lunes, 29 de julio de 2024

Crítica: TITO ANDRÓNICO


Qué mueve la voluntad humana para ejercer violencia

La violencia, como tal, es un fenómeno complejo que tiene muchos orígenes y causas, que abarcan desde las biológicas (algunos estudios sugieren que la violencia puede tener causas genéticas y así pues, predisponer a las personas a ciertos comportamientos agresivos), ambientales o del entorno (nuestro aprendizaje de vida en donde crecemos y vivimos; es decir, estar expuestos a entornos hostiles, represivos o de continuo conflicto), culturales (la sociedad en la que vivimos, los valores, normas y creencias que fomentan este comportamiento), psicológicas (factores emocionales como la ira, el miedo, la frustración y la ansiedad mal gestionados pueden también llevar a conductas violentas) y la historia (los traumas y experiencias adversas en la infancia y adolescencia, como el abuso, abandono o negligencia, aumentan el riesgo de comportamientos violentos en el futuro).

La violencia es, entonces, un fenómeno de muchas variables, donde no hay una sola causa u origen y que a lo largo de nuestra historia como humanidad nos ha hecho ser capaces de las mayores barbaries, desde las más sutiles hasta las más viscerales. Shakespeare, obviamente, no era ajeno a esto y escribió Tito Andrónico, una de sus obras más oscuras y violentas, y por su estilo y lenguaje se sugiere que fue creada en un periodo de experimentación y desarrollo en la carrera del dramaturgo. Se cree que fue escrita alrededor de 1588 y 1594; la primera edición impresa fue publicada en 1594. En 1987, la directora Deborah Warner llevó la historia con Brian Cox como Tito Andrónico, exhibiendo todo el horror de la obra; y en 1999, Julie Taymor elige a Anthony Hopkins como el protagonista para su adaptación cinematográfica.

En esta oportunidad, La Ira Producciones trae a escena Tito Andrónico en el Teatro Segura, dirigida por Mikhail Page, que al mismo tiempo hace una versión acorde a nuestra época y esa visión se adecúa bien a nuestros tiempos violentos, en el que “el otro”, por ser de otro equipo, país o color de piel, es muy diferente a nosotros. También nos muestra con eficacia un ambiente político de corrupción e intereses individuales; la visión de la obra no se aleja de esa realidad evidente y sobre todo, de la ira que lleva a su protagonista a la venganza más cruda. Quizá en ese aspecto, la propuesta pudo haber arriesgado un tanto más por mostrarnos esa violencia a la que somos capaces de llegar ante determinado contexto. Por otro lado, la utilización del espacio escénico es precisa, con una escenografía que apunta mucho a la imaginación del público y basándose más en el trabajo del actor. Las luces, además, contribuyen a conseguir la atmósfera lúgubre y abrumadora que la pieza propone.

El personaje de Tito Andrónico es interpretado por Bruno Odar y el de Tamora, por Mónica Sánchez; ambos, con todo su oficio, consiguen emociones que mantienen la atención del público, así como Diego Pérez, que en el papel de Saturnino le otorga una tensión constante a la obra. Los hijos del protagonista se encuentran a cargo de unos excelentes Jorge Armas, Diego Salinas, Joaquín Escobar, Giovanni Arce y especialmente, Cindy Díaz. Completan el elenco Carlos Mesta, Daniel Cano, Martín Velásquez, Sebastián Ramos, Gilberto Nué y Patricia Frayssinet, todos muy eficientes.  Tito Andrónico es una puesta en escena muy recomendable.

Manuel Trujillo

29 de julio de 2024

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