero este
fin de semana vi algo diferente: un espectáculo que sin bien es cierto estaba
cargado de locura, tenía otra calidad, pues la risa era el tempo para que los
cuerpos suenen al compás de un teclado que también reía.
Había un músico que estaba ubicado frente a
su teclado e improvisaba junto al elenco con distintas atmósferas sonoras, el
espectáculo empezó con una improvisación de rap; al parecer esta canción si
estaba previamente compuesta y no se regía a los lineamientos del juego; sin
embargo, consideraba un epicentro en común, una naturaleza de la carcajada.
Un grupo de improvisadores pone los acuerdos
en la mesa; por ejemplo, todo lo que observarán tiene la calidad de ser único,
porque será construido bajo la improvisación. El director Dusan Fung siempre
estará presente y podrá intervenir, validando o invalidando algunas creaciones,
también pueden pausar el tiempo escénico y sacar a algún compañero con una
palmada en el hombro o hacer acotaciones como diez días antes o quince días
después.
Así empieza una vorágine de sucesos que no
necesariamente deben tener una secuencia lógica o ser coherentes en su
estructura; es en este momento en donde sabes que estás ahí para divertirte, no
para juzgar desde la lógica tan hostigante del día a día. Todos parecen
conocerse muy bien y han desarrollado una relación creativa que permite que su
interior explore sin miedo la explosión del escenario; es muy interesante
observar espectáculos así, porque recuerdas la naturaleza del teatro y esa
condición de juego que permite que nuestra creatividad no se aísle dentro de los
cementos de la lógica, porque para crear no hay que reflexionar -una vez escuché…
¡el que la piensa la caga!- pues
definitivamente así sucedía en Recreo,
porque todos debían estar presentes, concentrados y entregados a cualquier estímulo.
En ocasiones sucedían cosas muy increíbles
que hacían que los abdominales del público se ejerciten, las historias se
conectaban de formas insólitas y desencadenaban en carcajadas desenfrenadas.
Todo se pausaba por un momento, el razonamiento se quedaba a un lado y
propiciaba el instinto, esa otra forma de comunicación que apela a cuestiones
naturales del cuerpo, que muchas veces son dejadas de lado por creer que la
lógica es la única forma de entendernos o de generar una comunidad.
Había otros momentos donde los
improvisadores parecían quedarse absortos, eran mini partículas de segundos en
donde los ojos acuciosos del director intervenían para decir “¡limpiamos la
escena!” y todo volvía a rearmarse, era notorio que algunos tenían un ritmo de
improvisación más agudo, proponían sucesos propicios, que sacaban de foco las
expectativas de la razón; otros estaban algo lentos, pero el espíritu grupal conseguía
levantar las energías y armar un equipo que no le temía a nada y que se venía
con todo un arsenal de juegos para desinflar tu mal humor.
Todo parecía un recreo y era un buen
ambiente para disfrutar, pero también había espacio para decir cosas, entre
algunas sutilezas o cuestiones aparentemente incoherentes o vacías se soltaba
algún discurso, alguna intención que tenía una postura clara. La risa es un
factor decisivo para entretener, pero también para generar juicio crítico, es
el mejor momento para dejar de pensar y permitirse sentir, explorar.
Recreo del colectivo Teatro del juego es una invitación para asumir la
improvisación como un método de creación que utiliza el juego como principal
referente; es ese momento en donde decides retornar a tu niño interior y
disfrutas de las cosas que los demás te dan y también te permites ofrecer tus
cosas, para decir pensamientos, aclarar posturas y manifiestos del ser. Una
oportunidad para dejarse llevar por el momento y crear sin ataduras, soltar el
cuerpo y reír profundamente. Es otra manera de presentarse ante la sociedad y
fijar el rol del arte, con una postura ante lo que sucede y una actitud
decisiva ante las circunstancias de la existencia.
Es en la improvisación donde el alma se
descarga y se vuelve a llenar de lo que el ambiente le da, en Recreo todos son música, todos son un
rap, todo es un juego constante. Sí, sí, Sí, sí, Sí, sí, la afirmación a la
vida, la actitud ante los problemas, la carcajada de la creación, la música
espontánea y el juego de un niño.
Moisés
Aurazo
19 de junio de 2023
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