miércoles, 24 de julio de 2024

Crítica: TARTUFO


No hay pierde con Molière

Tomando como feliz pretexto los 400 años del nacimiento del imprescindible dramaturgo y director francés Jean Baptiste Poquelin, Molière, una nueva puesta de este clásico autor cierra la trilogía iniciada en 2022 en la Alianza Francesa de Miraflores, siempre con la acertadísima dirección de Jean Pierre Gamarra y el deslumbrante diseño escenográfico de Lorenzo Albani. Tartufo, luego de los muy valiosos montajes de El misántropo y El avaro, es un nuevo triunfo de Éxodo Teatro, tanto de forma como de fondo, que denuncia sin paliativos algunas de las muchas taras de una sociedad que sigue tan enferma como en el siglo XVII.

Y qué duda cabe de ser considerado un verdadero clásico este texto de Molière, que señala inequívocamente a todos aquellos hipócritas beatos, con cilicios incluidos, que esgrimen su ferviente religiosidad para esconder su desgraciada doble moral. Muchos, incluso, ocupan puestos públicos en nuestros días. La hortera manipulación y las ansias de riqueza, en medio de la lograda sátira que el autor propone, son fácilmente identificables por el público en la historia del embustero Tartufo (Fernando Luque), quien maneja a su antojo al pudiente Orgón (Alonso Cano) para quedarse con sus bienes, a pesar de las varias señales de alerta que recibe.

Gamarra aplica nuevamente, por lo menos en las primeras secuencias, la funcional propuesta de tener a todos sus personajes en escena, así todavía no aparezcan en el texto original; vale decir, todos hablan de Tartufo como si no estuviera presente, pero sí lo está. Lejos de confundir, este formato suma al juego y a la irreverencia que son tan propias del director y que le hace justicia al autor. Además, le permite a Luque, el inmejorable actor fetiche de Gamarra, solo con sus gestos y miradas anticipar la real dimensión de su personaje. Por otro lado, la crítica social que tan bien delinea Molière en la trama funciona adecuadamente; acaso el único reparo sería el tramo final, con la intervención del gobierno para hacer real justicia, un cierre que le fuera impuesto a Moliere en su momento y que aquí desdibuja ciertamente los paralelos con nuestra actual situación política.  

El maquillaje, las pelucas, las prótesis y la caracterización en general de los actores enriquecen la puesta en escena. Excelentes interpretaciones de todo el elenco, con Luque y Cano a la cabeza, ambos en estado de gracia, muy bien acompañados por una excelente Amaranta Kun, una sorprendente Maria Grazia Gamarra, unos irreconocibles Denise Arregui y Oscar Yepez, y unos impecables María Fernanda Misajel, Alejandro Tagle y Stefano Salvini. Bien por Éxodo Teatro y este sólido montaje de Tartufo, que demuestra que Molière no solo no tiene pierde, sino que mantiene intacta su visión sarcástica de una sociedad como la nuestra, que manifiesta su hipocresía y doble moral en todo momento.

Sergio Velarde

24 de julio de 2024 

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