sábado, 12 de agosto de 2023

Crítica: HASTA QUE CHOQUE EL HUESO


Cuando lo bueno comienza bailando

Todos los que entendemos lo que implica la frase “Hasta que choque el hueso” pertenecemos a las generaciones que vivieron su adolescencia al ritmo del enérgico ritmo del reggaetón. Es inevitable soltar una sonrisa al imaginarse cuántas personas se han conocido bailando dicho género, en las mil y un discotecas repletas de jóvenes e historias románticas y emocionantes. Una de esas historias es protagonizada por Diego (Jesús Oro) y Edgar (Mario Cortijo), por el año 2011, en la popular Discoteca Honey. Hasta que choque el hueso es una obra que muestra una historia de amor inevitable entre ambos jóvenes de familias y sesgos distintos, quienes luchan por su libertad y todos los distintos factores que parecen separarlos. La dramaturgia estuvo a cargo de Sebastián Eddowes y Mario Zanatta, bajo la dirección de Rosa Victoria Chauca Gutierrez.

La representación desarrolló su temporada en el Centro Cultural Ricardo Palma, con un elenco conformado por los ya mencionados Oro y Cortijo, al lado de Yolanda Rojas. Desde el momento en el que dan sala, el espectador puede ir familiarizándose con el mundo de la obra, gracias al uso de recursos auditivos reproducidos durante las tres primeras llamadas. La propuesta de arte de Gabriela Jordán y el diseño de la escenografía de Samuel Valdivia fueron elementos clave dentro de este montaje, pues cumplían precisamente el rol de envolverlo en un tiempo-espacio concreto. La escenografía y la iluminación-colorización de la obra (a cargo de Valdivia y de la misma Chauca Gutierrez) supieron resolver las necesidades de la propuesta al facilitar los cambios de vestuario, la elaboración de estructuras para cambiar de espacios, la movilidad de los elementos en escena, entre otros aspectos funcionales. Todos estos atributos fueron potenciados por el hecho de que cada elemento escenográfico aportaba a la estética de la puesta.

Quiero resaltar el rol de Rojas dentro de la representación: la actriz tenía la misión de narrar lo que iba sucediendo, además de encarnar distintas personas que iban interactuando con Diego y Edgar a lo largo de la obra. La artista lograba transformarse completamente entre un personaje y otro, demostrando una técnica actoral impecable y una apropiación profunda de cada papel asignado. Los personajes de Diego y Edgar estuvieron logrados en todo sentido, además de haber conseguido una conexión en escena pocas veces vista. Fue agradable ver el alto nivel artístico de los actores, quienes llevaban al espectador a vivir esta historia momento a momento.

Hasta que choque el hueso logra mostrar una historia de amor genuina entre dos adolescentes que, incluso tratándose de un año tan cercano como el 2011, tuvieron que lidiar con estigmas, prejuicios y señalamientos por formar parte de la comunidad LGTBQ+. Desde la dramaturgia, han sabido capturar los distintos estigmas no solo por parte de la sociedad, sino también por parte de los mismos protagonistas, un hecho que lamentablemente sigue ocurriendo hasta el día de hoy. La historia de amor de Diego y Edgar está llena de emociones, referentes culturales y generacionales, costumbres e historia. Es inevitable generar empatía con el producto escénico completo, debido no solo a la calidad técnica, sino a lo vigente que es poder hablar del amor en todos sus modos, sentidos y tiempos de expresión.

Stefany Olivos

12 de agosto de 2023

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